LA GÉNESIS DEL LENGUAJE Y LAS LENGUAS
Una de las cuestiones que más ha fascinado a lingüistas y filósofos de todos los tiempos es el origen del lenguaje humano. ¿Cuándo y cómo surgió esta capacidad cognitiva exclusiva del hombre y diferenciadora con respecto a otros animales? Pese a los avances tecnológicos y las numerosas teorías propuestas, la falta de evidencia directa procedente de los primeros homínidos hace que la génesis de la capacidad lingüística en el ser humano continúe siendo uno de los problemas más difíciles de resolver para la ciencia moderna.
Pero no sólo la ciencia, sino también las distintas religiones han tratado de hallar respuesta al misterio del lenguaje, aunque casi todas ellas remiten en última instancia a la inspiración divina. Según la tradición hebrea, la primera lengua hablada en el mundo, con anterioridad a la maldición de Babel, fue inventada por Adán en el Jardín del Edén (Génesis 2,19) para nombrar los animales creados por Dios ―–idioma originario con propiedades mágicas al que los gnósticos medievales denominaron adánico
(<adamicus>). Para Mahoma, el ser humano es básicamente un animal que sabe hablar, lo que para el profeta supone pensar (ya que el resto de animales únicamente harían ruidos). En el hinduismo, Saraswati, consorte de Brahma, es la diosa del conocimiento, las artes y el lenguaje.
En su intento por hallar respuestas más terrenales al origen del lenguaje, la humanidad ha recurrido a lo largo de la historia a todo tipo de procedimientos más o menos empíricos. Según el historiador griego Heródoto, el faraón Psammético I (664-610 a.C.) llevó a cabo un experimento con el que demostró que la lengua original e innata en el ser humano era el frigio: crió a dos recién nacidos con cabras y un pastor mudo en un lugar aislado de Egipto, y al cabo de dos años los niños únicamente podían pronunciar la palabra frigia bekos (que significa ‘pan’ en este idioma indoeuropeo del sureste de Europa y Anatolia). A comienzos del siglo XVI, el rey Jacobo IV de Escocia realizó un experimento psicolingüístico similar, y el resultado fue que los infantes criados en cautiverio hablaban… ¡hebreo! No obstante, en la mayoría de situaciones en las que este aislamiento lingüístico se ha producido, ninguno de los sujetos ha acabado hablando ninguna lengua en absoluto.
