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El Rincón de las Lechuzas: O por dónde camina el gato negro
El Rincón de las Lechuzas: O por dónde camina el gato negro
El Rincón de las Lechuzas: O por dónde camina el gato negro
Libro electrónico186 páginas2 horas

El Rincón de las Lechuzas: O por dónde camina el gato negro

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El Rincón de las Lechuzas o dónde camina el gato negro. Florencia Sal


 Una conversación íntima y profunda con el lector en un cálido castellano “rioplastanse”.


 Hay una mirada reflexiva y punzante sobre las experiencias su vida, cotidianas y también límites, de una mujer común.


 El relato se estructura en forma de fragmentos independientes, que permiten un acercamiento a esta obra tanto de manera progresiva como azarosa, sin perder el hilo conductor, como el caminar de un gato negro”. Lo que le sucede a la protagonista en una invitación a la introspección del propio lector dado que, en el “Rincón de las Lechuzas” se renueva la antigua aspiración a la sabiduría, a través de las vivencias de una mujer contemporánea en nuestra querida Latinoamericana.

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento8 jul 2021
El Rincón de las Lechuzas: O por dónde camina el gato negro

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    El Rincón de las Lechuzas - Florencia Sal

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    EL RINCÓN

    DE LAS

    LECHUZAS

    o por dónde camina el gato negro

    Florencia Sal

    EL RINCÓN

    DE LAS

    LECHUZAS

    o por dónde camina el gato negro

    © Florencia Sal

    Todos los derechos conforme a la ley

    Características tipográficas y diseño editorial

    © Rosa M

    a

    Porrúa Ediciones

    Diseño de portada e interiores:

    Grupo Editorial Rosa María Porrúa. S.A. de C.V

    Primera edición.

    ISBN: 978-607-8601-18-9

    Rosa M

    a

    Porrúa Ediciones

    (55) 52931956

    informes@rmporrua.com

    www.rmporrua.com

    Impreso en México

    Este libro está dedicado

    en especial a Julia, Sofía y Francisco.

    También a todos los que aparecen en él y a algunos más que son muy importantes para mí, pero que no aparecen.

    Todos ustedes me ayudaron a llegar hasta acá.

    Nota del Editor:

    El castellano rioplatense es un dialecto del español que se extiende en la zona de la cuenca del Río de la Plata. Se habla en una zona extensa de Argentina, Uruguay y en otras regiones aledañas.

    El voseo del dialecto Rioplatense forma parte de la norma culta, este se impuso en el siglo XIX para marcar la personalidad nacional dentro del grupo de hispanohablantes durante la época del pensamiento separatista en América.

    Desde esta época, grandes escritores argentinos lo han utilizado en la literatura y poesía.

    Hoy se me ocurrió un pensamiento consolador: Yo soy yo, esta es mi única posibilidad, y pase lo que pase, tengo la oportunidad de hacer algo, dejar mi marca aunque sea igual a un grano de arena en el desierto, aunque nadie lo note aunque sólo sea eso, pero sería algo mío, algo definitivo. Algo que me distinga de todos los demás y que me haga valiosa a mis ojos. Nadie puede dejar ese grano de arena de ese modo, ni de esa manera, ni de esa forma.

    También se me ocurrió uno descorazonador o al menos ansioso: La humanidad es como el mar, infinito, móvil. Cada ola es una generación. A medida que la ola se acerca a la playa es la oportunidad de actuar de esa sola generación por esa única vez. La posibilidad de imprimir algo en la historia o en el mundo depende de ese único choque contra la arena. Pero claro, no estás ¹ solo, estás con otro sin fin de corpúsculos de agua que pueden no advertir la importancia de la acción a realizar y que, por lo tanto, están dispuestos a hacer lo menos posible. O sea que esa única oportunidad puede frustrarse en una olita tonta, débil, sin gracia. Y luego la decadencia, la retirada, para volver a confundirse con los infinitos corpúsculos pasados sin nombre.

    La decadencia del cuerpo es francamente descorazonadora, el otro día una amiga en la playa me dijo algo muy gracioso: Y sí, todo se cae, lo único que sube son las encías. Para evitar que se caiga el esfuerzo es descomunal. Dietas inhumanas, o al menos para mí, gimnasia todo el día, aerobics. ¡Un embole! ¡Y lo mejor es que la gente después del gimnasio dice que se siente bárbara! Yo me tengo que arrastrar y obviamente dormir como un tronco, no puedo escribir, ni estudiar, ni nada. El verano exacerba la sensación de catástrofe, los cuerpos semidesnudos, el sol, la alegría frívola, los chistes sobre sexo, los jóvenes en forma, sólo agravan la sensación de decadencia, de finitud, de colgajos. Pero claro, nuestra civilización es la civilización del disfrute de los cuerpos duros adolescentes, de las conversaciones superfluas, del no pensar. Todo tiene que ver con ello: el ideal, el físico perfecto, no superar los 18 años, quien consigue detener el avance está en onda, los demás fuimos, somos estertores de adolescencia. Incluso las que se operan o gimnasean interminablemente, se les suelta la piel de la panza o se les hace una arruga sobre las rodillas.

