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Luis Enrique Nieto Arango: reminiscencias de un rosarista
Luis Enrique Nieto Arango: reminiscencias de un rosarista
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Libro electrónico286 páginas3 horas

Luis Enrique Nieto Arango: reminiscencias de un rosarista

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La historia del Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario ha sido reseñada de múltiples maneras. Desde el momento mismo de su fundación, se han tejido diversos mitos y leyendas alrededor del Claustro, del fundador, Cristóbal de Torres, y hasta de sus estudiantes. Sin embargo, es la primera vez que podemos ver esta historia a través de los ojos de Luis Enrique Nieto Arango (q. e. p. d.). Tanto en su rol de apasionado por la historia del Rosario, como en el de testigo privilegiado de varios eventos mayores, Luis Enrique nos regala su mirada crítica y aguda, pero generosa y sutil sobre una serie de anécdotas, hechos y personajes de nuestra vida institucional.
Este libro servirá como introducción a algunos momentos polémicos y de alta tensión de la historia del Colegio y del país, y dotará de pistas y referencias al lector curioso para continuar investigándolos con mayor profundidad. La conversación, aún abierta, con este rosarista ejemplar permitirá comenzar a entender de qué manera se gestó y cómo se podría definir esa noción etérea que todos los que alguna vez hemos pasado por las aulas del Claustro denominamos 'el espíritu rosarista'.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento30 mar 2021
ISBN9789587846430
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    Luis Enrique Nieto Arango - Kevin Hartmann

    Primera parte

    ORÍGENES, MITOS Y

    SÍMBOLOS DEL ROSARIO*

    Capítulo I

    El Rosario es como un milagro

    Doctor Nieto, empecemos hablando sobre el contexto de la fundación del Colegio Mayor.

    En el principio fue fray Cristóbal. Como se sabe, fue un personaje muy importante, que llegó a Santafé en su tardía madurez. De hecho, en el último párrafo de la famosa obra El carnero, de Juan Rodríguez Freyle¹, se anuncia la llegada del arzobispo Cristóbal de Torres a Santafé, que para la época era, más bien, un pueblo perdido en las montañas.

    El Nuevo Reino de Granada tenía una enorme y difusa extensión territorial. En realidad, en España no había mucha claridad sobre la extensión, los límites o el uso de este territorio. No me canso de repetir que esto no era México o Perú, cuyos imperios prehispánicos fueron sumamente significativos. Es decir, acá no hubo grandes riquezas mineras, como sí las hubo en Zacatecas o en Potosí.

    La Nueva Granada era, más bien, un terreno de paso. Si bien tuvo yacimientos de oro de aluvión —en algunas zonas del Pacífico y Antioquia, principalmente—, no era visto como un lugar muy valioso para los intereses y los fines de la corona. Es decir, este no era un destino muy apetecido y menos para un personaje de la talla de fray Cristóbal de Torres. Ahí surge una primera inquietud: ¿por qué lo nombraron acá? Eso no se ha terminado de aclarar.

    Pero siguiendo con el contexto de la llegada del arzobispo a Santafé, en 1635, uno puede situar dos fenómenos paradójicos que están sucediendo en España: el Siglo de Oro, cuando la lengua y las artes hispánicas brillan extraordinariamente, y, al mismo tiempo, la decadencia política del imperio.

    La España de Carlos V y Felipe II era el imperio más poderoso conocido en la época y tenía posesiones en todo el mundo, pero, producto de múltiples factores, comenzó a perder grandes extensiones de territorio. Hay una simpática anécdota de Francisco de Quevedo, quien, al oír que la gente se refería a Felipe IV como el Grande, exclamó: Sí, evidentemente: grande como los agujeros, que son más grandes cuanta más tierra les quitan.

    Ahora bien, a fray Cristóbal le correspondió vivir una época paradójica: al tiempo que había un extraordinario despliegue de riqueza intelectual, se presentaba una decadencia política muy profunda, que produce un curioso análisis por parte de la clase intelectual. Usualmente, los imperios nunca han tomado consciencia de su propia decadencia; eso es una constante histórica: nadie se da cuenta cuando se está empezando a derrumbar; sin embargo, los españoles sí lo hicieron. Es más, toda la intelectualidad española entendió que algo estaba pasando cuando se empezaron a dar cuenta de que un imperio tan inmenso ya mostraba graves síntomas de debilidad.

