Don Quijote de las mallas y los libros gigantes
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Un ensayo sobre cine y literatura escrito con la osadía de quien sale a la calle a combatir el crimen con capa y sin poderes.
Imagine la silueta de Don Quijote proyectada en el cielo nocturno cual batseñal sobre el libro-rascacielos que abre la película de King Vidor «El manantial» y tendrá en su cabeza la imagen que sintetiza este libro, un insólito ensayo doble en el que el autor explora con rigor, ironía y sentido de la aventura el significado del libro como objeto en el cine (los libros gigantes del título) y las relaciones del inmortal personaje de Cervantes con la moderna figura del superhéroe real (ese vigilante enmascarado que, influido por la lectura de cómics, emula con mallas a sus héroes predilectos).
Eduardo Losa Vázquez
Eduardo Losa Vázquez es licenciado en Filología Hispánica. Desde muy joven mira con ojitos de besar al Cine y la Literatura. Ha escrito Don Quijote de las mallas y los libros gigantes porque no existía y quería leerlo. Aunque no es el libro que se moriría por leer. El libro que se moriría por leer es el Manual para el recientemente fallecido de «Bitelchús».
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Don Quijote de las mallas y los libros gigantes - Eduardo Losa Vázquez
Don Quijote de las mallas y los libros gigantes
Don Quijote de las mallas y los libros gigantes
Eduardo Losa Vázquez
caligramaDon Quijote de las mallas y los libros gigantes
Primera edición: julio 2017
ISBN: 9788417120658
ISBN eBook: 9788417164478
© del texto
Eduardo Losa Vázquez
© de esta edición
, 2017
www.caligramaeditorial.com
info@caligramaeditorial.com
Impreso en España – Printed in Spain
Quedan prohibidos, dentro de los límites establecidos en la ley y bajo los apercibimientos legalmente previstos, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, ya sea electrónico o mecánico, el tratamiento informático, el alquiler o cualquier otra forma de cesión de la obra sin la autorización previa y por escrito de los titulares del copyright. Diríjase a info@caligramaeditorial.com si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra.
A mis padres.
Todo ensayo es una invitación a leer levantando la cabeza.
Para una mejor comprensión del que tienes entre las manos, te recomiendo leerlo levantando la cabeza en la siguiente dirección:
https://drive.google.com/open?id=0B-JJchS4UYxdUWczWU82Tjd3NkU
"Tengo una buena noticia: el teletransporte ya está inventado, y existe desde que el mundo es mundo o al menos desde que existe la literatura. No solo es capaz de llevarnos a otros lugares, sino que además nos permite viajar en el tiempo. Y ¡atención! un buen libro no envejece nunca, o ¿pensáis que el Quijote está pasado de moda? ¡Eso jamás! (Sara Carbonero)
Espero que a través de esta obra libros y films se mezclen y entremezclen, espero que hagan el amor
(François Truffaut)
Espero que no nos pongamos demasiado serios porque, si la dejamos moverse entre nosotros a sus anchas, la seriedad es la Muerte Roja
(Ray Bradbury)
Todos deseamos que aparezca alguien con superpoderes, pero el único superpoder que aparece seguro usa bata negra
(Woody Allen)
A mí lo que me interesa del cine, y está mal decirlo, es la literatura
(Fernando Fernán Gómez)
Y leer y leer y leer, y volver a leer y leer y leer
(Louis Aragon)
Don Quijote no es un superhéroe ni mucho menos, no tiene superpoderes para arreglar el mundo ni es tan listo que tenga la solución a todos los problemas que encuentra en su camino
(Fernando Savater)
"¿Qué os parece desto, amigos? ¿Digo algo, o quiébrome la cabeza? (Sancho Panza)
¿Graciosico me sois? ¿De chocarrero os picais?
