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Ventisca-Arcana: La Ciudad Donde El Cielo Llora
Ventisca-Arcana: La Ciudad Donde El Cielo Llora
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Libro electrónico241 páginas3 horas

Ventisca-Arcana: La Ciudad Donde El Cielo Llora

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Esta es una historia que incluye: tragedias e inocencia, amor y pasin, maldad y misterio. Esta constituye una obra de ficcin acompaada de algunos acontecimientos de la vida real, expresados con personajes y locaciones diferentes a las originales. De manera que si en el relato aparecen nombres de personas vivas o muertas, que coincidan con alguna historia veraz, es pura coincidencia.
La trama se desarrolla mayormente entre un padre viudo y su hijo -ambos hundidos en la miseria-, y est enmarcada en acontecimientos que se presentan en la etapa del despertar psicolgico y social, que se da en todo ser humano: la adolescencia.
Luego de estar desempleado por largo un tiempo, Esteban el padre, se emplea y dedica todo su tiempo a su nuevo trabajo, por lo cual, su hijo Adrin crece bastante solo y con tiempo de sobra para perder. As que desde muy temprana edad, se involucra sentimentalmente con una extranjera, una bailarina profesional de tango argentino y mambo italiano, originaria de Buenos Aires, Argentina. El amor hacia ella lo hace cometer locuras que lo llevan hasta convertirse en vctima de una gran paliza, entre otros tropiezos. Entonces conoce a un ex presidiario, casi un mendigo, quien se convierte en su mejor amigo y lo instruye en las artes del amor.
IdiomaEspañol
EditorialPalibrio
Fecha de lanzamiento15 ago 2014
ISBN9781463388676
Ventisca-Arcana: La Ciudad Donde El Cielo Llora

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    Ventisca-Arcana - Miguel A. Montalvan

    Copyright © 2014 por Miguel A. Montalvan.

    Número de Control de la Biblioteca del Congreso de EE. UU.:       2014912467

    ISBN:          Tapa Dura                    978-1-4633-8869-0

                       Tapa Blanda                978-1-4633-8868-3

                       Libro Electrónico      978-1-4633-8867-6

    Todos los derechos reservados. Ninguna parte de este libro puede ser reproducida o transmitida de cualquier forma o por cualquier medio, electrónico o mecánico, incluyendo fotocopia, grabación, o por cualquier sistema de almacenamiento y recuperación, sin permiso escrito del propietario del copyright.

    Esta es una obra de ficción. Cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia. Todos los personajes, nombres, hechos, organizaciones y diálogos en esta novela son o bien producto de la imaginación del autor o han sido utilizados en esta obra de manera ficticia.

    El texto Bíblico ha sido tomado de la versión Reina-Valera © 1960 Sociedades Bíblicas en América Latina; © renovado 1988 Sociedades Bíblicas Unidas. Utilizado con permiso. Reina-Valera 1960™ es una marca registrada de la American Bible Society, y puede ser usada solamente bajo licencia.

    Fecha de revisión: 15/08/2014

    Palibrio LLC

    1663 Liberty Drive, Suite 200

    Bloomington, IN 47403

    Gratis desde EE. UU. al 877.407.5847

    Gratis desde México al 01.800.288.2243

    Gratis desde España al 900.866.949

    Desde otro país al +1.812.671.9757

    Fax: 01.812.355.1576

    653570

    INDICE

    Prólogo

    Inocencia

    Tragedia

    Alumna Y Maestro Sentimientos

    Misterio De Pinturas

    Artista Desaparecido

    Miseria Y Gloria

    Mis 17

    De Pesca

    Mocedad Y Hombría

    El Desengaño

    Aforismo

    Boda

    Trágica Noche

    PRÓLOGO

    Esta es una historia que incluye: tragedias e inocencia, amor y pasión, maldad y misterio. Esta constituye una obra de ficción acompañada de algunos acontecimientos de la vida real, expresados con personajes y locaciones diferentes a las originales. De manera que si en el relato aparecen nombres de personas vivas o muertas, que coincidan con alguna historia veraz, es pura coincidencia.

    La trama se desarrolla mayormente entre un padre viudo y su hijo -ambos hundidos en la miseria-, y está enmarcada en acontecimientos que se presentan en la etapa del despertar psicológico y social, que se da en todo ser humano: la adolescencia.

