Hospital Cristalmar

Después de una ruptura dolorosa, la enfermera María Levin se prometió a sí misma que se iba a quedar soltera durante el resto de su existencia. Ángela Malaver, es una auxiliar de enfermería desmotivada de cuarenta y tres años que decide aceptar un puesto en urgencias para ver si un cambio de aires es lo que necesita. El caos de urgencias las situará a las dos en el mismo box mientras la enfermera sutura una herida, momento en el que Ángela Malaver descubrirá que ha acertado con el cambio de puesto y María Levin, a punto de cumplir los cuarenta, dejará de pensar que estar sola es lo que más le conviene.

Cuando la jefa de enfermeras Laura Esteban se levanta por la mañana, poco puede imaginar que por la noche va a terminar convertida en una paciente después de que un incendio en su edificio le provoque algunos cortes cuando un cristal le cae encima. Sandra Gonzalo es enfermera del SEM y está de guardia esa noche. La casualidad hará que sea ella quien atienda a Laura y la atracción entre las dos mujeres resultará inmediata, tanto, que su primera cita se produce cuando Sandra acaba el turno y las dos terminan en su casa. El deseo es innegable y ambas tienen claro que desean seguir viéndose, sin embargo, todo se tuerce cuando Laura descubre que la vida de Sandra no es tan sencilla como parece. Laura solo debe hacerse una pregunta a partir de ese momento: ¿merece la pena complicarse por Sandra?

Elvira Trejos, la directora del hospital Cristalmar, acaba de divorciarse y lo último que quiere es complicarse la vida. Ha decidido disfrutar de su soltería y cumplir todos los deseos que su matrimonio le negó. La neuróloga Silvia Maza no tiene ninguna intención de cambiar su estilo de vida. Le gusta conquistar mujeres y seguir con su norma de no quedar con ninguna una segunda vez. Le va bien así, no tiene estabilidad emocional, pero tampoco dolores de cabeza y, según su criterio, le compensa. Las dos mujeres tienen claro lo que quieren, hasta que Elvira se cruza en el camino de Silvia y la doctora se ofrece voluntaria para ayudar a la directora a cumplir esos deseos pendientes. El primer paso las llevará a cruzar las puertas del Luxúria, un famoso local de intercambio de la ciudad, y el segundo hará que las dos lleguen a replantearse su manera de afrontar la vida.

Estela Pinto está feliz con su nuevo trabajo de camarera en la cafetería del Hospital Cristalmar, hasta que un cúmulo de sucesos sobre los que no tiene el control, la hacen llegar tarde demasiadas veces, llamando la atención de la jefa de personal, Isabel Villar. Cuando Isabel la llama a su despacho para pedirle explicaciones, no tiene claro si Estela le ha tomado el pelo con sus excusas o es que simplemente es la persona con más mala suerte que ha conocido nunca. Las dudas persiguen a la jefa del mismo modo que lo hace la curiosidad, a Estela lo que la persigue es la rabia de sentirse acusada y entre las dos se genera una tensión que podría dar corriente al edificio, hasta que sucede algo que permite que limen asperezas, donde Isabel corrobora que Estela no le miente y la camarera constata que la jefa no es tan retorcida como ella pensaba.