Juan Luis Arsuaga (Madrid, 1954) arranca su nuevo libro con un paseo por el Museo del Prado y es precisamente allí, en la sala circular de las esculturas clásicas (para él el lugar más bello de Madrid), donde charlamos con él sobre su libro. Lo hacemos ante el impresionante Diadúmeno, una escultura de dos metros tallada por Policleto en el siglo V a. C., expresión máxima de lo que fue para la Grecia clásica el canon de la belleza.
Hoy en día, que sabemos tanto de tantas cosas, ignoramos mucho de nuestra anatomía, ¿verdad? No sabemos nada de anatomía y esto es imperdonable. Yo invito al lector a palparse hasta localizar cada músculo y cada hueso que menciono en el libro. Mejor si es desnudos y delante de un espejo para identificarlos. Lo que propongo es que miremos nuestro cuerpo ante un espejo no como Narciso, recreándonos en nuestra belleza, sino para verlo como es y para conocernos y admitirnos con sinceridad. Tenemos que aprender que somos cuerpo.
¿Por qué relacionar el arte y el cuerpo? Porque en las obras de los artistas clásicos podemos aprenderlo todo del cuerpo humano. Los artistas se han dedicado a pintar las proporciones, las diferentes edades de la vida y está todo ahí, sobre todo en el mundo grecolatino, para el que el cuerpo humano era el centro. Pienso que el arte y la cultura griega no pueden superarse y que forman la raíz y el sustento