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El interior de las esferas
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Libro electrónico56 páginas46 minutos

El interior de las esferas

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Tres generaciones de una familia de músicos unidas por un evento trascendental, incomprensible e indescifrable. Un sueño idílico e infinito que transita encerrado en un aparente instante sin tiempo ni lugar. El escenario; la ejecución de una partita para violín en la iglesia de Santo Tomás en Leipzig durante un concierto homenaje a Johann Sebastian Bach por su 250 aniversario.
«Recordar lo sucedido». En algún punto indefinible e indescifrable existe una respuesta a tan intrincado subterfugio.
Todo nace de una absurda confusión ocurrida en la década de los 60.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento28 nov 2023
ISBN9788411817738
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    El interior de las esferas - Lucas González

    1500.jpg

    © Derechos de edición reservados.

    Letrame Editorial.

    www.Letrame.com

    info@Letrame.com

    © Lucas González

    Diseño de edición: Letrame Editorial.

    Maquetación:María V. García López

    Diseño de portada: Rubén García

    Supervisión de corrección: Celia Jiménez

    ISBN: 978-84-1181-773-8

    Ninguna parte de esta publicación, incluido el diseño de cubierta, puede ser reproducida, almacenada o transmitida de manera alguna ni por ningún medio, ya sea electrónico, químico, mecánico, óptico, de grabación, en Internet o de fotocopia, sin permiso previo del editor o del autor.

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    1

    Hay dos universos en mi percepción. Uno es aquel al cual podría llamar «tangible», el de la vida que conocemos mayormente, el del cuerpo, las casas, las plantas, las amistades, los llantos, etc., y otro... Uno más... no sé, cuando menos incierto, confuso y brumoso.

    Este desorden mental, o lo que sea que esto fuere, hace que las cosas que percibo parezcan en realidad representar otras cosas, cosas distintas, de otra naturaleza, pero no parecidas o combinables, sino cosas absolutamente diferentes, por ejemplo, si de escribir se trata, resuenan en mi interior incoherencias como las que describiré a continuación:

    «Un deseo, el deseo de que esas casillas vacías se llenen poco a poco empujándome hacia la verdad, me sumieran y me sumergiesen en la verdad. Y las esferas, esas esferas que me hablan, me gritan, me susurran, que vienen y se van ignorando mi voluntad y mi clamor interno por hacer que alguna vez llegasen a ser una única esfera, perfecta».

    Otro ejemplo, la absurda sensación que me produce el pararme frente a una partitura que leo por primera vez:

    «Y ese juego, siempre ese juego, ese al cual por vanidad o ingenuidad no he logrado aún abandonar y no encuentro escapatoria posible. Y la escalera, la escalera que ya no está tan lejos, es que ya casi puedo palparla, se tensan mis músculos como si mis piernas estuviesen ahora mismo escalando sus peldaños».

    Hay, sin embargo, representaciones lingüísticas que, siendo igual de incoherentes, no encuentran acción concreta en el mundo en que vivimos, por ejemplo:

    «Y el sendero, aquel sendero que me llevase al recuerdo veraz de lo sucedido, acaso la gran salida a este sueño infinito. Y siempre aún aquella necesidad, la necesidad punzante de recordar; o acaso, tan solo, de invocar a la verdad».

    Se parecen un poco a los sueños, algo inconsciente, borroso, lúgubre e intranscriptible.

    Y luego, el sueño mayor, ese en donde ya no puedo distinguir parámetro alguno, uno en donde todos esos pequeños sueños y enrevesadas sensaciones se entremezclan y terminan por manifestarse en una suerte de existencia atemporal, infinita y a la vez instantánea. La claridad se vuelve ahora hipotética; y lo incipiente, engañoso, supuesto e ilusorio.

    Antes de entrar por primera vez en este gran sueño que voy a contarles, debo aclarar que he sido, según afirman algunos críticos, un gran violinista, «virtuoso», «sublime», «elegante»; esos y muchos otros calificativos tan gloriosos y, a la vez, potencialmente muy perjudiciales; tan maravillosos cuando no descabellados o embarazosos (como aquella rimbombante y ridícula tapa de la revista Classy, en donde se me dedicara el insólito título de «em-Bach-ador»).

    Siempre he pensado que el reconocimiento y la gloria no son más que simples afectaciones de una supuesta racionalidad mundana, una racionalidad vanidosa e innecesaria, la racionalidad de los vivos, la que procura incorporar talantes humanizados, individualistas y egocentristas al perfecto orden supremo, tan irreales y tan improcedentes como la inminente fatalidad. Y ante eso, me debo en vida, carne y hueso a un desafío inconmensurable: resolver

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