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28 años en prisión, injustamente, en México
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28 años en prisión, injustamente, en México
Libro electrónico184 páginas3 horas

28 años en prisión, injustamente, en México

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Este libro habla de la injusticia que me llevó a prisión por 28 años. Primero torturado por siete días y siete noches, la tortura fue así: toques eléctricos en los genitales y por todo el cuerpo, agua con chile piquín por boca, nariz y ojos, un galón de orines por boca y nariz, patadas y puñetazos, sin comer ni beber agua, tres madrizas en el día y tres en la noche. Si usted compra este libro se dará cuenta de algo más.

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento29 jun 2023
ISBN9781662495076
28 años en prisión, injustamente, en México

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    28 años en prisión, injustamente, en México - Pedro Rentería Ortega

    cover.jpg

    28 anos en prision, injustamente, en Mexico

    Pedro Renteria Ortega

    Derechos de autor © 2023 Pedro Rentería Ortega

    Todos los derechos reservados

    Primera Edición

    PAGE PUBLISHING

    Conneaut Lake, PA

    Primera publicación original de Page Publishing 2023

    ISBN 978-1-6624-9506-9 (Versión Impresa)

    ISBN 978-1-6624-9507-6 (Versión Electrónica)

    Libro impreso en Los Estados Unidos de América

    Tabla de contenido

    Capítulo I

    Capítulo II

    Capítulo III

    Capítulo IV

    Capítulo V

    Capítulo VI

    Capítulo VII

    Capítulo VIII

    Capítulo IX

    Capítulo X

    Capítulo XI

    Capítulo XII

    Capítulo XIII

    Capítulo XIV

    Capítulo XV

    Capítulo XVI

    Sobre el Autor

    Capítulo I

    Mexicano o, hijo de padres y abuelos mexicanos, el nombre de mi padre es Manuel Rentería Astorga, hijo de Juan Rentería y Juvencia Astorga y mi madre, María Virgen Ortega Alvarado hija de Manuel Ortega y de María del Refugio Alvarado, todos del Edo. de Durango

    Pedro Rentería Ortega 10/19/61. Nací en Ejido Buenavista, municipio El Rodeo, Edo de Durango y desde niño fui creciendo en el rancho, en la labor, en casa de mis abuelos paternos en donde ellos sembraban maíz y frijol, chile, cacahuate y otras semillas y yo, según iba creciendo, empezaba a trabajar en la labor. Mi abuelo tenía caballos con los que él araba para sembrar y cultivar la tierra, también tenía burros los que él usaba para acarrear la cosecha. Mi abuelo también tenía vacas del campo, esto es no finas ni lecheras, él tenía como doscientos o trescientos, se iban reproduciendo cada año según parían, no recuerdo exactamente hasta cuantas llegó a tener hasta el año 1972 que ya no quiso saber nada, por problemas familiares por la herencia.

    Yo fui creciendo y empezaba a montarles a los caballos para cuidar el ganado de mi abuelo. A veces nos quedábamos en el campo tres o cuatro días, esto era cuando las vacas empezaban a parir, para cuidar a las crías de que no las fuera a comer el coyote, el leoncillo o el gusano. El gusano es una plaga que se reproduce del mosco verde cuando llega a alimentarse de sangre, esto era del ombligo de la cría que con los días se le iba cayendo, el mosco se alimentaba y dejaba esta cosa como excremento, no sé cómo explicarlo muy bien. En esto teníamos que saber montar a caballo, muy bien, porque había vacas que eran matreras y teníamos que atraparlas a caballo, corriendo en el campo entre el monte que era muy difícil, por el matorral., tener que lazarlos en el monte entre espinas, arroyos y cuando se venía la lluvia por la mañana calentábamos el lonche, gorditas rellenas en los brazos, montándole al caballo, por la mañana como a las siete y ya no volvía a comer un taco hasta el anochecer.

