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Zodíaco: Una historia milenaria
Zodíaco: Una historia milenaria
Zodíaco: Una historia milenaria
Libro electrónico112 páginas1 hora

Zodíaco: Una historia milenaria

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La sabiduría astrológica tiene orígenes más antiguos que la propia civilización occidental, y nuestros signos del zodíaco son en su mayoría los que los sacerdotes astronómicos de Babilonia señalaron en la bóveda del firmamento. Reconstruir su historia milenaria y descubrir cómo las divisiones del cielo, la denominación de los planetas y la composición de las constelaciones se fueron cargando de significado —de Persia a Egipto y, desde allí, al mundo grecorromano— es la única manera de entender su profundo significado. Para explorar tan apasionante camino, tal vez no haya guía más experto y auto­rizado que Franz Cumont, quien, a través de calendarios, relojes de sol, horóscopos y una fascinante red de fuentes originales, logra conducir al lector, con una delicadeza historiográfica y una pasión poco comunes, por la historia de las transformaciones de los doce signos en un extraordinario intento de vincular lo humano y lo no humano, lo visible y lo invisible, el Yo y el Todo.
IdiomaEspañol
EditorialSiruela
Fecha de lanzamiento18 ene 2023
ISBN9788419553348
Zodíaco: Una historia milenaria
Autor

Franz Cumont

Franz Cumont (Aalst, 1868 - Bruselas, 1947) fue un destacado arqueólogo, historiador, filólogo y estudioso de la epigrafía. Revolucionó la Historia de las religiones al integrar en ella otras especialidades, poniéndolas al servicio del análisis de las prácticas mistéricas de la Antigüedad tardía.

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    Zodíaco - Franz Cumont

    Portada: Zodíaco. Franz CumontPortadilla: Zodíaco. Franz Cumont

    Edición en formato digital: enero de 2023

    Título original: Zodiacus

    © De la traducción, Lorenzo Luengo

    Diseño gráfico: Gloria Gauger

    © Ediciones Siruela, S. A., 2023

    Todos los derechos reservados. Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra.

    Ediciones Siruela, S. A.

    c/ Almagro 25, ppal. dcha.

    www.siruela.com

    ISBN: 978-84-19553-34-8

    Conversión a formato digital: María Belloso

    Índice

    Orígenes

    I Difusión del zodíaco

    Egipto

    La esfera bárbara

    Transmisión a los pueblos asiáticos

    Grecia

    Roma

    II Las representaciones del zodíaco

    Monumentos astronómicos

    Monumentos astrológicos

    Los calendarios, los doce meses y los doce dioses

    Monumentos religiosos

    El zodíaco y la magia

    Los zodíacos decorativos

    El zodíaco en la época cristiana

    III Tipo, características e influencia de los doce signos

    Bibliografía

    El zodíaco es la zona de la esfera celeste donde parecen moverse los planetas que conocían los ancestros y que se extendía por seis grados¹ —en realidad más de siete— de cada lado de la eclíptica, la trayectoria del Sol. Esta banda oblicua (λόξος, κύκλος), es decir, inclinada respecto al ecuador, se divide en doce partes iguales o dodecatemorias (δωδεκατημόρια), cada una de las cuales corresponde aproximadamente a una constelación, y es a esos doce signos, signa o ξώδια, a que debe su nombre el zodíaco (ξωδιακός κύκλος, signifer orbis, zodiacus)². Dado que los astrónomos situaban el comienzo del año en el equinoccio de primavera, en Aries, este fue universalmente considerado el primero de los doce signos, que son:

     Aries (Κριός, Aries),  Tauro (Ταΰρος, Taurus),  Géminis (Δίδυμοι, Gemini),  Cáncer (Καρκίυος, Cancer),  Leo (Λέων, Leo),  Virgo (Παρθένος, Virgo),  Libra (Ζυγός, Libra),  Escorpio (Σκόρπιος, Scorpio),  Sagitario (Τοξότης, Sagittarius),  Capricornio (Αίγόκερως, Capricornus),  Acuario (Ύδροχόος, Aquarius),  Piscis (Ίχθύες, Pisces).³ Sus nombres han sido reunidos en dos versos mnemónicos⁴:

    Sunt Aries, Taurus, Gemini, Cancer, Leo, Virgo,

    Libra, Scorpius, Arcitenens, Caper, Amphora, Piscis.

    ¹ Manilio, Astronomica, I, 680: «Se extiende trescientos sesenta grados en longitud y doce en anchura, en la que encierra los planetas de variadas órbitas». [trad. Francisco Calero y María José Echarte, Barcelona, Gredos, 2002].

