Breviario del viejo corredor
Por Lluís Alabern
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Descubrí la cortísima distancia que separaba la mano de la mirada, el ojo de la pisada, el lápiz de lo que la mente captaba. Dibujar es una manera de mirar despacio. Correr campo a través es percibir el tiempo geológico, entender que todo, incluso lo pétreo, está siempre en constante movimiento. Así que corre a menudo. Trota tranquilo. Déjate llevar por el terreno. Mira cuando corras. Mucho se habla de las piernas y pies del corredor, pero lo fundamental es mirar, atender la orografía. Anciano corredor, cuida tu mirada. Evita las caídas. Pero si caes, no te resistas. Hazte uno con el suelo. No compitas. No corras para obtener triunfo alguno. Cuando corres te descubres. No intentes superarte a ti mismo, no intentes superar al terreno. Respira tranquilo. No hay metas. El horizonte es la meta. El horizonte nunca llega».
Lluís Alabern
Lluís Alabern (Barcelona, 1968) es artista y museógrafo. Fue miembro del Consejo de Dirección de Lateral. En la actualidad es jefe de Museografía del Museu Nacional d’Art de Catalunya. Colaborador gráfico en revistas y periódicos, se inició en el atletismo a corta edad y ha participado en numerosas carreras y maratones.
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Biografía, montaña y sangre
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Campo a través
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Notas
Créditos
Breviario
del viejo corredor
A Marieta y Lucía
Siempre quise una vida desmesurada, bohemia, artística, hedonista. Una vida comprometida con mi tiempo, con los paisajes, una vida, también, heroica.
Empecé a correr a los trece años en las pistas universitarias de Ciudad Central. Todos los niños corren y dibujan, quieren ser exploradores, aventureros, pero en la adolescencia muchos paran. Yo no paré. Ya he cumplido los sesenta, sigo corriendo, dibujando, aún sin rumbo, motivado por la aventura, pero sin horizontes. No tengo una vida desmesurada, pero sí comprometida con los montes, campiñas, bosques, acantilados y mares.
Mi cuerpo ha cambiado. Quiero seguir corriendo. Conozco a unos cuantos corredores ancianos, maestros de la prudencia, el esfuerzo y la gestión del dolor. Casi todos corrían cuando eran jóvenes y siguen haciéndolo a edades en las que no es fácil encontrar motivación. Ancianos de cuerpo nervudo que aman zambullirse en un río helado, pedalear por senderos y carreteras secundarias, correr casi a diario por caminos de grava, subir montañas.
Así pues, lector, no busques en este libro una guía, un protocolo, un método, pues no es un compendio de consejos, ni de preceptos ni de vías para alcanzar meta alguna: no habla tampoco de técnicas ni de equipamientos ni de fisioterapias. Lo que encontrarás pasada esta página serán fragmentos hilvanados, reflexiones de un viejo corredor en las que se mezclan el correr con el dibujar y la orografía con la vida.
Puedes imaginar una línea de puntos cada vez que encuentres el verbo correr. Puedes imaginar, entonces, que escribes sobre esa línea la palabra dibujar. Puedes hacer el ejercicio inverso. Correr y dibujar han devenido, con el paso de los años, dos de mis actividades nucleares. Los naturalistas del siglo XVIII, los topógrafos, algunos alpinistas, construyeron desde la armonía y la medida una ley poética que aunaba el trazo y el esfuerzo físico con el paisaje. En sus cuadernos de viaje anotaban, esbozaban naufragios, relatos, cotas.
Empecé a dibujar casi al mismo tiempo que a correr. Descubrí, aun siendo niño, la cortísima distancia que separaba la mano de la mirada, el ojo de la pisada, el lápiz de lo que la mente captaba. Fue la mía una infancia marcada por las mudanzas, los mapas y los desplazamientos estivales. Nací casi a la vez en dos ciudades antagónicas. Una central, mesetaria; la otra, marinera. Dos lenguas, dos climas. Pasé, además, los veranos de mi niñez partiendo constantemente: subí montañas astures, me bañé en las costas bravas del Mediterráneo, oteé horizontes en los acantilados mallorquines. El cruce entre todas esas bifurcaciones concertó el trazo y el trote.
Dibujar es una manera de mirar despacio. Correr campo a través es percibir el tiempo geológico, entender que todo, incluso lo pétreo, siempre está en constante movimiento.
Breviario
del viejo corredor
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Corre a menudo. Trota tranquilo. Déjate llevar por el terreno. Mira cuando corras. Mucho se habla de las piernas y pies del corredor, pero lo fundamental es mirar, atender la orografía. Anciano corredor, cuida tu mirada.
Evita las caídas. Pero si caes, no te resistas. Hazte uno con el suelo. Rueda. Me gustan los arañazos en los tobillos, son pequeños trofeos, recuerdos de las zarzas y los arbustos en la piel.
No compitas. No corras para obtener triunfo alguno. Cuando corres te descubres. No intentes superarte a ti mismo, no intentes superar al terreno. Respira tranquilo. No hay metas. El horizonte es la meta. El horizonte nunca llega.
No hay equipamientos indispensables para el corredor anciano. Una tendencia reciente propone al trotador de caminos hacerlo descalzo. Si eres anciano corredor, y siempre recorriste calzado los senderos, no es el momento de descalzarse. Casi cualquier calzado deportivo sirve para correr. No te dejes engañar por campañas comerciales ni modas. Zatopek entrenaba con botas militares sobre la nieve en la región de la Bohemia Central.
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La naturaleza tiene sus ciclos, sus latidos. Acompásate. «El buen corredor no deja huellas», dice el Tao.
Amo estar solo en el bosque, subiendo una montaña, corriendo senderos junto a un