    Luego de estar desempleado por largo un tiempo, Esteban el padre, se emplea y dedica todo su tiempo a su nuevo trabajo, por lo cual, su hijo Adrián crece bastante solo y con tiempo de sobra para perder. Así que desde muy temprana edad, se involucra sentimentalmente con una extranjera, una bailarina profesional de tango argentino y mambo italiano, originaria de Buenos Aires, Argentina. El amor hacia ella lo hace cometer locuras que lo llevan hasta convertirse en víctima de una gran paliza, entre otros tropiezos. Entonces conoce a un ex presidiario, casi un mendigo, quien se convierte en su mejor amigo y lo instruye en las artes del amor.

    VENTISCA-ARCANA

    INOCENCIA

    Un día bajo una tormenta al oeste de la ciudad del D.F México, le pregunté a mi padre si el cielo lloraba. El no pudo contestarme, pero se inclinó hacia mí, me ajustó la ropa y dijo:

    -Hijo, iremos a comer. La noche se avecina y la cena está lista.

    La inocencia del ayer se marca en mi mente, como sombra de un espejismo de uno de aquellos días de primavera, cuando en el alba partimos para llegar al campamento ubicado en un bosque. El grupo de viajantes se componía de más de dos docenas de niños, acompañados por seis adultos que comandaban el grupo y quienes nos llamaban los chicos exploradores del bosque.

    La tradición era una semana de campamento que anualmente servía la iglesia a la que asistíamos. Mi padre era uno de los guías que dirigía al grupo. El último año que salimos a dicha exploración del bosque, nos encontramos con una sorpresa. Era un misterioso lugar al oeste de la ciudad, y debido a lo extraño que se encontraba en el lugar, lo llamaron el hogar del misterio.

    Días más tarde las autoridades de la iglesia decidieron no enviarnos más allí. Sin embargo, mi padre se dio la tarea de investigar sobre el lugar, y mucho tiempo después descubrió que en los registros de la propiedad habían desaparecido los nombres de los propietarios, por lo que tiempo después fue tomado por el gobierno.

    Mi padre, quien era químico industrial y maestro de secundaria, visitaba continuamente el lugar, y como parte de su investigación llevaba muestras a casa para luego estudiarlas en su pequeño laboratorio. Un día mientras colectaba dichas muestras, me comentó que había logrado comunicarse con un misterioso personaje el cual se decía cuidaba el lugar, y quien era más antiguo que la ciudad de cientos de años en la que yo había nacido.

    Meses después del incidente, el gobierno prohibió todo tipo de investigaciones en el lugar, argumentando que había radio actividad en éste, y que trataban de proteger vidas humanas. Mi padre nunca estuvo de acuerdo con la decisión del gobierno porque en sus estudios no encontró radioactividad allí; sin embargo, debía obedecer el mandato de las autoridades.

    El tiempo pasó y aquello se quedó en una incógnita que mi padre quería resolver.

    TRAGEDIA

    Después de una tormenta, mi padre y yo nos encontrábamos alojados en un albergue junto con otras personas, quienes también habían perdido todo en el desafortunado suceso. Tanto él como yo considerábamos que la tragedia se había ensañado más con nosotros, pues mi madre había fallecido por causa del desastre natural, lo cual nos hacía sentir que el dolor nos perseguía como una sombra en la elocuencia del tiempo.

    Recuerdo el día en que la enterramos. Los estruendos se hacían sentir, relampagueaba fuertemente, y las calles se habían perdido entre los escombros de árboles caídos. Los ríos desbordados y la arenilla acumulada cubrían las avenidas de la ciudad. Además, el anuncio de otra tormenta se avecinaba en el ocaso de aquella tarde. La enterramos entre la lluvia de aquel atardecer. Y el tiempo pasó, pero desde entonces, cada crepúsculo habría de ser una odisea intentando perseguir el amor de mi madre.

    Llevábamos ya varios meses viviendo en el albergue y nada parecía volver a la normalidad. La ausencia de mi madre se sentía en cada pálpito de mi corazón, y acostumbrarse a vivir sin ella era una realidad difícil de aceptar, la que mi padre y yo percibíamos en un silencio de tristeza y de dolor.

    Un día me levanté por la mañana y no vi a mi padre, él no se encontraba en el lugar. Luego encontré una nota pegada en la cerradura de la puerta del albergue que decía: Adrián, salí a buscar un trabajito, pues ya no tenemos ni un centavo y necesitamos algunos pesos para nuestros gastos. Te recomiendo que no salgas hasta que yo regrese.

