SACRIFICIOS HUMANOS EN EGIPTO
Se acercaba el fin del siglo xix, y los egiptólogos estaban descubriendo una parte desconocida de la civilización egipcia: esos momentos anteriores a la aparición de los faraones en los que, a lo largo de todo el valle del Nilo, existieron diversos protorreinos que acabarían por fusionarse y convertirse en el primer estado unificado de la historia de la humanidad. Se trata de un mundo sin escritura que ofrece notables dificultades de interpretación, en especial cuando, en diferentes cementerios del período Gerzense (también conocido como Nagada II), se encontraron varias tumbas donde los cuerpos aparecían desmembrados. Es más, en algunas de ellas los cadáveres estaban enteros pero ¡decapitados!, y, de hecho, en uno de esos enterramientos incluso se hallaron varios cráneos sin cuerpos que los acompañaran. Cabía la posibilidad de que se tratara de manipulaciones post mortem, realizadas al difunto como parte de un ritual funerario; pero todo parecía indicar que eran restos de sacrificios humanos. Algo no cuadraba, porque se suponía que Egipto era un mundo civilizado…
A finales del siglo xx, en el cementerio predinástico de Adaima (a unos sesenta kilómetros al sur de Luxor), aparecieron nuevos restos que corroboraban la impresión de los arqueólogos decimonónicos, esta vez analizados de forma científica. Se trataba de cadáveres enterrados en tumbas múltiples que presentaban marcas en la garganta propias de una muerte por degollamiento. Algo que también se encontró en algún enterramiento predinástico de Hieracómpolis, situado no lejos de Adaima. Un modo de racionalizar estos actos violentos de forma que no “manchen” la reputación de civilizada
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