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Relatos infantiles latinoamericanos
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Libro electrónico101 páginas1 hora

Relatos infantiles latinoamericanos

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Información de este libro electrónico

Estos Relatos infantiles latinoamericanos, escritos por algunos de los más conocidos autores de literatura infantil  del continente, refieren historias de niños en el exilio, fábulas, y perfiles psicológicos aleccionadores.
Esta selección de Relatos infantiles latinoamericanos, contiene las siguientes narraciones:

- Oscar Alfaro. El traje encantado
- Victor Eduardo Caro. Un drama en un corral
- Carmen Lyra. La cucarachita mandinga
- Marta Brunet. Historia del lobo cuando se enfermó
- José Martí. Meñique
- Manuel Jesús Calle. Leyendas del tiempo heroico
- Salvador Salazar Arrué. Cuentos de cipotes
- Froylán Turcios. Relato de un muchacho de Brooklyn
- Vicente Riva Palacio. El buen ejemplo
- Ricardo Palma. La virgen de sombrerito y el chapín del niño
- Pedro Henríquez Ureña. Cuentos de la nana Lupe
- Horacio Quiroga. El diablito colorado
- Amenodoro Urdaneta. Los tres ladrones
- Teresa de la Parra. El genio del pesacartasEdición de Velia Bosch.
IdiomaEspañol
EditorialLinkgua
Fecha de lanzamiento1 abr 2019
ISBN9788490073933
Relatos infantiles latinoamericanos
Autor

Varios autores

<p>Aleksandr Pávlovich Ivanov (1876-1940) fue asesor científico del Museo Ruso de San Petersburgo y profesor del Instituto Superior de Bellas Artes de la Universidad de esa misma ciudad. <em>El estereoscopio</em> (1909) es el único texto suyo que se conoce, pero es al mismo tiempo uno de los clásicos del género.</p> <p>Ignati Nikoláievich Potápenko (1856-1929) fue amigo de Chéjov y al parecer éste se inspiró en él y sus amores para el personaje de Trijorin de <em>La gaviota</em>. Fue un escritor muy prolífico, y ya muy famoso desde 1890, fecha de la publicación de su novela <em>El auténtico servicio</em>. <p>Aleksandr Aleksándrovich Bogdánov (1873-1928) fue médico y autor de dos novelas utópicas, <is>La estrella roja</is> (1910) y <is>El ingeniero Menni</is> (1912). Creía que por medio de sucesivas transfusiones de sangre el organismo podía rejuvenecerse gradualmente; tuvo ocasión de poner en práctica esta idea, con el visto bueno de Stalin, al frente del llamado Instituto de Supervivencia, fundado en Moscú en 1926.</p> <p>Vivian Azárievich Itin (1894-1938) fue, además de escritor, un decidido activista político de origen judío. Funcionario del gobierno revolucionario, fue finalmente fusilado por Stalin, acusado de espiar para los japoneses.</p> <p>Alekséi Matviéievich ( o Mijaíl Vasílievich) Vólkov (?-?): de él apenas se sabe que murió en el frente ruso, en la Segunda Guerra Mundial. Sus relatos se publicaron en revistas y recrean peripecias de ovnis y extraterrestres.</p>

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    Relatos infantiles latinoamericanos - Varios autores

    9788490073933.jpg

    Autores varios

    Relatos infantiles latinoamericanos

    Edición de Velia Bosch

    Barcelona 2024

    Linkgua-ediciones.com

    Créditos

    Título original: Relatos infantiles latinoamericanos.

    © 2024, Red ediciones S.L.

    e-mail: info@linkgua.com

    Diseño de cubierta: Michel Mallard.

    ISBN rústica ilustrada: 978-84-9953-829-7.

    ISBN tapa dura: 978-84-1126-011-4.

    ISBN ebook: 978-84-9007-393-3.

    Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar, escanear o hacer copias digitales de algún fragmento de esta obra.

    Sumario

    Créditos 4

    Oscar Alfaro. El traje encantado 9

    Victor Eduardo Caro. Un drama en un corral 13

    Carmen Lyra. La cucarachita mandinga 17

    Marta Brunet. Historia del lobo cuando se enfermó 25

    José Martí. Meñique 29

    I 29

    II 30

    III 34

    IV 37

    V 42

    VI 45

    VII 46

    Manuel J. Calle. Leyendas del tiempo heroico 49

    Queseras del medio (1819) 49

    Salarrué. Cuentos de cipotes 59

    El cuento del cuento que descuenteya 59

    El cuento del dichoso turis turista 60

    Froylán Turcios. Katie. Relato de un muchacho de Brooklyn 63

    I 63

    II 63

    lll 63

    IV 64

    V 64

    VI 64

    Vicente Riva Palacio. El buen ejemplo 65

    Ricardo Palma. La virgen de sombrerito y el chapín del niño 69

    I 69

    II 70

    Pedro Henríquez Ureña. Cuentos de la nana Lupe 73

    Con el burro y el ratón 73

    Horacio Quiroga. El diablito colorado 77

    Amenodoro Urdaneta. Los tres ladrones 87

    Teresa de la Parra. El genio del pesacartas 89

    Libros a la carta 95

    Oscar Alfaro. El traje encantado

    El pequeño príncipe era caprichoso y malo. Había que darle todos los gustos porque el rey, su padre, decía que no se le debe negar nada al hijo de un rey.

