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Violetas en la Ventana
Violetas en la Ventana
Violetas en la Ventana
Libro electrónico169 páginas2 horas

Violetas en la Ventana

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Nueva traducción del best seller mundial "Violetas na Janela" de Vera Lúcia Marinzeck de Carvalho. Esta nueva traducción es la primera entrega de la serie de 4 libros dictados por el espíritu Patricia, quien en vida, fue sobrina de Vera Lúcia. En esta conmovedora historia Patricia nos narra, como en su momento lo hizo André Luiz con "Nuestro Hogar", su trayectoria como espíritu desde el momento de su desencarnación y todo su proceso de aprendizaje en el mundo de los espíritus. No deje de leer esta serie finalmente disponible en español.

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento28 oct 2022
ISBN9798215871942
Violetas en la Ventana

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    Violetas en la Ventana - Vera Lúcia Marinzeck de Carvalho

    PRÓLOGO

    Conocí a Patrícia encarnada. Ella era una niña, desde pequeña se convirtió en una hermosa jovencita. Alta, delgada, rubia y con el cabello largo y rizado, ojos azules como pedazos de cielo. Poseía una sonrisa franca y alegre, maravillaba a todos. Pero no fue esa belleza perecedera lo que me llamó la atención. Era pura, delicada, cultivara la parte verdadera, que la acompañó en la desencarnación. Ella era espírita. Tenía, en la Doctrina Espírita, su objetivo de vivir. Inteligente, estudiosa, el conocimiento de las verdades eternas eran de su interés. Escuchaba las orientaciones de su padre con profunda devoción. Razonaba sobre todo lo que aprendía. Cuando la conocí, sabía que iba a dejar el cuerpo físico joven. Así lo hizo. Como una flor cosechada que adornaba la Tierra, vino a encantarnos en el plano espiritual.

    La animé a dictar a los encarnados. Como amante de la literatura, le pedí que contara a nuestros hermanos en carne y hueso sobre su experiencia. Qué agradable es la muerte del cuerpo para sorprendernos con una conciencia tranquila, sin errores, vicios y con conocimiento de la vida espiritual.

    Para mi deleite, Patrícia aceptó. Para ese evento, estudió. Tarea que no fue sacrificio. Le encanta aprender

    Emocionado, presento esta delicada alma que con su simplicidad perfumará nuestra literatura espírita.

    Antônio Carlos

    I

    DESPERTANDO

    Muchas veces me desperté y luego me quedé dormida. En ese período de vigilia, observé el lugar donde estaba. Era una habitación con paredes claras y una ventana cerrada. El lugar estaba en la oscuridad. Me sentí extremadamente bien. Escuché la voz de mi padre, o, mejor dicho, sentí las palabras: Patrícia, querida hija, duerme tranquilamente, tus amigos te están cuidando. Quédate en paz. Aunque estas palabras fueron dichas con gran afecto, fueron órdenes. Me sentí protegida y apoyada.

    Estaba acostada en una cama alta como las de un hospital, blanca y cómoda. Despertaba y dormía.

    Hasta que desperté por completo. Me senté en la cama. Giré la cabeza lentamente, mirando la habitación, y fue entonces cuando vi a un caballero sentado en una poltrona al lado de mi cama. Cuando lo miré, él sonrió amablemente.

    Me palpé, arreglándome entre las sábanas blancas y ligeramente perfumadas. Estaba vestida con mi pijama de punto azul. Arreglé mi cabello con mis manos.

    ¿Dónde estoy? – Pensé.

    No conocía el lugar y tampoco a ese caballero, quien tranquilamente seguía sonriendo. No tenía miedo y ni siquiera me asusté. Estuve en silencio por minutos, tratando de entender. Hasta que el risueño señor se dirigió a mí.

    – ¡Hola Patrícia! ¿Cómo se siente?

    –Bien...

    Pensé en mi padre. Lo sentí. Le pregunté mentalmente: Papá, ¿qué hago? Cálmate, cálmate, frente a lo desconocido, trata de saber; en dificultades encuentra soluciones. Piensa en Jesús. El Divino Maestro es la Luz de nuestro camino. Papá respondió dentro de mí, era como pensar con su voz. Sentí ánimo y valor, ciertamente fluidos que él me envió. Yo confié. Giré la cabeza hacia ese señor, lo miré atentamente y le pregunté:

    – ¿Cómo sabe mi nombre?

    – Patrícia es un nombre hermoso, la conozco hace tiempo.

    – ¿Dónde estoy?

    – Entre amigos.

    Realmente se sentía así. Estaba tranquilo. Haber despertado en un lugar desconocido y con ese extraño a mi lado parecía natural. Luego yo siempre fui tan hogareña y reacia a los extraños. Lo interrogué de nuevo.

