Descubre millones de libros electrónicos, audiolibros y mucho más con una prueba gratuita

Solo $11.99/mes después de la prueba. Puedes cancelar en cualquier momento.

Carlos A. Madrazo: pensamiento y acción para tiempos inciertos
Carlos A. Madrazo: pensamiento y acción para tiempos inciertos
Carlos A. Madrazo: pensamiento y acción para tiempos inciertos
Libro electrónico370 páginas7 horas

Carlos A. Madrazo: pensamiento y acción para tiempos inciertos

Calificación: 0 de 5 estrellas

()

Leer la vista previa

Información de este libro electrónico

A medio siglo de su fallecimiento, la obra de Carlos A. Madrazo mantiene su vigencia tanto por su extraordinaria carrera política como por sus sorprendentes logros a contrapelo del anquilosamiento del sistema político de sus tiempos. Dotado de las habilidades necesarias para transitar por circunstancias particularmente difíciles, dio muestras de ellas desde temprana edad. Temerario, dueño de una fogosa oratoria, trabajador infatigable, honrado a carta cabal, hizo gala de sus cualidades para manejar, como pocos, la cosa pública cuando gobernó Tabasco, al que transformó por completo, poniéndolo a la cabeza de los estados del Sureste. Llevado luego a lapresidencia del Consejo Ejecutivo Nacional del Partido Revolucionario Institucional (PRI) por el presidente de la República, Gustavo Díaz Ordaz, puso en práctica su plan para democratizar su vida interna, corroída por los cacicazgos, la eternidad de los líderes sindicales y, en general, por la burocracia partidista. La tarea resultó abrumadora, como era de esperarse, pero con energía, Madrazo Realizó un audaz experimento. La alianza de los poderes tradicionales del sistema convencieron al presidente Díaz Ordaz de expulsarlo de la dirección partidista. Una vez fuera de los círculos priístas, abrazó un nuevo proyecto: democratizar elpaís con sus jóvenes seguidores. Su destino trágico detuvo al hombre, pero no sus ideas. Este libro ofrece testimonios sobresalientes de la elocuencia de la que este político hizo gala a lo largo de su vida. Amén de que sus discursos fueron obras maestras de la mejora expresión literaria, su contenido mantiene vigencia para el ejercicio del gobierno y de la política de hoy. En pocas palabras, el legado de Carlos A. Madrazo es un referente indispensable para el quehacer de nuestro tiempo.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento18 ene 2022
ISBN9786078781942
Carlos A. Madrazo: pensamiento y acción para tiempos inciertos

Lee más de Pedro Castro

Relacionado con Carlos A. Madrazo

Títulos en esta serie (7)

Ver más

Libros electrónicos relacionados

Artistas y músicos para usted

Ver más

Artículos relacionados

Comentarios para Carlos A. Madrazo

Calificación: 0 de 5 estrellas
0 calificaciones

0 clasificaciones0 comentarios

¿Qué te pareció?

Toca para calificar

Los comentarios deben tener al menos 10 palabras

    Vista previa del libro

    Carlos A. Madrazo - Pedro Castro

    Los derechos exclusivos de la edición quedan reservados para todos los países de habla hispana. Prohibida la reproducción parcial o total, por cualquier medio conocido o por conocerse, sin el consentimiento por escrito de su legítimo titular de derechos.

    Carlos A. Madrazo: pensamiento y acción para tiempos inciertos

    Primera edición en papel: abril 2020

    Edición ePub: agosto 2020

    D.R. © Herederos de Carlos Madrazo por sus textos y por las imágenes.

    D.R. © Pedro Castro por sus textos.

    D.R. © 2020

    Bonilla Distribución y Edición, S.A. de C.V.,

    Hermenegildo Galeana #111

    Barrio del Niño Jesús, Tlalpan, 14080

    Ciudad de México

    procesoseditoriales@bonillaartigaseditores.com.mx

    www.bonillaartigaseditores.com

    Coordinación editorial y cuidado de la edición: Bonilla Artigas Editores

    Diseño editorial y de portada: D.C.G. Jocelyn G. Medina

    ISBN: 978-607-8636-59-4 (Bonilla Artigas Editores)

