Prosimetrap
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La idea de Prosimetrap es la primera piedra del Movimiento Aftertrap. Fundado en el 2022. El poemario que les presento es en formato PROSIMETRUM en su mayoría y la segunda parte versos blancos. Es un trabajo de años. Este es un poeta de los de la
vieja escuela. La rima no tiene por qué ser cacofónica. Espero que lo disfruten.
Cecilio Olivero Muñoz
Cecilio Olivero Muñoz, poeta alias: Capplannetta, 30 de abril de 1974 (Sabadell, Barcelona). Nací en vísperas a la noche de Walpurgis —aquelarre acaecido en las montañas Harz, en la Selva Negra alemana—. Libros publicados: El grito del arlequín (1999) Ed. Amarantos; Rima-Pop (cancionero) (2018) Ed. Senzala; Media foto de los dos (2018) Ed. Senzala; Cibernética esperanza (2019) Ed. Avant; Cibernética esperanza (2021) aumentada y corregida, Ed. Vitruvio; Poemas de nocturnidad (2020) ED. Vitruvio. Obra gráfica: Cuaderno de Píxel (2018) Lioolimixturas. Ed. Senzala. Obra de dominio público: Infancia Nocilla (2008) PDF, No me lo creo o no quiero creerlo (2009) PDF; Poemas de asfalto y velocidad (2010) PDF; Mitómano (show) (2010) PDF; Vivir mientras tanto (2010) PDF; Purpurina (2011) PDF.
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Prosimetrap - Cecilio Olivero Muñoz
La paranoia de los salvapatrias
Suelo fumar en el lavabo y más de una vez orino sentado, como las mujeres. Lo hago para no manchar el suelo del inodoro. Antes de ir al lavabo cojo un cigarrillo y me sobresale un cigarrillo del paquete y este me dice: —Enciéndeme a mí, quiero quemarme como un ciquitraque. Y lo cojo y estando en el WC lo noto feliz y gozando a su manera de estar encendido. Voy a la cocina y cojo un vaso grande para beberme un refresco; los vasos grandes me sugieren que quieren estar rebosantes de Fanta. Me voy al mini bar y escojo el mejor whisky, y este me dice: —Algo me decía que me cogerías a mí y que soy tu prioridad, incluso más que el Martini Blanco, soy tu licor preferido. Después de beberme un vaso de whisky me entra un hambre canina. Abro la nevera y los tuppers me dicen vacíame a mí, tengo croquetas de pollo, lo descarto, me dice el tupper de Mongetes amb butifarra: —Agafa’ m a mí, sóc catalá i el meu gust és que hem mengis perque jo he descobert que t’agrado més que els entrepans de cansalada. Y le digo: —Si, però ningú és millor que qualsevol altre. Agafaré el tupper que em doni la gana. Y me decanto por el arroz con conejo, y este me dice cuando cierro la nevera: —Sé que soy tu comida preferida, soy murciano, pero llevo muchos años en los fogones de tu madre y de tu padre. Gracias por ser mi preferido pero no te hagas ilusiones, ya que se dice en Valencia: —l’arrós fa l’estómac grós. Pero tengo mucha hambre, demasiada. Así que vacío el tupper y después me bebo un café solo, este me insinúa: Estoy solo, solo, soledad profunda. Échame edulcorante o blanca azúcar.
Pensares
Pensar sin pensar que estás pensando,
pensamientos forzados,
aquellos que son tan falsos y estériles
como una fuente seca.
Morir sin darte cuenta que te estás muriendo,
malos y buenos pensamientos,
dejar de ser esclavo del pensamiento.
Que todo es de colores.
Que el silencio sólo contiene tu voz,
deja de contradecir esa máxima.
Que no hay nada más fecundo que la libertad,
libertad verdadera,
libre pensamiento de agua, de roca a roca,
olvida el amarillento miedo
y el gris del oprobio.
Que la Libertad está en tu interior.
Seguro que te estás echando de menos.
Libérate de todo y echa a volar.
Basta de ir en contra tuya.
¿Estamos locos o qué?
Los locos no tenemos un Dios anciano,
los locos no tenemos voz, ni conmiseración,
ni consuelo, ni empatizamos con nadie.
Los locos terminamos de morir hace tiempo.