    No cabe duda de que aquel día fue muy intenso para mí, y sin encontrar ni siquiera agua en el albergue para cepillarme, volví a acostarme para esperar a que mi padre regresara. Pero llegaron las diez de la mañana, las doce del mediodía, la una, las dos de la tarde y mi padre no regresaba. Hambriento y sediento derramé muchas lágrimas, mientras acusaba al cielo de mi poca suerte. Solitario en aquella pequeña habitación, se me ocurrió revisar las dos maletas que llevábamos para ver qué encontraba en ellas. Aquellas eran unas maletas que mi padre había rescatado después de la tragedia, y una de estas era de mi madre. Allí encontré un cuaderno en el que había escrito acontecimientos de su vida. También pude ver su pasaporte, junto con el de mi padre y el mío, los cuales, ella misma había guardado debido a que días antes de la tragedia, teníamos planeado un viaje a Madrid, España, ciudad a donde mis abuelos habían regresado.

    Sin embargo, lo que más llamó mi atención de todos los objetos encontrados, fue un recorte de periódico, guardado en medio del cuaderno en el que mi madre escribía los sucesos de su vida. Dicho recorte contenía la fotografía de mi padre, diez o doce años más joven. Fijé mi mirada en la esquina derecha del recorte o más bien en la fotografía intentando esclarecer mi mente, y sí efectivamente era él, así lo confirmé.

    Yo apenas aprendía a leer para ese entonces, por lo que no pude comprender el contexto. Entonces cerré el libro y lo devolví junto con los demás documentos a donde mi madre lo había guardado, pero la imagen de mi padre en el periódico se insertó en mi mente y una incógnita sondeó en mis sentidos. Poco después regresó mi padre con algo de comida, jugos y agua. Para entonces, yo ya no me sentía solo.

    Minutos después de su regreso comenzó a llover fuertemente. Yo con la idea que mi madre me observaba desde el edén, me sentía culpable de la tormenta, pues había insultado al firmamento. Entonces de nuevo le pregunté a mi padre si el cielo lloraba.

    A lo que él contestó:

    -No hijo mío, el cielo sólo llora si nosotros estamos tristes.

    Su respuesta me dejó de nuevo lleno de culpas, entre el sonido de la lluvia y la nubosidad de la misma. Luego le pregunté por qué aún cargábamos la pequeña maleta con prendas de mi madre. Él esbozó una sonrisa, me abrazó y me respondió:

    -Esas son pertenencias de tu madre y por lo pronto debemos dejarlas donde están.

    Por el momento decidí ocultarle que había visto el recorte de periódico y el diario de mi madre, y decidí simplemente acostarme a su lado como lo hacía usualmente.

    Noches después me di cuenta de que mi padre, para conciliar el sueño cada noche, se aseguraba de que yo estuviera bien dormido. Me cubría con el único edredón que teníamos, salía de la habitación del albergue, encendía una pequeña fogata y se sentaba a escuchar la radio en una silla que habíamos rescatado. Luego silenciosamente entraba de nuevo y se acostaba a mi lado.

    ALUMNA Y MAESTRO SENTIMIENTOS

    La imagen de aquel contexto en la hoja recortada del periódico, me tenía desde hacía varios días con la curiosidad de saber su contenido. Sin embargo, prefería no preguntarle a mi padre porque para ambos, el tema de mi madre siempre era motivo de dolor y de tristeza. Pero una noche decidí hacerlo para librarme de la incógnita que me perseguía. Así que me levanté, salí de la habitación y fui hasta donde mi padre se encontraba, como siempre, escuchando en la radio las noticias de la noche.

    -Ven siéntate aquí, Adrián –dijo cuándo me vio caminando hacia él y me hizo sentar a su lado-. ¿Qué pasó? ¿No tienes sueño?

    Luego me abrazó y me llevó hacia su pecho. Fue entonces cuando me pareció el momento oportuno para preguntarle de la hoja del periódico recortado en el diario de mi madre.

    -Padre –le pregunté-, ¿por qué en el diario de mi madre hay una hoja de un periódico recortado con tu fotografía?

    Él me miró directamente a los ojos y me interpeló:

    -¿Me está insinuando usted, mijo, que ha desobedecido mis sugerencias cuando le dije que las cosas de mamá había que dejarlas como estaban?

    -Bueno, en realidad cuando tú me dijiste eso, yo ya los había visto -le confesé.

    -¿Cuál de ellos, el diario de tu mamá o el periódico?

    -Ambos, pero el periódico hasta hace unos pocos días –le aclaré.

    -¿Y el diario?

    -El diario…mi madre me contó que allí escribía sobre los mejores acontecimientos de su vida.

    -¿De veras?, ¿y qué más te contó?

