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Anábasis
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Libro electrónico310 páginas5 horas

Anábasis

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Jenofonte (c. 430-354 a. C.) es uno de los escritores en prosa más sobresalientes que dio Atenas en su período clásico. Su formación ática (estudió con Sócrates) y su experiencia militar, nacida de su admiración por Esparta, le otorgaron un rico bagaje vital que hizo de él un autor ecléctico, que cultivó el género histórico, la filosofía y el ensayo didáctico.
Anábasis, su mejor obra, es el increíble relato en primera persona de la histórica retirada de un ejército griego que se había internado en territorio enemigo hasta Cunaxa, cerca de la antigua Babilonia. Jenofonte fue uno de los generales responsables de guiar a un contingente de más de diez mil soldados a través de territorio hostil para llegar de nuevo al Mediterráneo.
"El libro de Jenofonte es una obra maestra de historia militar occidental, el informe sobre una notable campaña escrito por un soldado que participó en ella y era lo bastante veterano como para entender los problemas del mando".  ROBIN WATERFIELD
IdiomaEspañol
EditorialGredos
Fecha de lanzamiento28 feb 2023
ISBN9788424941017
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    Anábasis - Jenofonte

    Portadilla

    Volumen original: Biblioteca Clásica Gredos, 52.

    Asesor de la colección: Luis Unceta Gómez.

    © del prólogo: Helena Maquieira, 2022.

    © de la traducción y las notas: Ramon Bach Pellicer.

    © de esta edición: RBA Libros y Publicaciones, S.L.U., 2022.

    Avda. Diagonal, 189 – 08018 Barcelona.

    www.rbalibros.com

    Primera edición en esta colección: marzo de 2022.

    RBA • GREDOS

    REF.: GEBO618

    ISBN: 978-84-249-4101-7

    EL TALLER DEL LLIBRE • REALIZACIÓN DE LA VERSIÓN DIGITAL

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    del editor cualquier forma de reproducción, distribución,

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    (www.conlicencia.com; 91 702 19 70 / 93 272 04 47).

    Todos los derechos reservados.

    PRÓLOGO

    por

    HELENA MAQUIEIRA

    No se necesita gran memoria para evocar retiradas famosas de un ejército invasor a lo largo de los últimos siglos: el ejército de Napoleón al ser derrotado en Rusia, los americanos de Vietnam, las naciones aliadas tras la segunda guerra de Irak y, muy recientemente, la evacuación de las tropas que mantenían en Afganistán una resistencia prolongada al avance de los talibanes.

    Pues bien, la primera gran retirada de un ejército en el mundo occidental fue narrada en el siglo IV a. C. y en lengua griega por Jenofonte de Atenas. La Anábasis cuenta, en efecto, la retirada de un ejército mercenario, reclutado de diferentes ciudades-estado griegas (póleis), que en el año 40 a. C. se puso a disposición de Ciro el Joven para colaborar en el derrocamiento del hermano de este, el rey persa Artajerjes II.

    Para entender el valor y el significado de la Anábasis, se ha de enmarcar la obra en el momento histórico que narra, además de analizar el papel de su autor en su tiempo y de situar la Anábasis dentro del conjunto de la producción de Jenofonte.

    BIOGRAFÍA DE JENOFONTE

    Jenofonte nació en Atenas en torno al año 430 a. C. Cuando terminó la guerra del Peloponeso, librada entre su ciudad y Esparta, tenía unos veintiocho años. Había sido uno de los discípulos de Sócrates y, además, contaba con cierta experiencia militar. Este bagaje vital, unido a su admiración por Esparta, compartida por otros miembros del círculo socrático, lo llevó a enrolarse como capitán en el ejército griego que partiría a Asia Menor en apoyo de los planes de Ciro el Joven. Tras morir Ciro al comienzo de las hostilidades en la batalla de Cunaxa (401 a. C.) y ser asesinados poco después los generales griegos, Jenofonte se convertirá en uno de los nuevos generales que dirigirá el retorno del ejército. El regreso finalizó en el año 399 a. C. con la entrega de las tropas al general espartano Tibrón. Sin embargo, Jenofonte permaneció en Asia Menor a las órdenes de diversos generales espartanos, fundamentalmente del propio rey Agesilao II de Esparta, entre el 396 y el 394 a. C., fecha en la que, de vuelta a Grecia, luchó al lado de este rey en Coronea contra la alianza de beocios, atenienses, argivos y corintios.