    Nunca se vive en la época correcta ¿no? Para los griegos estoy tan bien como una Venus, para Rubens, un poco delgada. ¡Lástima! Cuando tenía 18 me faltaban tetas, hoy las tetas se reciben de regalo a los 15, siempre y cuando el resto del cuerpo te acompañe.

    El mundo materialista es lo que se ve, y es muy difícil para esta civilización infantil o que adolece, ver más allá de sus narices, sin embargo, puedo afirmar sin dudas, sin error, la existencia de algo que trasciende este mostrarse del mundo. Hay algo más. Está oculto. No es obvio, ni evidente, no está a la vista, debe ser buscado, quizás quiera ser encontrado. No pretendo argumentar nada, ni demostrar nada. No sé si se llama Dios, Energía, Ser supremo, Luz, Espíritu absoluto, Verbo, El que soy, Iahvé, Zeus, Primer Motor, Demiurgo, Idea. No sé si es persona, si se ocupa de nosotros, si se piensa a sí mismo, o si mira una TV cósmica; pero hay algo más.

    Negar la dimensión espiritual del hombre es como negar que se tiene sentimientos, quien pretende escapar u ocultar sus sentimientos a sí mismo se enferma física o psíquicamente. Lo mismo ocurre con quien no reconoce a su dimensión espiritual. No significa esto que yo afirme que existe el alma o que sea inmortal, ni nada de eso. El hombre tiene razón, sentimientos, cuerpo y espíritu. Tiene un sensor que le permite captar algo más. Si se niega a reconocerlo se enferma.

    Una metáfora que me consuela a veces un poco, es la del tapiz. Esta metáfora dice que Dios tejió un tapiz enorme, bellísimo, del cual nosotros vemos sólo un fragmento y del lado de atrás. Algo así como que vemos los nudos y dos o tres líneas del dibujo y encima del revés. Sólo siendo muy perspicaz nos podemos dar cuenta que eso que vemos es parte de algo mayor, mejor y distinto. Vale aclarar que para los que estamos entrenados en un pensamiento racional empírico es casi una perfecta pavada afirmar que tenemos una fuerte intuición, casi una absoluta certeza de la existencia del tapiz y de su Hacedor. El problema es que el fragmento que vemos es sin sentido e incompleto. Si nos limitamos al trocito de tejido casi todo queda sin explicación, si lo aceptamos como parte de algo más, tampoco tenemos explicación alguna pero al menos tenemos una hipótesis desconocida, una ínfima esperanza. Es casi una metáfora kantiana. Podemos conocer pero sólo hasta ahí, sólo el fenómeno, si hay cosa en sí o no, no lo podemos afirmar.

    En el fondo, los sistemas filosóficos han pretendido dar una respuesta a esto. Creo, que en el fondo, todos los humanos nos hacemos las mismas preguntas, que algunos las resuelven brillantemente, otros se cansan y olvidan la pregunta, y otros hacemos lo que podemos. Además, la vida nos conduce hacia el detalle. Nos lleva a buscar soluciones mucho más chiquititas, prácticas, mundanísimas y vulgares. Por ejemplo: ¿qué hago para comer esta noche? Un amigo me decía que yo tengo la habilidad de pasar de una idea profundísima a una tremenda pavada como quien pasa de una baldosa a otra. ¿Pero no es eso la vida? ¿No nos cuestionamos sobre el sentido de nuestra propia existencia cuando estamos llevando un sweater al placard? ¿No estamos haciendo un simple viaje en colectivo y, sin embargo, nos invaden unas tremendas ganas de morir en ese instante? ¿Nunca te preguntaste mientras caminás cómo hace ese otro para seguir vivo, ese que pasa por la calle y que parece tan normal?

    Tengo miedo. Miedo y angustia. Sólo consigo desprenderme de esa sensación por momentos. La sensación de fracaso y error me persigue al punto que prefiero no hacer nada, no arriesgar nada. Tengo miedo que personas dañinas se me acerquen, me dañen a mi o a mi familia, o a mis hijos. No me puedo sobreponer a las experiencias malas. Tengo una gran inseguridad sobre mí misma, mis acciones, mis capacidades. Estoy inmersa en un torbellino descendente que me absorbe del que desesperadamente trato de escapar.

