Un viaje analéptico a la imaginación
En los tiempos primordiales, en Grecia las palabras dios y dioses se escribían con mayúscula. Los dioses del Olimpo vivían, hacían, destruían, procreaban, pero sobre todo poblaban su mundo imaginal con semidioses, héroes y mitos donde los seres zoomórficos también abundaban, al igual que los desenfrenos, las épicas batallas y las historias trágicas, cuyos ecos aún reverberan en la infinidad de libros escritos por testigos de la época: filósofos, poetas, cronistas, viajeros, geógrafos e historiadores.
La antigua teodicea se metamorfoseó en geognosis y se comenzó a estudiar el entorno físico, los paisajes, la orohidrografía, para conocer lo que esas deidades hicieron en aquel mítico territorio con los semidioses y con los hombres y mujeres. Y cuando aquellos caprichosos dioses desaparecieron y el esplendor arquetípico se apagó, vinieron los mitógrafos para reavivar la imaginación; les siguieron los guionistas con sus
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