Nadine
Por Clara Ann Simons
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Todo empezó como un juego inocente en una cena de amigas.
Cada una cuenta sus fantasías sexuales, las típicas fantasías eróticas que casi cualquier mujer tiene en su mente, aunque no necesariamente quiera cumplirlas o aceptarlas.
A partir de ellas, Nadine elabora una lista desde la más fácil a la más difícil.
En la lista incluye: sexting, sexo en un lugar público, ligar con un extraño en un bar, una experiencia lésbica, sexo con un conocido, sexo con un extraño, un trío y una experiencia BDSM. El simple hecho de escribirlas o hablar sobre ellas logra hacer que se excite.
¿Se atreverá a llevar a cabo alguna de esas fantasías? ¿Todas ellas? ¿Cómo se lo propondrá a su marido?
No te pierdas la historia de Nadine y sus fantasías sexuales en esta novela cargada de erotismo y sensualidad.
⚠ Esta historia no es apta para menores de 18 años al describir escenas de sexo explícito.
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Nadine - Clara Ann Simons
Prefacio
N
adine lleva seis años casada con Enzo.
Una noche mientras cena con su pandilla de amigas, inician un juego inocente; cada una irá contando sus fantasías sexuales. Se trata de las típicas fantasías eróticas que casi cualquier mujer tiene en su mente, aunque no necesariamente quiera cumplirlas o aceptarlas.
A partir de ellas, Nadine elabora una lista ordenándolas desde la más fácil a la más difícil de realizar.
En su lista Nadine incluye: sexting, sexo en un lugar público, ligar con un extraño en un bar, una experiencia lésbica, sexo con un conocido, sexo con un extraño, un trío y una experiencia BDSM. Lo que no esperaba, es que el simple hecho de escribirlas o hablar de ellas le proporcionase un nivel de excitación tan elevado.
¿Se atreverá a llevar a cabo alguna de esas fantasías? ¿Todas ellas? ¿Cómo se lo propondrá a su marido?
Sigue la historia de Nadine y sus fantasías sexuales en esta novela cargada de erotismo y sensualidad.
Esta historia no es apta para menores de 18 años al describir escenas de sexo explícito.
Un juego inocente
T
odo empezó como un juego inocente. Ese viernes salimos todas a cenar como hacemos al menos una vez al mes, nada inusual. La pandilla se va haciendo cada vez más pequeña a medida que algunas de nosotras nos casamos, nos vamos a vivir fuera o tenemos obligaciones laborales, lo típico de cualquier pandilla de chicas cercana a cumplir los treinta.
No recuerdo muy bien quién sacó el tema, quizá fue Eva, o Dafne, da igual, el caso es que en algún momento, de algún modo, acabamos hablando de nuestras fantasías sexuales.
—Pero el problema, al fin y al cabo, es una falta de comunicación con vuestras parejas, no tenéis la suficiente confianza como para contaros vuestras fantasías—nos recrimina Alicia desde el otro extremo de la mesa.
—Para ti es fácil, Alicia, tú eres lesbiana—responde Eva sin venir a cuento.
—¿Pero qué coño tiene que ver que yo sea lesbiana para hablar de fantasías sexuales, Eva? En todo caso, aquí la especialista en fantasías sexuales será Bea que es la que más cambia de pareja—le recrimina Ali.
—Oye, tía, ¿qué tiene de malo cambiar de pareja a menudo? Y sí, alguna fantasía sexual he experimentado, pero ya te digo que me faltan unas cuantas—bromea Bea.
—Alicia, te lo digo porque al ser dos mujeres tenéis mejor comunicación que nosotras que salimos con hombres, no por ser lesbiana, aunque me parece que queda bastante claro que salvo Bea y tú, las demás ni siquiera hemos planteado ese tema en nuestra relación—admite Eva bajando la mirada.
—¿Creéis que las fantasías sexuales serían bastante comunes a todas nosotras o que serían muy distintas? —pregunta Dafne con curiosidad.
—Joder Dafne, vaya cosas que tienes, supongo que serán muy diferentes porque cada persona es distinta—responde Eva.
—Vale, empiezo yo. A mí me gustaría tener sexo en un lugar público—admite Dafne para sorpresa de todas.
—No me puedo creer que de verdad quieras que hablemos de nuestras fantasías—replica Eva.
—No veo por qué no, nos conocemos desde el instituto. Venga, yo ya he dicho la mía—dice Dafne retándonos a seguir.
—Pero, a ver, especifica, en un lugar público en plan cuando estábamos en la facultad en un sitio apartado dentro del coche ¿o cómo? —pregunta Bea que ya se va lanzando.
—No le des bola encima—gritamos Eva y yo al unísono sabiendo que Dafne no necesita demasiado para dispararse en cuanto alguien saca el tema del sexo.
—No, en un lugar público donde haya de verdad un riesgo real de que me pillen; en la playa, en un parking, en alguna zona cercana a una ruta de senderismo. En cualquier sitio que sepa que en algún momento va a haber gente pasando cerca de mí y se pueden parar a mirar—admite Dafne.
—Tía, ¡estás loca!
—Para nada, a mí también me gustaría—admito muy seria.
—¿Nadine, en serio? —pregunta Eva sorprendida.
—Sí.
—A mí es de lo que más me pone, lo hago a veces en la zona de las calas al final del paseo marítimo—comenta Bea encogiéndose de hombros como si fuese lo más normal del mundo.
—¿En serio? Si por ahí pasa muchísima gente.
—Coño, pero lo hago por la noche. Pasan algunas personas y sé que de vez en cuando alguien mira pero con la oscuridad no pueden saber que soy yo. Y me pone mucho—reconoce Bea.