    Su destierro de una Atenas que estaba intentando recuperar su autonomía política después de la derrota ante Esparta y que, por lo tanto, consideraba traidores a quienes daban muestras de una ideología filoespartana, se produjo bien como consecuencia de la expedición a favor de Ciro el Joven, por estar esta alentada por Esparta, bien tras la intervención en Coronea.

    Al volver a Grecia, los espartanos le concedieron diversos honores y le cedieron una finca en la Élide, en concreto en Escilunte, en donde el historiador vivirá, con la familia formada en Asia Menor, desde el 388 a. C. hasta que Esparta pierda este territorio en la batalla de Leuctra (371 a. C.). Posteriormente, se instaló en Corinto, ciudad en la que siguió habitando después de que Atenas revocara su condena poco antes del 365 a. C. Tras una estancia en la ciudad en que nació, Jenofonte murió en Corinto, probablemente en el 354 a. C.

    OBRA DE JENOFONTE

    El autor escribió la mayor parte de su producción entre el período de Escilunte y el de Atenas. Jenofonte tocó diversos géneros en prosa, sin profundizar especialmente en ninguno. Su producción se ha distribuido en tres grandes géneros, si bien en cada uno de ellos hay contaminaciones de los restantes. Por este motivo, más que pretender una adscripción unívoca de sus obras a un género, se puede decir que algunas se aproximan más a la historiografía (Helénicas, Anábasis y Agesilao), otras a la filosofía (Memorables, Apología y Banquete) y otras al género didáctico, dentro del cual se pueden distinguir obras de tipo científico-técnico (Cinegético, Hipárquico y Sobre la equitación), de teoría política (Hierón y Constitución de los lacedemonios) y de teoría económica (Recursos y Económico).

    Incluso hay quien defiende que Jenofonte inició el género de la biografía (y de la autobiografía, si se considera como tal la Anábasis), teniendo en cuenta que Agesilao, Ciropedia y Memorables (en orden de mayor a menor contenido biográfico) presentan elementos de esta índole. Es cierto, sin embargo, que, salvo Agesilao, que plantea una narración más cronológica, las restantes obras presentan solo los hechos que se quieren destacar del protagonista, con un claro interés apologético y/o moralizante; algún elemento biográfico también podría detectarse en Hierón, aunque la forma dialógica y la acotación a un episodio concreto, y posiblemente ficticio, de la vida del tirano de Siracusa alejaría la obra de la definición de biografía.

    En todo caso, la crítica, en general, está de acuerdo en que en sus obras como historiador Jenofonte no está a la altura de la indagación historiográfica de Heródoto o de Tucídides, y que tampoco en sus obras filosóficas logra acercarse mínimamente a Platón. El motivo de las posibles carencias técnicas en una y otra disciplina posiblemente se deba a que el objetivo final que persigue Jenofonte es eminentemente didáctico y moralizante, y a que su enseñanza pretende ser más práctica que teórica. De hecho, este interés vertebra el conjunto de toda su obra: más que explicar las causas de los hechos históricos, el autor pretende que el lector extraiga una lección práctica de estos; más que perderse en disquisiciones filosóficas o políticas de tipo teórico, le interesa resaltar la vertiente pragmática de estos temas; más que reflejar fielmente las vidas de ciertos personajes, se propone enseñar y distinguir mediante sus comportamientos lo bueno y lo malo.