    ISBN ePub: 978-607-8781-94-2

    Hecho en México

    Soy fatalista. El hombre es destino y el destino se manifiesta a través de la acción. ¿Cuál es la fuerza secreta que nos empuja a la acción? Tal vez un llamado irresistible que viene desde lo más profundo del ser: digamos el canto fatal de las sirenas que llevamos dentro. Una vez le preguntaron a un Presidente de México algo semejante y él contestó con una frase feliz: La acción prepara el terreno donde luego se desarrolla el destino. Para explicarme mejor diré: cada paso nuestro, cada gesto, por más insignificante que parezca, prefigura nuestro destino y nos acerca a él, como en la tragedia griega…

    El hombre escoge la acción inmediata, como Edipo escogió el cruce de caminos, pero recuerdo, que ese cruce lo llevó a su destino, al crimen. Sin embargo, el hombre, al igual que Edipo es inocente.

    Ser hombre ha sido en todas las épocas un grave problema, pero más en esta, donde la tónica es la sumisión, el dominio económico, las cadenas al pensamiento, el mendrugo como lema y el levantar, de manera constante, a ídolos falsos que son grandes porque los demás son enanos, que parecen valientes porque han escogido como punto de referencia a un grupo de cobardes.

    No a las cortesanías […] El verdadero hombre de Estado no se rodea de cortesanos, sino de colaboradores. No persigue la virtud, sino la fomenta. No golpea, sino razona. No se siente opacado por tener a su lado a hombres dignos, sino al contrario, en ello encuentra el mejor argumento de su genio. El peor ciudadano no es el que todo lo critica, sino el que todo lo alaba.

    Yo leo siempre y siempre estoy ocupado. La lectura es una actividad fundamental. No hay ocio. La vida va demasiado de prisa y creo que todos los instantes son preciosos. No sabemos cuál será el último.

    Carlos A. Madrazo

    A los que en forma salaz

    vilmente lo han ofendido

    él les lanza su apellido

    y se queda muy en paz.

    José Abraham

    Contenido

    Presentación

    Una biografía mínima de Carlos A. Madrazo

    El asunto de los braceros

    La promesa de un gobernante

    Benito Juárez

    América Latina y Estados Unidos

    Un gobierno frente a su pueblo

    La vocación en la política

    Pronunciamientos sobre asuntos torales

    Toma de posesión de Carlos A. Madrazo de la Presidencia del

    Comité Ejecutivo Nacional del Partido Revolucionario Institucional

    Contra la reelección de los diputados y el caciquismo

    La necesidad de cambio en el PRI

    Las batallas por la Democracia

    La democracia municipal

    Intelectuales y artistas a favor de Madrazo

    Papel de los jóvenes en una coyuntura crítica

    Un horizonte cargado de presagios

    La educación, base del desarrollo

    Importancia de la planeación

    La democratización, una tarea de todos

    Necesidad de verdaderos estadistas

    La fidelidad a los principios

    Evocaciones, opiniones y algunos sucedidos

    Carlos A. Madrazo, de primera mano

    Textos originales

    Movimiento estudiantil de 1968

    Declaración de Madrazo sobre su supuesta participación en el Movimiento Estudiantil

    Lecciones de dignidad

    A los jóvenes del Pentatlón

    El Maestro verdadero es sembrador de eternidad

    Una plática extraordinaria

    La vicepresidencia

    Bibliografía

    Anexo fotográfico

    Sobre el autor

    Presentación

    El propósito de este libro es destacar piezas notables del pensamiento y obra de Carlos A. Madrazo a lo largo de su fructífera vida política. Personaje fuera de serie, combinó un carácter decidido, una vocación de hierro, una práctica vital para la que no existía obstáculo insuperable, una energía intelectual abrevada en la historia y la literatura. Su memoria prodigiosa, y nos atrevemos a afirmar que, por derecho propio, de no haber sido político, hubiera brillado con luz propia en el campo de las letras –o del magisterio. Su verbo contundente y elegante, de frecuentes arrebatos poéticos, atrapaba a su público y lo elevaba a una altura a la que solamente pueden conducir los grandes oradores. A ratos fue un filósofo de lo imperecedero, de la perfectibilidad humana. Sus frases sentenciosas, cápsulas de sabiduría política y en general de la vida, eran parte de su pedagogía que igualmente se dirigían al adulto ya formado o al joven ávido de conocimientos. Con mucha frecuencia asumía, quizás sin pretenderlo, el papel del maestro en el aula frente a sus alumnos.