—Ay madre, no voy a poder pasar por esa zona sin pensar que puede estar Bea follando abajo. ¡Qué horror! —dice Eva tapándose la cara con las manos.
—No seas idiota, a mí también me atrae muchísimo esa idea. Nunca lo he probado, pero me encantaría.
—Vale, vale, pues casi por unanimidad, con el voto en contra de Eva, queda aprobado el sexo en público como fantasía sexual—dice Dafne muerta de risa.
—¿Quién se atreve con la próxima?
—Yo misma—respondo sorprendiéndome a mí misma.
—¿Tú, Nadine? Pero si siempre eres de lo más recatada. A ver, cuenta, cuenta, seguro que Nadine es de las que ve vídeos porno cuando no está su marido—bromea Bea.
—Ja, ja, muy graciosa. No, no lo hago, pero si lo hiciese no estaría haciendo nada de malo.
—Bueno, vale, que todas las fantasías son válidas, no se puede juzgar a nadie. Pondremos esa regla—dice Alicia saliendo al rescate.
—Gracias, Ali. Vale, pues mi fantasía sexual es el sexting—admito seria.
—Tía, pero eso no cuenta ni como fantasía sexual—contestan varias de mis amigas a la vez.
—¿Cómo que no? —pregunto extrañada.
—No, Nadine, eso lo hace todo el mundo.
—¿En serio?
—Sí.
—Sí.
—También.
—Pues vaya.
—Pero es que ella está casada, es diferente—replica Eva.
—¿Por qué es diferente? —pregunta Bea arqueando las cejas.
—No sé, Bea, claro que es diferente, estaría engañando a su marido, ¿no? Al fin y al cabo, estaría ligando con otros tíos—responde Eva.
—O con otras tías—añade Ali.
—Vale, Alicia, o tías. Pero estaría ligando en cualquier caso, aunque no lleguen a verse nunca, así que estaría engañando a Enzo—insiste Eva.
—Pero es un engaño pequeñito—bromea Dafne haciendo un gesto con sus dedos.
—Dafne, ¿dónde se pone el límite? Vale que es menos engaño que si se acuesta con otro, pero ¿dónde pones el límite? Ella está casada. ¿Si se da un beso con uno no es engaño porque es pequeñito? ¿Solamente es engaño si follan? —pregunta Eva algo enfadada.
—Venga ya, Eva, tú haces sexting y no creo que se lo hayas dicho a Jordi. ¿Le estás engañando? Y supongamos que Nadine se hace una paja pensando en Alicia ¿está engañando a su marido? —pregunta Bea.
—Oye, a mí no me metas en eso—se queja Ali.
—Que es broma Alicia, venga que ya me conoces.
—Lo de la paja es distinto Bea, y yo no estoy casada con Jordi, algo de sexting no hace daño a nadie, es divertido y sé que no va a llevar a nada. Alicia también tiene pareja y van muy en serio, y hace sexting—puntualiza Eva.
—Sí, mi novia y yo hacemos sexting y las dos lo sabemos—admite Ali haciendo un gesto con las manos.
—Así que tenéis una relación abierta.
—No Bea, no es una relación abierta, solo hacemos sexting. ¡Vaya pesada que estás hoy, tía! Y antes de que lo sigas preguntando, lo de hacerse una paja pensando en alguien no creo que ninguna de las que estamos aquí lo considere un engaño, supongo que todas lo habremos hecho más de una vez. Pero bueno, vamos a seguir, el sexting aprobado por unanimidad como fantasía entre comillas, y en el caso de Nadine con interrogación—bromea Alicia.
—A mí me encantaría tener sexo con un extraño.
—¡Eva!
—Dijimos que no íbamos a juzgar, chicas. Además, el sexo con extraños es algo que yo hago muy a menudo—comenta Bea entre risas.
—Bea, es que lo que para nosotras son fantasías para ti pueden ser prácticas cotidianas. Tenemos la balanza desnivelada, aunque sí, lo de hacérmelo con un extraño al que no voy a volver a ver, me pone mucho a mí también. Ni siquiera necesitaría que estuviese muy bueno, aunque si lo está mejor—reconoce Dafne.
—A mí es al contrario, me gustaría con un conocido, con un amigo o con alguien de la oficina. Allí mismo, en el trabajo sobre la mesa de un despacho o que me folle desde atrás contra la pared y que luego se quede como nuestro secreto inconfesable—bromea Eva que se va animando.
—Ya, eso estaría bien, tengo en la cabeza a la persona adecuada.
—Y yo—admito.
—Vale, vale, está aprobada como fantasía común, porque hasta Nadine está de acuerdo.
—A ver, que me habéis quitado la palabra, sigo con lo del extraño. No solo me gustaría hacerlo con un extraño, sino que Jordi nos viese y no dijese nada. En plan voyeur, lo de las hot wife
eso que se lleva ahora—reconoce Eva poniéndose colorada.
—Ostras, ¡tiene su punto! —exclama Dafne.
—Sí.
—No sé, tiene más pinta de un deseo oculto de castigar a Jordi por no hacerte caso que de fantasía sexual—se burla Bea.
—¿Qué dijimos de juzgar?
—Bueno, vale, venga, aprobada.
—¿Y un trío? Seguro que a todas nos apetece—dice Dafne levantando las cejas.
—Puf, un montón.
—Y a mí.
—Sí—admito.
—Pero con dos hombres—puntualiza Dafne.
—Yo también, bueno al menos Jordi, la tercera persona puede ser hombre o mujer, supongo que Jordi querría una