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El cuerpo en la lengua: Expresiones no literales en el español de México
El cuerpo en la lengua: Expresiones no literales en el español de México
El cuerpo en la lengua: Expresiones no literales en el español de México
Libro electrónico386 páginas4 horas

El cuerpo en la lengua: Expresiones no literales en el español de México

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Este libro muestra metáforas, metonimias, proyecciones semánticas y proverbios utilizados cotidianamente en la comunicación. Los siete capítulos del libro nos ayudan a entender cómo en la comunicación podemos crear expresiones para entendernos en nuestro propio idioma, que nos remiten a la imagen de esas partes del cuerpo, y nos aportan significado
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento11 sept 2023
ISBN9786075397962
El cuerpo en la lengua: Expresiones no literales en el español de México

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    El cuerpo en la lengua - Susana Cuevas Suárez

    Introducción

    ———•———

    La finalidad de este volumen es contribuir en los aspectos teórico- metodológicos con el tema de las partes del cuerpo humano. El cuerpo humano se ha trabajado desde varios enfoques con distintas lenguas; pero las lenguas mexicanas se han visto poco beneficiadas en tal sentido. Por tal razón, varios de los integrantes del Seminario de Antropología Lingüística de la Dirección de Lingüística del Instituto Nacional de Antropología e Historia (inah) hemos trabajado tal tema con algunas lenguas como el otomí, náhuatl, amuzgo, zapoteco, maya, etcétera, con diversos enfoques, y los resultados se han publicado en la revista Dimensión Antropológica del inah.¹ De igual manera, estudiantes de la Escuela Nacional de Antropología, pertenecientes al Proyecto de Investigación Formativa Lengua y cultura, también han participado en este gran proyecto de estudio, al igual que otros estudiosos que se han unido de forma tangencial a él.

    El conjunto de resultados nos han permitido observar las semejanzas y diferencias que presentan las diferentes lenguas en el mismo campo y que la utilización de una misma metodología, tanto para la obtención de datos como en el tratamiento de los mismos, es fundamental para un estudio comparativo y para la confirmación de la hipótesis Sapir-Whorf, al menos en un campo semántico; aunque consideramos que éste es fundamental para el entendimiento de la forma en la que las diferentes culturas conciben su mundo, ya que el cuerpo humano es el medio por el cual nos enfrentamos y recibimos la información lingüística y cultural del grupo al que pertenecemos.

    En esta ocasión, investigadores pertenecientes al Seminario de Antropología Lingüística nos dimos a la tarea de aplicar una misma metodología al estudio de estructuras no literales en las que participan los términos de algunas partes del cuerpo en el español de la Ciudad de México. La metodología de la lingüística cognitiva es la que utilizaremos como base, y para la recuperación de la información manejaremos el Corpus Coloquial de la Ciudad de México; Preseea, México, y el Corpus Sociolingüístico de la Ciudad de México, entre otros. La consulta hemerográfica en línea, así como las redes sociales, nos fueron de gran ayuda, y, obviamente, también fue un apoyo la observación participante, pues tratamos que la información nos sea proporcionada de forma espontánea y no mediante cuestionamientos. Los datos extraídos de dichas bases de datos fueron verificados con hablantes del español de la Ciudad de México.

    Con base en los resultados de las investigaciones previas, la conformación del cuerpo humano puede seccionarse en partes, regiones, zonas, etcétera; o, por ejemplo, según una visión occidental, los podemos agrupar en partes (las externas) y órganos (los internos). Sin embargo, la selección que hicimos para presentar en este volumen se basa en la recurrencia de enunciación en las diferentes lenguas trabajadas; por ejemplo, la boca, la cabeza, las manos, los pies, los ojos, las orejas, la nariz, han sido los términos que aparecen primero en los listados de cualquier hablante de cualquier lengua, en una evocación libre. Es decir, los hablantes de varias lenguas tienen estos términos más frescos en su memoria.

    En la actualidad, en el terreno de la lingüística no se estudian los tropos como alegorías del lenguaje, sino como elementos de la cognición, de la forma de pensar de los individuos y de la construcción de las unidades de comunicación.

    Con estructuras no literales nos referimos a todas aquellas enunciaciones en las que el término del cuerpo no conlleva su significado originario, sino que ha cambiado, dependiendo de su aplicación, en diversas estructuras que hemos llamado expresiones no literales y que son, a final de cuentas, las formalizaciones lingüísticas de los procesos semántico-cognitivos que el individuo realiza.