    Fue la última llamarada de la Revolución Mexicana, cuando una vigorosa oligarquía construyó y consolidó un sistema institucional que asfixió por décadas la democracia y obstaculizó la modernización de una sociedad en un contexto económico y sociodemográfico cambiante. De los políticos, Carlos A. Madrazo fue quien mejor apreció estos acelerados cambios. Hombre de sólidos principios, nacido y alimentado en ese sistema –que podríamos llamar de la Revolución Mexicana–, con su actuación e ideas, fue su punto de inflexión primero con reformas en la práctica (como gobernador de Tabasco y presidente del

    PRI

    ) y luego con la promoción de cambios urgentes, como la democratización en los planos municipal y electoral. Sus testimonios políticos, culturales y de su propia persona a través de sus discursos, artículos, entrevistas y libros formaron un torrente inigualable y complejo que ningún político de la Posrevolución pudo formar.

    Por sus discursos desfilaron episodios históricos nacionales e internacionales, héroes y villanos, fábulas y frases célebres, personajes mitológicos y de la literatura. Fuera de la política priísta brillaron sus discursos en diferentes ámbitos, frente a jóvenes ansiosos de cambios, en universidades y escuelas normales, y las famosas comidas anuales, donde centenares de amigos y admiradores lo acompañaban como la celebridad que era, muchas de ellas personas destacadas de los ámbitos político, artístico e intelectual. Nunca defraudó a quienes lo querían escuchar. Los espacios a menudo eran insuficientes para oírlo, pero siempre se encontraba la manera de no perderse sus brillantes discursos. Estas actividades fuera de la política, digamos institucional, fueron una continuación lineal, uniforme y hasta armónica, de las similares que realizó cuando era Presidente del

    PRI

    . ¿Quién se quería privar del verbo presencial de Madrazo?

    Hemos sido selectivos en cuanto a sus distintas expresiones, pero también en el sentido de actualizar su pensamiento a los momentos actuales, para los interesados en materia política e histórica, actores o no de la cosa pública. Nuestra tarea nos llevó a revisar prácticamente todo el material que apoyara nuestro objetivo, y a tratar algunos aspectos relevantes de su biografía, entre ellos las invocaciones y semblanzas de amigos, partidarios y hasta detractores, procurando el equilibrio interior del contenido del texto. La tentación de incluir otros escritos –por ejemplo: anécdotas, frases, personajes célebres, viajes– estuvo presente, pero para no desviarnos de nuestro objetivo principal, y muy a nuestro pesar, la tuvimos que contener hasta donde nos fue posible. Finalmente, hemos incluido un testimonio de la vida de Madrazo a través de fotografías, patrimonio histórico de gran valor que se difunde por primera vez.

    Este libro continúa del titulado Carlos A. Madrazo: el último mito político mexicano del siglo

    XX

    (Editorial Planeta, 2015), la biografía formal, el apasionante tránsito vital del que fue llamado, con metafórica justicia, el Ciclón del Sureste. Algunas partes de este libro ayudaron a dar vigor a esta obra que ahora presentamos. Dedicamos nuestra obra a los lectores de hoy, los jóvenes, después de cincuenta años del fallecimiento del ilustre tabasqueño, seguros de su interés y utilidad en el conocimiento de un personaje, un país, un Estado y un momento en el eterno flujo del tiempo. Carlos A. Madrazo con asiduidad desentrañaba la historia de México y del mundo occidental, apuntaba los fragmentos del pasado que le parecían instructivos, actuaba en el presente, con un gran sentido perceptivo de la coyuntura, y escribía y reflexionaba para el futuro los escenarios que podrían ser catastróficos si no se actuaba desde que aparecían las primeras señales. Pensadores y héroes de todos los tiempos le ayudaban a encauzar su verbo –a veces cauteloso, a veces arrebatado– pero siempre temerario por su naturaleza misma, adquiriendo tal vida en sus discursos que cualquiera pensaría que estaban dirigidos a educar, no a movilizar a favor de su propio interés.

    El lector advertirá un apego en todo lo posible a la narrativa de don Carlos, para poder apreciarla sin mayores intervenciones nuestras, solamente en los casos en que hemos considerado la necesidad de incluir alguna breve explicación o introducción.

