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t: un mar de citas
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Libro electrónico182 páginas2 horas

t: un mar de citas

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Un viaje hacia el apasionante mundo de Tinder y el ligue on-line.

Un viaje hacia el apasionante mundo de Tinder y el ligue on-line, escrito desde la perspectiva y la experiencia de alguien muy peculiar, yo, el autor de este libro.

Si siempre has querido saber cómo funciona esto, y nunca te has atrevido a preguntarlo, estás de enhorabuena, te lo voy a contar.

Y todo, cuando tras unas cuantas frases, era posible tomar un café con cualquiera...

IdiomaEspañol
EditorialCaligrama
Fecha de lanzamiento20 may 2021
ISBN9788418722738
t: un mar de citas
Autor

Iván Klem

Iván Kleim es ingeniero, intuitivo, directo, fotógrafo, navegante. Prefiere un café a chats eternos. Le encanta viajar, las artes marciales, la poseía y el arte.

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    t - Iván Klem

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    t: un mar de citas

    Iván Klem

    t: un mar de citas

    Primera edición: 2021

    ISBN:9788417335809

    ISBN eBook: 9788417335809

    © del texto:

    Iván Klem

    © del diseño de esta edición:

    Penguin Random House Grupo Editorial

    (Caligrama, 2021

    www.caligramaeditorial.com

    info@caligramaeditorial.com)

    Impreso en España – Printed in Spain

    Quedan prohibidos, dentro de los límites establecidos en la ley y bajo los apercibimientos legalmente previstos, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, ya sea electrónico o mecánico, el tratamiento informático, el alquiler o cualquier otra forma de cesión de la obra sin la autorización previa y por escrito de los titulares del copyright. Diríjase a info@caligramaeditorial.com si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra.

    Un viaje hacia el apasionante mundo de Tinder y el ligue online, escrito desde la perspectiva y la experiencia de alguien muy peculiar, yo, el autor de este libro.

    Si siempre has querido saber cómo funciona esto y nunca te has atrevido a preguntarlo, estás de enhorabuena, te lo voy a contar.

    Y todo cuando, tras unas cuantas frases, era posible tomar un café con cualquiera….

    Iván Klem

    Diez días

    Llevo diez días apuntado a Tinder, al final me decido a escribir sobre ello, voy a registrar este continuo monólogo que se produce mientras hago swip. Swip, para los no iniciados, es la acción de deslizar displicentemente el dedo sobre la pantalla de un teléfono móvil hacia la derecha o hacia la izquierda. Ahora que la palabra empowerment —empoderar— está tan de moda, qué mayor poder que en la sutil comodidad del sofá, del coche o de cualquier otro sitio menos nombrable decidir si alguien te gusta o no.

    Si deslizas el dedo o cualquier otra parte del cuerpo susceptible de interaccionar con una pantalla de un teléfono —de tu teléfono— hacia la derecha, estás dando un me gusta; si es hacia la izquierda, un no me gusta. Podemos, por tanto, clasificar a la humanidad entre los que nos gustan y los que no. Bien, ¿y eso para qué sirve? Pues como otros pueden hacer lo mismo, si damos me gusta a alguien que también nos lo haya dado a nosotros, ¡tachán!, se produce el llamado match.¹

    El match es la llave a un nuevo subespacio, el de la comunicación virtual entre dos desconocidos, es decir, permite la interacción, de la que cualquier cosa puede derivar. Quizá sería más preciso definirlo como la comunicación entre dos entes, ya que, como ya veremos, nada nos asegura qué es lo que hay al otro lado, ni siquiera y necesariamente vida inteligente.

    De un match podría salir una cita, claro, es lo que la gente generalmente busca. Sí, una cita, Tinder es indudablemente una aplicación para ligar. Todos queremos ligar, no hay que avergonzarse de ello. Estamos ante una barra de bar con acceso —gratuito— al mundo entero. ¡Dios mío!

    Y ello aunque algunos y algunas se empeñen en especificar que buscan amistad, ¡no me jodas!, para eso hazte del coro de la parroquia.


    ¹ Match. Palabro inglés que significa ‘partido’, ‘coincidencia’, ‘combate’, ‘pareja’, ‘cerilla’, ‘corresponder’, ‘coincidir’, ‘igualar’, ‘emparejar’, ‘hacer juego’. Si el Real Madrid juega bien, prefiero la acepción de ‘partido’, que se convierte en ‘partidazo’ si ganamos.

