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Historia de los Longobardos
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Libro electrónico317 páginas3 horas

Historia de los Longobardos

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El libro contiene el texto traducido al español de la Historia Langobardorum escrita por Pablo Diácono en el siglo VIII d.C. Esta edición contiene también el Origo Gentis Langobardorum presente en el edicto de Rotario y el Chronicon Gentis Langobardorum de Andreas de Bérgamo.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento26 sept 2021
ISBN9791220849746
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    Historia de los Longobardos - Pablo Diácono

    Origo Gentis Langobardorum

    Del Edicto de Rotario

    Qué es el Origo Gentis Langobardorum

    El Origo es un texto breve que forma parte del Edicto de Rotario y nos cuenta acerca de los orígenes del pueblo Longobardo, en especial nos revela el origen del nombre de este pueblo, lo cual deriva de largas barbas. Cuando Pablo Diacono escribió la Historia, retomó la misma leyenda, pero la definió ridícula. El Origo incluye también una lista parcial de los reyes longobardos.

    Ya que este texto se redactó antes de la Historia de Pablo Diacono, ha sido objeto de muchos estudios, con el propósito de entender detalles reveladores acerca de la génesis y la evolución del linaje longobardo.

    Origen del Pueblo Longobardo

    EN EL NOMBRE DE DIOS, AQUÍ COMIENZO A CONTAR LA HISTORIA DE LOS ORÍGENES DEL PUEBLO LONGOBARDO.

    1.

    En las tierras septentrionales se encuentra una isla llamada Scadanan (Escandinavia), que literalmente significa masacre. En esa isla viven muchas tribus; entre ellas residía la pequeña tribu de los winnili. Los encargados de guiar a este pueblo eran una mujer llamada Gambara y sus dos hijos: Ibor y Ayón. Ahora bien, los jefes de los vándalos - es decir Ambri y Asi – marcharon con su ejército en contra de los winnili exigiéndoles: «Si no nos pagan tributos, más les vale prepararse para la guerra». Así que Ibor y Ayón, junto con su madre Gambara les contestaron: «Entre pagar tributos a los vándalos y la guerra, preferimos la guerra».  

    Entonces Ambri y Asi, jefes de los Vándalos, suplicaron el dios Godan para que les concediera la victoria sobre los winnili. Godan les contestó: «Concederé la victoria a aquellos a quienes veré en primer lugar al amanecer». Sin embargo, Gambara y sus dos hijos, Ibor y Ayón, jefes de los winnili, suplicaron a Frea, esposa de Godan, para que le prestara su ayuda a los winnili.

    Frea les aconsejó que todas las mujeres debían atar sus cabellos debajo de la cara como si fueran barbas y marchar junto con sus esposos. Al amanecer, mientras salía el sol, Frea giró la cama de su marido hacia el oriente y le despertó. Al abrir los ojos, él vio a los Winnili y a sus esposas con los cabellos sueltos y atados debajo de la cara que parecían barbas y preguntó: «¿Quiénes son estos que llevan largas barbas?». Así que Frea le contestó: «Tal como les has dado el nombre, concédeles también la victoria». Desde ese momento los Winnili llevaron el nombre de Longobardos.

    2.

    Moviéndose los Longobardos de aquellos lugares llegaron a Golanda, luego ocuparon Aldonus, Anthab, Banthaib y la tierra de los Burgundios. Se cree que nombraron como rey a Agelmund, hijo de Ayón, de la familia de los Gunguingos. Después de él reinó Lamisión, de la familia de los Gunguingos; le sucedió Letu, quién reinó por alrededor de cuarenta años. Le sucedió Hildeoc, hijo de Letu; después reinó Gudeoc.

    3.

    Por aquel tiempo, el Rey Odoacro salió de Ravena con un ejército de Alanos, viajó a Rugilandia, combatió contra los Ruges y mató su rey, Feleteo, trayendo de regreso a Italia muchos prisioneros. Entonces los Longobardos se mudaron de sus tierras para establecerse en la región de los Ruges y allí permanecieron por varios años.

    4.