    Aprovecho la oportunidad para agradecer a mi Universidad Autónoma Metropolitana–Iztapalapa –de la que soy docente e investigador desde hace muchos años– los apoyos de distinta naturaleza que de ella recibo para hacer posible responder a los deberes propios de mi vocación de historiador de

    la política mexicana y, en particular, de algunos de los personajes que vivieron la circunstancia de la Revolución Mexicana y los años que le siguieron.

    Quisiera reiterar mi gratitud a quienes, habiéndome apoyado en la elaboración de la biografía ya mencionada del licenciado Carlos A. Madrazo, lo hicieron de nuevo, de diversas maneras, para el libro que presentamos ahora, en especial a Carlos y a Roberto Madrazo y a Francisco Paoli Bolio.

    Pedro Castro

    Una biografía mínima de Carlos A. Madrazo

    Nacido el 7 de junio de 1915, en San Juan Bautista –hoy Villahermosa–, Tabasco, Carlos A. Madrazo tuvo una extraordinaria carrera política, iniciada desde muy temprano. Sus padres fueron Pioquinto Madrazo y Encarnación Becerra. Contrajo matrimonio con Graciela Pintado Jiménez, con quien procreó cinco hijos: Carlos, Sergio, Javier, Roberto y Raúl. Sus abuelos paternos fueron Felipe Madrazo y Magdalena López, y sus maternos, Gustavo Becerra Fabre y Etelvina Garrido.

    Su pueblo vivió entre glorias y desgracias por los caprichosos desmadres de sus ríos, y entre la modorra del calor, las costumbres y los efectos de la Revolución Mexicana. Los villahermosinos estuvieron a merced de las aguas –por lo general pacíficas– pero que al salirse de sus cauces naturales han ocasionado indescriptibles destrozos y pérdidas humanas. La capital de Tabasco tiene más agua que tierra, por estar situada en la convergencia de los ríos Grijalva, Mezcalapa y el Carrizal, y con las lagunas interiores de Las Ilusiones, La Pólvora y El Espejo, entre otras. San Juan Bautista era la encrucijada comercial del Estado y el contacto con el país y con el mundo. Diverso era su trasiego de mercaderías: ganado y sus productos, plátano, cacao y copra, en barcos humeantes que iban y venían, añadiendo pinceladas de romance mágico al villorrio.

    Carlos A. Madrazo cursó la educación primaria en el Instituto José L. Rovirosa, de 1921 a 1927, y la secundaria en el Instituto Juárez, de 1929 a 1931. En el primero, un niño de corta estatura pero con mucha fibra, pronunció un discurso exaltando la figura de don Benito Juárez, bajo la mirada simpática del gobernador Tomás Garrido Canabal, quien a partir de entonces lo invitó como orador en sus giras por el estado. Apenas un púber, dio sus primeros pasos en la actividad política y lució su espléndida oratoria, que lo hizo popular en el Juárez, del que fue aprovechado alumno. En el primer año de su secundaria fungió como secretario de la Asociación de Estudiantes Libres del Instituto, y jefe de redacción de su revista: La voz del estudiante. A sus catorce años también fue designado Secretario del Consejo Técnico de Educación, en Tabasco, y luego secretario del plantel por los estudiantes, cuyo sueldo de 60 pesos mensuales le ayudó a sufragar sus estudios.¹ Y en este 1931 ingresó a la Federación Estudiantil Tabasqueña, el capítulo local de la Confederación Nacional de Estudiantes. Garrido Canabal desde un principio vio en él un diamante en bruto, así que de plano le adoptó como su ahijado político.

    Una organización leal, el Partido Radical Tabasqueño, pidió a Antonio Ocampo y a él formar un grupo juvenil bajo la bandera garridista opuesta al fanatismo religioso, la Iglesia Católica y el alcoholismo, y en pro de la educación racionalista, inspirada en el pensamiento de pedagogo catalán Francisco Ferrer i Guardia. Así, Madrazo acudió a sus amigos y compañeros del Juárez para formar el Bloque Juvenil Revolucionario (o de Jóvenes Revolucionarios), al que se sumaron empleados públicos y simpatizantes del gobierno. Aquí está el origen de los muchachos –hombres y mujeres– que se distinguirían por su peculiar atuendo, las Camisas Rojas, de legendaria memoria. Su verbo avasallante y su inalterable confianza en sí mismo paralizó casi desde el inicio a sus contrincantes en el debate político. Desarrolló bien pronto sus aptitudes políticas y su capacidad para escribir, y una temeridad fuera de lo común para enfrentar con la palabra a públicos numerosos o del tamaño que fueran.