    Las generaciones tienen un momento en el cual el pensamiento cristaliza. Considero miembros de mi generación al grupo nacido entre el ´58 y el ´65 y quizás no sea una generación verdaderamente pero me identifico con la manera de ver el mundo de sentirlo y pensarlo. La ausencia de sentido presente en los hechos, la desilusión frente a la Justicia, la sensación de soledad y de aislamiento, la falta de sentido de futuro, son los signos pesimistas contrapuestos a una especie de convicción en la necesidad de valores morales y metafísicos que orienten la conducta del hombre pese a haber hecho todo lo posible por abandonarlos. Algo así como nostalgia por la solidaridad, el calor de hogar y la valoración del otro. Y como sustrato, como hypokéimenon, una idea apocalíptica, una sensación de que la humanidad llega a su fin casi sin remedio. Empieza a verse esta manera de pensar en novelas, en películas, sin importar el lugar en donde haya nacido el autor, pero si la edad. También se caracterizan sus creaciones por ser de tipo intimista o más bien introspectiva.

    Nietzsche acuñó la famosa frase Dios ha muerto usada hasta el cansancio en todos los sentidos imaginables. Algunos la usan a propósito o por desconocimiento aludiendo al hecho real de la muerte de Dios, lo cual es obviamente una ridiculez pues nadie sabe con seguridad si Dios existe. Nietzsche intenta decirnos que la moral cristiana y fundamentada en la creencia de la existencia de Dios deja de ser lo suficientemente normativa al desaparecer la fe en Dios y propone la creación de una nueva moral fundada en Nada o quizás en el Hombre. Pero el hombre siempre busca bases y entonces aparecieron, la Razón, la Ciencia, el Partido, generando o más bien degenerando en sistemas morales que tuvimos la desgracia de presenciar, o padecer, o aunque sea conocer por el relato de los supervivientes. Creo que tuvimos una muestra del Mal en la Tierra, por eso puedo afirmar que en realidad es el Hombre el que ha muerto. Ya nadie cree en él. No apreciamos su capacidad creadora, ni su razón, ni sus valores, porque no existen más. Dejó de ser admirable a nuestros propios ojos. Sin embargo, sobresalen sus rasgos humanos su incapacidad de contenerse frente a las pasiones, su irracionalidad, su brutalidad, su maltrato hacia el débil o hacia quien no puede elegir, su egoísmo —llamado individualismo porque queda más bonito—, su crueldad, la ambición desmedida, el delirio por el poder y dinero, el espanto de sus sistemas políticos. No se aspira más a ningún tipo de perfección ni siquiera se pretende intentarlo porque somos humanos. ¡Es increíble que justamente con esta frase se pretenda diluir las culpas! Ya no se aspira ni al héroe, ni al santo, ni al sabio. En realidad quien controla sus pasiones es un reprimido. Ya nadie cree en el Hombre. El Hombre ha muerto.

    Otro problema es la vida en pareja. Entre todos los valores que cayeron cayó también el del matrimonio para siempre. Hay que estar con alguien si estás bien sino va via . Pero ¿qué es estar bien? Un amplio espectro se presenta frente al pobre desgraciado humano. Una, es estar siempre con el otro como si fuera el primer día con una intensidad de sentimientos fuerte, con una gran ilusión respecto del futuro de la pareja, con sexo, pasión, etc. Duración máxima cinco años, con suerte y mucho viento a favor. Muchos especialistas denominan a esta etapa enamoramiento aunque yo creo que el enamoramiento dura un año, no más. Y después hay otras variantes: llevarse bien, ser compañero, compartir momentos gratos. Ahora, conozco un par de casos que consideraron esto insuficiente y se separaron, es más, algunos lo consideran una especie de hermandad, ni siquiera una amistad. Desde mi punto de vista no es una mala opción, claro que a veces será necesario un amante, pero obviamente hay quienes esperan más de la vida, un poco más de emoción. Otra opción es la trifulca constante, el antagonismo de los sexos, como dice el I Ching , conozco algunos matrimonios que así duran bastante. Después está eso del hábito y la comodidad, muy pero muy mal visto por casi todo el mundo aunque altamente practicado, quizás sea la versión más denigrante de todas. Personalmente, creo que lo de la emoción es excelente pero implicaría una cambio de pareja cada cinco años, cosa complicada en especial pasados los ¿cincuenta?. Las opciones más tranquilas no son malas y son quizás más duraderas, si se las acompaña de cambios cada tanto. A veces la distancia entre las dos personas es abismal, y por momentos hay profundos encuentros. Las situaciones de infidelidad que se producen, perdida la pasión pero no la juventud, sirven para ver con claridad qué bases tiene la pareja en cuestión lo que puede conducir a la ruptura o a una reactivación y revalorización de los cónyuges. En una época cuernos, era la máxima mala palabra, como si la gente se casara y acto seguido pusiera una barrera a sus instintos y sentimientos. Los matrimonios que duran y aunque estén en la etapa de enamoramiento reprimen gran parte de las emociones que sienten por otros para no herir a su pareja

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