    Desde esta perspectiva, la producción de Jenofonte se enmarca bien dentro del mundo posclásico, en el que se desarrolló la mayor parte de su vida y en el que compuso todas sus obras. Se trata del nuevo espacio surgido tras la derrota ateniense en la guerra del Peloponeso, debacle que hace tambalear los valores que hasta entonces habían sustentado a Atenas. En este marco nace un nuevo tipo de pensamiento escéptico respecto a los valores precedentes, que se traduce en cierto escapismo político. El nuevo ciudadano refleja una visión más crítica del mundo, más rebelde o, incluso, antisocial; se decanta por la búsqueda de un nuevo sentido de la vida, más individualista, que preserve mejor la autonomía del individuo; también persigue una ética práctica para adaptarse a las nuevas circunstancias. Algunas de estas inquietudes y, en todo caso, la intención didáctica y moralizante, que pretende concienciar al ser humano del nuevo orden de cosas en el que vive y poner a su alcance los medios para que sea capaz de moverse en él, son elementos comunes en la producción de Jenofonte.

    Jenofonte historiador

    Varios son los rasgos que definen la obra historiográfica de Jenofonte y que hacen de ella un producto menos próximo a la historia y más cercano a lo que, en términos periodísticos actuales, se define como crónica o reportaje.

    La falta de interés por la indagación historiográfica, junto con la apología de un cierto ideal filoespartano, provoca que en su narración histórica se obvien a menudo algunos acontecimientos y se destaquen otros, haciendo gala de una parcialidad de la que huían sus antecesores, especialmente Tucídides. Estas carencias son más notables en Helénicas, que pretendía ser continuación de la gran obra de Tucídides. De hecho, frente a Tucídides, que manejaba críticamente el material que otros le habían legado, Jenofonte narra solo aquello con lo que ha tenido un contacto directo por haberlo vivido él mismo u oído de boca de informantes fidedignos.

    Las Helénicas es una obra que consta de siete libros, distribuidos en dos partes, o incluso tres, según algunos autores. En la primera parte se narra el final de la guerra del Peloponeso, desde el 411 a. C., fecha en que concluye la narración de Tucídides, hasta el 403 a. C. Incluye, pues, hechos transcurridos con anterioridad a la ya mencionada expedición a favor de Ciro el Joven. En esta parte, Jenofonte evoca acontecimientos en los que él mismo habría intervenido no mucho tiempo atrás. En la segunda parte, de mayor extensión, se desarrollan sucesos correspondientes a los complicados años que van desde el final de la guerra del Peloponeso hasta la batalla de Mantinea (362 a. C.). Tras el establecimiento de los Treinta, régimen de carácter oligárquico que la victoriosa Esparta impuso a la vencida Atenas, se retrata el ascenso de Esparta como primera potencia helénica, seguido de su descenso, que se iniciaría con la derrota en la batalla de Leuctra (371 a. C.), y el comienzo de la hegemonía tebana. Jenofonte no debió de vivir en persona los conflictos narrados en la segunda parte de Helénicas, aunque estuviera perfectamente informado de estos por personajes muy cercanos a él. En todo caso, tanto la separación cronológica de ambas partes de la obra como el propio papel del autor en la segunda, de observador más que de participante, hacen que el estilo de una y otra sea diferente, y que el de la segunda parte esté más próximo al del resto de su producción.

    Como la diferencia entre crónica y reportaje se basa fundamentalmente en que en la crónica no se precisa haber contemplado directamente la acción que se narra, mientras que este rasgo es esencial en el reportaje, se podría decir que al menos la segunda parte de Helénicas está más próxima a la definición de crónica.