    En 1932 y 1933 Carlos Alberto Madrazo continuó sus estudios en la capital de la república, en la Escuela Nacional Preparatoria, donde se convirtió en presidente de los alumnos, impresionando con su verbo fogoso y prodigiosa memoria, y de quien copiosamente fluyeron anécdotas y relatos históricos que salpimentaban sus arengas. Hacer política fuera de su recinto tropical tuvo sus dificultades, además de las propios de su edad. Ingresó a la Facultad de Jurisprudencia de la

    UNAM

    y costeó sus estudios, con pequeños asuntos en la Junta de Conciliación y Arbitraje de la capital de la república y en la ciudad de Jalapa, Veracruz, en cuya universidad concluyó sus estudios.²

    Mientras tanto, Madrazo participaba en el Partido Nacional Estudiantil Pro Cárdenas, en 1933, donde colaboró con Natalio Vázquez Pallares y Lauro Ortega, primer secretario de dicha organización política.³ Más adelante, figuró como delegado del Partido Nacional Revolucionario (

    PNR

    ) por Tabasco, en su convención que aprobó el Plan Sexenal. Participó en mesas y discusiones con viejos lobos del partido oficial, como Luis I. Rodríguez y Silvano Barba González, y trató al delegado del Estado de México, un vasconcelista destacado: Adolfo López Mateos, con quien iniciará una sólida amistad de insospechadas consecuencias en el futuro.

    Madrazo así explica su rechazo a Calles y su adhesión a Cárdenas:

    En 1932, siendo Presidente de la Sociedad de alumnos de la Escuela Nacional Preparatoria […] tomamos partido por la candidatura del general Lázaro Cárdenas. Las condiciones políticas de México en aquella época eran explosivas: cansancio popular, una organización obrera, la

    CROM

    , enteramente gobiernista, sostenedora de la dictadura del general Calles; una burocracia surgida de la Revolución.

    Mientras se encontraba en Jalapa cursando su carrera de abogacía, reanudó su esfuerzo por consolidar y hacer crecer el grupo estudiantil al que pertenecía, la Confederación de Estudiantes Socialistas de México. En ella destacaron, entre muchos otros: Jesús Robles Martínez, Enrique Ramírez y Ramírez, Juan Gil Preciado y los que serían sus cercanos amigos de toda la vida: César Tosca, Helio Flores, Darío Vasconcelos y Ángel Veraza, así como quien sería su tenaz perseguidor años después, Luis Fernández del Campo.⁶ El grupo buscaba proyección nacional, por lo que organizó congresos en diferentes puntos del país, como en Puerto Álvaro Obregón –que en 1947 venturosamente recupera su nombre original: Frontera–, Guadalajara, Uruapan, Guanajuato y Durango.

    Mención especial requieren los acontecimientos infaustos del 10 de diciembre de 1934 –en la víspera de la celebración de la Guadalupana– en el atrio de la iglesia de San Juan Bautista, en el centro del pueblo de Coyoacán, en la Ciudad de México. Un grupo de cerca de setenta Camisas Rojas provocadoramente se instaló en la entrada de la iglesia mientras tenía lugar una de las primeras misas del día y hostilizó a los fieles, que no estaban para sacrilegios. Antonio Ocampo hizo de la base de una cruz de piedra una tribuna improvisada, e inicialmente disparó una lluvia de insultos y chiflidos a los devotos parroquiales. Olvidando la máxima cristiana de que después de recibir la primera bofetada debe ponerse la otra mejilla, los rijosos católicos salieron como de la boca del infierno –azuzados por el cura oficiante– y pronto aparecieron pistolas y cristianos caídos, cinco para ser exactos, y que al día siguiente fueron bautizados como mártires de la fe. La muchedumbre embravecida corrió tras los Camisas Rojas que abandonaron el campo y se refugiaron en el edificio de la Delegación Coyoacán, en donde el jefe era el tabasqueño Homero Margalli. Uno de ellos llegó tarde, de nombre Ernesto Malda; cayó en manos de la turba y con bárbara saña fue golpeado hasta morir. A la hora de las indagaciones, solamente tres católicos fueron arrestados, mientras que 64 Camisas Rojas fueron acusados de asesinato y lesiones. De ambos bandos salieron a relucir las inocencias y coros de Fuenteovejuna. Madrazo estuvo presente en los acontecimientos y cayó en prisión, aunque su nombre no se mencionó en las notas periodísticas, como sí fue el caso de Agapito Domínguez y Antonio Ocampo, lo que resulta extraño, dado su alto perfil.

