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Aunque tú no lo sepas
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Aunque tú no lo sepas
Libro electrónico147 páginas1 hora

Aunque tú no lo sepas

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“Aunque tú no lo sepas” es un libro de poemas rodado en plano secuencia, sin cortes ni concesiones.

Una coproducción de “El hombre que quisiera – Producciones”, “La terca realidad devastadora – Films” y “Que te mueras de una puta vez, pero a mi lado – Universal Studios”.

Una crónica, hermosamente despiadada, sobre el exilio del reino que nunca se tuvo, una amarga patada en las costillas a todos los príncipes azules.

Secuencia única – Bar: Me seguiré suicidando para vivir contigo.

Int/Ext/Noche/Día/Eternamente/Nunca: Una joven incandescente de ojos y cabellos turbulentamente negros, trata desesperadamente de resolver el valor de una X incomprensible. Como todas las X que resuelven la ecuación del sí o el no entre dos cuerpos.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento9 oct 2017
ISBN9788417275020
Aunque tú no lo sepas
Autor

Lucía Lorente Toral

Lucía Lorente Toral aterrizó en este planeta, con notable retraso sobre la previsión, en Madrid, un soleado dieciséis de octubre de 1993. Desde muy niña tuvo los ojos amplios y atentos a cuanto sucedía a su alrededor, y mostró que traía en su maleta genética una amplia capacidad para soñar, sentir, devorar las horas y volcarlo luego en un papel, negro sobre blanco. Buena estudiante, excepto cuando decidió no serlo, Lucía ha crecido como casi todos los seres humanos entre luces y sombras, cimas y fosas, es decir, los usos comunes del oficio vivir. Recogido todo ello en el recinto generoso y amplio de su corazón y destilado por su extraordinario instinto y su viva inteligencia, desemboca hoy en este Aunque tú no lo sepas. Solo decir que, aunque tú no lo sepas, Lucía, las artes, y especialmente la poesía, estoy seguro de que celebran hoy tu llegada.

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    Aunque tú no lo sepas - Lucía Lorente Toral

    Panta Rhei

    Érase una vez una princesa con el castillo desordenado y sin dragón que la custodiase.

    Era una de esas chicas que merecían una página en los libros adolescentes, como un personaje de ficción andante. Ella lo sabía, y le encantaba.

    Llamémosla Lou, como un cantante que a ella le gustaba especialmente.

    Si tuviese que describir a Lou en una palabra sería salvaje. Pero no salvaje de esas de "live forever, die today" o todas esas mierdas, aunque ese rollo le molara mucho; era salvaje como persona.

    Lo más impactante de Lou era su mirada. Era una mirada intensa y penetrante. No le hacía falta tener los ojos verdes ni azules para que su mirada atrajese la atención de todo el que la miraba.

    Yo aprendí mucho solo de la mirada de Lou.

    En sus ojos marrón oscuro, ligeramente rasgados, había una insatisfacción y una inseguridad tal, que pocos se atrevían a soportar la agresividad de aquel pozo oscuro, por miedo a ahogarse en él.

    Eso sólo nos estaba reservado a un pequeño grupo de valientes.

    Su pelo negro, espeso, caía en cascada hasta su cintura. Fumaba, porque iba a juego con su personaje, no porque a ella le gustara realmente fumar, yo lo sabía.

    A Lou de vez en cuando se le iba la cabeza.

    A veces aquel pozo rebosaba agua y cuando eso ocurría ella explotaba de ira y daba igual la situación en la que estuviera. Supongo que como todos, de alguna manera debemos expulsar nuestra mierda interna, y ésa era justo su manera.

    Cuando digo que era salvaje lo digo con argumentos.

    Por el contrario, y aunque suene contradictorio, tenía un don de gentes que pocas veces he visto. Ella le encantaba a todo el mundo, todos la conocían y deseaban ser sus amigos. En grupo, sabía cómo captar la atención y a solas podía mantenerte una conversación hasta que tu quisieras, o mejor dicho, hasta que ella quisiera.

    Sus ojos mordían, su pelo ahogaba y su carácter anulaba, pero ella siempre lograba lo que quería,

    aunque eso implicase andar por el lado salvaje.

    Patricia Palombi

    El Encuentro

    AMY

    Sé tan poco de mí que si tuviese que hablaros de quien soy empezaría por el blanco de mi pupila.

    Blanco, blanca. Conjunta con todo pero lo hacía mejor sobre tu cama, encima de ti o debajo.