(Don Quijote)
Conviven en este ensayo, desocupado lector, abrazados haciendo la cuchara, libros y películas, películas y libros. Diría uno que es como su corazón, si no temiera un comentario posterior del tipo: En efecto, menuda patata. Aunque peor sería que lo llamasen texto
¿no crees? Como dice Stephen King en Danza macabra, un texto es la apoteosis del libro aburrido. Por encima del libro de texto, un peldaño más arriba en la escala del aburrimiento, está el texto de libro. Y algo de apoteósico tiene, es cierto, porque delante de él no te limitas a exclamar: ¡Qué rollo!, exclamas: ¡Dios, qué peñazo! La antípoda del texto, el desiderátum en materia de ensayos es el ensayo que Martín Gaite llamaba a lo gitano
, es decir, aquel que te arrastra en el viaje que va haciendo, que es su devenir y te sorprende y te provoca. Doña Carmen ponía como ejemplo excelente
La infancia recuperada, y ahora que lo pienso también Danza macabra alcanza ese nivel.
—Danza macabra. Un ensayo a lo gitano. Un estudio de Gypsy King sobre el escalofrío. Léalo y verá el gusto que recibe de su leyenda.
Por cierto, lector, ¿sabías que Mañas, en La literatura explicada a los asnos, describió a Savater como el Stephen King del pensamiento español
?
Como lo oyes.
Tal cual.
Da para faja, ¿verdad?
¡Ah José Ángel Mañas! ¡Quién le iba a decir a Martínez Sarrión que el autor de Historias del Kronen, aquel mocoso que confundía digerir
con ingerir
, acabaría escribiendo un manual de literatura para jóvenes y no tan jóvenes
! Y además en serio, con reflexiones elevadas como esta: La característica del lector de novelas es que, a fuerza de estar en tantas cabezas diferentes, de bucear en tantos mundos dispares —porque cada novela es una ventana a un mundo singular— crece necesariamente la capacidad de empatía para identificarse con el otro, y también la de multiplicar los puntos de vista sobre una cuestión a la hora de analizarla, cosas ambas que redundan en una mayor humanidad
.
—La verdad es que cuesta digerir tamaño anacoluto, pero capto la idea recibida. Es lo que decía Brodsky, ¿no?: Le será más difícil disparar a un semejante a quien ha leído a Dickens que a quien no lo ha leído
.
Es la idea que condensa el lapsus de la película Fahrenheit 451: good people por book people.
—Juegos de palabras, fuegos de palabras.
Retóricamente pobre en comparación con el original francés (hommes-livres/ hommes libres), políticamente de lo más correcto ( hoy existen hombres-libro, como Bradbury quería, pero ya no se llaman así, ahora son personas-libro o gente-libro).
Obviamente al productor le horrorizaba, pero a Truffaut, no sé por qué, le convencía como solución (me pregunto qué le habría parecido El Libro de Eli, ese apañado film de los hermanos Hughes donde el bueno es un hombre-libro que te arrastra en el viaje que va haciendo). Quizá porque le gustaba jugar con las posibilidades retóricas del libro. Una vez escribió que Antoine Doinel, en Antoine et Colette, era como esos libros que los padres recomiendan a sus hijos (algo vitando por tanto para su novia). Lo que me devuelve a La infancia recuperada. Cuando Savater presentó la octava edición en la Fundación Juan March (el audio está en Internet, lector, escúchalo y verás el gusto que recibes de su escucha) contó que Amador Julián se había orientado solo en el dédalo de libros de la casa. Y un día, casualmente, con trece años, fue a preguntarle si recordaba a un tal Chesterton ¡Chesterton ni más ni menos!
—No me digas más: igual que Antoine conquistó a los padres de Colette, Amador acababa de conquistar al Stephen King del pensamiento español…
Exacto, se ve que el muchacho era un poco viejoven, como Antoine Doinel, como el manual de Mañas para jóvenes y no tan jóvenes… Por aquel entonces —hablo de la fecha de la charla— Amador iba a cumplir veinte, y según su padre, ya prefería a Bergman y Antonioni sobre Spielberg. O sea: El eclipse sobre El imperio del sol, El ojo del diablo sobre El diablo en la carretera… Pero, ¿a qué demonios venía todo esto? ¡Ah, sí, el ensayo a lo gitano!