    Muerto Gudeoc le sucedió su hijo Clafón, después de este reinó Tatón, hijo de Clafón. Los Longobardos se mudaron al territorio de Feld y permanecieron allí tres años. Tatón entró en guerra con Rodolfo, el rey de los Hérulos; lo mató y se llevó su estandarte y su casco; desde aquel momento, los Hérulos nunca más tuvieron un reino. Después de esos acontecimientos, Wacón hijo de Unichus mató el rey Tatón, su tío paterno, junto a Zuquilón. Contra Wacón también combatió Hildequis, hijo de Tatón, pero, derrotado, huyó junto a los Gépidos hasta el final de su vida. Así que los Gépidos, para vengarse de la ofensa, declararon la guerra a los Longobardos. Por la misma época, Wacón sometió a los Suevos al Reino Longobardo. Wacón tuvo tres esposas, a saber: Ranegunda, hija de Fisud rey de los Turingios. Luego se casó con Austrigosa, mujer del linaje de los Gépidos, de la que tuvo dos hijas: la primera, de nombre Wisigarda, que entregó en matrimonio a Teodeberto, rey de los Francos; la segunda, llamada Walderada, se unió en matrimonio a Cusupald, otro rey de los Francos; más como éste le tomó aborrecimiento la dio en matrimonio a Garibaldo. Como tercera esposa Wacón tuvo a Salinga, hija del rey de los Hérulos; de ella le nació un hijo de nombre Waltario. Cuando murió Wacón, su hijo Waltario reinó siete años, pero no tuvo herederos. Todos estos fueron Litingos.

    5.

    Después de Waltario reinó Audoíno, quién condujo los Longobardos a Panonia. Después de él, el reino pasó a su hijo Alboíno, cuya madre fue Rodelinda. Por aquel tiempo Alboíno combatió en contra del rey de los Gépidos, Cunimundo. Cunimundo murió en aquel combate y los Gépidos fueron derrotados. Alboíno tomó en matrimonio Rosamunda, hija de Cunimundo, capturada como rehén de guerra, ya que había fallecido su primera esposa Clotsinda, hija de Clotario rey de los Francos, de la que tuvo una hija de nombre Albsuinda. Los Longobardos vivieron en Panonia por cuarenta y dos años. El mismo Alboíno condujo a los Longobardos en Italia, tras la invitación de los secretarios de Narsés. Alboíno, rey de los Longobardos, salió de Panonia en el mes de abril, en la primera indicción después de la Pascua. Seguramente comenzaron a saquear Italia durante la segunda indicción y durante la tercera indicción, Alboíno llegó a ser señor de Italia. Alboíno reinó tres años en Italia y fue asesinado en su palacio en Verona por mano de Helmiques y de su esposa Rosamunda, ambos aconsejados por Peredeo. Helmiques trató de llegar a ser rey, pero no pudo lograrlo porque los Longobardos querían matarlo. Entonces Rosamunda escribió al prefecto Longino para que los recibiera en Ravena. En cuanto Longino se enteró de esta petición, se alegró mucho y mandó un barco de la flota a traerlos. Rosamunda, Helmiques y Albsuinda, hija de Alboíno, se embarcaron llevándose en Ravena todos los tesoros de los Longobardos. Tiempo después, el prefecto Longino intentó convencer a Rosamunda para que asesinara a Helmiques y llegara a ser su esposa. Persuadida por sus peticiones, Rosamunda preparò el veneno y, en cuanto Helmiques terminó de bañarse, se lo ofreció en una bebida caliente. Sin embargo, inmediatamente después de beber, él se dio cuenta de haberse tragado una poción mortal, entonces le ordenó a Rosamunda que se la tomara también, aunque ella no quería, y así murieron ambos. Entonces Longino tomó los tesoros de los Longobardos y a Albsuinda, hija del rey Alboíno, les puso sobre un barco con destino a Constantinopla y ordenó que fueran entregados al Emperador.

    6.

    Los restantes Longobardos eligieron como rey a Clefi, de la casa de los Beleos; Clefi reinó dos años y murió. Los duques de los Longobardos se gobernaron por sí solos durante doce años; finalmente eligieron como rey a Autario, hijo de Clefi. Autario tomó como esposa a Teodolinda, hija del rey Garibaldo, y a Valderada de los Bávaros. Junto con Teodolinda llegó su hermano, llamado Gundoaldo, y rey Autario lo nombró Duque de la ciudad de Asti (Este). Autario reinó siete años. Agilulfo, Duque de Turingia, salió de Turín y se unió a la reina Teodolinda llegando a ser rey de los Longobardos. Agilulfo mató a los duques que se opusieron a él, Zangrolfo de Verona, Mimulfo de la isla de San Giulio, Gaidulfo de Bérgamo y otros que se rebelaron contra él. Agilulfo tuvo con Teodolinda una hija de nombre Gundeperga y reinó seis años. Después de él reinó Adaloaldo por doce años. Aún más tarde reinó Rotario, del linaje de los Arodingi. Él destruyó las ciudades y las fortalezas de los Romanos ubicadas a lo largo del litoral, desde las afueras de Luni hasta la tierra de los Francos y al este hasta Oderzo. Combatió cerca del río Scultenna y en aquella batalla murieron ocho mil Romanos.