    – ¿Cómo se llama?

    – Mauricio. Soy amigo de tu padre.

    – ¿Es médico? ¿Trabaja en nuestro Centro Espírita?

    No me respondió, su mirada tranquila me generaba calma. Lo observé en detalle. Es pelirrojo, con pecas en la cara, ojos verdes, boca grande y una sonrisa agradable. Me dejó mirarlo. Los minutos pasaron en silencio. Hasta que me atreví a preguntar:

    – ¿Estoy soñando o ya desencarné?

    II

    PREGUNTANDO

    Ese extraño, que por afinidad sentí que era un amigo que velaba por mí, continuaba sonriendo. Me miró a los ojos. Recuerdos de eventos vinieran a mi mente.

    Me iba a levantar, era domingo, invierno, fin de vacaciones. Me senté en mi cama para cambiar mi pijama caliente por otro atuendo, cuando me sentí mareada. Mi cama estaba contra la pared y fue allí donde apoyé la cabeza. Se sentía como si algo estuviera explotando dentro de mi cabeza. Estas sensaciones continuaron por segundos. Vi y escuché por un momento, sin definir quién era, personas a mi lado.

    —¡Cálmate! ¡Patrícia, cálmate! – Alguien habló con ternura.

    Sentí que me tomaban de las manos, como también sentí las manos en mi cabeza.

    – Duerme, duerme...

    Realmente dormí. Los recuerdos terminaron como por encanto. El hecho es que estaba en una habitación que no era la mía, frente a Mauricio. Miré a todos lados. Comprendía, no había necesidad de que respondiera, Mauricio solo me ayudara a recordar. Yo había desencarnado. Estaba tan tranquila que me sorprendí. Suspiré, lo mejor era asumir. ¿No sabías que algún día desencarnarías? Le pregunté a Mauricio nuevamente, como si fuera un asunto trivial.

    – ¿Qué pasó? ¿De qué desencarné?

    – Una vena se rompió en tu cerebro. Tiene que haber una razón para que el cuerpo muera cuando se vence el plazo del espíritu esté encarnado. Se debió a un aneurisma cerebral.

    – ¿Dónde estoy?

    —En la Colonia San Sebastián. En el hospital. En la sección de Recuperación.

    – ¿De qué me estoy recuperando?

    – De nada realmente, estás bien, solo estás aquí para adaptarte. Patrícia, ¿recuerdas a tu abuela Amaziles? Ella está aquí y quiere verte.

    La imagen de la abuela vino a mi mente. Me gustaba mucho. Estuvo muy enferma, empeoró y fue al hospital. Cuando desencarnó, estábamos, sus nietos, rezando para que sanara. Al enterarnos de que había desencarnado, comenzamos a llorar. ¿Cómo? – Preguntó mi hermana – Rezábamos para que sanara. Mi madre respondió: Sus oraciones han sido escuchadas. Jesús, al ver que no podía sanar en el cuerpo, la llevó a sanar en el Plano Espiritual. Sentí, sentimos mucho su desencarnación. Ahora, ella estaba allí queriendo verme. Corregí mi pensamiento. ¿Me gustaba? ¡No! ¡Me gusta mucho!

    – Por favor, Mauricio, hágala entrar – dije emocionada.

    La abuela entrara despacito en la habitación. Ella lucía diferente, más hermosa, más inteligente y sin sus gruesas gafas. Me besó en la frente y nos abrazamos por mucho tiempo. Mis sentimientos en ese momento eran confusos. Estaba feliz de verla, pero también estaba segura de que realmente había desencarnado. Sentí un vacío y un ligero miedo. Al darse cuenta, la abuela se soltó y se sentó a mi lado en la cama. Ella sonrió feliz diciendo:

    —¡Patrícia, esto es hermoso! Pronto podré mostrarte lugares maravillosos. ¡Te ves tan bien! ¡Tan linda! ¿Necesitas algo? ¿Quieres que te haga algo? Tú...

    – Abuela – la interrumpí – ¿cómo está mamá? ¿Papá? ¿Juniño? ¿Carla y el bebé? (Juniño y Carla son mis hermanos. Carla, cuando desencarné, estaba embarazada de su primer hijo).

    –Están bien. Ellos son espíritas. El Espiritismo da a los encarnados la comprensión de la muerte del cuerpo. Entendieran los acontecimientos y saben que tu desencarnación te traerá muchas felicidades. Juniño está bien, Carla también: tendrá un hermoso niño. Tu padre es firme como una roca, su conocimiento es el timón para dirigir el bote desde su casa.

    – Abuela, ¡¿no lamentaran mi desencarnación?!