    En 1935 Madrazo trabajó como pasante de Derecho en la Secretaría de Agricultura, con su mentor de Tabasco, y se separó del puesto en junio, a raíz del conflicto entre Plutarco Elías Calles y el presidente Lázaro Cárdenas. En el segundo semestre fue inspector escolar de la Secretaría de Educación Pública y, al iniciar el año siguiente, nombrado director de la Hemeroteca Central de la misma institución. Debió trasladarse a su Estado natal a fin de encargarse por breve tiempo de la Dirección General de Educación Pública y luego regresó a su puesto en la Hemeroteca. El 2 de abril de 1938 fue designado secretario particular del gobernador de Guanajuato, Luis I. Rodríguez, y cuando este personaje pasó a la Presidencia del recién fundado Partido de la Revolución Mexicana (

    PRM

    ) en 1938, Madrazo le siguió en el puesto. El 15 de abril de 1939 participó en la organización del Congreso de Unidad Juvenil del que salió la Central Única de la Juventud, de la que fue su primer presidente. En su calidad de líder juvenil estuvo presente en la Convención del

    PRM

    el 3 de noviembre de 1939, presidida por el general Heriberto Jara y los dirigentes del sector Campesino (Graciano Sánchez), Obrero (Vicente Lombardo Toledano) y Militar (Othón León Lobato), en la que se designó candidato presidencial al general Ávila Camacho –para suceder al general Lázaro Cárdenas– y se aprobó el Segundo Plan Sexenal (1941-1946).⁸ En aquel año de 1938 fundó la Confederación de Jóvenes Mexicanos (

    CJM

    ) –luego Confederación de la Juventud Mexicana)–, de la que fue presidente del primer Comité Nacional Ejecutivo, con Ángel Veraza (Secretario General), Enrique Ramírez y Ramírez (Secretario de Organización), Juan Gil Preciado (Secretario de Relaciones Exteriores), Arturo Hernández, Ismael Andraca, Alejandro y Margarito Gómez Maganda, Lauro Ortega, Antonio Ocampo, Carlos Rubio y un ingeniero de apellido Teuffer.

    El presidente Ávila Camacho nombró Jefe del Departamento Central al hidalguense Javier Rojo Gómez, quien el 1º de diciembre de 1940 designó a Carlos Madrazo Jefe de la Oficina de Colonización, cargo en el que se mantuvo quince días, y luego pasó a ser Jefe de la Oficina de Estadística y Estudios Económicos del mismo Departamento Central. Desde este puesto elaboró el proyecto de creación del Banco del Pequeño Comercio, impulsó la multiplicación de estufas del gas a precios bajos, a fin de frenar la tala de bosques en el Distrito Federal y lugares aledaños. Detentó este cargo hasta que el 1º de enero de 1942, cuando fue designado Director General de Acción Social. Desde aquí creó la primera feria del libro, de abril-mayo de 1942, seguida por una segunda al año siguiente, en la calle de Ejido, para después abarcar la Plaza de la República y, luego, la de la Constitución. La solemnidad de su inauguración no deja dudas de su importancia: asistió el Presidente Manuel Ávila Camacho. También reorganizó el servicio médico de la capital y fundó el Hospital Rubén Leñero y seis puestos de emergencia.¹⁰

    En 1942, al lado de Ramón G. Bonfil y Lauro Ortega, fundó la Confederación de Organizaciones Populares, después llamada Nacional (

