LOS MONJES DE LA GUERRA
LOS INTERESES MERCANTILES DE OCCIDENTE EN ORIENTE PRÓXIMO NO FUERON UN FACTOR DECISIVO PARA LA CONVOCATORIA DE LAS CONOCIDAS CRUZADAS, PERO AYUDARON BASTANTE. Los comerciantes europeos ya estaban presentes en esa zona del mundo conocido mucho antes de que se predicara su participación en el enfrentamiento religioso. Los venecianos mantenían relaciones estrechas con Bizancio y los amalfitanos estaban establecidos en diferentes puntos del Mediterráneo oriental gracias a su flota, que en el año 1077 era considerada la más poderosa de todo el Tirreno. Estas dos ciudades, junto con pisanos y genoveses, daban soporte al transporte de hombres y provisiones que se enviaban a las antiguas concesiones de los fondachi, almacenes en los que se depositaban las mercancías con salida libre al puerto. Auténticas bases comerciales que prácticamente parecían colonias.
ANTES DE LAS CRUZADAS, LOS HOSPICIOS DE DIFERENTES NACIONES ERAN INDISPENSABLES PARA ALBERGAR A LOS PEREGRINOS QUE ACUDÍAN A LOS SANTOS LUGARES.
Allí, en algún momento del turbulento siglo XI que se vivía en Tierra Santa, nació en Jerusalén una comunidad laica que administraba poco más que un mesón con camas, un hospitia oxenodochia, dedicado también a labores de enfermería. Lo erigieron en fecha indeterminada, entre 1020 y 1048, unos devotos y, suponemos, acaudalados comerciantes de Amalfi, que tenían relaciones mercantiles en la región y obtuvieron permiso de Husyafer, el califa fatimí de Egipto, para asistir a los peregrinos de cualquier fe o raza.
No era el primer establecimiento de su clase instalado en la ciudad. Antes de las cruzadas, los hospicios de diferentes naciones eran indispensables para albergar a los peregrinos que acudían a los Santos Lugares. Se tienen noticias de un hospicio franco en la época de Carlomagno y se dice también que hubo uno húngaro en tiempos del rey san Esteban, en el año 1000. Sea cierto o no, lo que puede darse por seguro es que el de los amalfitanos llegaría a ser el más famoso.
Su planta era cuadrangular –casi un cuadrado exacto–. Construida según la forma tradicional del románico, sostenían sus muros ciento setenta y ocho columnas de piedra con arcos de cinco metros de altura y su crujía principal medía setenta por treinta y seis metros. Disponía de amplias caballerizas, depósitos y despensas. La mayor parte de documentos históricos la ubican en el monasterio de Santa María de la Cruz Latina –Monasterio de los Latinos, para los musulmanes–, situado en las inmediaciones del Santo Sepulcro, un conjunto que tenía licencia del califa para celebrar en él los oficios divinos conforme al rito romano y que comprendía, además del hospital, un hospedaje para mujeres que se añadió posteriormente a cargo de la hermana
