Cabeza De Turco
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Lamentablemente, no todo el mundo tuvo la misma suerte que Mateo. El amor mueve montañas.
Cuando una persona es inocente, las montañas se mueven hasta demostrarlo y hacer justicia de una gran injusticia.
Basado en la historia real de un chico inocente al que quisieron culpar de una atroz mentira que no había cometido.
Los esfuerzos de la hermana, valiente y decidida, con la preciosa ayuda de su cuñada, lograron hacer justicia de una terrible injusticia.
Cabeza de Turco te rompe el corazón y despierta alma y conciencia.
Antonia Vázquez Rodríguez nació en Santa Coloma de Gramenet en 1963.
Se dedicó a estudiar y, cuando acabó sus estudios básicos, decidió hacer peluquería. Ya desde muy joven, le gustaba bailar y curtir su cuerpo. Se apuntó al gimnasio y a clases de danza. Sus notas eran bastante buenas, y le gustaba aprender, aunque en su caso la vida le enseñó más que los estudios.
Con el tiempo, conoció al que es el padre de sus hijos.
Su familia tenía muchos negocios y, con un cambio rotundo, dejó la peluquería para comenzar como encargada de una de estas tiendas y, después de dos años, ya estando emparejada con el padre de los niños, iniciaron su propio negocio.
Tiene dos hermanos preciosos, Mateo y Juan Manuel.
Mateo ya no está y la historia de Cabeza de Turco es para él, donde sea que esté, siempre en su corazón.
Ahora dedica su tiempo al cuidado de la madre y trabaja online en venta de moda.
Sus pasiones son la música, ir de conciertos y, por supuesto, escribir.
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Cabeza De Turco - Antonia Vázquez Rodríguez
Introducción
A menudo pensamos que somos incapaces de sobrellevar ciertas situaciones en nuestra vida.
No sabemos la capacidad que una persona puede llegar a tener, dadas ciertas circunstancias que roza lo inaudito, incomprensible, fuera de lugar y, sobre todo, injusto.
Diría que en la sociedad en la que vivimos somos títeres de un sistema abstracto e imposible de controlar. También podría decirse que nos hemos acomodado y perdemos la capacidad descomunal que tenemos. Fuera de nuestra zona de confort, ¿hemos experimentado paz?, o simplemente una forma de vida en la que nos quejamos por todo, sin hacer absolutamente nada.
Los llantos, a veces, no resultan solamente como desahogo, pero la vida es como una película que dura una hora y media, es corta y, a menudo, no hay que verla desde el sofá, hay que actuar cuál actor o actriz. Trabajo duro, pero al final, recompensa.
Cuantas piedras con las que tropezamos a menudo, y simplemente las saltamos. No nos paramos a mirarla, quizás esa piedra lleve un mensaje.
A mí la vida me ha puesto en mi camino muchas piedras, muchísimas, en la mayoría de ocasiones las he saltado, como todos nosotros.
Hay piedrecitas, piedras y rocas enormes. Se puede, con amor, constancia, y, sobre todo, creyendo en uno mismo, y en lo que vas a hacer.
En la mayoría de los casos, el respeto, el miedo, la desconfianza en uno mismo, nos lleva por caminos dudosos, llenos de falta de personalidad, y repleto de conformismo.
Nadie, lean bien, nadie es más que nadie.
Galones, placas, pistolas, insignias, poder, nada. Piensa que, al fin de cuentas, todos somos seres humanos, con más dificultad o menos, yo, que soy capaz de hacerte un corte de cabello, soy exactamente igual, que el Papa de Roma, ¿la diferencia?, su trabajo.
Lo demás, carne y hueso, como todos.
Con esto quiero decir, que no hay que tener reparos en hablar para defensa propia, sea quien sea, la piel y el organismo interno y el destino, es el mismo. Al final, todos somos iguales, y todos tenemos derecho a expresarnos, defendernos, y actuar en consecuencia del problema de cada cual.
No estoy en contra de las huelgas, pero creo que, de forma personal, uno consigue mucho más. Hablo por mi experiencia.
Como antes he dicho, hay piedrecitas, piedras y rocas enormes.
Mi roca fue enorme y la volvería a saltar tantas veces como mi vida y mi fuerza, se alargará en el tiempo. Es fácil culpar, sobre todo, cuando vas a recibir una recompensa por un buen trabajo…
Quisiera que esta historia real no quedará en el olvido.
Sé que ha habido casos sin resolver, que hay personas honestas e inocentes pagando por delitos que no han cometido.
Yo no soy juez, ni abogada, nunca estudié derecho, pero tengo una tenacidad, un sentido de la responsabilidad, un sentido del amor y del cariño, por encima de todas las carreras estudiables posibles.
Tu cuerpo, tu mente, se hace un bloque, donde nadie puede acceder. Te transformas en alguien, en el que tú mismo te asombras.
Cuando te cuentan algo así, es como si estuvieran contándote una película y piensas, yo… no hubiese sido capaz.
Por supuesto que sí. Así como somos capaces de trabajar, y llevar nuestras vidas, mejor o peor, hasta el límite de sentirnos, al menos que servimos para llevarla, pero no es suficiente.
Siempre he pensado que cada uno de nosotros venimos con una misión, de la que no nos podemos librar.
Para sentirte plenamente consciente y darle valor a tu persona y conciencia hay que pararse a menudo, y ver dónde podemos mostrar nuestra utilidad, nuestro amor, nuestra valía, para conseguir aquello que parece imposible.
¿Incapaz?, jamás. Es una palabra que existe en el diccionario, pero no sabemos el poder que tenemos
Es una vivencia real la que me hace compartirla, para que en el caso que suceda a alguien que pueda leerla, que sepa que, moviendo mares y montañas, se consigue todo, cuando alguien realmente es inocente.
A veces siento que somos más simples de lo que realmente somos.
Le llamaría comodidad, hastío, despreocupación, conformismo, y el pasar la vida como venga.
Él salió como cada mañana
Él salió con la bolsa de basura, como cada día antes de irse al trabajo.
Mi madre asomada a la terraza vio como un coche de policía se paraba a su lado, y hablaban con él.
Una llamada de teléfono se escuchó en el salón de mi casa y una voz contundente preguntó.
—¿Antonia Vázquez?
—Sí, soy yo, ¿quién es?
—Le llamo de la comisaría de Santa Coloma, tenemos a su hermano detenido.
—Le llamo