Se reían de Baldomero, sí, se reían descaradamente.
Los locos solamente tenemos lamentos,
gritos babeantes y mucho, pero mucho estigma.
Perdimos la credibilidad con el diagnóstico.
Perdimos la inocencia entre desprecios.
Un loco es un hombre solo,
tres locos son un trío de Rey, caballo y sota de bastos.
La baraja tiene la culpa de nuestra locura,
la hojalata, el llavero entre el terciopelo,
el agua del grifo, la sosegada argucia.
la taquicardia de mamá, los nervios de papá,
el desprestigio que supone dejarte a la deriva
como un haragán que se emborracha de injusticia.
La locura de Nietzsche, la de Don Quijote,
la de tantos y tantos que merecemos soledad.
La risa de los cuerdos,
el apellido olvidado tras los electroshocks,
el veneno que mezclamos con agua para tragarlo.
La locura de Paul Celan, la de John Nash,
es la locura de la que todo el mundo habla.
La locura que tanto temen las muchachas,
la alegría efervescente disipada y sin burbujas.
Estoy desnudo ante los ojos que ríen malvadamente,
estoy sujetado por un vademécum asfixiante
y ya no creo en los silencios con charla distendida.
Suben y bajan las dosis,
cambian las pautas.
Te aborrecen en los secretos que se abren
como un paraguas en plena lluvia.
Es un no parar
continuo.
Un sentimiento de culpa te toca el timbre
y se va corriendo como una broma para más psicosis.
Nadie tiene la culpa,
sin embargo amamos vivir todavía.
¿Qué hay tras las paredes que golpean los chacales?
No debe haber nadie tras una mirada perdida,
pero el latido es una sensación extraña.
Me extrañan seres queridos.
El enorme sol
Cuando yo tenía un sol enorme en mi corazón todo el mundo me quería. Incluso en los eclipses, y en las sombras de la vida aparecía yo y el agua sonreía de movimiento trémulo. Cuando yo ayudaba con mi alegría y empezaba a cantar la nueva canción del silencio de una pieza todo el mundo se movía con mi paso de andariego con la inocente mirada. Cuando yo era un adolescente ciego de verdades, de verdades alegres y sin paradas en las estaciones de la melancolía, las amapolas esparcían sus semillas para dejar de estar solas en los trigales verdes. Cuando yo era silencio que brotaba como una fuente en el almuerzo de mi casa, mi casa era entonces un hogar de primavera, de luces y de felicidad que se acurrucaban en la placentera mirada de un niño soñando con las tardes de domingo y los sábados-noche en las planicies de la vida. Cuando yo era fuerte y guapo, como un galán de Hollywood o un protagonista de una película lacrimógena. Cuando yo convenía, cuando yo interesaba, cuando yo era preludio las chicas venían a escuchar mi canto natural y mi pureza era un puente entre un lado de la tarde esbelta y al otro lado la noche hermosa de lunas. Cuando yo era abrigo en invierno, regazo para bebés, batiscafo entre amarillenta luz de música para lobos y perros durmientes. Cuando yo era, porque un día fui, y eso ahora no lo recuerda nadie. Ni saben mi verdad los sobrinos de mi estirpe. Cuando yo era peregrino solitario que se limpiaba los zapatos con algodones y betún de negra y reluciente capa de esmero. Cuando yo mentía como un idiota inocentón que ahora siente vergüenza ante la mirada compasiva del cielo azul. Cuando yo era, porque un día fui nada más que eso.
Qué lejos de mí
Qué lejos estoy de mí.
Estoy tan lejos que me busco
irremediablemente por los rincones
de mi casa.
Estoy lejos, muy lejos,
ya no recuerdo aquel que fui
y que echo tanto de menos.
Me busco en los lugares pequeños,
en el ascensor, en el vestíbulo,
y cuando las pocas veces que salgo
me voy tan lejos de mí
que no me encuentro.
Qué lejos estoy de mí.
Poco importan los espejos,
la compañía o la añoranza.
Estoy lejos tan lejos
que me asombro de ser yo
quien formule estas palabras.
Estoy muy lejos, muy lejos.
Pasatiempo
Y yo me he dado cuenta que yo
soy para ti un pasatiempo,
de esos con crucigramas,