Cartas de un buen hombre

Por Ainee Padilla

Cartas con el poder de hacer que los sentimientos resuenen en el tiempo.

¿Nuestra historia es definida por un lugar, un tiempo y un contexto específico? Cartas de un buen hombre relata la historia de Rogelio Pinilla, que desde joven buscó vivir experiencias excitantes gracias a su personalidad aventurera y terquedad en lograr sus sueños, a pesar de una enfermedad que le cambiará la vida. El contexto social y cultural de su época, el ambiente político y sus turbulencias, y vivir a la vez en ambos lados de la frontera de México y Estados Unidos, le pondrán retos ineludibles. Siempre manteniendo comunicación a través de sus cartas, conoceremos su actuar, su sentir y, tal vez, su forma de volver a casa.

• Idioma: Español
• Editorial: Caligrama
• Fecha de lanzamiento: 24 mar 2021
• ISBN: 9788417984823

Ainee Padilla

Originario de Monterrey (México), Ainee Padilla estudió la carrera de Ingeniero en Sistemas de Información. Gran admirador de las ciencias sociales, humanidades y las artes. Empezó su aventura literaria en su blog personal publicando poesía y relatos en prosa, siendo este elmedio que mejor encontró para expresar sentimientos y experiencias. Con Cartas de un buen hombre hace su obra debut, con una historia muy personal. Recientemente, he descubierto la escritura terapéutica como herramienta de autosanación, autoconocimiento y crecimiento personal.

Vista previa del libro

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Cartas de un buen hombre

Ainee Padilla

Cartas de un buen hombre

Primera edición: 2021

ISBN: 9788417984380

ISBN eBook: 9788417984823

© del texto:

Ainee Padilla

© del diseño de esta edición:

Penguin Random House Grupo Editorial

(Caligrama, 2021

www.caligramaeditorial.com

[e-mail])

Impreso en España – Printed in Spain

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Historia inspirada en Roberto Padilla Escamilla,

un hombre de una perseverancia inagotable,

alguien para el que la vida fue muy dura,

un gran ser humano, el mejor, mi padre.

20 de junio de 1973

Prólogo

Para entender la vida de mi padre, tuvieron que pasar años, muchos años. Sus cartas fueron apareciendo en diferentes espacios de la casa, parecían haber quedado sepultadas y olvidadas en el pasado. Aquellas cartas fueron revelando lo que él vivía en las épocas en que fueron escritas. Muchas de las situaciones planteadas aquí tienen una carta que él escribió. Para mí el haber encontrado esas cartas se volvió un tesoro invaluable, porque poco a poco me permitió ir armando un rompecabezas que desconocía, fue el descubrimiento de un hombre que sobre todo amó a su familia, que resistió a la distancia y en la soledad. Él dejó esta tierra siendo aún joven, con cuarenta y ocho años, cuando yo era un adolescente. Sus cartas se volvieron el medio por el que me siguió hablando y por el que sigue presente. Este libro busca ser un homenaje a su vida y una extensión de sus días.

I

Monterrey, Nuevo León (México)

El centro del universo, al menos lo es para quien llega a este mundo en esta tierra. Rogelio Pinilla Quintanilla era el segundo de cinco hijos, y su infancia corrió en el cobijo de una familia de clase media regiomontana. Artemio Pinilla, su padre, era un hombre muy serio, de pocas pero precisas palabras, con una dedicación en cuerpo y alma a su familia y el trabajo. Alondra Quintanilla, su madre, era una mujer dedicada a sus hijos y a su marido, con un especial carácter, que confundía al despistado, haciendo parecer que era malhumorada cuando en realidad era muy minuciosa en los detalles. Los hermanos de Rogelio eran Artemio Jr., Arturo, Fernando y Ernesto, en ese orden de mayor a menor.

Para ayudar en las labores de la casa, se tenía una muchacha que hacía las veces de niñera y de sirvienta, de nombre Justina. «Un trabajo muy desgastante cuidar a esos niños», en palabras de Justina, pero lo más difícil era aguantar a la señora Alondra; a veces podía ser «un pan de Dios», en otras, «un cadillo». Alondra era muy estricta con las actividades de Justina, esperaba que fueran realizadas rayando en la perfección. Eso sí, el pago era superior a lo que sus otras compañeras ganaban, por eso trabajó tanto en esa casa.

II

Artemio siempre supo lo que quería de la vida, una esposa, hijos, un hogar y un trabajo que pudiera cubrir todo lo necesario. Él sabía que con fe y dedicación todo lo podía lograr. Siempre tuvo muy buena relación con sus hermanos, pero trataba de no molestarlos cuando tenía alguna necesidad. Él sabía que tenía que ser fuerte y salir de las situaciones por sí mismo. En ese Monterrey de los años cuarenta, las calles eran más limpias y los autos se conducían de forma ordenada. La gente por las banquetas lucía prendas que podríamos considerar muy formales para nuestros días de jeans y tenis: traje sastre, pañuelo de seda, mocasines brillantes en los varones, sombrero con un pequeño arreglo de flores en las mujeres, un desfile de gala en plena avenida Madero, que en aquel entonces era un resplandeciente destino comercial con su camellón central. Ya desde entonces la ciudad era una capital económica y había mucha pujanza, pequeños negocios se volvían grandes empresas, las grandes empresas se volvían gigantescos conglomerados económicos, y un hombre con sueños no podía ser ajeno a esos deseos. Artemio estaba decidido a emprender una nueva aventura, su propio negocio, justo en la principal avenida comercial, Morelos. Como le decían los amigos que había hecho en los círculos de hombres de negocios: «Era un negocio seguro, no podía fallar esa apuesta», le decían, y