    Por eso, se empezaron a analizar todas las posibles causas del decaimiento imperial: las pestes; los problemas gravísimos de la deuda contraída por España con los banqueros alemanes; el propio descubrimiento de América, que había creado una crisis grave, al tiempo que un desplazamiento de la población campesina al interior de la península, y, obviamente, la expulsión de judíos y moros.

    Pero, aparte de eso, se hablaba de otra causa: de la carencia en la educación del príncipe. Atribuida a Erasmo de Róterdam, esa tesis consideraba indispensable crear una clase dirigente suficientemente preparada para atender adecuadamente las necesidades de un reino. Pues bien, la falta de preparación de los dirigentes del imperio español fue, precisamente, una de las explicaciones que llevaron a la grave crisis que sobrevendría posteriormente.

    Sin lugar a dudas, Cristóbal de Torres fue influido por este contexto político. Debemos recordar que él fue un hombre de la Corte muy cercano a Felipe III y Felipe IV, y que por lo mismo tuvo acceso a infidencias e información privilegiada.

    ¿Qué factores explican ese grado de cercanía con la realeza española?

    Ese voto de confianza corresponde a que Cristóbal de Torres fue confesor de los reyes y predicador. Aquí hay que tomarse un momento y contar que durante la parábola hispánica de fray Cristóbal hubo un hito que no ha sido suficientemente desentrañado: un famoso sermón en Córdoba.

    Eso fue en 1614: fray Cristóbal estaba muy joven. Atendiendo al convento dominico de San Pablo en Burgos, cursó todas las disciplinas que lo llevaron a convertirse en auxiliar del obispo de Córdoba hacia mediados de la segunda década del siglo XVII. En una celebración litúrgica, fray Cristóbal pronunció un sermón oponiéndose a la idea de la Inmaculada Concepción sosteniendo que no creía lógico ni explicable que la Virgen María fuera concebida sin pecado original. Esa había sido la histórica posición de su orden respecto al tema; sin embargo, hay que recordar que en ese momento había una disputa ideológica con los franciscanos, quienes sostenían la idea contraria: es decir, creían que la Virgen, por ser la madre de Cristo, estaba libre del pecado.

    El sermón pronunciado por fray Cristóbal es de entrada polémico. Al defender que la idea del inmaculismo es un error lógico se metió en problemas con la población cordobesa, que desde la época de los visigodos tenían especial arraigo a la idea de la Inmaculada Concepción. Diego de Madrones, el obispo del que era auxiliar fray Cristóbal, no se atrevió a condenar su sermón antiinmaculista. Sin embargo, fue tal el estremecimiento de su sermón que ciertas fuerzas se movieron para que el mismísimo Felipe III solicitara expresamente sellar el tema. Esa fue la razón por la cual el joven dominico tuvo que salir de Córdoba.

    Tiempo después llegaría a la corte del rey, donde tuvo una misión importante y un papel protagónico, pues era cercano a los reyes Felipe III y Felipe IV y a sus consortes. Al mismo tiempo, se hizo amigo de personajes tan importantes como Francisco de Quevedo y Villegas; es más, Quevedo y fray Cristóbal fueron tan cercanos que este último fue censor de uno de sus libros.

    ¿Por qué un hombre que ha logrado incrustarse en el centro mismo de la monarquía decide radicarse del otro lado del Atlántico?

    Eso es bien curioso: como dijimos, llegó a América a una edad muy avanzada. Todo me da la idea de que era un hombre muy polémico, y eso es lo que, finalmente, quiero resaltar. Fray Cristóbal era un hombre apasionado en lo que hacía y decía, de unos principios muy sólidos, que defendía radicalmente. Uno tiende a tener la idea de que durante aquel tiempo todo el mundo pensaba de manera homogénea. Pero cuando uno empieza a explorar con detenimiento, se da cuenta de las enormes diferencias, las polémicas y las discusiones que existían en esa época en una enorme cantidad de temas y fray Cristóbal estuvo involucrado en varias de ellas, como lo vimos con el famoso sermón de Córdoba.