    Todo el día estábamos montados en el caballo, yo recuerdo que como iba creciendo yo empezaba a montar primero al burro, luego al caballo. Esto era de los siete años en adelante hasta poder ir dirigiéndolos para poder realizar las actividades en campo. Yo estudié nada más la primaria, yo tenía pocos recreos en la escuela, para mí los recreos estaban en el campo; yo jugueteaba con los caballos, con los burros, con las vacas; ya los burros, los caballos y las vacas me conocían. En los restos y días libres de la escuela yo me ocupaba en darles de comer y su agua, montándolos a ellos, como también a veces a unas vacas, pero las vacas eran más difíciles. Lo que teníamos que hacer con las vacas era ordeñarlas entre mi papá, mi mamá y mis otros hermanos. Esto era setenta, ochenta hasta el último año, 1972, que fueron las que ordeñamos, doscientas sesenta. Esto fue el último año y ya de ahí todo se vino abajo por los problemas de herencia, y se acabó la leche, el queso, la cuajada, el requesón, la mantequilla y todo lo demás, los caballos, los buros que tanto me gustaba montar, pero también se terminó el trabajo del campo que es muy duro, en el campo se trabaja día y noche.

    Mi abuelo, Don Juan Rentería, a mí me quería más que a todos sus nietos, esto era porque a mí me gustaba trabajar, cuando él sembraba el trigo en el tiempo de frío, que tenía que regarlo, el agua se congelaba con el frío y de noche o de día con un frío bruto, teníamos que meternos al agua, esto era obligado para cambiarle agua. Había veces que no sentíamos ya los dedos de los pies, los traíamos morados y teníamos que poner lumbre para calentarnos, la ropa la traíamos congelada porque nos mojábamos. Yo siempre andaba con mi abuelo en la labor en el campo, cuando se terminaba el trabajo con mi abuelo, que casi nunca, los demás campesinos me ocupaban a trabajar y me pagaban algo y yo tenía para compartir con mis hermanos un refresco y un pan, porque en ese tiempo para tomarse o para comprar esto era muy difícil, era como si se comiera ahora una pizca o un pastel, con un galón de jugo. Para comprar un dulce de cinco centavos era muy difícil, casi nunca yo juntaba leña para vender y comprar un chuchuluco para llevarlo a la casa y compartirlo con mis hermanos. Recuerdo cuando tenía como once años, en 1972, mi tío Jesús Ortega me llevó para la Paz a piscar algodón en las vacaciones de la escuela, y en 1974 cuando yo tenía catorce años, mi tío Pedro Rentería me llevó para Sinaloa en Culiacán a pizcar tomate, tres meses, de mayo a julio y el catorce de julio ya estaba de regreso en mi casa y el dieciséis del mismo mes, cuatro personas del mismo rancho, mi tío Pedro y yo nos fuimos para los Estados Unidos, para un pueblito cerca de Dallas Tx., llamado Cisco Tx. Ahí estaba mi papá, Manuel Rentería, esto fue en el año 1975, yo tenía 15 años, los cumplí en Estados Unidos y en noviembre del mismo años nos agarra la migra.

    Yo cuando salí de sexto ya no pude seguir estudiando por la razón de que éramos ocho hermanos y yo pensé: «mejor trabajo para ayudarles a mis padres con mis ocho hermanos». Esta primera vez que fui para los Estados Unidos trabajé casi tres meses y conseguí un buen trabajo, aunque batallé para conseguirlo porque era ___, muy bajo de estatura, no sabía inglés y no sabía ni manejar, menos conocía la ciudad, pero en el trabajo que conseguí le caía bien al patrón y al mayordomo porque le echaba ganas al trabajo, el mayordomo se llamaba Pedro como yo y él me quería adoptar como hijo suyo, pero mi mamá no quiso firmar un documento, también una mujer americana se quería casar conmigo, pero mi mamá no quiso mandarme el acta de nacimiento. Por ser yo menor de edad se me fueron estas dos oportunidades. Yo desde 1976 empiezo a vivir en Dallas Tx., a trabajar y seguir ayudando a mis hermanos hasta 1980. En 1980 me caso y me traigo a mi esposa, a mi madre y a mis hermanos para Dallas Tx. Pasamos por la frontera de Cd. Acuña Coahuila, la primera vez que pasamos el río, a las nueve de la noche, nos agarró la migra, pero al siguiente día pasamos a las 11:12 de la noche, caminamos seis horas y llegamos a la primera calle de del Río, Texas. Ahí mi hermano, el Güero Flavio, nos estaba esperando en el mueble en el que nos fuimos para Dallas Tx. Mi amigo Florentino, él me ayudó a pasar a mi familia y el manejo hasta llegar a Dallas Tx. Mi mamá, mi esposa, mi hermano el Güero Flavio, Fidel Olivia y mi hermana Vicky, que tenía como tres o cuatro años, ya aquí empezamos a vivir otra vida, pero recordando a dos hermanitos que dejamos en México con mi abuela materna; a Edgar de dos años y a Nena como de cuatro, mi hermanita Nena ella nació malita y por esta enfermedad de mi hermanita gastamos hasta lo que no teníamos.