    Nuestra perspectiva se encuentra en el marco de la lingüística cognitiva, bajo la teoría de la corporeidad o embodiment, que le asigna al cuerpo humano una actividad de suma importancia en la elaboración de nuevos elementos conceptuales: la forma en la que el individuo reconstruye y describe su mundo mediante expresiones lingüísticas no literales en su vida cotidiana.

    Con la lingüística cognitiva surge un nuevo enfoque para observar y analizar este tipo de fenómenos de comunicación, reconocidos por muchos autores como embodiment. El término por sí mismo ha llevado a los diferentes estudiosos de esta disciplina, no sólo a grandes discusiones, sino a la creación de un gran número de libros en los que han expuesto sus diferentes puntos de vista. En uno de ellos Roslyn M. Frank et al. publican la entrevista que Roberta Pires y Roberson de Souza le hacen a Mark Johnson y a Tim Rohrer para dilucidar las controversias acerca de la relación mente-cuerpo que han existido a lo largo de la historia y que la noción de embodiment ha venido a resolver, al menos en el entendimiento de la mente en el cuerpo. Sin embargo, el término embodiment ha provocado otro tipo de discusiones, ya que su significado primigenio es diferente al de su nueva aplicación.

    Por otro lado se presenta el problema de la traducción de una lengua a otra, que ya ha sido tratado ampliamente y aclarado por Sapir, quien nos dice que no es posible obtener completamente los contenidos semánticos del léxico de una lengua al trasladarlos a otra. En este caso la situación es más compleja, ya que ese término se utiliza como metalengua, es decir, como términos por medio de los cuales nos apoyamos para estudiar, analizar y describir los elementos de la lengua y los términos con los que se relacionan, como es el caso de embodiment.

    En las ciencias cognitivas, el uso de aquel término, aun por los hablantes de inglés (lengua de la que proviene), resulta complicado, ya que llega a confundirse con el mismo término de uso cotidiano (en inglés). Al trasladarlo al español (nuestra lengua), las posibilidades de traducción son muy variadas, creando muchas confusiones en su aplicación. En inglés (lengua en la que se está produciendo la teoría con el uso de este término) también utilizan embodied, al igual que otras derivaciones. A fin de evitar crear más confusiones en la traducción, hemos optado por utilizar estos términos en inglés.

    En la entrevista publicada Mark Johnson define embodiment como:

    On this view [mind-body dualism], the body as a material thing is the locus of sensation, images and feelings. It gives input to something called the mind, but it does not determine what the mind does with that input. Our view, by contrast, is that the fact of our human embodiment shapes both what and how we think. …All dimensions of human thought emerge from increasing levels of complexity in organism-environment interactions and all of these interactions require and are grounded in our bodies.

    The scientific and philosophical senses of embodiment go far beyond our commonsense conceptions of the body to encompass virtually every aspect of experience, meaning, thought and language.

    It is also to say we think from and within our bodily experiences (Pires y Souza, 2007: 22-24).

    La noción del experiencialismo está presente en esta definición, pues claramente nos dice que es a través de nuestro cuerpo y nuestras experiencias que recibimos la información de nuestro entorno. Los significados los asignamos, los conocemos y reconocemos según nuestra experiencia momentánea y acumulada. Sin embargo, no todo lo que sabemos lo hemos experimentado; nuestro entorno y la asignación de rasgos semánticos distintivos nos permiten entender y conocer nuevos elementos de significado, pues todo lo vamos relacionando y ordenando mediante los rasgos. Esto lo confirma Rohrer en su artículo The body in space: dimensions of embodiment, donde explica que the body-in-the brain is not just shaped by the body, but by the habitual interactions of the body with the environment. The point is not just that the body shapes de embodied mind, but that the experiences of the body-in-the-world also shapes the embodied mind (Rohrer, 2007: 345). Por ello cualquier individuo, desde que nace, se encuentra expuesto y en medio de ambientes socioculturales que repercuten en su cuerpo, ya sea de forma directa o a través de la cognición.

    Con base en esa perspectiva es que hemos enfocado nuestro estudio de las expresiones no literales en siete partes del cuerpo que se mencionan en el español de la Ciudad de México. Siguiendo con tal mecánica, explicaremos brevemente los términos utilizados en esta metodología para que resulte más clara la comprensión de los resultados presentados en cada capítulo.