    ² Lucrecio, De rerum natura, V, 690; Cicerón, De divinatione, II, 42, 89: signifero in orbe qui graece ζωδιακός dicitur; Cicerón, Carmina Aratea, 317. Véase también circulus zodiacus o signifer (Gelio, Noctes Atticae, XIII, 9, 6; Apuleyo, Metamorphoseon, XI, 26), signorum circulus (Manilio, Astronomica, III, 225, etc., cf. Thesaurus linguae latinae, s. v. «Circulus», col. 1109, 55); Balteus stellatus, cf. supra, p. 17 e infra, n. 174. El griego también dice ζωδίων κύκλος (Arato, Phaenomena, 544: «a este círculo le dan el sobrenombre de zodíaco» [trad. Esteban Calderón Dorda, Barcelona, Gredos, 1993] así como ζωοφόρος κύκλος a resultas de una falsa etimología estoica, que veía en ello el círculo de la vida, ζωή (Bouché-Leclercq, L’Astrologie grecque, p. 125, n. 2; 408, n. 3; Maass, Die Tagesgötter, 1902, p. 122-ss). Ζώδιον, al igual que στοιχέίον, designa toda constelación, independientemente de que pueda formar parte del zodíaco (Maass, loc. cit.); parece tratarse de una traducción del caldeo y sirio dmû, dmûthâ: «forma, figura, asterismo.»

    ³ Los signos gráficos , etcétera, que todavía hoy usamos para las constelaciones del zodíaco, ya se empleaban en los papiros y se remontan al menos a la época helena.

    ⁴ Estos versos tan frecuentemente citados no son, sin embargo, antiguos; cf. Ausonii Opuscula, p. 413 en la edición (7ª) de Rudolph Peiper (Leipzig, 1886).

    Orígenes

    Cuando la expedición de Bonaparte en Egipto brinda el descubrimiento, en los templos del Valle del Nilo, concretamente en Esna y Dendera, de varias representaciones zodiacales acompañadas de unas figuras enigmáticas, en un principio se atribuyó a estos bajorrelieves una antigüedad fabulosa, que los situaba a 15.000 o 17.000 años antes de nuestra era⁵. En 1821, el zodíaco de Dendera, considerado el monumento más venerable de la astronomía de los ancestros, fue trasladado a París. Pero, tras una célebre controversia, la crítica de Letronne despojó a estos zodíacos egipcios del falso prestigio del que habían sido revestidos y demostró, al mismo tiempo que su carácter astrológico, su fecha tardía, que en ninguno de los casos es anterior a la época romana⁶. «Lejos de albergar», concluía Letronne, «como así se había prometido, el secreto de una ciencia perfeccionada mucho antes del diluvio, lo cierto es que dichas representaciones no son más que la expresión de absurdas ensoñaciones y la prueba viviente de una de las debilidades que más han deshonrado el espíritu humano.»

    Hoy está demostrado que el origen del zodíaco no debe buscarse en Egipto sino en Babilonia. Entre las figuras que este país grabó sobre las estelas (kudurru), cuya fecha se remonta al siglo XIV antes de nuestra era, se han identificado con total certeza las de Escorpio, Sagitario (fig. 14, p. 82), Piscis, Capricornio, Virgo, mientras que algunos otros signos —Aries, Leo, Acuario, Géminis—, han sido reconocidos en estas estelas o en las joyas procedentes de Mesopotamia con suficiente verosimilitud⁷. Los monstruos dimórficos que todavía aparecen en nuestros mapas celestes, como Capricornio, mitad cabra mitad pez, o Sagitario, un centauro que tira al arco, son, pues, productos de la imaginación oriental, que creyó verlos, junto con las imágenes de los dioses o de los animales sagrados, en los intrincados dibujos que forman las estrellas en la cúpula del firmamento. Otros asterismos, como Ophiuchus, el hombre que agarra una serpiente, se encuentran en los kudurru al lado de los del zodíaco, pero la astrología dio a estos últimos una importancia especial debido a que los planetas transitaban por ellos. En efecto, entre los numerosos presagios que se desprendían del aspecto o de la posición de los astros, los proporcionados por el curso de los planetas en el seno de las constelaciones que atraviesan la eclíptica ya eran considerados especialmente significativos. Esto es lo que se desprende de numerosas observaciones anotadas sobra las tablillas de la biblioteca de Asurbanipal (siglo VII a. C.)⁸

    Podemos, pues, dar por cierto que al menos la mayor parte de nuestros signos del zodíaco se corresponde con la que ya habían trazado en el cielo, en un período antiquísimo, los sacerdotes astrónomos de Babilonia. Menos sencillo resulta establecer la época en la que estos signos fueron relacionados con una división de la eclíptica en doce partes iguales de treinta grados, cada una de las cuales recorría el Sol en un mes⁹. Porque, como ya señalan los ancestros¹⁰, las doce casillas regulares así determinadas no coinciden más que de manera harto aproximada con los signos, de muy desiguales dimensiones, de los que toman sus nombres; pero —y esto es lo único que aquí nos importa— los caldeos (Χαλδαίοι),

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