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Una peligrosa aventura en Toscana
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Libro electrónico280 páginas3 horas

Una peligrosa aventura en Toscana

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¡Descubre una Toscana aún desconocida!

Para Alonso, la región de Toscana (Florencia) no es ya solo la cuna del Renacimiento, o una tierra de ensueño, historia y arte, adornada por doquier de armoniosas hileras de esbeltos cipreses, sino más bien un destierro cruel. Le han tendido una trampa fatal en una presunta galería de arte de Madrid, tapadera del blanqueo del dinero de turbios negocios chinos.

Para salvar su cabeza es obligado a irse desterrado al pueblito toscano de Poppi y participar en un robo, orquestado por la mafia china de Madrid, con el apoyo del clan de Prato (Italia), en el Corredor Vasariano, parte de la prestigiosa Galería de los Uffizi (Florencia). Camuflado de estudioso de Dante Alighieri, pasará inadvertido para la policía.

¿Conseguirá su amor, su flor florentina, librarlo de las garras de la mafia y la justicia ciega?

Una novela que te hará descubrir otra Toscana, menos turística, más real y desconocida.

IdiomaEspañol
EditorialCaligrama
Fecha de lanzamiento28 ene 2021
ISBN9788418203596
Una peligrosa aventura en Toscana
Autor

Cruz Valle Cantizán

Cruz Valle Cantizán nació tras los duros años de la Gran Guerra Mundial, en el corazón de la provincia de Cádiz, en el pueblecito de San José del Valle, donde radica la fuente surtidora del acueducto del Tempul, que abastece a la capital gaditana desde tiempos romanos, y, hoy en día, lo hace además a otras poblaciones de la provincia gaditana, gracias a los embalses de Los Hurones y de Guadalcacín. Amplió sus estudios en España, de Magisterio y Filosofía y Letras, con los de Psicología en Italia y Salud Pública en Noruega y los Estados Unidos. Formado también en el diseño de contenidos para el e-Learning en Nueva Zelanda y España. Profesionalmente vinculado al sector de la traducción, la salud pública y la formación, incluido la Formación Dual, integrando a jóvenes españoles en empresas alemanas. En su novela subyace un intento de hermanar la cultura italiana y la española.

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    Una peligrosa aventura en Toscana - Cruz Valle Cantizán

    Recordatorio

    Las localizaciones geográficas, los lugares relacionados con el arte y la historia, así como los personajes históricos aquí citados son reales. En cambio, el relato y los nombres de los personajes modernos que forman parte de la narración son fruto de la ficción, sin ánimo de hacer en ningún caso referencia a personas concretas, con la excepción de los personajes Juan el zagalito, la Canti y la Chiquita que han dado su consentimiento. Por lo restante cualquier parecido de esta historia con la realidad es pura coincidencia.

    Asimismo, hay que dejar constancia de que este relato fue pergeñado mucho antes de la aparición de la pandemia del coronavirus. Por tanto, la referencia a nacionales de un determinado país no tiene nada que ver con esa pandemia y es una pura casualidad por las vicisitudes del azar.

    Reconocimiento

    No puedo menos que expresar mi agradecimiento sincero a mi paisano y amigo Juan Moreno Cortés, que nos dejó para siempre cuando estaba en plenitud de la vida. Tuvo la amabilidad y la paciencia de leer algunos capítulos del primer borrador hasta que le fue posible.

    Asimismo, a D. Roggi, incansable lectora con agudo sentido crítico que desde el primer momento me animó a realzar la figura de Dante Alighieri —de cuya muerte se cumplirá en 2021 el VII centenario— y a conocer la comarca del Casentino, tal vez menos turística y glamurosa, pero no por ello menos encantadora que las restantes zonas de la región toscana. Afortunadamente, conté siempre con su apoyo; sobre todo, en los momentos más arduos.

    A L. Forti, por infundirme el goce por la lengua y la cultura italianas.

    A mi paisano M. Montes y a M. Romero, por su asesoramiento en el arte de los pinceles.