    Iniciaremos con la definición de proyección semántica. El ser humano, en su proceso de cognición y con el fin de explicar objetos o fenómenos nuevos en su entorno, recurre a entidades ya conocidas para compararlos, creando nuevos nombres con iguales rasgos semánticos distintivos para esas nuevas entidades descubiertas o creadas por el individuo. Uno de los recursos cognitivos más sistemáticos para comprender y nombrar los objetos y sus partes es la comparación con el cuerpo humano. Como indica Peral:

    [La] mayoría de las lenguas no crean nombres para todas y cada una de las entidades del mundo y sus partes de forma individual, sino que toman los términos de otras entidades (generalmente partes del cuerpo) para designarlas; sin embargo, la elección del término que designe esas otras entidades no es una decisión al azar, sino que está regulada por los rasgos semánticos distintivos (rsd) que el hablante reconoce de las partes de su cuerpo para proyectarlos sobre la realidad en cuestión (Peral, 2017: 47).

    Según Peral reconoce la existencia de proyección semántica y extensión semántica; la primera la define como el proceso que se realiza de un campo semántico hacia otro (i.e., boca de la botella), mientras que la extensión semántica es un proceso que se concreta dentro del mismo campo semántico (i.e., boca del estómago) (Peral, 2017: 47).

    Así, las proyecciones y las extensiones semánticas son procesos en los que se utilizan tanto el nombre como los rasgos semánticos distintivos del objeto fuente para nombrar objetos o partes de ellos llamados meta. Cuevas (2011) detecta tres rasgos semánticos distintivos que operan en la construcción de las proyecciones semánticas hechas a partir de la comparación con las partes del cuerpo humano: la forma, la función y la posición; pero existen otros rasgos que los individuos pueden reconocer, como el de propiedad, el de paridad, el de interioridad o exterioridad, etcétera.

    Siguiendo a Peral, la proyección semántica puede ocurrir de dos maneras: directa o metonímica. En la proyección semántica-directa los rasgos semánticos distintivos se trasladan, como ya se dijo, del campo semántico de las partes del cuerpo a un elemento perteneciente a un campo semántico distinto; mientras que en la proyección semántica-metonímica el traslado de los rasgos semánticos distintivos van de una parte del cuerpo a un objeto de otro campo semántico diferente, pero que está en contacto directo con la parte del cuerpo de la que provienen los rasgos (i.e., cuello de la camisa).

    Por otro lado, el mismo autor presenta una división de la extensión semántica: extensión semántica-metonímica y extensión semántica-proyectiva, definiéndolas de la siguiente forma:

    Extensión semántica-metonímica: la relación que establece la sinécdoque ‘el todo por la parte’ está dada por la contigüidad misma de las partes y donde el significado del término de una parte abarca a la otra –de la que al mismo tiempo es una parte– (i.e., antebrazo).

    Extensión semántica-proyectiva: se realiza dentro del mismo campo semántico pero como una proyección de rasgos de una parte del cuerpo a otra parte del cuerpo donde no hay una relación de contigüidad (Peral, 2017: 47) (i.e., labios vaginales).

    Desde la perspectiva de la lingüística cognitiva, muchos autores basan sus definiciones en las posturas de Langacker o en las de Kövecses y Radden, manteniendo una relación de dos entidades, una fuente (source) y otra objetivo (target), para crear el sentido figurado. Es evidente que la gramática no es independiente de la semántica y que los individuos mantienen un sistema cognitivo con capacidad de relacionar elementos gramaticales con sus significados.

    Según Langacker, la gramática es básicamente metonímica en el sentido de que la información explícitamente cargada de significado convencional no establece por sí misma la conexión precisa aprendida por los hablantes y oyentes en el uso de una expresión. Indicaciones precisas evocan conceptos que proveen accesos mentales con el potencial de ser conectados de forma específica, pero los detalles necesitan establecerse en las bases de otras consideraciones. La gramática forma un continuo con el léxico y ambos residen en conjuntos de estructuras simbólicas. Una estructura simbólica es simplemente la pareja de estructura semántica y estructura fonológica (dos polos). El significado de una expresión es justo el polo semántico del conjunto que lo compone. La composición semántica es, entonces, un aspecto de la composición gramatical.

    De esa forma podemos pensar que la metonimia permite el acceso a un concepto (target) a través de otro concepto (source). Es decir, creamos conexiones entre conceptos, entre situaciones: una actuación nos conduce a un resultado (causa-efecto).

    Todo ello constituye las relaciones que los hablantes de una lengua establecen en su cotidianidad y las enuncian en la comunicación. Así, hablante y oyente manejan el mismo tipo de relaciones conceptuales que son reconocidas como metonimias.

    El uso de expresiones figuradas, como la metonimia, además, requiere una situación, un contexto, tanto lingüístico como situacional, para que el oyente haga la misma relación conceptual entre los elementos de origen (source) y los elementos objetivo (target) para que pueda recibir y entender el uso de las metonimias.