    7.

    Rotario reinó diecisiete años. Después de él reinó Ariberto por nueve años, y luego reinó Grimoaldo. Por aquel tiempo, el Emperador Constantino salió de Constantinopla y vino en la región de Campania, luego se movió en Sicilia y allí fue asesinado por los suyos. Grimoaldo reinó nueve años y después reinó Pertarito.

    Historia de los Longobardos

    Historia Langobardorum

    Pablo Diácono

    Texto en español

    Libro Primero

    1.

    Las tierras septentrionales, cuanto más se hallan heladas por las frías nieves y alejadas del calor del sol, tanto más saludables son para el cuerpo humano y favorables para la propagación de los pueblos. Inversamente, toda la zona meridional, cuanto más cerca está del calor del sol, tanto más está repleta en enfermedades y es menos idónea para el crecimiento de los mortales. De ahí que bajo el cielo ártico se originen unos pueblos tan numerosos que no sin razón se da a toda la región desde el Tanai hasta occidente la denominación general de Germania. Cuando los romanos ocuparon aquellas tierras llamaron a las dos provincias allende el Rin, Germania Superior y Germania Inferior. De esta populosa Germania se sacan a menudo innumerables contingentes de cautivos que son vendidos a los pueblos del Sur.

    Asimismo, dado que produce tantos mortales como apenas es capaz de alimentar, a menudo han salido de ella muchos pueblos que han azotado no solo las tierras de Asia, sino sobre todo su vecina Europa. Prueba de esto son las ciudades arrasadas por todo el Ilírico y la Galia, pero sobre todo las de la desdichada Italia, que ha sufrido la crueldad de casi todos aquellos pueblos. Efectivamente, de Germania salieron los vándalos, así como los rugios, hérulos, torcilingos y otras bárbaras y feroces tribus. De igual manera llegó el pueblo de los winnili, es decir, de los longobardos, que después reinó felizmente en Italia. Ellos también son de origen germana, aunque algunos sostienen que llegaron de la isla llamada Escandinavia.

    2.

    De esta isla hace mención también Plinio Segundo en los libros que compuso sobre la naturaleza. La isla, según nos han contado los que la han recorrido, más que hallarse dentro del mar, está circundada por corrientes que inundan sus tierras debido a la llanura de sus costas. Los pueblos que allí se establecieron, crecieron tanto en número que ya no pudieron habitar juntos y, según se cuenta, dividieron a toda la gente en tres grupos y echaron a suertes cuál de ellos debía abandonar su patria.

    3.

    Así pues, el grupo al que le había tocado dejar su suelo natal y buscar tierras extranjeras se puso bajo el mando de dos caudillos, Ibor y Ayón; eran hermanos, estaban en la flor de la juventud y destacaban sobre los demás. Luego dijeron adiós a los suyos a la vez que a su patria y emprendieron el camino hacia nuevos territorios en donde poder habitar y establecer su asentamiento. Entre ellos, se encontraba la madre de los dos caudillos; se llamaba Gambara, una mujer de agudo ingenio, prudentes consejos y de cuya sabiduría confiaban no poco en los momentos de incertidumbre.

    4.

    No considero inoportuno dejar por un momento el hilo de la narración y, ya que mi pluma se halla todavía tratando de Germania, exponer brevemente un prodigio que allí celebran todos, así como también algunas otras cosas. En los más apartados confines del noroeste de Germania, bajo una prominente peña en la misma costa del océano, se divisa una cueva donde reposan, no se sabe desde cuándo, siete hombres sumidos en un prolongado sueño; sus cuerpos y vestiduras presentan una tal integridad que, por el hecho de perdurar sin corrupción alguna durante muchos años, son venerados por esas mismas gentes rudas y bárbaras. Ellos, por lo que dan a entender sus atuendos, parecen romanos. Según se cuenta, hubo una ocasión en que alguien, impulsado por su codicia, quiso despojar a uno de estos, de inmediato se le secaron los brazos y con su castigo metió tanto miedo a los demás, que en lo posterior nadie más osó tocarlos. Podrás imaginar, por qué propósito los ha guardado por tanto tiempo la divina providencia: quizás algún día aquellas gentes obtendrán salvación por la predicación de estos, ya que se cree que son cristianos.

    5.

