Amor de dias contados: romance, #1
Por Juanchi
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—Buenos días, Lina —saludó él haciéndome saltar en el lugar con la bandeja donde traía el desayuno.
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—Por dios —siseé dejando las cosas sobre la mesita en el balcón en lo que oía su risa desde enfrente—. Fletcher —siseé acomodando la taza en la mesa para poder tomarla entre mis manos y voltearme en su dirección.
—Lo siento —carcajeó en lo que continuaba escribiendo en un cuaderno, sin levantar la vista hacia mí.
—Ugh —rió haciendo una mueca de disgusto en lo que sus ojos se encontraron con los míos—. Mis condolencias, la mayoría de las series hoy en día son pura mierda —respondió sin titubear, haciendo que elevara el ceño en respuesta a su elección de palabras.
—No podría haberlo dicho mejor —pronuncié enseñándole el dedo pulgar a la vez que reía.
Juanchi
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Amor de dias contados - Juanchi
AMOR DE DIAS CONTADOS
––––––––
JUANCHIS
Amor de días contados 2023
Juanchis 2023
Todos los derechos reservados
ÍNDICE
Día 0: pandemia
Día 1: cambia la cara
Día 2: Fletcher
Día 3: la cita
Día 4: el susto
Día 5: los latidos
Día 6: la canción
Día 7: los enamorados
Día 8: el aburrimiento
Día 9: lo hiciste
Día 10: rizos rojos
Día 11: la tormenta
Día 12: dos palabras
Día 13: hola, Lina
Día 14: el anuncio
Día 15: lecciones de guitarra
Día 16: preguntas
Día 17: sabor amargo
Día 18: fortachón
Día 19: las emociones
Día 20: el plan
Día 21: Alina
Día 21: la excusa (pt2)
Día 22: intercambio
Día 23: el ritmo
Día 27: noticias
Día 0: pandemia
—Les informamos a todos los ciudadanos que debería someterse a una cuarentena obligatoria con el fin de poder disminuir los casos de resistentes por este virus hasta poder controlar la situación y, finalmente, erradicarlo —dijo el Ministro de Salud a la vez que todos los periodistas en la habitación rompían el silencio y comenzaban a gritar sus preguntas de manera desorganizada.
— ¡Lo que faltaba! —Bufé arrojando el control contra el sillón a la vez que mi gato Oliver me observaba con los ojos pegoteados del sueño—. Lo siento bebé —mascullé acercándome a él tras haberme dado cuenta que lo había despertado y comencé a acariciar su lomo lentamente hasta que cerró los ojos de nuevo.
— ¡Les pido que por favor cumplan con este requisito! —continuó el hombre de unos cuarenta años a la vez que alzaba sus brazos e intentaba calmar a las fieras.
— ¿Qué ocurrirá con los que trabajan? —gritó uno de los periodistas, ganándose la atención del Ministro.
—Emitiremos un comunicado a la brevedad, pero aquellos que puedan realizar su trabajo desde la comodidad de su hogar, es recomendable que continúen así. De este modo evitaremos más contagios necesarios que harían que nuestro sistema de salud explote y se descontrole... más que ahora —respondió tranquilo. De repente recordé que no sería tan malo, pues tenía comida suficiente para mi gato y yo, y también varios archivos que finalizarían.
— ¿Por cuántos días será la cuarentena, señor Ríos? —cuestionó una mujer.
—Lo mejor sería cumplir con el periodo de cuarenta días, pero por el momento nos alcanzan quince —manifestó él cerrando los ojos con honestidad—. Lo ideal sería evitar que la situación se descontrole como en otros países, pero de esta manera lograremos, al menos, bajar la curva de infecciones y atrasar algunos contagios.
— ¿Está diciendo que todos nos enfermaremos tarde o temprano? —acotó la misma periodista.
—No está seguro, probablemente señorita, pero al menos será en quince días y no mañana junto con aquellos que no quieran o no puedan cumplir con este aislamiento —señaló observando a la cámara—. Les pido encarecidamente a todos los ciudadanos que se cuiden a sí mismos ya aquellos que los rodean: mayores, niños y personas con enfermedades terminales o complicaciones en su salud. Para un rango etario es solo un resfrío más, pero a otros podría costarles la vida. Por favor, tomen conciencia de la situación y evitemos el caos —continuó pacíficamente—. Sigamos lavando nuestras manos con frecuencia y tomando las demás medidas de salud necesarias ante este virus importado. Quince días no son nada contra un problema de salud. Gracias —finalizó bajando el pequeño pedestal,
Mi teléfono comenzó a sonar como loco, recibiendo mensajes de compañeros de trabajo, de nuestro jefe, familiares y amigos afectados por esta medida.