    Al joven A. Nevado Villalba, por los retoques en la fotografía de la solapa.

    Y finalmente mi gratitud a tod@s aquell@s que de una manera u otra me animaron y ayudaron a materializar este relato en el marco de una Toscana menos turística, y por ello más desconocida.

    Punto de contacto: ntoscana20@gmail.com

    Twitter: @ValleCantizan

    Blog Espejo de Sueños

    http://xn-espejo-de-suenos-con-libros.net/

    Capítulo 1.

    La llegada a Poppi en busca de Dante Alighieri

    «Siendo un mozalbete, luché en el Ejército

    y pasé mucho miedo, pero al final sentí

    muchísima alegría por todo lo que viví

    en aquella batalla (Campaldino,1289)».

    Francesco Mazzoni,

    Epístolas de Dante Alighieri¹

    Huelo el peligro muy cerca de mí. A cada paso que doy, siento a mis espaldas la amenaza de que algo grave podría sucederme en cualquier momento.

    Acabo de poner pie en Poppi, y empiezo a darme cuenta de verdad de hasta qué punto estoy metido en un buen lío. Lo de trabajar como espía para un grupo mafioso chino es mucho más grave de lo que yo mismo podía imaginarme, cuando estando en España me extorsionaron y chantajearon los chinos para obligarme a trabajar para ellos; o, de lo contrario, podía irme preparando para asumir las consecuencias que caerían sobre mis espaldas, si por si acaso no estuviere dispuesto a colaborar.

    Pero, lamentablemente, ya es demasiado tarde para dar marcha atrás.

    El pánico me corre por las venas. Temo que acabe por paralizarme el pensamiento y me impida afrontar la peligrosa situación en la que me han malmetido y que pende sobre mi cabeza como la espada de Damocles, en forma de catana china.

    Por fortuna, he sacado fuerzas de flaqueza, no sé de dónde ni cómo. No dejo de recordar lo que me repetía siempre mi abuela materna, Sebastiana, cuando me veía desconcertado y con el rostro descompuesto por el miedo: «Alonso, por lo que más quieras, no te dejes dominar nunca por el miedo, porque entonces no podrás pensar y te sentirás como un conejo agarrotado, incapaz de reaccionar». ¡Y cuánta razón tenía!

    Precisamente en este momento, necesito tener la cabeza fría y andar con mucho tiento.

    ¡Ojalá el recuerdo de Dante Alighieri, mi maestro, luchando en la batalla de Campaldino me dé ánimos para cubrirme las espaldas y aguantar todo lo que me caiga encima. Ya me gustaría a mí ser tan valiente como él. Nunca pensé que Dante fuera tan hábil con la espada como con la pluma. De ahora en adelante, quiero que sea mi mentor y mi punto de apoyo.

    No acabo de hacerme a la idea de cómo en tan poco tiempo, en apenas seis meses, he podido pasar de trabajar en una galería de arte en Leganés, regentada por un grupo empresarial chino, a terminar escondido en un pueblecito de Toscana, camuflado de estudioso de Dante, pero con el propósito de realizar un trabajo sucio e infame en provecho del clan chino de Madrid.

    Por supuesto que no estoy aquí precisamente para hacer turismo, y gozar de sus magníficos paisajes y frondosos bosques, sino que una vez más tengo que confesar que soy víctima de un chantaje, de una extorsión.

    En mi opinión, todo parte de algo tan simple como haber estado presente a destiempo donde se suponía que no debía estar y haber oído de forma involuntaria una conversación de carácter reservado que mi jefe chino, Dang Ping, mantenía con la directora de la galería. De las frases entrecortadas que pude entreoír, deduje que se trataba de un asunto que tenía que ver con Florencia, posiblemente sobre alguno de sus famosos museos. El resto son deducciones mías recompuestas apresuradamente. Sospecho que podría tratarse tal vez de la trama sobre un supuesto robo de una obra de arte en un importante museo florentino algo me hacía pensar. no sé por qué, que tal vez debería participar en un robo en la ciudad de Florencia.