    Por su lado, Agesilao tiene un carácter menos histórico que Helénicas y que Anábasis. Se considera, en general, un texto de alabanza, es decir, un encomio, y concretamente un encomio biográfico. Esta naturaleza aleja la obra de la historiografía y de la biografía cronológica. La figura del rey espartano Agesilao II, con quien Jenofonte mantuvo una sólida amistad, había sido tratada desde una perspectiva histórica en Helénicas, pero Agesilao se compuso con posterioridad a la muerte del espartano, en el año 358 a. C., lo que tal vez explica que el texto se despoje de cualquier tinte negativo y que se destaquen solo las actuaciones individuales y las conductas morales más nobles del personaje. Por lo tanto, aunque se considera un trabajo de carácter histórico, muchos de sus componentes y su intención general son más bien de índole didáctico-moralizante.

    Jenofonte autor didáctico

    En este apartado trataré un conjunto de obras cuyo principal objetivo es la instrucción del individuo orientada a su mejora personal, lo que recuerda mucho un objetivo educativo tan actual como es la formación integral de la persona. En todos estos trabajos subyace un interés didáctico de tipo eminentemente práctico.

    Dentro de su obra didáctica se distinguen escritos pedagógicos más generales de otros de contenido concreto, científico-técnico, político o económico; los de corte político o económico están muy próximos a la producción filosófica del autor.

    Tal vez su obra de carácter más general sea Ciropedia. Aunque por el título podría parecer un tratado de educación, basado en la figura del abuelo de Ciro el Joven, Ciro el Viejo, su catalogación es complicada, puesto que presenta elementos de otros géneros cultivados por el autor. De hecho, tiene cierto carácter de encomio biográfico, similar a Agesilao, aunque la distancia temporal respecto al personaje hace que Jenofonte se desvíe del carácter histórico que tenía esta obra. En este sentido, no tendrá empacho, a la hora de realizar el retrato del antepasado, en recurrir a rasgos de su descendiente Ciro el Joven, con quien, como se ha mencionado, Jenofonte tuvo relación y que aparece descrito de una forma muy favorable en la Anábasis.

    Así pues, Ciropedia se caracteriza por una mayor presencia de la ficción en detrimento de la realidad histórica, lo que se traduce en que tan solo se mencionan los episodios más significativos de la vida de Ciro el Viejo. Según se destaca en el proemio de la obra, el objetivo es plantear un sistema educativo, político y moral que se convierta en modelo para las generaciones recientes, declaración de intenciones que implica que se debe considerar como un texto didáctico más que como biografía o como novela biográfica. De hecho, la conclusión que se plantea en el epílogo de Ciropedia es moralizante y justifica la enseñanza que Jenofonte quiere transmitir: la situación actual persa es consecuencia directa de haber abandonado el canon político y moral que sostuvo a esa sociedad en el período de esplendor de Ciro el Viejo, caracterizado por valores educativos y morales próximos a los de Esparta.

    El resto de la obra didáctica se acerca a la idea de «tratado» o «ensayo». Desde una perspectiva temática, se puede dividir en tres grupos: tratados científico-técnicos, políticos y económicos.

    En los tratados científico-técnicos, la distancia del narrador respecto a lo que se expone y la ausencia de ejemplos de personajes concretos transmiten una impresión de texto normativo; es el caso de una obra juvenil sobre la caza, Cinegético, y de dos de madurez sobre la caballería, Hipárquico y Sobre la caballería.

    Entre los tratados de tema político destacan Hierón y Constitución de los lacedemonios. Aunque el pensamiento político recorre buena parte de la obra de Jenofonte, la reflexión política se traduce de forma específica en estas dos obras, si bien los términos tratado o ensayo se ajustan mejor a la segunda, en donde, desde una perspectiva práctica, se resaltan las bondades del régimen político espartano. Por el contrario, en Hierón, aunque se reflexiona sobre la tiranía con el interés último de describir las características del monarca ideal, tanto la presencia de dos personajes históricos, el tirano de Siracusa que da nombre a la obra y el poeta Simónides, como la forma de diálogo dotan al conjunto de cierto aire de historicidad y acercan el texto al concepto de biografía concentrada en un solo episodio.