    Yo en Dallas Tx., conocí a un amigo de nombre Don Cruz Huerta, él tenía una gasolinera Golf. Yo trabajaba cerca de esta gasolinera, a cuatro cuadras. Yo todos los días a la hora de lonche, a las doce, iba a comer en este negocio porque ahí se vendía cerveza y yo en la comida me tomaba mi caguama, este negocio era SelP Service. Una vez recuerdo que llegó una mujer negrita con su carro echando mucho vapor, el coche llegó demasiado caliente, era la manguera de la pompa del agua y ella le dice a mi amigo el del negocio: Cruz, ¿Qué hago? Yo me acerco y levantamos el cofre del coche, miramos la falla mecánica y le digo a mi amigo: dígale a la dama si quiere que yo le ayude. Él le pregunta y ella contesta que por favor y saco un desarmador, quitó la manguera, la corto y la vuelvo a poner, le pongo agua al radiador y todo queda bien, de ese día en adelante nos agarramos confianza, empezamos a platicar, ya después él me decía: cachetón mañana no traigas lonche, yo traigo y cuando llegaban los clientes yo les servía la gasolina sin que ellos se bajaran del coche y ellos en agradecimiento me querían recompensar con una amable propina, pero yo lo hacía de corazón, no les agarraba su propina. Unas mujeres negritas, le decían a mi amigo: ¡Cruz! ¿Por qué tu amigo no quiere mi dinero?, y mi amigo jugando les contestaba: es que le das muy poquito, haber dámelo a mí".

    Su negocio lo abría en la mañana a las siete y en la tarde lo cerraba a las siete, yo cuando salía temprano iba y le ayudaba una hora, media hora a acomodar la cerveza, los cigarros y todos los productos que se vendían en su negocio. Yo a él lo conocí antes que me casara, él un día me dice: cachetón quiero platicar muy en serio contigo y en la primera oportunidad platicamos y me dice: oye cachetón en México la vida es muy dura, seguimos platicando y llegamos al tema de la familia, él me dice: cachetón ¿por qué no te traes a tu familia para acá?, me dice, mira tú tienes una novia muy bonita, busca una casa, vete para México y tráete a tu familia y te traes a tu novia, si se te echa en duro cuenta conmigo y así fue, pero antes que me trajera a mi esposa y a mis otros hermanos mi mamá ya había estado en Dallas y como habíamos dejado a mi hermana Nena en México para que trajera a mi hermanito. Cuando yo mando a mi mamá para México, para que trajera a mi hermanita y que llegara a la frontera, un amigo, cuñado de mi amigo Don Cruz y una novia que tenía yo antes de casarme, ella tenía residencia americana y hablaba buen inglés, y yo nos vinimos de Dallas para llevarnos a mi mamá y a mi hermanita Nena.