    Además, me pareció entreoír también que, para camuflar semejante plan, me conseguirían una beca de estudios para enviarme a Toscana como becado por el Ministerio de Cultura. La presunta beca obtenida de aquella manera, por no decir saltándose las reglas, me serviría de tapadera, quiero pensar, para encubrir mi participación en el delictivo plan del clan chino.

    Teóricamente, me dedicaría a terminar allí mi tesis sobre Dante Alighieri. Esa sería la excusa oficial. Pero, en el fondo, mi profesión de estudioso sería solo una tapadera para camuflar la tarea de facilitar información sensible al poderoso clan madrileño, supuestamente un potente grupo empresarial chino de carácter mafioso, enmascarado dentro del mundillo del arte como propietario de una elegante galería en Leganés.

    Al día siguiente de ese incidente en que me pillaron fuera de juego, el capo chino me hizo llamar a su despacho, a través de la directora de la galería, para dejarme muy claro cuál sería mi misión a partir de ese momento. Tras unos segundos de tenso silencio, en los que trató de intimidarme reiteradamente con su fría y pérfida mirada, me lanzó a continuación una amenaza en toda regla:

    —O consigues lo que yo pido a ti, cuando tú estal en Flolencia, o hacel ya testamento. Tú lobal cuadlo de la galería. Denuncial a policía… No obligues a mí a cosas malas. Ah —prosiguió el poderoso mafioso chino—, y mete bien en cabeza tuya, yo no hablal jamás contigo. Tú y yo no conocel de nada, ¿entendido? Y ahola vete. Señola Chong dalá te más detalles —dijo chapurreando a duras penas el español, pero con un mensaje muy claro y directo, sin dejar de mirarme en todo momento fijamente a los ojos, como si estuviera clavándome dos dardos.

    Por un lado, sé que me veo obligado a jugarme el cuello. Pues si no colaboro y no le paso la información que necesitan sobre la institución de Florencia en la que piensan cometer el delito en cuestión, ya sé lo que me espera. Por otra parte, sin subestimar el riesgo que corro de que la policía italiana que vela por la protección del patrimonio cultural italiano acabe echándome el guante, cuando menos me lo espere, por atentar contra la integridad de los bienes públicos, como mínimo en calidad de colaborador necesario en la comisión de un delito.

    Por más vueltas que le doy, no encuentro de momento otra salida que cumplir lo que me ordenen. Me veo con la soga al cuello. O acepto ese arriesgado encargo con el caramelo envenenado de la beca en Toscana o, de lo contrario, el capo chino me denunciará a la policía española, como me ha amenazado de entrada, por haber robado un lienzo de gran valor de la citada galería china de Leganés. En resumen, sería inculpado de una serie de delitos contra la propiedad ajena, a más arruinaría mi prestigio profesional para toda la vida, e incluso quién me quita que no termine, como mínimo, yendo a parar con mis huesos a la trena o, aún peor, acabar triturado dentro de un camión hormigonera.

    No paro de darle vueltas a cómo podría defenderme yo solo frente a todo un poderoso clan mafioso. Sería como David contra Goliat. Me obsesiona cómo eludir ese dilema, pero termino siempre por no encontrar posibilidad alguna de zafarme del grave enredo en el que estoy metido.

    Mi único delito es, como ya te apuntaba, haber oído de forma involuntaria unas frases entrecortadas de una sigilosa conversación que el capo chino y la directora de la galería mantenían en su despacho, pensando que estaban solos, sin testigos de ninguna clase. Eso fue todo. O tal vez fue solo la excusa para atraparme en sus redes.

    Todo ello me hace sospechar que el capo chino trama algún plan en Florencia, a juzgar por la forma cómo reaccionaron la directora y el dueño de la galería ante la posibilidad de que alguna palabra indiscreta y comprometida pudiera haber llegado a mis oídos.

    Como puedes ver, menudo muerto me acaba de caer encima, sin comerlo ni beberlo.