    A medio camino entre los tratados científico-técnicos y los políticos, pero participando del componente didáctico de ambos, se encuentran otras dos obras, Recursos y Económico, que versan sobre pensamiento económico. La primera de ellas se acerca a los tratados científico-técnicos, puesto que se propugna una normativa general para potenciar la salud económica de la ciudad, basada en la austeridad tanto a nivel particular como colectivo.

    Por su parte, Económico es una obra de difícil catalogación. Muchos la sitúan entre las socráticas, porque el filósofo es el interlocutor del recién casado Isómaco y porque la económica era una de las preocupaciones del círculo socrático. Sin embargo, las opiniones que se vierten en ella parecen ajustadas a las que Jenofonte desarrolla en otros trabajos de carácter didáctico, puesto que su objetivo básico es la instrucción práctica encaminada a la mejora del individuo tanto en temas de agricultura como de economía del hogar. El tratamiento de la agricultura aproxima el Económico a obras más técnicas, mientras que las cuestiones de economía privada y su ejemplificación en la familia de Isómaco podrían plantear otras interpretaciones. En todo caso, como en Recursos, la enseñanza que se extrae es que la austeridad del individuo repercute positivamente en la ciudad; por tanto, como base del saneamiento de las finanzas colectivas se propone la austeridad en la economía privada.

    Jenofonte filósofo

    Si se deja de lado Económico, las obras de Jenofonte consideradas socráticas son Memorables, Apología de Sócrates y Banquete. Realmente, la catalogación de las tres como filosóficas se debe tan solo al perfil del personaje que retratan, Sócrates. No se puede buscar en ellas la profundidad de otros filósofos, sino que la base de estos escritos es una filosofía moral de tipo práctico, ejemplificada en el pensamiento y la conducta de Sócrates. Desde esta perspectiva, la producción filosófica de Jenofonte se supedita también a un objetivo didáctico.

    En Memorables se reproducen en forma de diálogo conversaciones entre Jenofonte y Sócrates sobre distintos temas. Por lo tanto, representa también ese nuevo modelo de biografía, centrada en episodios concretos —en este caso, no de hechos, sino de ideas o pensamientos—, en la que la realidad histórica se pliega por completo al mensaje didáctico-moral que se pretende difundir.

    Por su parte, Apología, compuesta entre 394 y 397 a. C. — muy próxima, pues, a la condena de Sócrates—, ofrece el supuesto discurso de autodefensa del maestro. Con ello, Jenofonte traza de nuevo una breve biografía de un tramo muy específico de la vida del filósofo, cuya mayor o menor veracidad queda en entredicho, puesto que, más que reproducir la autodefensa del filósofo, recoge la defensa que el propio Jenofonte habría hecho del maestro en caso de que se le hubiera solicitado.

    Finalmente, Banquete recurre al marco literario del simposio homoerótico —a la manera de Platón, pero con aspectos más prácticos y cercanos a la filosofía de la calle— para seguir trazando el retrato del filósofo ateniense con el objetivo de influir en la opinión del lector.

    ANÁBASIS

    La Anábasis o Expedición de los Diez mil, obra en siete libros, se ajusta a la definición de reportaje, más bien de reportaje «en diferido», puesto que el autor le dio forma tiempo después de los hechos, aprovechando seguramente sus anotaciones de campo. Los sucesos ocurrieron entre los años 401 y 399 a. C., pero Jenofonte comenzó a inmortalizarlos hacia el 385 a. C., fecha en que se publicó la primera parte bajo el pseudónimo de Temistógenes de Siracusa. La parte final se redactó hacia el 377 a. C.

    Argumento y tipo de texto

    El nombre de Anábasis se corresponde con la narración que se lleva a cabo en los seis primeros capítulos del libro I, en los que se explica la marcha de un ejército griego mercenario a las órdenes de diversos generales desde la costa hacia el interior de Persia en apoyo de Ciro el Joven. El ejército de Ciro vence en Cunaxa, ciudad cercana a la antigua Babilonia, situada en el actual Irak. Sin embargo, en la batalla muere el propio instigador de la operación. Poco después, a causa de la traición del sátrapa persa Tisafernes, los generales griegos son asesinados y muchos de sus capitanes y soldados acaban muertos o apresados.