    Podría parecer fácil la definición de metonimia o la de metáfora o la de proyección semántica; pero en la práctica no es tan sencillo distinguir cualquiera de aquellas, pues, si no se trata de los casos prototípicos de cada una de ellas, pueden llegar a confundirse. Ya Kövecses (2013) nos lo expuso en su obra:

    Hay muchos casos en los que es difícil distinguir la metáfora de la metonimia, dadas las definiciones estándar de metáfora y metonimia. Una definición común de la metáfora en la teoría conceptual de la metáfora es que en la metáfora conceptualizamos un dominio en términos de otro. En la metonimia, un elemento de un dominio proporciona acceso mental a otro elemento dentro del mismo dominio. Los casos en los que la metáfora y la metonimia son difíciles de distinguir son aquellos en los que no está claro si tratamos de un dominio o de dos. Mi sugerencia es que para poder resolver el dilema debemos tener en cuenta la estructura más amplia del sistema conceptual. Esto es, la estructura que consta de jerarquías y marcos temáticos, así como las operaciones cognitivas de generalización (esquematización) y especialización (elaboración) [p. 78].

    Ya hemos reconocido que cada uno de estos fenómenos semánticos se puede identificar plenamente si es que se trata de los ejemplos prototípicos; pero si los ejemplos se encuentran en la frontera entre uno y otro, debido a su semejanza, es difícil determinar si se trata de una metonimia, una metáfora o una proyección semántica. Por otro lado, consideramos que las proyecciones semánticas son las que dan origen a las metáforas y a las metonimias; pero, según Kövecses, generalmente las metonimias son las que dan origen a las metáforas y demás fenómenos semánticos.

    Tanto las metáforas como las metonimias están basadas principalmente en las experiencias corporales, ya que es más fácil entender los términos abstractos usando términos concretos. Los conceptos de metáfora y metonimia están muy relacionados, ya que se trata, en ambos casos, de procesos de resignificación en los que un término es reemplazado por otro.

    La metonimia se puede considerar como la sustitución de un término por otro cuya referencia evoca al primer término y permite una relación existencial entre ambos; es decir, un elemento de un dominio proporciona acceso mental a otro elemento dentro del mismo domi­nio. En la metonimia, las dos entidades mantienen un tipo de relación que algunos autores llaman de contigüidad.

    La metonimia se puede parafrasear como A en lugar de B, donde A y B guardan una relación existencial. En la metonimia el término sustituido se puede reintegrar sin alterar el sentido de la frase.

    La relación existencial corresponde también a una de entrañamiento; es decir, para que x sea cierto, y necesariamente también lo es. La relación de entrañamiento se sustenta en el hecho de que en la metonimia, a diferencia de en la metáfora, la relación es real y hasta comprobable. Así, para que exista un contenido es necesario que exista un contenedor y para que exista una obra es necesario que exista un autor. Es por eso que las metonimias se definen por el tipo de relación que establecen: la parte por el todo, la causa por el efecto, el efecto por la causa, la materia por el objeto, el contenedor por el contenido, el símbolo por la cosa simbolizada, el lugar por lo que en él se produce, el autor por su obra, el objeto poseído por el poseedor, el todo por la parte, el nombre del objeto por el de otro contiguo a él, el instrumento por el artista, etcétera.

    En algunos casos la relación es bidireccional, pues es tan necesario el contenido para el contenedor, como el contenedor para el contenido. En otras ocasiones es unidireccional: por ejemplo, en la metonimia el símbolo por la cosa simbolizada, esta segunda es necesariamente cierta para que exista el símbolo, pero no a la inversa.

    Aunque existen los tipos de metonimias ya mencionados, consideramos que todas ellas, en mayor o menor medida, responden a la relación parte-todo. Dicho de otra manera, la metonimia parte-todo constituye el miembro central del prototipo y, por ende, sus relaciones son más permanentes. Mientras más cerca del prototipo se encuentre una metonimia, habrá mayor entrañamiento, y, a la inversa, mientras menos prototípica sea la metonimia, menor entrañamiento habrá; por ejemplo, en los casos de contigüidad espacial en el uso, en la que su relación es momentánea y por eso menos cercana. En la figura 1 se representan estas consideraciones.

    Figura 1. Relación de entrañamiento en las metonimias.