    Se sabe también que era un gran orador. Tenía una gran capacidad retórica. Al tiempo, era predicador de los reyes, y eso, sumado a otros méritos, le daba un poder enorme. Por eso, no deja de ser curioso que fuese nombrado arzobispo en un lugar más bien inhóspito y lejano, y a tan avanzada edad.

    Ahora bien, para mí, una de las cosas más curiosas sobre la vida de fray Cristóbal es que, ya estando mayor, convirtió la doctrina de la Inmaculada Concepción en el epicentro de sus enseñanzas. Tanto así, que el Colegio que va a fundar lo va a dedicar a esa idea de la Inmaculada Concepción, yendo en contravía de su propia orden; de hecho, en las Constituciones del Rosario dice que hay que seguir en todo a santo Tomás, menos en ese tema. Eso demuestra también una extraordinaria flexibilidad intelectual. Uno siempre piensa que las ideas de esa época eran fijas, y ortodoxos sus voceros; pero de repente también se encuentra un personaje como estos, que cambió radicalmente sus ideas, y siguen siendo todavía un enigma los factores que lo condujeron a ese radical viraje teológico².

    Constituciones para el Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario (1653). Título V, Constitución I.

    Empecemos a hablar de la figura de fray Cristóbal como arzobispo de Santafé.

    Fray Cristóbal llega a Santafé precedido de un problema. Tengo entendido que el anterior obispo, Bernardino de Almanza, había tenido un enfrentamiento con el poder civil —con la Real Audiencia— y se sabe que el nombramiento de fray Cristóbal se da, precisamente, porque es reconocido como un hombre de carácter, de una personalidad recia y que puede hacer valer sus ideas. Ahora bien, una vez llegado a Santafé, el recién nombrado arzobispo capta inmediatamente los tres principales problemas por los que atraviesa el Nuevo Reino de Granada: la condición de los indígenas, la salubridad pública y la educación.

    El primero merece ser resaltado, ese es un tema que siempre se le ha abonado a fray Cristóbal: su sensibilidad frente a la discriminación contra los indígenas en la Nueva Granada. En el blog del Archivo Histórico³ publicamos una comunicación del Superior de los Jesuitas de la época, donde le escriben a Felipe IV que fray Cristóbal es un hombre extraordinario, que ha logrado resolver ese problema estableciendo la comunión de los indígenas. Se sabe que los indígenas, agradecidos por ese reconocimiento⁴, le entregaron una mitra de paja, que se conservó siempre como una de las joyas más importantes del Colegio y que solo se perdió al mismo tiempo que la custodia.

    Por otro lado, fray Cristóbal también entiende el delicado tema de la salud pública por el cual atravesaba la ciudad. Inmediatamente llega a Santafé, se da cuenta de que aquí hay muchas carencias para atender a la población, y por eso abre una botica en Las Nieves, con un cirujano.

    Y, por último, frente a las carencias de la educación, decide fundar el Colegio.

    ¿El Colegio se vuelve la idea fija de fray Cristóbal?

    Aparentemente, como a los diez años de estar acá, él advierte la polémica que existe entre los dominicos y los jesuitas por el privilegio de dar los títulos educativos. La situación de permanente agitación eclesial también se vivía en las provincias del imperio, y más aún, acá, en este microcosmos que era Santafé. La aparente apacibilidad o tranquilidad del periodo colonial era engañosa: aquí había un sinnúmero de polémicas sobre todo tipo de temas y se entramaban discusiones muy complejas. Entre los jesuitas y los dominicos, por ejemplo, había disputas intelectuales muy encendidas; por eso, fray Cristóbal decidió pasar por encima de la situación, y en la década de 1640 —ya a una edad muy avanzada—, percibiendo que acá no existía una educación confiable, decidió empezar a planear su idea de fundar un Colegio. Eso mismo lo dice en su lenguaje Hernández de Alba: la idea del Colegio es producto de su meditación y de su reflexión sobre la realidad que está percibiendo en la Nueva Granada⁵.