    El ejército debe emprender entonces la retirada a través de tierras enemigas a las órdenes de los nuevos generales, entre ellos Jenofonte. Ante la imposibilidad de cruzar el río Tigris, se dirige al país de los carducos (al oeste del actual Irán) y a Armenia; esta marcha desde el interior del continente hasta la costa del mar Negro es una katábasis o bajada al mar, lo contrario de anábasis o subida desde el mar.

    Una vez llegados a la costa sureste del mar Negro, a la ciudad de Trapezunte (actual Trebisonda), comienza la marcha, la parábasis, a lo largo de la costa hacia el oeste. Se llega a Cotiora, próxima a Trapezunte; después, a Sínope, situada en la parte más central de la costa sur del mar Negro. Jenofonte rechaza el ofrecimiento de ser nombrado mando supremo del ejército, honor que acepta el espartano Quirísofo. Llegados a Heraclea, próxima a Bizancio (actual Estambul), se produce una escisión: una parte del ejército continúa por mar al mando de Quirísofo y otra lo hace por tierra a las órdenes de Jenofonte, hasta reencontrarse en el puerto de Calpe, a mitad de camino entre Heraclea y Bizancio. Tras diversos acontecimientos, como la muerte de Quirísofo, su sustitución por Neón y la llegada de Cleandro, magistrado de Bizancio a las órdenes de Esparta, finalmente el ejército alcanza Crisópolis (situada al otro lado del estrecho, enfrente de Bizancio). El paso del estrecho del Bósforo y la breve estancia en Bizancio culminan con la llegada de los griegos al Salmideso tracio, al norte de la ciudad. Ante la propuesta de Tibrón de acoger a las tropas, Jenofonte las conducirá de nuevo hacia el sur, hasta Pérgamo (actual Bergama, en la zona noroccidental de Turquía), en donde acaban uniéndose al ejército de Tibrón, que continuará la guerra en Asia contra Tisafernes y Farnabazo.

    Como se verá más adelante, además de la narración histórica, hay un interés didáctico en esta obra. Otra cuestión que uno podría plantearse es la siguiente: ¿qué tipo de texto es la Anábasis? Como en otros libros de Jenofonte, en este se percibe una mezcla de géneros. Aun siendo un texto histórico que pretende seguir la cronología de los hechos que narra, no pierde de vista la finalidad didáctica de otras obras del autor. Además, podría considerarse como el primer ejemplo de autobiografía. De hecho, Jenofonte resalta una parte de su vida, la que más fama aportó a su figura, siguiendo una técnica similar a la utilizada en otras biografías ya comentadas.

    Objetivos de la obra

    El mensaje de Anábasis se concentra en tres objetivos fundamentales: destacar el interés histórico de lo que se narra, contribuir al gusto por la literatura de viajes e imprimir una orientación didáctica similar a la del resto de su producción.

    El primer objetivo se configura con la elección del suceso que narra, ejemplo de la incipiente expansión espartana en el continente asiático: el contingente espartano era el más importante tanto en número de oficiales como de soldados; además, el ejército permanecerá en Asia bajo las órdenes de un general espartano.