—Ya dejen de quejarse y quédense en casa —hablé grabando un audio que envié al grupo del trabajo rápidamente, alentando a que evitemos salir y nos quedemos trabajando calentitos en casa. Mamá estaba preocupada y estaba en todo su derecho, pues
uso familiar comprometidos de salud y, para nuestra mala suerte, eran testarudos y querrían salir a toda costa, aunque sea para sacar la basura.
—Bueno —suspiré apagando la televisión para dirigirme hacia Oliver, encontrándome con sus ojos naranjas—. Son solo quince días, ¿verdad? —pregunté sonriendo con desgano—. ¿Qué puede pasar en quince días? —continué optimista ante lo que haría... y era absolutamente nada. Trabajar, comer, dormir, ¿y qué más? Mis amigos vivían lejos y no podrían salir. Mi familia debe mantenerse bajo cuidado por ser parte del grupo en riesgo... Iba a aburrirme a lo grande.
1
Ya, estarían solos quince días por el momento y mi trabajo podría realizarse tranquilamente desde casa... aunque me perdería la oportunidad de mi vida por un maldito virus que desató una pandemia a nivel global.
Día 1: cambia la cara
Desperté de repente con ganas de ir al baño. Me levanté con cuidado de la cama para no despertar a Oliver y me dirigí con los ojos entrecerrados hacia el cuarto de baño. Una vez fuera, regresé a la cama y me cubrí hasta la cabeza, sintiendo la luz ingresar a la habitación de manera sospechosa. De un salto, me destapé y volteé a mirar el reloj en mi mesa de luz.
- ¡No! —siseé reincorporándome para vestirme e ir al trabajo, pero mi ropa no estaba preparada sobre la silla. Fruncí el ceño algo confundida, hasta que lo recordé—. Oh —suspiré dejándome caer sobre el colchón para frotar mis ojos. Había olvidado que la alarma estaba programada para las 10:30 am, ya que estábamos en cuarentena.
Sin quitarme el pijama, preparé el desayuno y salí al balcón del apartamento para tomar algo de aire. El sol estaba oculto detrás de unas nubes grises, pero se sentía su calidez en la piel.
Estaba una media taza de café cuando el celular comienza un sonar, era Paula creando una video llamada con el grupo de amigas.
— ¿Quién más no sabe qué hacer? — ella preguntó soltando una de sus clásicas risas en lo que yo la miraba con seriedad.
—Adoro como le buscas el lado divertido a todo —rio Noah gesticulando con sus manos.
—Estoy cansada de traducir estos subtítulos, necesito una vida —acotó Lu acomodando sus anteojos sobre el puente de la nariz—. Quería terminar y salir a pasear con mi perra, veo que no se puede.
—Solo para hacer compras de emergencia —comenté elevando los hombros a la vez que mis ojos pasarán por los tres cuadrados en la pantalla. Maldita mar, ya las extrañaba.
— ¿Alguna más siente un impulso de conectar el celular a un parlante y subir el volumen para que todos salgan a bailar? —habló Pau acunando su rostro en el hueco de la mano.
—Mis vecinos son los peores, hay un silencio que mata más que el virus —bromeó Lu robándonos una risita a todas.
—Aquí algunos comenzaron a festejar desde anoche, muchos del secundario sin clases —dijo Noah haciendo el signo de la paz con sus dedos.
—Qué suerte —respondí bufando—, aquí también hay un silencio sepulcral... Muchas personas mayores de edad.
—Bueno amores, un gusto verlas —interrumpió Lu acomodándose en el lugar—, pero debo terminar esto para mañana. La vida del traductor, ya saben —rio en lo que todas asentíamos, pues éramos todas las traductoras repletas de trabajo pendiente.
—Nos hablamos por el grupo y coordinamos otra llamada, ¿les parece bien? —sugerí y asintió rápidamente.
— ¡Sí! El extraño demasiado —exclamó Noah haciéndonos sonreír.
—Bien, mucho amor para mí, ¡chao! —saludó Pau antes de finalizar la llamada y dejar mi reflejo en la pantalla.