    Ahora bien, precisamente, esa idea que él ha recibido y defendido respecto a la educación del príncipe de la Corte española encuentra plena vigencia aquí; es decir, fray Cristóbal advirtió la urgencia de ese tipo de educación para procurar un progreso sostenido y estable de estos territorios. Hay que tener en cuenta otra cosa, y es que, justo en ese momento, también la economía colonial estaba cambiando.

    Usualmente, se tiene la creencia de que la Colonia fue una etapa homogénea durante los tres siglos que duró. Eso no es cierto. Hubo ciclos diferentes, marcados por la economía, la situación social, el desarrollo de las ideas, etc. Y el siglo XVI es muy distinto del siglo XVII y de los demás. En la mitad del siglo XVII —cuando ya se va a concretar la fundación del Colegio—, hay muchos cambios, porque se está mutando de una economía extractiva —principalmente, basada en el oro y en las encomiendas y en torno a las esmeraldas, que para el interior eran muy importantes— a una economía de las haciendas. Eso es un fenómeno que se vivió en toda la América española, con ciertos matices, tomando en cuenta que acá, por ejemplo, las haciendas tampoco eran tan importantes, sino más bien modestas.

    Fray Cristóbal, al percatarse de esos cambios y teniendo la idea de fundar un Colegio, se aseguró de adquirir unas haciendas que fuesen medianamente productivas: las de trapiche, por ejemplo, que son las de Mesitas del Colegio y de la Mesa de Juan Díaz. Es más: le compró una a los jesuitas, que es acá en la Sabana: la Hacienda de San Vicente —que se llama Fucha—, cerca de Fontibón. Y también compró El Chircal, que queda donde hoy es la Universidad Jorge Tadeo Lozano: en la calle 22 con carrera 4ª. Fue en esta última donde se produjeron los adobes y las tejas para la construcción del Colegio.

    Es más, hoy en día, saliendo de la rectoría de la Jorge Tadeo Lozano, se puede ver en esa esquina, en un edificio de la Universidad Central, una placa que dice: Calle del Chircal.

    ¿Qué tipos de criterios se utilizaron para escoger la ubicación donde está el Claustro hoy en día?

    Este era un lugar que señalaba el final de la ciudad. El río Vicachá, que después se llamó San Francisco, era como un límite natural de la zona donde estaban los poderes públicos que se asentaban alrededor de lo que hoy es la Plaza de Bolívar. Todo ello, dentro de la idea arquitectónica de la cuadrícula española: la Plaza Mayor, con las instalaciones de la Real Audiencia y la Iglesia; es decir, la casa de los canónigos y la Catedral. Esa cuadrícula se iba expandiendo y llegaba hasta la margen izquierda del río.

    Calle 22 con carrera 4ª, esquina. Bogotá, D. C.

    En realidad, no era como decía Daniel Arango: qué visión de fray Cristóbal haber construido al lado de la Avenida Jiménez, sino que esto era, más bien, el límite norte de la ciudad.

    No deja de ser curioso que estemos reproduciendo, más o menos, la misma idea con la Sede del Emprendimiento y la Innovación. Pareciera no haber cambiado mucho el espíritu de esa óptica operativa a lo largo del tiempo…

    Es cierto. Y también pareciera que repetimos el trabajo que tomó la fundación y el establecimiento del Colegio. En principio, según lo había estimado, fray Cristóbal decidió que los temas que se enseñarían serían básicamente tres: teología, medicina y jurisprudencia, porque eran los saberes fundamentales del momento; es decir, la meditación de la relación del hombre con Dios era básica; por supuesto, el tema de la sociedad en la jurisprudencia era importante, y, para contribuir a superar la calamitosa situación de salud pública que existía en ese momento, era importante estudiar medicina.

    Ahí cobra sentido su tesis sobre la educación del príncipe como principio inspirador del Colegio, reflejado en esa placa de la Universidad que reza: Propondremos la definición de un Colegio Mayor que viene a ser congregación de personas mayores, escogidas para sacar en ellas varones insignes, ilustradores de la República con sus grandes letras, y con los puestos que merecerán con ellas, siendo en todo el dechado del culto divino y de las buenas costumbres, conforme al estado de la profesión.