    -Que tú antes tenías un trabajo como maestro.

    -Así es, ¿pero sólo eso te contó? –preguntó de nuevo con la mirada puesta en la llama de la fogata.

    -Sí –le contesté firmemente.

    Mi padre esbozó una sonrisa de nuevo y guardó silencio por unos segundos; luego dijo:

    -Te contaré los acontecimientos sobre los que tu madre escribió en ese diario y algo más, hasta que el tiempo nos ajuste y nos dé sueño.

    Luego; descargó su brazo sobre mi hombro y con la mirada fija en la llama del fuego, empezó su narración diciendo:

    -Yo era muy joven cuando me gradué de la universidad. Para ese entonces, era uno de los mejores estudiantes, con calificaciones muy altas, en mi carrera de química industrial. Fue por eso que antes de graduarme, tuve muchas entrevistas de empresas nacionales e internacionales, que querían que yo les eligiese para hacer mi trabajo social, como todo universitario tendría que hacerlo antes de graduarse. Entonces elegí una compañía norteamericana que abastecía de oxígeno a todos los hospitales del país, y por esa razón luego me contrataron indefinidamente. Tiempo después certifiqué una maestría en el colegio de maestros universitarios. Luego empecé un trabajo de tiempo parcial en un instituto como educador de químicas.

    Fue entonces, cuando una tarde normal que yo impartía clases, una nueva joven se había incorporado en mi salón de clases. Su nombre era Jasmine, tu madre. Ella entró y tomó su silla a la derecha del aula. La presenté a los demás alumnos, como había que hacerlo, un protocolo que se sigue en toda institución. Y así Jasmine empezó su incorporación al colegio, con suma timidez.

    Días después; como en todo colegio o centro estudiantil de clase media en cualquier país del mundo, los grupos de jóvenes entre catorce y diecisiete años se reunían en pequeños grupos, y entre ellos hacían sus críticas o halagos, siempre que ingresaba una atractiva alumna de otro colegio. Y así sus comentarios de chicos atrevidos y halagos hacia ella se escuchaban muy a menudo en los pasillos del colegio:

    Parece una princesa danesa, en su jardín de tulipanes, decía alguien, cuando ella caminaba hacia la cafetería.

    Yo mejor diría una muñeca rusa, contestaba alguien más.

    ¡No! Es el ángel terrestre que viajó del extranjero, decía otro alumno.

    Sin embargo, ellos ignoraban que ella estaba pasando por una situación difícil en su hogar, y sus halagos de chicos atrevidos no revivían el corazón ni aliviaban las angustias del alma que ella misma me había confesado que estaba pasando. Yo, como uno de sus maestros, tendría que seguir el protocolo del colegio, y hacer mi trabajo. Debía alertar al concejal del instituto para que se le hiciera una evaluación con el psicólogo, a lo que ella se rehusaba porque decía que no estaba loca.

    Los días pasaban y ella nunca lograba ambientarse en el salón de clases. Poco tiempo después, yo presenté mi renuncia como maestro en el instituto. Al finalizar mi último día de trabajo y después de despedirme del directorio, caminé hasta donde parqueaba mi camioneta. Fue entonces cuando vi a Jasmine que esperaba por mí, sentada a un lado del vehículo. Al verla ahí seguidamente pregunté:

    -Jasmine, ¿qué haces acá? ¿No deberías estar en clases con tu nuevo maestro?

    Ella me regresó el acto con una mirada triste y actitud de niña lastimada.

    -Estoy al borde de enterrarme en mis propias culpas, maestro.

    -¿Porque dices eso? –pregunté propiamente confundido.

    -Mi mente no puede identificar la luz de mi vida.

    -No entiendo, explícate mejor –sugerí.

    -Para que lo entienda mejor, en mi casa vivo un infierno con mis padres, y no sé qué hacer con esta vida vacía que llevo por dentro.

    -Pero no es necesario que te expreses así. Tengo entendido que vienes de una familia muy honrada acá en la ciudad. Digo, si no estoy confundido.

    -No, no está confundido, maestro. Dicen que la honra en exceso mata el alma. Quiero decir, que a veces se prefiere un poco de deshonra y no torrentes de infamia secreta, pues así se puede vivir en paz con Dios, consigo misma, y con los seres que te rodean –enfatizó ella.

    -No sé qué decir, y no si esas son razones suficientes para eludir tu educación. Pero…

    -Hay mucho más que eso, maestro –interrumpió ella.

    -No tienes que contarme nada, pero si deseas compartirlo con alguien yo te

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