Rodolfo Isidro Menéndez De La Peña, Mi Abuelo: Recuerdos Familiares
Por Alberto Cándano
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Don Rodolfo recibi reconocimientos por su trabajo que abarc las Ciencias de la Educacin, siendo pionero de la Educacin Fsica en la regin. Fue poeta, escritor en prosa, autor de artculos periodsticos y de libros dirigidos a la enseanza primaria, todo esto con vigencia actual. Visionario y apstol de la educacin a su muerte la XXXI Legislatura del Estado de Yucatn lo nombr Benemrito de la Educacin Pblica. Esta obra relata ancdotas familiares relacionadas con el ilustre mentor, algunas con profundo sentido crtico.
Alberto Cándano
Alberto Cándano es un escritor español oriundo de Ballota-Cudillero, Asturias, España. Realizó la presente obra a solicitud de una nieta de don Rodolfo Isidro Menéndez de la Peña quien proporcionó mediante charlas el contenido del libro que fue escrito en el año de junio de 2011 y registrado ante el INDAUTOR de México el 15 de octubre de 2012.
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Rodolfo Isidro Menéndez De La Peña, Mi Abuelo - Alberto Cándano
Copyright © 2014 por Alberto Cándano.
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Fecha de revisión: 22/11/2014
Palibrio
1663 Liberty Drive
Suite 200
Bloomington, IN 47403
ÍNDICE
Capítulo I
Capítulo II
Capítulo III
Capítulo IV
Capítulo V
Capítulo VI
Capítulo VII
Capítulo VIII
Capítulo IX
Capítulo X
Epílogo
Capítulo I
En el ropero de mi madre se guardaba celosamente un trocín de papel cuadriculado, amarillento, en el cual con letra manuscrita y tinta de ésa con la que se cargaban las plumas antiguas se leía en clarísima escritura Palmer un cuarteto en rima consonante cuyo texto exacto no recuerdo a pesar de haberlo leído infinitas veces ya sea porque mi madre me lo permitía o porque yo aprovechaba algún descuido para meterme furtivamente en su habitación, girar la llave del ropero que siempre permanecía puesta, abrir el cajoncito dentro del mismo y leer varias veces aquel verso. A pesar de mi excelente memoria y de haberlo visto tantas veces lo he olvidado; pero el poemita de cuatro líneas hablaba de un padre que amaba muchísimo a su tierna hija y se lo decía con motivo de su quinto cumpleaños: sólo me queda muy claro que se trataba de un acróstico. Meses después de escribirlo decía mi madre que el autor, Rodolfo Isidro Menéndez de la Peña falleció, siendo ya un hombre de avanzada edad y poco tiempo después la Legislatura del Estado le confirió el título de Benemérito de la Educación Pública en Yucatán.
Mi madre era la menor de las tres hijas del segundo matrimonio de don Rodolfo y varios años menor que sus dos hermanas gemelas a quienes describía como dos malvadas aliadas entre sí contra ella, se llamaba Edda y tenía varios nombres más, pero únicamente usaba el primero. Los nombres de las gemelas no vale la pena mencionarlos.
Desde morir don Rodolfo las gemelas se ensañaron con la hermana menor, apoyadas en todo momento por la madre de ellas, Nemesia quien obligaba a todos a llamarla doña Nemita. Con ellas vivía la nana Macedonia ciega de amor por las gemelas, quien siempre detestó a Edda. Decía mi madre que el maltrato sufrido en su casa era tan obvio que los vecinos, los conocidos que las frecuentaban porque en aquella época se acostumbraban las visitas nocturnas entre familias (una familia iba a visitar a otra) lo notaban y hasta se permitían aconsejar a la malvada Nemesia.
Mi madre aseguraba que doña Nemita
e hijas mayores jamás devolvieron visita alguna; mas por tratarse de la viuda de un personaje como lo fuera en su tiempo don Rodolfo Menéndez de la Peña seguía siendo frecuentada por quienes le conocieron y hasta por algún familiar del ilustre pedagogo -al parecer nadie la aceptaba totalmente-. Mi madre describía a doña Nema como una mujer déspota, envidiosa, muy criticona y afecta a despreciar a quienes consideraba económicamente débiles aunque ella no era rica pero disfrutaba de una magnífica pensión después de morir su esposo, además de algunas propiedades que daba en renta. Se creía miembro de una aristocracia inexistente claro que sin serlo y para ella toda la gente que vivía en Yucatán eran unos indios
Yo conocí a la que tengo que admitir era mi abuela, recuerdo que me obligaba a llamarla mamita
, nada de abuela. Era una mujer bella, elegante y yo pienso que le costaba gran trabajo tratar bien a las personas porque desde lejos se percibía que no era bondadosa o que estaba neurótica. Las gemelas me parecían bellas también, decían que eran idénticas, la gente las confundía, yo no les encontraba parecido; pero mi madre las superaba en todo al grado de que siendo yo adolescente cuando salía a la calle con ella hasta los coches disminuían su velocidad para admirarla. Su tez era blanca y rosada en las mejillas, de ojos y cabello negrísimos y facciones que parecían obra de un escultor griego. Las tías tenían una sombra que opacaba su belleza además de su maldad: sus caras estaban cubiertas de acné y era frecuente ver pus sobre sus mejillas lo que me hacía pensar que la falta de higiene probablemente tuviera