    – Claro que lo hicieran. Por supuesto, todos sufren por tu ausencia. Se ayudan mutuamente con mucha comprensión. Hacen todo lo posible para enviarte el afecto y el amor que sienten. Un día te encontrarás con ellos, como ahora te encuentras conmigo. Verás que nunca estuvieran separados. El amor une.

    – Abuela, cuídalos, usted también, señor Mauricio. Ayúdennos. Mamá debe estar triste. ¿Será que llora por mí? De repente, ella no quiera comer.

    Mauricio, desde que la abuela entró en la habitación, se sentó en el sillón en silencio. Como me dirigí a él, pidiéndole ayuda, trató de tranquilizarme.

    —Patrícia, en tu hogar terrenal solo nos piden que te cuidemos. Tú nos pides que los cuidemos. El afecto sincero que los une es un fuerte vínculo. Nos ocuparemos de ti y de ellos. Siempre estaré contigo, hasta que te adaptes bien, me tendrás por compañía. Estoy encargado de velar por ti.

    – Gracias – le respondí, tratando de sonreír, pero creo que hice una mueca.

    Me fue dando sueño, un impulso irresistible de dormir. Me acosté. La abuela me ayudó a acomodarme. Mis ojos se fueran cerrando. Los dos me sonrieron. La abuela me besó en la frente y me tomó la mano.

    –Creo que voy a dormir...

    III

    PRIMEROS CONOCIMIENTOS

    Me desperté de buen humor, estaba sola, los recuerdos vinieran a mi mente. Bueno – concluí – si desencarné, tengo que adaptarme rápidamente y aprender a vivir desencarnada.

    Había leído muchos libros espíritas, me encanta leer. Y me vino a la mente el libro Nuestro Hogar, de André Luiz. El autor narra bien cómo es vivir en una Colonia. Y si estaba en una Colonia, solo tenía motivos para estar agradecida. Desencarné y no vagué, no sufrí, no fui al Umbral. Estaba siendo rescatada y me sentía genial.

    Observé la habitación con curiosidad. Era simple, muy limpia, con un armario, una mesa pequeña, dos sillas y un sillón. Un espejo en la pared. Pero había dos puertas y una ventana.

    – ¿Me levanto? – hablé suavemente.

    Después de un ligero golpe en la puerta, Mauricio entró sonriendo. Quería preguntar por qué me reí tanto, pero no lo hice, preferí sonreír también.

    – Buenos días, señorita Patrícia. ¿Cómo está?

    –Buenos días.

    – También tienes una hermosa sonrisa. Me gusta sonreír, me pongo menos feo y no me asusto tanto. Entonces estoy tan feliz...

    Sentí mi cara arder, debí de ponerme roja, él no pareció darse cuenta y continuó hablando alegremente.

    – Te despertaste de buen humor, eso está bien. Levántate si quieres y ponte a gusto.

    – Tengo mucho sueño, me despierto y quiero volver a dormir. ¿Dormí mucho? ¿Cuántos días?

    – Te desmayaste hace dieciséis días. Duermes mucho porque estamos cuidando a su padre, quien nos pidió que te durmiéramos en estos días.

    – ¿Por qué?

    – Creemos que es lo mejor para ti. Por lo tanto, en este período difícil que es para los encarnados la pérdida de un ser querido, durmiendo no lo sientes.

    – ¿Están sufriendo mucho?

    – Es natural que sufran. Tu desencarnación fue rápida, no lo esperaban, estabas tan bien. No debe preocuparte, el tiempo se encarga de aliviar el dolor.

    – Creo que me voy a dormir otra vez.

    Me acomodé y dormí. Mi sueño fue tranquilo y placentero. Cuando desperté, estaba sola. Recé con fe, agradecí al Padre por lo mucho que recibía, le rogué a Jesús el amparo a mi familia, les pedí consuelo. Los amé y fui amada. Si querían que estuviera bien y feliz, yo les deseaba felicidad. Recé pensando en todos, uno a la vez. Me sentí triste a mi madre. Cuando pensé en papá, sentí que estaba frente a mí diciendo con su voz fuerte: Patrícia, hija mía, no te arrepientas de ti misma, no dejes que tu autocompasión se desvanezca. Sé fuerte, te quiero feliz. ¡Sonríe! La vida es bella, ya sea aquí o allá, no importa, lo que necesitamos es estar con Dios. Los amigos te cuidan, reciben tu cariño. Fortalécete, no temas. Estás bien, esfuérzate por ser feliz. Siempre estaremos juntos. No debes preocuparte por la pérdida de tu cuerpo carnal, debes entender que la vida te está agradecida. Reza. Siente nuestro cariño y sonríe.

    Me emocioné, me levanté, abrí la otra puerta y me encontré con un baño muy agradable, limpio y sencillo. Abrí el grifo del lavabo, el agua a temperatura ambiente era

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