    El perfil

    Para que el resto del mundo sepa quién eres, t, sí, t por abreviar, nos permite, nos induce, nos sugiere, nos obliga a proporcionar algunos datos mínimos. Edad —uf, qué mal rollo—, ubicación, una cierta descripción de ti mismo —otro mal rollo— y algunas fotografías —supermal rollo—.

    Llegados a este punto, puede entenderse mi reticencia a abrirme un perfil, soy ingeniero, paso de los cuarenta y que alguien me reconozca, por ejemplo, mis hijos, mis amigos, mi ex —esto es lo peor, imagino una media sonrisa alumbrando un pensamiento del tipo: «Para lo que has quedado»—, que alguien pueda verme en la app² me da no corte, lo siguiente.

    Lo anterior, unido a mi percepción de que es algo que usa gente muy joven, me había mantenido felizmente alejado de la misma. Tengo una amiga, Evelyn, que me la había recomendado, ella la usa y está encantada, recuerdo verla moviendo un dedo a un lado y otro, entre comentarios del tipo: «Flipao, tarao, este mola, ummm». Me comentó que es particularmente útil de vacaciones y que no todo el mundo pone fotos suyas, que alguna gente usa fotos de paisajes, de poemas, y que hay gente de todas las edades. Aun así, el caso es que a mí lo de poner mi foto no me seducía.

    Pero un domingo, exactamente hace diez días, una notable discusión con mis hijos, sí, ya tienen edad para discutir de tú a tú, me dejó postrado en una encrucijada vital, qué coño hago un domingo por la tarde, sin plan y con ganas de tirarme desde la terraza, un ático, a la piscina que veo abajo, vamos, de hacerme un Magaluf.³ De ser verano, este febril pensamiento no sé si habría progresado algo más, pero la lona azul semisucia que eficientemente la cubre me aconsejó un prudente desistimiento.

    Necesitaba, por tanto, algo que atrajera mi atención al menos esa tarde, algo que produjera una alineación magnética neuronal durante unas horas. El lunes siempre sería una liberación, uno de mis hijos a la universidad y el otro al colegio. En esto, llegando la Navidad y mirando a través de la ventana, imaginé no la Estrella de Oriente, sino una t resplandeciente, t de Tinder. «¡Joder, me voy a abrir una cuenta!».

    Así que descargo la app y comienzo. Nombre y ciudad, fácil, resuelto. Edad, obviamente me quito años, supongo que casi todo el mundo lo hace, no es una cuestión de mentir, es pura lógica, caso contrario no saldrías en las búsquedas. Puedes conocer a alguien en persona y parecerte muy interesante y no preocuparte su edad, pero así, en frío, abrir la búsqueda por encima de ciertos dígitos, para buena parte del mundo, es un no go. Por otro lado, toda la gente dice que parezco más joven, así que asumo el consenso de mi entorno y lo clavo. No me da mucho remordimiento porque sobre el tema de la edad tengo mi propia tesis, que ya iré desvelando.

    De modo que, tras un buen rato, he rellenado nombre, ciudad y edad. Sigamos: descripción.

    Aquí necesito el comodín del público, tiro de Google⁴ y me leo un par de blogs.⁵ Consejos comunes, «sé positivo, vital, cuenta lo que esperas de la vida, di algo gracioso y ocurrente», no sé, me suena a un mix de manual de autoayuda trufado de CV moderno enfocado a una multinacional anglosajona. Me hago un café y solo se me ocurre algo del tipo: «Limpiaría gratis los marcos de los cuadros del Museo del Prado para poder apreciar más de cerca la belleza sin limitación de tiempo». No creo que sea entendido, así que tiro por lo pragmático: «Ingeniero, fotógrafo, navegante».

    Y de momento me planto, ya he dicho algo, veremos cómo va. También se puede especificar lugar de estudios. He estudiado en varios sitios, escojo la Universidad Politécnica de Madrid, pienso que hará el perfil coherente al ser de Madrid y estoy seguro de que el algoritmo de Tinder lee las palabras de la descripción y las tiene en cuenta para proponer unos perfiles a otros.

    Algoritmo, ¡bingo!, ya salió la palabra. Los perfiles que ves no aparecen completamente seleccionados al azar, alguien, más bien «algo», los escoge por ti, es decir, puedes especificar como criterios de búsqueda sexo, edad y distancia, y ese «algo» te va mostrando poco a poco, en suaves monodosis cafeteras, otros perfiles.

    En este punto tengo que reconocer, me nace un cierto reto intelectual, no sé cómo funciona el sistema, pero habiendo trabajado en el sector financiero y en ecommerce, y siendo de naturaleza curiosa, al fin y al cabo, soy géminis, intentar saber cómo funciona el algoritmo me seduce.