    Mi amigo y mi novia se pasan para piedras N, yo me quedo en Eagle Pass Texas, frontera entre P-N y Texas, y ellos pasan a mi hermanita y a mi mamá. Cuando ya pasan para Eagle Pass Paz yo manejaba hasta Dallas y con la ayuda de Dios llegamos a Dallas. Ya solo quedaba mi hermanito Edgar, de dos años, pero mi abuela le llama a mi mamá y le dice que mi hermano Edgar se estaba atiriciando y en esos días mi prima Rosa Rentería se estaba yendo para Dallas Tx. Ella se llevó a mi hermanito Edgar por los servicios de un coyote, ya estábamos todos juntos: yo, Pedro, Ofelia, Flavio, Víctor, Fidel, Olivia, Nena, Edgar y Vicky. nueve hermanos. En 1979 murió un hermanito de cuatro años, se llamaba Saúl y este hermanito se ingrió mucho conmigo, él murió de amebas, sus últimas palabras en el momento de morir fueron: Pelluja. Yo y mi papá estábamos en Dallas, no estuvimos en sus últimos días, por esto cuando nació mi hijo le puse el nombre de mi hermanito Saúl.

    Luego nace mi último hermano, ya él nació en Dallas, como también mi hijo Saúl, mi último hermano se llama Xavier, le pusimos el nombre de Xavier por un primo hermano que me mataron, él tenía diecinueve años, este primo y yo nos criamos juntos en el cerro donde mi abuelo paterno tenía sus vacas. Siempre andábamos juntos, dormíamos juntos, en la mañana amanecíamos orinados, nos orinábamos uno a otro. Recuerdo y tengo muy presente las últimas palabras que él me dijo un día que estábamos en la casa de mi mamá tomándonos unas cervezas, yo en esos días me iba a ir para los Estados Unidos, él me dijo: No primo, tú cuando te vas para Estados Unidos duras mucho para venir y a mi primo lo matan en 1981 en México. Yo no lo miré a él en el último día camino al panteón, a mi primo lo mató una familia que era muy grande, una familia problemática, a él lo atacaron como unas diez o quince personas, lo golpearon y obligaron a una mujer que le pasara su troca por encima, pero esta mujer solo le aplastó una pierna con su troca y se le reventó la vena femoral, se desangró mi primo y murió. Primero no se sabía quién lo había matado, con los años se supo quién lo había hecho.

    Cuando empezamos a vivir en los Estados Unidos todo iba muy bien, nace mi hijo en el 81 y en 1982 me dice mi mamá: hijo lleva a María para que vea a sus papás y para que conozcan a su nieto y así fue. Había un tío de mi esposa, hermano de mi suegra, que no me quería. Este hombre era muy alto y cuando éramos novios, mi esposa y yo, este me pateó por dos ocasiones, yo no soy de problemas, pero un día 21 de junio del 82 este hombre sigue terco, me insultó en pleno centro del MPIO de El Rodeo, mi tío Jesús Ortega me dice: no le hagas caso de esto se da cuenta una muchacha, sobrina de mis padrinos de bautismo, ella estaba avisándome que mi madrina estaba enferma y la atendió el doctor Cuevas y del Centro nos vamos para ver a mi madrina. Este hombre, que andaba acompañado con otras dos personas, me sigue hasta donde estaba mi madrina internada y allí me dice: nos vemos en Amoles; Amoles es un ranchito, y el 22, o sea otro día, era la fiesta de fin de año de los estudiantes de sexto y me dice, o más bien me reta, yo la pensaba por mi esposa. En la mañana del día veintidós, serían como las seis, me levanto para encender mi camioneta y me suceden tres cosas. en esos días en el rancho de Buenavista, en donde yo vivo, traían la imagen del Santo Niño de la hierba buena y lo traían de casa en casa, de siete de la mañana al medio día y de las doce del mediodía a las siete de la tarde, toda la noche hasta las siete de la mañana. A mí me lo prestan a la siete de la mañana y se lo tenía que llevar a las siete de la tarde, pero no se lo llevan a cada familia que tenía este ídolo en su casa, le hacía un rosario acompañado de atole y tamales o alguna comidita para los que acompañaban al rosario y a mí me lo dejan, de nuevo, toda la noche, mi esposa tuvo que hacer atole y no sé qué más para los asistentes del rosario.

    Como les iba diciendo, al levantarme paso a la cocina para tomar una cerveza, paso por enfrente de este ídolo y cuando yo abro el refri para tomar una cerveza suena su campanita, yo me quedo en silencio sin tomar la

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