El pequeño mago Dienteflojo y el dragón de la tormenta

Por Ralf Leuther

En el castillo sobre las nubes, todos están tan cansados que se quedan dormidos de pie. Durante toda una semana ha estado tronando y relampagueando tanto que nadie puede dormir. El pequeño mago Dienteflojo y sus amigos, la princesa Pustilla, el Caballero Nabo y el dragón volador Flatterich, descubren que la causa es un dragón de la tormenta. Sus truenos y relámpagos los causa una enfermedad. Los cuatro amigos quieren ayudarlo, por lo tanto, se embarcan en la difícil búsqueda de la misteriosa hierba de las nubes. Esta es la única medicina que puede ayudar al dragón de la tormenta.

• Idioma: Español
• Editorial: BadPress
• Fecha de lanzamiento: 2 oct 2021
• ISBN: 9781667414959

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El pequeño mago Dienteflojo

y el dragón de la tormenta

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Un día agotador

La gran torre del reloj en el castillo sobre las nubes tuvo que sonar once veces al mediodía antes de que el pequeño mago Dienteflojo finalmente se despertara con la duodécima campanada. Estaba profundamente dormido sobre el viejo libro de magia que había estado leyendo. Y, aunque era mediodía, quiso volver a dormirse de inmediato. Pero, de repente, pensó en una tarta de chocolate caliente y fragante. La cocinera se la había prometido como postre después del almuerzo.

De modo que el pequeño mago, muerto de cansancio, se levantó con dificultad de la silla de su escritorio. La noche anterior apenas había pegado ojo porque de nuevo una tormenta eléctrica había rugido alrededor del castillo hasta el alba, como toda la semana anterior. Con relámpagos cegadores y truenos ensordecedores.

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Estaba tan cansado que incluso se olvidó de estar molesto a causa de su estúpido diente flojo, como solía hacer cada vez que se despertaba. En cambio, abrió la puerta de las escaleras, puso el pie en el primer escalón y luego cerró brevemente los ojos.

Cuando se despertó, estaba 99 escalones más abajo en la parte superior de las escaleras de la torre. Se había caído por las escaleras dormido. Afortunadamente, no se había hecho moretones ni magulladuras.

Frente a la cocina del castillo, el pequeño mago percibió un desagradable olor a quemado. Y en el siguiente instante estuvo a punto de ser arrollado por la cocinera del castillo, que salía llorando de la cocina. En la mano sostenía una enorme bandeja con una tarta de chocolate completamente carbonizada.

—Esto solo sirve para tirarlo a la basura —gimió la cocinera mientras las lágrimas le rodaban por las mejillas.

—¿Qué ha pasado? —preguntó el pequeño mago.

—Bueno, ¿qué te parece? —respondió la pastelera—. Me he quedado dormida frente al horno y, cuando me desperté de nuevo, la tarta de chocolate estaba carbonizada.

—Qué mal —respondió con tristeza.

—Sí —resopló la cocinera—. Y no conseguiré más chocolate para hornear hasta la semana que viene.

Al pequeño mago le hubiera gustado empezar a