    El planteamiento de la obra como una continuación de la literatura de viajes se evidencia en el abundante uso de descripciones geográficas y etnográficas que aparecen en Anábasis, que recuerdan a las de Heródoto. Un ejemplo de ello lo constituye el pasaje de la entrada en combate de los mosinecos, pueblo cercano a la costa sureste del mar Negro y próximo a Trapezunte:

    En la cabeza llevaban cascos de cuero como los de los paflagonios, con un penacho en medio y muy semejantes a las tiaras. Llevaban, además, hachas de hierro. Entonces uno de ellos inició un canto y todos los demás se pusieron en marcha cantando al compás, y atravesando las filas y el campamento de los griegos, al punto se dirigieron contra los enemigos, hacia la plaza fuerte que parecía más fácil de atacar. (V 4, 13-14)

    Aunque la pretensión de Jenofonte es dar a conocer las costumbres de otros pueblos, al hilo de su narración proporciona datos muy interesantes sobre costumbres propiamente griegas, como la llamada pederastia educativa o el papel de las prostitutas en las campañas militares. Sobre la primera —arraigada especialmente en Esparta, pero generalizada en el mundo griego— son varias las referencias en la obra, como en la descripción del general Menón: «El propio Menón, siendo todavía imberbe, mantenía relaciones con Taripas, que sí tenía barba» (II 6, 28), o, sobre todo, en el episodio entre Epístenes y Seutes. En él, tal como planteará siglos más tarde Plutarco en su descripción del Batallón Sagrado de Tebas en la Vida de Pelópidas, se destacan los valores de la llamada pederastia propedéutica, aquella que, sometida a determinados cánones en cuanto a la edad y al tipo de prácticas legales, era considerada por los griegos como una pieza fundamental de la educación:

    Había cierto Epístenes de Olinto, pederasta, que al ver que un hermoso niño, apenas adolescente, que llevaba un escudo, estaba a punto de morir, corrió al encuentro de Jenofonte y le suplicó que ayudara al hermoso niño. Se acercó Jenofonte a Seutes y le pidió que no matara al niño, y le explicó las aficiones de Epístenes, y que en cierta ocasión había reclutado una compañía sin atender a otra cosa que no fuera la belleza de sus hombres, y que con ellos se comportaba como un valiente. (VII 4, 7-8)

    El papel de las prostitutas en campaña se refleja de forma ocasional: «Las mujeres se unieron todas también a gritos, pues había muchas cortesanas en el ejército» (IV 3, 19), o más explícita: «... los estrategos, apostados en el estrecho, si encontraban a uno que no había dejado algo de lo dicho, se lo quitaban, y estos obedecían, salvo si alguien había ocultado, por ejemplo, un niño o una mujer hermosa, objeto de sus deseos» (IV 1, 14).

    En ocasiones, se contraponen los hábitos griegos a los bárbaros en materia de sexo, como cuando se describen las prácticas de los mosinecos:

    Buscaban, además, unirse a la vista de todos con las heteras que los griegos llevaban, pues tenían ellos esa costumbre. Los que tomaron parte en la expedición decían que esos eran los más bárbaros que habían encontrado en su recorrido y los más diferentes de las costumbres griegas. (V 4, 32-34)

    En cuanto al objetivo didáctico, este se deja sentir en Anábasis en un plano concreto y en uno general. En el plano concreto, se detecta en la obra el gusto por la instrucción militar, a la manera de otras artes reflejadas en las obras científico-técnicas de Jenofonte. En efecto, el autor se explaya en lecciones de estrategia y práctica militar, como la desplegada por Quirísofo y Jenofonte en el río Centrites, en la frontera con Armenia:

    Quirísofo y los que iban con él se adentraron en el río, mientras Jenofonte, con los más ligeros de la retaguardia, regresó corriendo con todas sus fuerzas hacia el paso situado frente al camino que conducía a las montañas de Armenia, fingiendo que, después de cruzar por allí, cerraría el paso a los jinetes situados a lo largo del río. Los enemigos, al ver que Quirísofo y los suyos cruzaban fácilmente el río y al ver que Jenofonte y los suyos corrían hacia atrás, temiendo ser cercados, huyeron con toda su fuerza hacia el camino que dominaba el río. (IV 3, 20-21).

    En el plano general, la Anábasis lanza consignas morales en distintos órdenes. Ambos planos podrían confluir en el siguiente

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