El nivel del ensayo a lo gitano es harto complicado de alcanzar. No todo el mundo puede subirse a ese carro. Si este fuera un ensayo así, carísimo lector, probablemente reaccionarías a su programa doble como aquella niña de La calumnia al pasaje del libro indecente: exclamando ¡Guau! ¡Doble Guau! Quizá pondrías la cara de sorpresa de Ray Milland en Golden Earrings cuando abre la cajita con los aretes de oro que le manda su amiga gitana Marlene. Pero ya te digo que no creo que eso pase. Mi máxima aspiración es alejarte mínimamente del soporcillo académico del payotexto indigesto o payoensayo, y a la vez acercarte tímidamente a mi pecho, donde bailan, cachete con cachete y ombligo con ombligo, libros y películas, películas y libros. Y si esto lo consigo, te aseguro que me daré por satisfecho. Ahora, por favor, sé bueno y sigue leyendo.
Cuando le preguntaron a Truffaut si prefería los libros o las películas, contestó que eso era como preguntarle a un niño a quién quería más, si a su madre o a su padre. Le petit François los amaba con igual intensidad, con un amor gemelo
, ese amor de llama doble que desoja al amador y lo inunda de calor. Un amor que es muy común y cada cual expresa a su manera.
Juan Manuel de Prada, por ejemplo —por irnos al otro lado del espectro— se ponía campanudo: Los libros y las películas han sido mi cobijo cuando el frío invierno, y también el frío infierno, me arañaban con su angustia
. Oh. Yo me muevo más bien dentro de un naturalismo fotográfico. Miro alrededor y registro un hecho indiscutible: libros y películas, películas y libros, conviven en los anaqueles. Al lado del pack con los cuatro discos de la trilogía de El Padrino está la caja con los dos volúmenes de El mundo como voluntad y representación (Alianza me hizo una oferta que no podía rechazar); sobre los libros-tranchete de Monterroso hay una tarrina con deuvedés de Clint Eastwood (Gran Tarrina), y junto a los estuches que contienen en VHS La virgen de los sicarios o La pistola de mi hermano reposan las ediciones de bolsillo de las novelas que adaptan( no deja de ser curioso que estas dos novelas perfectamente asumibles o asimilables por el cine quepan en esas cajas).
—Pregunta off-topic: ¿qué pueblo era aquel con tres meses de invierno y siete de infierno?
—¡No me distraigas, estoy pensando!
—Perdón.
Pienso ahora en aquel doctor de copiones, Jean Aurel, al que Truffaut enseñó el primer montaje de Fahrenheit 451 (todavía calentito, si se me permite el chiste). Lo mejor es la parte de los libros
, sentenció. Hay una parte de los libros en mi corazón, y una parte de los films, y ambas ocupan exactamente el mismo espacio (cualquier doctor te lo dirá). No tengo preferencia en absoluto; solo por esa cosa orgánica de las bibliotecas, que nunca se están quietas (a menos que obedezcan a un deseo de aparato), llega a darse el caso de que unos estén por encima de otros. Pero a veces me pregunto: ¿y si tuviera que elegir? Jules Renard hablaba en su diario de libros que desaparecen misteriosamente, como si el autor, juzgándonos indignos, los hubiera recuperado
. ¿Y si una de las dos cosas, películas o libros, debiera desaparecer como por ensalmo, dejando en los estantes un extraño brillo por su ausencia? ¿Y si alguien, juzgándonos indignos de tener las dos, nos obligara a elegir antes de chascar los dedos? ¿Con cuál me quedaría? La respuesta no ofrece duda: me quedaría con los films. Por una sencilla razón: porque de esa manera no perdería del todo el contacto con los libros.
Objetivamente es imposible ver films en los libros. Como mucho un fotograma en la portada. O varios en el interior. En cambio, es posible ver y leer libros en los films. Literalmente. Si los libros son el padre y la madre las películas, en el cine somos testigos de momentos especiales y excitantes en los que papá está dentro de mamá.
—Me gusta tu estilo. Está en la línea provocativa del hermano de Alfonso Cuarón. Cuando le entrevistaron para la edición Criterion de Solo con tu pareja soltó esto: La literatura y yo éramos novios de manita sudada, y pues este güey me presentó a esta prostituta que se llama el Cine, y pues me dio tan buenas felaciones que me quedé con ella
.
—¡No mames! ¿En serio dijo