En abril de 711, Tariq ibn Ziyad desembarcó en una Hispania visigoda dividida y enfrascada en una guerra civil, empobrecida y duramente golpeada por la peste bubónica. Tras quince años de guerras y pactos, al-Ándalus se había consolidado en la inmensa mayoría de la península.
Hacia el año 680 el Reino visigodo de Toledo constituía el estado más extenso, poblado y próspero del Occidente Post-romano. Ni la fraccionada Francia Merovingia, ni los diminutos reinos anglosajones y celtas de Gran Bretaña e Irlanda, ni la dividida Italia longobarda y bizantina, podían compararse con la Hispania del rey Wamba que, también culturalmente, parecía destinada a regir el Occidente. Pero en apenas una generación ese poderoso Reino había sido conquistado por el Califato de Damasco y los ejércitos de este último ya se disponían a pasar los Pirineos y proseguir sus conquistas en las Galias. ¿Qué había pasado? Muchos fueron los factores que trajeron tan rápido colapso, pero entre los más importantes podríamos señalar:
1. Un empeoramiento climático que trajo consigo una considerable bajada de las temperaturas y una fuerte disminución de las precipitaciones. Lo que, en el contexto de una sociedad casi por completo agrícola, suponía una endiablada espiral de hambrunas, colapso económico y descomposición social.
2. Un incremento de la inestabilidad política por mor del acusado enfrentamiento entre las facciones nobiliarias.
3. La reaparición