EL MILAGRO DE LA ESCULTURA
COMIENZA SUS REFLEXIONES CON LA PALABRA ‘CREO. Quizás por humildad. Aunque parece más bien consecuencia lógica de una actitud ante la vida: que ama el silencio como forma de introspección, la reflexión como instrumento de conocimiento propio. Porque, dice, lo que hay en nuestro interior es de una riqueza incomparable. Por eso, Jaume Plensa esculpe esas gigantes cabezas de niña con los ojos cerrados que sitúa en lugares públicos: no solo para compartir la belleza de sus obras, también para invitarnos a escuchar nuestros propios pensamientos. Es Plensa una persona espiritual, existencialista incluso, que sin embargo obra el milagro de transmitir tanto con una materia inmóvil.
Su agenda está repleta para los próximos meses. Todo lo que la pandemia pospuso le llevará de aquí a final de año –al menos a sus obras, aunque a él le gustaría estar en todos lados– a Nueva York, Michigan o Nueva Jersey (Estados Unidos), a Heiring (Dinamarca), Estocolmo (Suecia),
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