    Las metáforas y las metonimias se distinguen en diferentes aspectos. En principio, en las metonimias hay entrañamiento, mientras que en las metáforas no lo hay. Sin embargo, la diferencia puede expresarse más precisamente en las siguientes fórmulas: X es igual que Y (para la metáfora) y X está en lugar de Y (para la metonimia), como se ve en el cuadro a continuación:

    En la comparación con las metonimias, de alguna forma hemos ofrecido una breve definición de las metáforas; sin embargo, es necesario hacer énfasis en las características que les reconocemos.

    Quienes han rescatado estos fenómenos semánticos, que habían sido descritos y tratados sólo por la retórica en el terreno de la filosofía, son George Lakoff y Mark Johnson; ellos consideran que no son alegorías del lenguaje, sino que pertenecen a estructuras del lenguaje en el habla cotidiana. Uso el término rescatado, ya que al haber sido vistas sólo a través del lente de la poesía y la retórica no se les habían reconocido ni sus características lingüísticas ni su funcionamiento en el campo de la cognición, que es precisamente lo que hacen estos autores. En su texto Metáforas de la vida cotidiana –libro que podríamos considerar como el pionero en este tema– argumentan que, a diferencia de cómo había sido considerada la metáfora en la retórica, la metáfora impregna la vida cotidiana, no solamente como una cuestión de palabras en el lenguaje, sino también como una representación del pensamiento y la acción. Nuestro sistema conceptual ordinario, en términos del cual pensamos y actuamos, es fundamentalmente de naturaleza metafórica (p. 39). Es fácil inferir que para cualquier individuo las metáforas –como expresiones lingüísticas– son posibles precisamente porque son metáforas en su sistema conceptual; la forma de pensar, actuar, conceptualizar y percibir el mundo es mediante la utilización y construcción de metáforas. Lakoff y Johnson nos dicen que la esencia de la metáfora es entender y experimentar un tipo de cosa en términos de otra (p. 41). Posteriormente Lakoff afirma que el lugar de la metáfora no está en la lengua, sino en la forma en la que conceptualizamos un dominio mental en términos de otro (p. 185). Así, los conceptos metafóricos van más allá del rango de las formas literales ordinarias hasta llegar a un pensamiento o lenguaje figurativo.

    Esta primera teoría de la metáfora de Lakoff y Johnson es la que nos sirve de base para este estudio, reconociendo que la metáfora es el uso de un término que corresponde a una entidad, con un significado específico, aplicado a otra entidad. Los rasgos semánticos que le corresponden a la entidad de origen los trasladamos a otra diferente, a la que le reconocemos esos mismos rasgos, aunque no los tenga, haciéndola semejante. Esto hace que los valores fundamentales en una cultura serán coherentes con la estructura metafórica de los conceptos fundamentales de la misma.

    La no literalidad de las expresiones no literales se debe a procesos semántico-cognitivos que activan cambios de significado o de sentido en dichas expresiones, que podríamos clasificar en dos grupos: simples y complejas. Las simples son aquellas en las que se puede observar un solo proceso semántico-cognitivo (por ejemplo, una metáfora o una metonimia) que está activando el cambio; por su parte, las complejas son aquellas expresiones en las que está activado más de un proceso. Goossens (1990) observa dos tipos de interacción predominante entre la metáfora y la metonimia, que son: a) cuando una metáfora proviene de una metonimia y b) cuando se encuentra una metonimia dentro de una metáfora. Sin embargo, no coincidimos con esta postura, ya que, como se mencionó líneas atrás, consideramos que toda metáfora proviene de metonimias, aunque no siempre es fácil rastrear la metonimia en cuestión. Para estos casos, Goossens utilizó el término metaphonymy (que nace de la fusión de ambos términos: metáfora y metonimia) para describir la interacción de ambos procesos.

    En el análisis de las expresiones no literales del corpus se observó que no todas ellas correspondían a una sola clasificación: proyección semántica, metáfora o metonimia, puesto que podían ser analizadas desde dos o más de estos procesos semántico-cognitivos; además, en algunos casos no se podía determinar si eran independientes o si el surgimiento de uno propiciaba o condicionaba la aparición del otro. En otros la expresión no literal cobra sentido a partir de la activación simultánea de varios de ellos, como en el caso de Adonde el corazón se inclina, el pie camina, que analizaremos más adelante.

    Este tipo de expresiones con un alto grado de complejidad semántica, de acuerdo con Fauconnier (1997) y Fauconnier y Turner (2002), son el resultado del proceso de integración conceptual o blending a partir de los espacios mentales, términos que utilizaremos en los capítulos de este libro.

    Análisis de la expresión Adonde el corazón se inclina, el pie camina:

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