    ¡Claro! Yo creo que fray Cristóbal se hacía la misma pregunta que los intelectuales españoles: ¿por qué ese imperio tan poderoso estaba entrando en una etapa de decadencia? y sabía que, en parte, era atribuible a la carencia de la educación. Además, su propia experiencia aquí en Santafé le había mostrado que la existencia de la Universidad Santo Tomás, en 1580, y del Colegio de San Bartolomé no había solucionado ese asunto, porque, de todas maneras, no eran operativas. Se requería entonces, la enseñanza de las mencionadas tres materias. Eso sí, todas precedidas por las Artes, que era la Filosofía, porque en las mismas Constituciones se dispone que no se puede entrar a estudiar en las facultades sin la formación en Artes (Filosofía) y basadas en santo Tomás.

    Constituciones para el Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario (1653). Título V, Constitución V.

    Creo que fray Cristóbal, en últimas, era un hombre profundamente estructurado, que pensaba en grande. Tenía, como diríamos hoy, una visión macro.

    Claro, él era un personaje preocupado por las realidades locales…

    Y que, además, tenía un conocimiento de todo lo que estaba pasando aquí y en España. Por ejemplo, fray Cristóbal sabía que Felipe IV tenía un problema con los gastos que le habían implicado a la corona el sostenimiento de las tropas para sofocar la rebelión de Cataluña. Sabiendo esa situación, fray Cristóbal hizo una donación, con el fin de facilitar el otorgamiento del permiso de fundación. Y funcionó muy bien. Eso está en la cédula real de fundación, del 31 de diciembre de 1651.

    En esa cédula real, el rey dice que, a pesar de ser consciente del pleito que existe entre dominicos y jesuitas, eso no interfiere en la petición que ha hecho fray Cristóbal, con quien está muy agradecido, porque ha hecho la donación de 40.000 ducados de plata para sostener el ejército sobre Barcelona.

    Cédula real del 31 de diciembre de 1651.

    Eso nos lleva a preguntarnos por qué fray Cristóbal escogió un tipo de gobierno al estilo del gobierno del Colegio de Fonseca, en Salamanca, siendo que él ni vivió allá ni fue testigo de las virtudes y los vicios de ese esquema.

    Ahí podemos desmontar uno de los errores que se repiten sobre la vida de fray Cristóbal: que, supuestamente, él fue colegial mayor del Colegio de Fonseca. No. Él estudió, como ya se dijo, en el Colegio de San Pablo, en Burgos. Lo que pasa es que ese modelo salmantino era muy reconocido en la época; pero la razón que lo llevó a escogerlo tiene una historia y un contexto, dado que ese esquema de gobierno no fue su idea original.

    Fray Cristóbal quería que sus hermanos de orden se encargaran del Colegio cuando él falleciera; sin embargo, los hermanos dominicos, al parecer, hicieron una lectura más bien caprichosa de ese encargo, y pensaron que se trataba de una donación que Cristóbal de Torres les hacía para que el Colegio fuera un seminario de la orden.

    Entonces fray Cristóbal, al ver que estaban malinterpretando su voluntad, quiso adoptar el modelo del Colegio de Fonseca, en Salamanca, para solucionar de raíz ese impasse.

    ¿Por qué hubo impasse, si los dominicos ya tenían la Universidad Santo Tomás, que también predicaba la doctrina tomista? Según entiendo, Marcos de Betancur, que era el provincial de esa orden, tuvo la idea de unir al Colegio del Rosario con la Universidad Santo Tomás. ¿Ese fue el origen de la disputa?

    No es que eso fuera el motivo principal de la disputa que tuvo con los dominicos. La cuestión es esta: fray Cristóbal duró diez años tramitando el permiso para fundar el Colegio. Permiso al que se opusieron todos en España. Tanto así, que le empezaron a solicitar un montón de información que lo complicaba todo, porque, claro: imagínese, desde aquí, con la lentitud de las comunicaciones, pidiendo permiso y que le contestaran poniéndole trabas. ¡Es

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