    Te cansaste de que fuese sabana y es que debí perderme entre tu colada, aunque perdida siempre estuve.

    Desteñí de colores tus paredes cuando tú me hacías la guerra para declararme el amor.

    Yo, siempre más de fallar que de follar. Tú, que antes de pedir un tiempo muerto encontrabas punto G pero puntual nunca llegaste.

    ¿Te cuento un secreto? Las señoritas también follan y las putas también lloran.

    Pero mientras tanto mi entrepierna ya no pide DNI, se conforma con cualquier canalla, mejor sin nombre que está en obras.

    Apago la tele, me gusta más el sonido a tu me faltas y me bajo las bragas por si mi mano te encuentra —pero nada.

    Que en matemáticas solo se me dieron bien las restas —y en la vida. Pero tú eras un grandioso hijo de puta dividiéndote en las camas ajenas que encontrabas por Madrid.

    Pero eh, que a fin de cuentas soy una princesa. Tan borracha como cenicienta que perdió el zapato en la primera juerga y compulsiva como Blancanieves, que, por no esnifar el veneno lo mordió en una manzana. Como no tengo carroza ni palacio, por si quieres encontrarme, llámame, pero quita la doble ll.

    Mi nombre es Bella, que me gustan más las bestias que los príncipes y si me cuelgo será de tu pelo —que es la soga más bonita que conozco.

    Eyes wide shut

    Me declaro cobarde.

    Atenuantes desconocidos, argumentos, los siguientes:

    Cobarde ilusa: Me levanto pensando en todo lo que seré. Pero el sol se pone, dan las doce y en mi calendario nada cambia. Yo sigo entre estas cuatro paredes, con menos que ayer y sin rastro de mí.

    Cobarde de película: experta en las que nunca veremos juntos. Experta en el arte de inventarme realidades ficticias. Experta en comedias que utilizo de ibuprofeno para los catarros de vivir. Experta en rodar por las calles de Madrid borracha de angustia, pero sin cámara.

    Cobarde a la moda: Las uñas y el alma de negro. Pantalones rotos para este descosido. De tacones nada que de femme solo tengo el fatal y el pelo muy largo para hablar de enredos y echarle la culpa. Desmaquillan te no uso, llorar corre mejor el rímel.

    Cobarde niña mimada: Por tener demasiadas medallas de oro en decepcionar a mama y mentir a papa.

    Por los abrazos que ya no te doy mama.

    Por verte marcharte de casa sonriendo papa.

    Por gritarte hasta que los ojos te sangran mama.

    Por aprovecharte lo poco que te tengo papa.

    Por levantarte la mano cuando quería un beso mama.

    Por aparentar ser un bicho bueno para ti papa.

    Por los desayunos de tres que no hacemos más.

    Cobarde Effy Stonem: Nicotina en los pulmones, polvo blanco en el tabique, eme para borrarme la señal de tus colmillos.

    90 grados de confusión en el cerebro, amnesia o absenta, te dejo elegir. Drogas blandas para mujeres duras en busca de canallas con vistas al mal que sepan de Sabina y me vean Princesa, sí esa, la de la boca de fresa, que respondo si me llamas muñeca, entre la cirrosis y la sobredosis.

    Cobarde Panta Rhei: Todo fluye y me consuelo, nada permanece y me acojono. Tatuaje en la nuca para olvidarlo, como tú te olvidaras de mí. Como todos nos olvidamos de todos.

    En el pecho ama lo que hagas y como yo ni amo ni hago he decidido manchar mis costillas con todas hieren la ultima mata pero a mi debió de matarme la primera y me hieren las demás.

    Nadie nos ha explicado que por mucho que nos tiñamos de tinta la piel, las vísceras ya están corroídas por despedidas.

    Cobarde Envidiosa: De las de pelo corto, rubio y cara de ángel. Las que sí han roto un vaso, porque platos hacen demasiado ruido, no lo sabrás jamás. Las que conducen, estudian y comen sano.

    Las que celebran el viernes con resaca de una copa poco cargada el sábado.

    Las que tienen plan de compras el domingo con mama mientras papa reserva mesa para comida a las tres.

    Esas que si te las llevas a la cama te hacen el amor mientras yo te follo y te araño pidiendo que me sangres y no que me ames —o sí.

    Hoy ha sido mi juicio. Sentencia: Inocente.

    Alguien entre las doce personas del jurado debió de pensar que el suicidio era de valientes y no

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