    CNOP

    ). Por otro lado, desempeñó el puesto de director de Acción Social hasta el 30 de junio de 1943; y el 1º de septiembre tomó posesión como diputado federal en la XXXIX Legislatura por el II Distrito de la capital de la república. Aquí Madrazo coincidió con legisladores de renombre o que no tardarían en adquirirlo: Efraín Brito Rosado, Cándido Aguilar, Graciano Sánchez, Manuel Moreno Sánchez, Andrés Serra Rojas, Ruffo Figueroa, Víctor Alfonso Maldonado, Antonio Manero, Lauro Ortega, Pedro Téllez Vargas, Jesús Yurén, Sacramento Joffre, Ramón Buenfil, Norberto Aguirre Palancares, Donato Miranda Fonseca, Cándido Aguilar y Gustavo Díaz Ordaz, entre otros, con quienes estrecharía lazos cuyos frutos –dulces y amargos– se verían en los años por venir.¹¹

    Madrazo encabezó la facción de izquierda en la Cámara de Diputados y fue simpatizante del Jefe del Departamento Central, Javier Rojo Gómez, quien aspiraba a suceder a Ávila Camacho en la Presidencia de la República. Con las mismas pretensiones se encontraba el Secretario de Gobernación, Miguel Alemán Valdés. De apenas 29 años, el impetuoso Madrazo era el visitante más asiduo a la tribuna, en la que pronunciaba encendidos discursos y llamaba la atención sobre temas de la agenda nacional, ignorando de plano al llamado jefe de control político de la Cámara de Diputados, Federico Medrano. Opuesto al control político y al ritualismo vacío que desde hace muchos años ha acompañado al culto presidencial, con desgano, pero por deber de legislador, Madrazo asistió a la Cámara a escuchar el informe anual de Manuel Ávila Camacho, el 1º de septiembre de 1944.

    La costumbre –o rutina, mejor dicho– era que dicho informe fuera respondido por el Presidente del Congreso, con elogios y zalamerías. Con todo, en esta ocasión sucedieron hechos inusuales, con la previsión imaginada de que Madrazo se saldría del guión establecido en estos casos. Ávila Camacho ya estaba del lado de los enemigos del impetuoso representante popular, a cuya juventud se sumaba la explosiva chispa de sus habilidades oratorias y parlamentarias. El presidente había olvidado –la desmemoria es propia de los ingratos– que el tabasqueño en varias ocasiones habló en las plazas durante su campaña presidencial. Adelantándose a la conducta de Madrazo y su grupo de fieles rebeldes al control político, fue diseñada desde Los Pinos una trama maestra de la infamia: el 1º de septiembre debía ser el principio del fin de la prometedora carrera política del joven Carlos A. Madrazo. Palabra de presidente.

    Conocemos con cierto detalle el sórdido plan en contra de Madrazo, que él relató años después de los acontecimientos de ese caluroso fin del verano de 1944.¹² Recibió una invitación del secretario particular de la Presidencia, Jesús González Gallo, el mes anterior, para intercambiar puntos de vista acerca de la conveniencia de que el diputado Herminio Ahumada (yerno de José Vasconcelos y atleta olímpico) contestara el penúltimo informe del titular del Ejecutivo. Madrazo no comulgó con esta idea, le parecía muy mala, ya que Ahumada no es revolucionario, ni centrista ni conservador y carece de una actitud austera y ha sido blando al halago económico de las gentes que manejan la administración parlamentaria. Sugiere en su lugar a los diputados Fernando Mora, Andrés Serra Rojas, Teófilo Borunda u Octavio Sentíes. En respuesta, González Gallo se levantó bruscamente de su asiento y elevó el volumen de su voz: Ahumada ya fue designado. Si usted quiere, opóngase. Sorprendido y disgustado Madrazo se retiró, sin sospechar que ha recibido el primer golpe cuyo propósito último era echarlo de la Cámara de Diputados, o peor aún, liquidar su carrera política. Era casi segura su reacción negativa durante o después de la intervención de Ahumada, quien carecía de virtud política alguna. Ya en acción, este atleta olímpico actuó cumpliendo con el papel que le correspondía en esta opereta de varios actos. Fue un provocador desde el principio, ni más ni menos: criticó implacablemente al sistema político que le ministraba sus alimentos y satisfacía sus demás necesidades materiales:

    el solo ejemplo de probidad en la vida pública y privada del Primer Magistrado debería bastar para contener el desenfreno

    ¿Disfrutas la vista previa?
    Página 1 de 1