    A partir de este momento, me he convertido en un peón al servicio del emperador en el extraño tablero de ajedrez chino.

    Verdaderamente, camino sobre el filo de la navaja y tendré que andarme con mucho cuidado, pero ¡quién dijo miedo! Si Dante Alighieri, siendo apenas un mozalbete, salió vivo de la batalla de Campaldino, ¡yo también por qué no puedo librarme de la trampa que me han tendido!

    En dicha batalla, el joven Dante demostró arrojo más que suficiente para jugarse el tipo en primera línea de combate como jinete de caballería en el ejército de los güelfos, los defensores del papado, contra los gibelinos, en su mayor parte aretinos, que estaban de parte del Sacro Imperio Romano Germánico.

    En mi caso concreto, creo que no me queda más remedio que colaborar en el plan del mafioso chino para satisfacer sus caprichos, porque, de lo contrario, me temo que lo acabaría pagando muy caro.

    Te puedes imaginar lo que me espera. Juraría que me juego incluso mi propia vida. No hace falta que te recuerde cómo se las gastan en la mafia china.

    Por otra parte, no sé todavía hasta qué punto tendré que participar en la preparación material del golpe ni tampoco tengo idea de quiénes forman parte de la banda, ni siquiera quién será mi contacto o correo de enlace. ¿Estará en Madrid, en Toscana?

    Antes de marcharme a Italia, pedí a la directora que me explicara en qué consistiría exactamente mi papel y, de forma despectiva y en un perfecto español con entonación china, me espetó: «Te sobra y te basta con saber que la contraseña para las comunicaciones cifradas será bigotes sevillanos, y todo lo demás lo sabrás a su debido tiempo. Seremos nosotros quienes desde el centro de operaciones nos pondremos en contacto contigo. Únicamente deberás contactarnos en casos de extrema necesidad, ¿entendido? Métete bien en la cabeza que no te perderemos de vista. Puedes estar seguro. Seremos tu sombra allí donde estés».

    Y en los ambientes de la mafia, como ya se sabe, se puede empezar siendo un soplón de poca monta; y llegado el caso, terminar convertido en un vil pistolero.

    Espero que ahora comprendas por qué te digo que no las tengo todas conmigo; pero si me sigues en esta peligrosa aventura en la que estoy atrapado de pies y manos, tú serás el primero en enterarte de si sobreviviré o no.

    *******************

    No cabe la menor duda de que Alonso está apresado en una trama tan comprometida y peligrosa que solo cabría desearla a los peores enemigos. El clan chino de Leganés le ha tendido una trampa en toda regla.

    Jamás se había visto en otra igual.

    Hace apenas seis meses, Alonso Clarafuente llegó a Madrid desde Barcelona en busca de una oportunidad con la idea de empezar una nueva vida.

    Atrás quedaba una experiencia agridulce. En parte, muy positiva en sus primeros años de estancia en Cataluña, pero llena de sinsabores en su última etapa. Había sufrido todo género de hostilidades: desde acoso y hostigamiento laboral en su trabajo en la Administración, en su condición de historiador, por no comulgar con las ideas del bloque separatista instalado en el poder, hasta rayar en la marginación social por algunos de sus compañeros de colegio a los que tenía por amigos, pero que terminaron por darle la espalda para dar prioridad a sus ideas políticas separatistas frente a una amistad de toda una vida.

    Y para colmo, a todo ello se le unía toda una sucesión de relaciones sentimentales frustrantes y de corta duración, cuyo balance final era bastante negativo.

    Pero ante todo ese cúmulo de circunstancias adversas, Alonso sacó fuerzas de flaqueza, sin saber todavía cómo, en medio de la fuerte depresión en la que había caído y consiguió sobreponerse a la inercia que lo arrastraba hacia un sinsentido. Por suerte, se agarró al clavo de la esperanza de que tal vez la vida podría darle todavía una nueva oportunidad.

    Por ello, muy a su pesar, decide abandonar su segunda patria y marcharse a Madrid con la ilusión de dar un rumbo distinto a su existencia.