    De este lugar son vecinos los escritofinos, así se llama aquel pueblo. A estos, ni siquiera en la época de verano les falta la nieve y no comen otra cosa que la carne cruda de las fieras, y con las pieles hirsutas de las mismas se proveen también las vestiduras. El nombre de estos procede, según su lengua bárbara, de brincar. De hecho, persiguen a las fieras dando saltos con un palo que, con cierta maña, curvan como un arco. En sus tierras, existe un animal parecido a un ciervo, con cuya piel, de pelos hirsutos como era, he visto yo mismo una vestidura confeccionada a manera de túnica hasta las rodillas, igual que la que usan, tal como se me ha revelado, los mencionados escritofinos. En estos lugares, durante los días del solsticio de verano, se puede observar una luz clarísima incluso de noche, y los días son allí muchos más largos que en otras partes; por otro lado, hacía el solsticio de invierno, aunque haya luz diurna no se ve allí el sol y los días son mucho más cortos que en otras partes, siendo asimismo más largas las noches. En efecto, cuanto más lejos se esté del sol, tanto más cerca de la tierra aparece este mismo y más largas se extienden las sombras. De hecho, en Italia, según escribieron los antiguos, alrededor del día de Navidad, la sombra de una figura humana mide nueve pies; mientras yo, cuando me hallaba en la Galia Belga, en un lugar llamado Villa de Totón, medí el tamaño de mi sombra y resultó ser de diecinueve pies y medio. Así, inversamente, cuanto más cerca se esté del sol en dirección hacia el sur, tanto más cortas se ven las sombras, hasta el punto de que, en Egipto, en Jerusalén y en las regiones cercanas no se ve sombra alguna en el solsticio de verano, cuando el sol se halla en medio del cielo. En este mismo periodo, en Arabia se divisa el sol en su cenit en la dirección norte y, por consiguiente, las sombras se ven hacia el sur.

    6.

    No muy lejos de la costa que hemos mencionado antes, hacia occidente, donde se extiende sin fin el océano, está un profundo remolino que solemos llamar ombligo del mar. De él se dice que dos veces al día absorbe las aguas y las vomita de nuevo, según se comprueba por la rapidez del flujo y reflujo en toda aquella costa. El poeta Virgilio llama Caribdis a un remolino similar, y cuenta en su poema que se encuentra en el estrecho de Sicilia y lo describe así:

    El lado derecho lo ocupa Escila, el izquierdo, la implacable Caribdis, y por tres veces absorbe los vastos oleajes que caen en la profunda sima de su abismo, y otras tres veces los levanta por el aire azotando las estrellas con sus aguas.

    De este mismo torbellino del que hemos hablado, se afirma que suele atraer naves a rastras y a la carrera, con tanta velocidad que parecen imitar el vuelo de las flechas por el aire; y a veces perecen en aquel abismo con muerte bien espantosa. A menudo, cuando están ya casi a punto de hundirse, repentinas moles de olas las hacen retroceder, y de nuevo se alejan de allí con la misma rapidez con la que antes habían sido arrastradas. Afirman que existe otro remolino similar entre la isla de Britania y la Galia, hecho que también prueban las costas de Secuania y Aquitania, que dos veces al día se ven cubiertas por inundaciones tan repentinas, que si alguien se encontrara a poca distancia de la costa, difícilmente lograría escapar. Se puede ver como los ríos de aquellas regiones refluyen de forma rapidísima hacia sus fuentes y sus aguas se vuelven saladas a lo largo de muchas millas. La isla de Evodia dista de la costa de Secuania unas treinta millas. En ella, según afirman sus habitantes, se oye el murmullo de las aguas que se precipitan en la mencionada Caribdis. He oído decir de un galo muy noble que algunas naves habían sido primero arrastradas por una tempestad y luego devoradas por esta misma Caribdis. Solamente un hombre de todos los que estaban en aquellas naves, pues los demás habían muerto, mientras flotaba aún vivo sobre las olas fue arrastrado por la fuerza de las aguas que caían y llegó al borde de aquel inmenso precipicio. Viendo ya abrirse aquel profundo abismo sin fin, esperaba, medio muerto del mismo miedo, precipitarse allí cuando, de repente, cosa que no podía esperar, se vio arrojado sobre un escollo y sentado en él. Y es que, caídas ya en el interior todas las aguas que iban a ser absorbidas, los bordes de aquel precipicio quedaron al descubierto. Y mientras, angustiado en medio de tantos apuros y vivo a duras penas a causa del miedo, se mantenía allí aguardando pese a todo una muerte que solo se había aplazado un tanto, he aquí que de pronto vio salir de las profundidades unas olas que se dirían grandes como montañas, y emerger en primer lugar las naves que habían sido absorbidas, así, al ponérsele cerca una de ellas se asió a la misma con todas las fuerzas. Llevado en seguida en volandas junto a la costa, escapó del trance de una muerte terrible y pudo contar después su propio peligro. También nuestro mar, es decir, el Adriático, que invade la

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