    Un día, el príncipe ordenó:

    —Que me traigan el arco y las flechas.

    —¿Para qué? —preguntó su padre.

    —Para hacer puntería sobre aquel pastor que está parado en la colina.

    Pero al poco rato, vio al mago del reino, que entraba al pa— lacio con su traje brillante.

    —¡Quiero ese traje!

    —Es muy grande para ti —contestó el mago.

    —A mí no me importa. Dámelo ahora mismo o pediré otra cosa, que será peor para ti.

    —Pide más bien otra cosa.

    —Pediré entonces tu piel, para hacerme unas botas.

    El mago se puso pálido.

    —Te daré mi traje —dijo, sacándoselo a toda velocidad.

    Pero el príncipe ya no tenía interés en el traje.

    —¡Tendré las botas de piel de hombre! ¡Nada se le puede negar al hijo del rey!

    Y comenzó a dar unos gritos tan fuertes que vino corriendo el rey.

    —¿Qué te pasa ahora?

    —Quiero la piel del mago para hacerme unas botas.

    —Bueno habrá que despellejado —dijo el rey con la mayor tranquilidad y tocó una campana, llamando a los verdugos.

    Pero el mago se escapó del palacio por una ventana. El susto le puso alas en los pies y no lo pudieron alcanzar.

    El príncipe estaba furioso, pero a las pocas horas volvió a interesarse por la ropa del mago. Se la probó y, aunque le quedaba muy grande, se paseó con ella por el corredor de los espejos, haciendo gestos de mago.

    Pero, ¡cosa rara!, la ropa se estaba encogiendo.

    —¡Quítatelo! No te olvides que es el traje de un mago... —le dijo el rey, asustado.

    El príncipe tuvo miedo y trató de desvestirse, pero no pudo.

    Su padre quiso ayudarlo, pero tampoco pudo. Ahora el traje estaba tan ajustado que apenas lo dejaba respirar. Y seguía encogiéndose. El príncipe empezó a gritar. El rey, desesperado, llamó a los hombres más forzudos de la guardia y les ordenó desvestir al príncipe, pero ninguno pudo.

    —¡Rompan el traje! —gritó el rey. Pero nadie fue capaz de romperlo.

    —Yo lo rasgaré con mi espada —dijo un oficial de la guardia. Pero la espada se hizo pedazos y el traje continuó encogiéndose. Finalmente, el príncipe cayó desmayado.

    —¡Mi hijo se muere!.. ¡Auxilio! —gritaba el rey, con lágrimas en los ojos.

    Entonces, el consejero del monarca dijo:

    —Hagan volver al mago. Es el único que puede salvarlo.

    Mil servidores, montados a caballo, salieron a buscar al mago y lo trajeron encadenado.

    —¡Maldito, sácale ese traje al príncipe o te haré cortar la cabeza!... —rugió el rey.

    Pero el traje se encogió más.

    El rey sacó su espada y apuntó con ella a la garganta del mago.

    —¡Por las malas no vas a conseguir nada! ¡Mira cómo se encoge el traje!...

    Y el traje se encogió tanto que crujieron los huesos del príncipe.

    —¡Piedad! —gritó el rey al ver aquello—. Salva a mi hijo y te haré el hombre más rico del reino!...

    —Está bien que cambies de tono —dijo el mago, tranquilamente—. Pero las riquezas que me ofrece no salvarán al príncipe.

    —Entonces ¿qué debo hacer para salvarlo?

    —Remediar todo el daño que él hizo.

    —Lo haré —dijo el rey—. Pero sálvalo.

    —Yo no puedo salvarlo, todo depende de ti —contestó el mago.

    Entonces el rey llamó a sus ministros.

    —Ordeno que se remedien todos los daños que causó el príncipe a la gente del reino.

    El traje dejó de encogerse, pero no volvió a su estado normal.

    —¿Por qué no se estira, si ya ordené lo que pedías?

    —Es que algunos males no tienen remedio.

    —¡Entonces mi hijo morirá estrangulado por el maldito traje?

    —No morirá. El traje se irá abriendo con cada buena obra que realices.

    Victor Eduardo Caro. Un drama en un corral

    ¿No saben ustedes lo que ha sucedido en un gallinero? Es horrible, horrible.

    La que así hablaba era una gallina que se hallaba en un lugar a donde todavía no habían llegado los ecos de la tragedia.

    —Sí —decía la gallina—; ¡es horrible! Tanto que no voy a poder pegar el ojo en toda la noche. Menos mal que somos muchas; si llego a estar sola, ¡qué miedo!

    Y empezó a contar la terrible historia; y al cacarear, su voz temblaba de espanto, de tal modo que a las gallinas que le escuchaban se les erizaron las plumas, y al gallo que las acompañaba se

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