¡Amputación!: Una Realidad Silenciosa Y Punitiva Desde El Punto De Vista Masculino
Por Al Rivas
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¡Amputación! - Al Rivas
PRESENTACION
En la primera parte del drama se escucha un preludio, se abre el telón y aparece en escena una vida.
Con el roció de su juventud arrasa el escenario. Todo lo cree, todo lo puede.
Transpira fuerza y vigor y calcula:- "al medio día abre ya conquistado al mundo y por la tarde mis súbditos me abanicaran y pondrán en mi boca un racimo de uvas…
En la parte final del drama, se escucha un réquiem por la misma vida; se le secó el rocío. Transpira nostalgia y medita;- ya no hay dragones en el camino, ni princesas dormidas que despertar…
y ve cerrarse lentamente el telón.
Con la fuerza de la vida y la salud se pueden conquistar éxitos y recibir galardones, pero cuando estos elementos físicos se gastan podría el hombre y su mundo derrumbarse; a no ser que se construya un carácter y una personalidad basados en un auto concepto de valoración, el servicio y la justicia, que nos permitan retirarnos con honor y paz al campo de los caídos, dejando tras de nosotros el rastro de nuestros pasos…
DEDICADO a todos los hombres que con paraguas
o sin paraguas, enfrentan sus retos y sus miedos sin detenerse, trazan una ruta y la siguen creyendo que el éxito y el propósito de sus vidas no radican en una chequera o en una erección vigorosa.
4 PULGADAS DE FILO
Eran las 11.45 a.m. de ese lunes cuando el universo de Bruno Canche apagó sus luces; una siniestra cortina se cerró a su alrededor y se hizo un silencio total.
Bajo esta losa de agonía, permanecía sentado mirando con la vista clavada en la nada, frotándose el ralo cabello entrecano, como queriendo alisarlo con sus dedos tensos, buscando en su oscuro interior una razón, un asidero pero solo encontró un insondable vacío.
Con el peso de una montaña sobre su espalda, se levanto de la mecedora y con pasos pesados y lentos caminó en la sala con los parpados siempre caídos, mirando sin mirar, después, subió las escaleras a su recamara, no lloraba ni gesticulaba, su semblante se veía sereno y determinado.
Dos horas cavilando, sentado en su mecedora de ratán, lo habían llevado a tomar una determinación. Entró a la recamara y contempló su interior, con los parpados siempre caídos. Cerró la persiana y se sentó en la cama inclinado, con los codos en las rodillas y ambas manos sobre la cara. Se diría que ocultaba su rostro de alguien, o que no quería mirar a nadie.
De pronto, la crónica perturbadora de esa mañana subió imágenes a su cabeza con forma y color:
-… ¡pues hazlo tú, o cállate la boca!-
- ¡No me respondas así o te…! -
- ¡O qué, ¿me vas a pegar? Atrévete! ¡Ya sé que los animales muerden la mano que los alimenta! -
-¡Sí, soy un animal, por eso vivo con otro animal que nada mas esta ladrando!-
-¡Perra tu abuela!-
-¡Vete al diablo!
-¡Tú también!-
Bruno Canche giró sobre sus talones y con un movimiento rápido levanto el puño para romperle la cara; ella entrecerró los ojos y los músculos de todo su cuerpo se contrajeron esperando el inevitable golpe, pero el puño se quedo en al aire, jamás la había golpeado.
Dio media vuelta, salió de la cocina maldiciendo entre dientes.
Sin llorar ni gesticular seguía sentado sobre su cama con la barbilla pegada al pecho. Parecía una estatua melancólica, sumido en un silencio insidioso.
Luego, retomo la idea que lo había llevado a su cuarto, no aceptaba otra que pudiera distráelo de su propósito, en su mente solo quedaba una nube espesa y oscura, sin forma, solo espesa y oscura; era una determinación voluntaria, resultado de una larga y pesada ola de absurdos, de adversidades atadas en fila con el cordón del ¡NO!
No a la oportunidad, no a la salud, no a muchas cosas, Solo puertas cerradas.
Los minutos corrían lentos, espesos como sangre coagulada en el interior de la alcoba.
En la misma postura, Bruno Canche seguía con las imágenes adheridas a su memoria. Inevitablemente recordaba cada palabra, cada movimiento, cada escena como el guión de una serie:
Se soltó el mandil ahulado que usaba para el quehacer de la casa y lo aventó con violencia, se dio media vuelta y clavó su mirada en la nada lleno de ira y eructó:
-¡Me voy a matar!-
Sus palabras sonaron en la sala como el estallido violento de un ducto que rompe, que masacra, pero fueron ignoradas. Era el disco de siempre, la misma canción.
Camila Romo dejo sobre la mesa el café y los huevos motuleños que le había servido Bruno antes que iniciara el pleito; las nauseas le impidieron desayunar. Pasó al espejeo, y en el tocador puso el recibo de energía eléctrica que pagaría esa mañana, justo en su vencimiento. (La CFE no tolera retrasos en los pagos del usuario)
Tomó su bolsa, las llaves del chevy y salió sin decir palabra. Eran las 9:40 a.m. en el tocador dejo olvidado el recibo.
Bruno Canche la escucho salir con el carro, respiró hondo y resopló, hervía de furia.
Hasta ahí las imágenes se agotaron, y una pantalla blanca ocupó su mente. El drama de esa mañana fue el preludio para la nefasta escena final.
La sala quedó en silencio. Los testigos clavados en la pared observaban desde su lugar; siempre juntos, siempre sonrientes. Él con un porte de actor principal de otros tiempos, ella con un tocado ostentoso, sonreía de permanente. Juntos se veían una sola cosa, parecían indivisibles. El marco dorado de un estilo que ya no se usaba, realzaba la calidad de esa foto.
¿Qué maligna polilla había carcomido a esos dos seres, otrora pujantes y soñadores? Juntos cultivaron un campo de sabanas blancas donde retozaban a tiempo y fuera de tiempo.
Trazaron planes con regla y compás para su futuro, una ruta con valijas de amor,