EL PROCESO DE ETNOGÉNESIS DEL PUEBLO HEBREO, ES DECIR, EL CÚ-MULO DE CIRCUNSTANCIAS QUE FAVORECIÓ QUE UN DETERMINA-DO GRUPO DE SERES HUMANOS FUERA CONSIDERADO ÉTNICA-MENTE DISTINTO DEL RESTO, SE REACTIVÓ CUANDO LA ÉLITE DEL ANTIGUO REINO DE JUDÁ REGRESÓ EN EL AÑO 538 A.C. DE SU EXILIO BABILÓNICO, GRACIAS A UN EDICTO DE GRACIA DEL REY PERSA CIRO. A ese mismo trauma de la colectividad hebrea se refirió el propio apóstol Pedro, muchos siglos después, al nombrar la ciudad de Roma como la Nueva Babilonia, en recuerdo al sufrimientos de los judíos de la ciudad del Éufrates perseguidos por Nabuconodosor., cuando quiso establecer un paragón con el sufrimiento de los neófitos cristianos subyugados por el poder de la Roma Imperial.
La primera presencia de los judíos en la Península se pierde en la noche de los tiempos, o al menos en la imperceptible línea que separa la leyenda de la historia. A ellos parece referirse la Biblia, si atendemos a que Sefarad fue el nombre dado por el colectivo hebreo a las tierras ibéricas en una traslación de la ciudad anatólica de Sardes –Turquía–, por motivos inexplicables.
La primera referencia bíblica a Sefarad nos la proporciona Abdías, 20, en el siglo VI a.C.: "Y los cautivos de ese ejército de los hijos de Israel ocuparán el país de los cananeos hasta Sarepta y los cautivos de Jerusalén que están en Sefarad ocuparán las ciudades del mediodía".
Es también la Biblia la que incide en las relaciones comerciales del pueblo hebreo con Tarsis o Tartessos, sin detenernos a analizar ahora si esta fue una ciudad próspera del sur peninsular o una civilización propiamente dicho. En Ezequiel 27: 12-14 se dice: "Los