Bloqueé el teléfono y observé el recordatorio en notificaciones, indicándome que llevé los papeles correctos a la entrevista que tenía en la compañía. Cancelada gracias al virus.
- ¡E y! —Gritó alguien y bajé la mirada hacia la calle, creyendo que habían robado a alguien, pero no había ni un alma—. Aquí —continuó hablando hasta que mis ojos dieron con la voz misteriosa. El vecino de enfrente estaba recostado sobre la baranda de su balcón con una taza roja entre sus manos—. Cambia la cara —dijo conteniendo la risa antes de llevar la cerámica a sus labios y ahogar la risa.
— ¿Tanto se me nota? —respondí imitándolo, dejando mi pecho unos centímetros de la baranda negra de metal.
—Un poquis —señaló haciendo una señal con sus dedos índice y pulgar—. ¿Qué Paso? —inquirió haciendo su cabeza hacia adelante.
—Entrevista de trabajo cancelada por obvias razones —explicó asintiendo a la vez que me imitaba.
—Mira el lado positivo, tienes un break antes de entregarte a otro jefe.
—De verdad quería el puesto, sin importar el jefe —reí ladeando el rostro mientras me planteaba si había estado tanto tiempo viviendo frente a mí. Jamás lo había visto, aunque casi nunca salía al balcón por nada en el mundo más que tender la ropa.
—Nunca antes te había visto, ¿llevas viviendo mucho ahí? — preguntaba agitando su pie izquierdo de lado a lado.
—Sabes, estaba pensando lo mismo —sonreí de lado robándole una risilla—. Vivo aquí hace casi tres años ya, ¿tú?
—Dos años —indicó frunciendo el ceño—. ¿Y nunca nos habíamos visto? —inquirió ladeando la cabeza.
—Parece que no —solté enarcando las cejas en lo que me alejaba de la baranda para silenciar el celular que había estado sonando a mis espaldas.
—Fletcher —habló de repente y volteé para encontrarme con su cuerpo inclinado sobre la baranda mientras extendía su mano sobre el vacío. Solté una risilla y negué con la cabeza para proceder a imitarlo, como si fuera posible estrechar nuestras manos con una calle de por medio.
—Alina —respondí fingiendo alcanzar su mano y agitar el brazo de arriba hacia abajo como si estuviéramos saludándonos.
—Un gusto —sonrió de lado, agitando su cabello negro en dirección contraria al viendo que nos azotaba.
—Igualmente —correspondí desviando la vista hacia el cielo antes de volverme a él para verlo imitarme—. Espero no ser descortés, pero tengo trabajo que hacer...
—Oh, claro, no hay problema —habló rápidamente, reincorporándose de un solo movimiento para quedar erguido al igual que yo.
—Entonces... —balbuceé como si pudiera escucharme, balanceando el peso de mi cuerpo sobre mis pies ante la incomodidad.
—Nos vemos después, suerte traduciendo —comentó ganándose mi mirada rápidamente junto a una expresión de sorpresa. La misma sonrisita de antes se formó en su rostro antes de girar sobre sus talones e ingresar al departamento, cerrando la puerta de vidrio y las cortinas detrás de él.
+
Vaya que estaba prestando atención... Fletcher
Día 2: Fletcher
––––––––
—Buenos días, Lina —saludó él haciéndome saltar en el lugar con la bandeja donde traía el desayuno.
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—Por dios —siseé dejando las cosas sobre la mesita en el balcón en lo que oía su risa desde enfrente—. Fletcher —siseé acomodando la taza en la mesa para poder tomarla entre mis manos y voltearme en su dirección.
—Lo siento —carcajeó en lo que continuaba escribiendo en un cuaderno, sin levantar la vista hacia mí.
—Desapareciste —dijo sin apartar la vista del cuaderno mientras seguía escribiendo algo.
—Mucho trabajo —respondí sentándome para poder untar mermelada en la tostada.
—¿Es difícil ser traductor? —pregunté para luego añadir—: Digo, ¿es mucho que traducir?
—Depende —dije bajando la tostada hacia el plato—. Los libros llevan mucho tiempo, al igual que los subtítulos de una serie. Más si la trama de la historia es una porquería
. —Ugh —rió haciendo una mueca de disgusto en lo que sus ojos se encontraron con los míos—. Mis condolencias, la mayoría de las series hoy en día son pura mierda —respondió sin titubear, haciendo que elevara el