    Fue muy doloroso comprobar cómo con el transcurso del tiempo se habían ido desvaneciendo todos los proyectos de aquel niño que años atrás llegó a la estación de Sants de Barcelona desde su Andalucía natal en el tren de la esperanza, popularmente conocido como el Catalán, que algún día confiaba poder alcanzar. Entonces arrastraba una pesada y desvencijada maleta cargada de sueños e ilusiones, y ahora, a sus treinta y ocho años, se ha visto obligado a escapar de su querida Cataluña, su segunda patria, y con el alma desgarrada decide poner tierra de por medio en busca de un nuevo ambiente menos crispado donde poder comenzar una nueva aventura e imprimir un sentido distinto a su vida.

    Llega a la capital de España creyendo que estaba en Jauja, en una Arcadia feliz, ya que al principio la suerte parecía acompañarle. Encontró pronto trabajo, como ya quedó dicho más arriba, en una galería de arte como ayudante de dirección.

    Comparte su trabajo con la directora, Carmen Chong, una avispada y astuta china de mediana edad, nacida y criada en España. A primera vista, parecería que su ADN estuviera compuesto de una extraña combinación de genes culturales occidentales y chinos.

    En cambio, con el dueño de la galería, el señor Dang Ping, un alto ejecutivo de los negocios chinos en Madrid, tiene poco trato. Se reduce apenas a los saludos protocolarios de los buenos días, las buenas tardes y poco más. Siempre va vestido impecablemente elegante a la moda occidental y luciendo un ostentoso maletín acorde con la imagen de ambicioso tiburón de los negocios que parece querer transmitir. Es un tipo joven y apuesto de rasgos típicamente chinos. Por su aspecto externo, se diría que frisa apenas los cuarenta años.

    El trasiego en la galería es de baja intensidad, a juzgar por el escaso número de visitantes, de no ser por la presencia ocasional de personajes igualmente chinos bien trajeados al volante de automóviles de elevada cilindrada que entran y se dirigen directamente al despacho del gran jefe, pertrechados de misteriosos maletines, y que al poco tiempo abandonan la galería con las manos supuestamente libres de polvo y paja, y sin mostrar siquiera la más mínima curiosidad e interés por los cuadros allí expuestos, tanto de pintores europeos como chinos.

    Por ello, después de casi seis meses y con todo ese cúmulo de observaciones, Alonso no precisa hacer demasiadas indagaciones para darse cuenta de que en esa galería se ventilan otros negocios que nada tienen que ver con el mundo del arte y la pintura.

    Por fortuna, esa aparente escasa actividad le deja, al menos, tiempo suficiente para documentarse en temas de arte y dar incluso de vez en cuando una pincelada a la redacción de su tesis doctoral en historia sobre la figura de Dante Alighieri.

    Hasta que llega el momento en que se rompe esa calma chicha y un acontecimiento casual, ya apuntado más arriba, termina por actuar de detonante para arruinar para siempre la vida de Alonso.

    El incidente se produjo justamente por la noche, a la hora de salida del trabajo, mientras la directora y el jefe, Dang Ping, siguen en su despacho tramando un sospechoso contubernio, como minutos más tarde pudo comprobar. Alonso espera pacientemente que terminen su reunión para cerrar la galería, que es uno de los cometidos de su competencia, pero en ese entremedio a un cierto punto la directora abre la puerta del despacho y le indica que puede marcharse, que ella personalmente se encargará de cerrar la galería.

    En consecuencia, Alonso se despide con el habitual saludo de «Hasta mañana» y sale de la galería camino a casa. Pero una vez en la calle, se percata de haber olvidado la tarjeta del transporte público dentro de su pequeño portafolio sobre la mesa de trabajo, y regresa rápidamente a la galería para recuperarla. Al entrar de nuevo, la puerta del despacho está entreabierta y le parece oír cómo el capo chino menciona un importante museo florentino, al tiempo que le pregunta a la directora si cree que Alonso les puede servir para participar en el

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