    Así que, con la energía que desencadena la seducción, afronto el tema de las fotos. En la actualidad me dedico a la imagen, de modo que debería tener cierto criterio, pero no olvidemos que me da corte ser reconocido, es algo así como un inexplicable pudor, vamos, que preferiría correr desnudo por la Plaza Mayor, me vería potencialmente menos gente. Doy una vuelta por las fotos de mi teléfono móvil, hay 5045, tardaré años en revisarlas, por lo que decido centrarme en el verano pasado.

    Pero, claro, a mí me gusta hacer fotos, no posar para ellas, y no suelo salir en casi ninguna, excepto fotos de recuerdo con mis hijos, amigos, amigas, mi gata, etc. Como no voy a mostrar a otra gente en mi perfil, podría recortar alguna de esas, mal rollo, es como quitar a alguien de tu vida, nunca recortaría a una persona que aparece conmigo en una foto, aunque sea alguna ex, lo que una cámara une no puedo deshacerlo. También podría tapar, como hacen algunos de una forma más o menos rústica, las caras. Unos smileys,⁶ un burdo trazo a mano, una ominosa X, un pixelado⁷ creativo. Tampoco puedo, no puedo cubrir la cara de otra persona. Son solo imágenes, o quizá no solo, pero no puedo.

    Lo que me deja con muy pocas opciones, encuentro un selfie⁸ en Creta, tumbado en una playa de rocas, con gafas de sol. Sí, lo sé, todo el mundo te dice que no te cubras la cara, fuera gafas, etcétera, pero recordad lo del pudor, prefiero ir desnudo por la Plaza Mayor. Encuentro esa fotografía original por el ángulo y, como se ven los hombros recortados sobre una toalla azul, creo que transmite buen rollito con un punto bohemio, al fin y al cabo, se trata de encontrar algo que funcione, pero que transmita también tu personalidad, y bohemio soy un rato.

    Pero una sola no es suficiente, si alguien dice que es fotógrafo y muestra una sola foto, obviamente miente, necesito, no sé, cuatro o cinco; se pueden poner hasta nueve, pero me parece excesivo compartir tanto, digamos que la mitad es un equilibrio que muestra interés, pero no narcisismo, o peor, no tener nada mejor que hacer.

    Para la segunda escojo una foto parcial de mi mano. Parece absurdo, pero hay mujeres que me han dicho que en lo segundo que se fijan en un hombre son las manos, y a algunas de ellas las mías les gustan; además, se ve un extremo del puño de la camisa y de la chaqueta junto con una pulsera. Es decir, como en la primera foto estoy en bañador, que se vea que también uso chaqueta puede ser un plus. Puede sonar demasiado sutil, pero alguien que se fije en estos detalles, sin duda, es más fácil que me guste, pienso.

    Ya tenemos dos fotos. Una vista del mar desde nuestra terraza en Santorini, también del pasado verano, puede funcionar, el color dominante es el azul, también lo era la chaqueta y, además, es una forma de decir que me gusta viajar. Por último, una foto de una fenomenal escorada en el barco de un amigo, ya he dicho que era navegante. Podría insinuarse que el barco es mío, pero si me preguntan, aclararé que no, el mío lo vendí hace años. Es un notable barco, en cualquier caso.

    Y con estas cuatro fotos me doy por contento de momento, la tarde avanza y yo también.

    Queda la posibilidad de añadir canciones favoritas, esto es fácil, me decanto por Don’t stop me now de Queen, nunca me ha gustado parar.


    ² App. Historiador suizo especializado en el budismo zen. Bueno, también significa application. Las mierdas que instalamos en el móvil para que nos espíen suelen ser apps.

    ³ Magaluf. Municipio existente en la isla española de Mallorca. Por algún extraordinario motivo, jóvenes ingleses suelen tirarse todos los veranos desde los balcones de los hoteles a las piscinas que generalmente hay debajo, fallando en la mayoría de las ocasiones.

    ⁴ Google. Término que deriva de googol, que es un número formado por un uno y cien ceros a continuación, o sea, un número jodidamente grande, más o menos como la pasta que tienen los fundadores de este buscador.

    ⁵ Blog. Es una visión posmoderna del antiguo diario, solo que en línea. Lo lee el mismo número de personas que antes, es decir, el que lo escribe, y quizá también su madre.

    Smiley. Unos dibujitos que te ahorran tener que escribir y currártelo en conversaciones por el teléfono móvil. Los idearon en una empresa de seguros en América para animar a los empleados en una fusión de empresas. Siguieron

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