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Dosis fatal
Dosis fatal
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Libro electrónico330 páginas3 horas

Dosis fatal

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Información de este libro electrónico

Durante la campaña de vacunación para la prevención de la gripe A, en el 2016, la industria farmacéutica BAER consigue la autorización para comercializar un nuevo tranquilizante que promete ser lo esperado.

Un doctor, de uno de los hospitales del grupo, es consciente de una serie de conincidencias que pueden resultar no serlo.

Con la ayuda de Albert, un visitador médico que trabaja para la farmacéutica, y Susana, directora de RR.HH, tratará de desentrañar lo que acaece.

Descubrirán que no todo es lo que parece y que detrás del fármaco existen personas y organizaciones con mucho poder y oscuras intenciones.

Un oscuro objetivo.
Un nuevo medicamento.
Las mismas víctimas.
La televisión, la radio, la prensa, son influyentes medios de comunicación muy poderosos.

¿Podrían estos medios con ayuda de algunos medicamentos y entes de poder, crear y mantener una masa psicológica adormecida para tranquilidad del Estado?

Atrévete con Dosis fatal, una novela de ficción...o tal vez, no.
Cambiarás tu percepción.

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento27 ago 2021
ISBN9781393031710
Dosis fatal
Autor

Steven Terrors

Nació en Matanzas, Cuba, en el año 1961. Desde muy joven aficionado a la lectura y la escritura. Sus primeras incursiones, en el mundo de las letras, lo supuso la redacción de frases cortas que lo ayudaban a entender lo que lo rodeaba, los poemas y microrrelatos. En la década de los noventa escribió su primera novela; Más allá de la frontera -publicada con Editorial Leibros en el año 2017. A través de la escritura pretende ofrecer nuevas perspectivas y puntos de vista, a los lectores, sobre los hechos narrados en sus obras. Sin obligarles, permitiendo que sea el lector quien saque sus propias conclusiones. Todas sus obras, aunque de ficción, relatan hechos reales y tratan de hacer llegar, a través de los personajes, la visión oculta de los acontecimientos, quizá ficción o tal vez no. Ha participado en múltiples eventos literarios y como jurado en concursos de microrrelatos y novela para editoriales. Es corrector de estilo y ortotipografía.

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    Dosis fatal - Steven Terrors

    Dosis fatal

    Steven Terrors

    Published by Steven Terrors, 2021.

    This is a work of fiction. Similarities to real people, places, or events are entirely coincidental.

    DOSIS FATAL

    First edition. August 27, 2021.

    Copyright © 2021 Steven Terrors.

    ISBN: 978-1393031710

    Written by Steven Terrors.

    Also by Steven Terrors

    El emigrante

    El emigrante. Nueva vida.

    Standalone

    Dosis fatal

    Enemigo oculto

    Pandemia

    Watch for more at Steven Terrors’s site.

    Índice de contenido

    Brusseau

    Septiembre 2016

    Brusseau

    Residencia del presidente del gobiernoSeptiembre 2015

    Brusseau

    Residencia del ministro de SanidadOctubre 2016

    Brusseau

    Residencia de AlbertOctubre 2016

    Brusseau

    La BoticaUna hora después

    Brusseau

    Residencia de Albert

    Brusseau

    Al día siguienteSun Resort

    Brusseau

    Restaurante North BeachLa Galeria

    Residencia de Susana

    Sun Beach

    Brusseau

    Merc Hospital

    Brusseau

    Un bar en las inmediaciones de la casa de Albert

    Brusseau

    Merc HospitalDos semanas más tarde

    Brusseau

    Residencia del presidente de BAER

    Brusseau

    Merc HospitalAl siguiente día08:00 am

    Brusseau

    Residencia de George

    Brusseau

    Residencia de Susana

    Brusseau

    Industria farmacéutica BAER

    Brusseau

    Residencia de Marian y RichardPor la tarde

    Brusseau

    Tanatorio del Merc Hospital

    Brusseau

    Residencia de Eric From

    Brusseau

    Residencia de SusanaAl día siguiente

    Brusseau

    Sun BeachResidencia de SusanaUna semana después

    Brusseau

    Residencia de George

    Brusseau

    Residencia de Susana

    Brusseau

    Despacho del director de BAER

    Brusseau

    Sede de La Agencia de Medicamentos yProductos Sanitarios

    Brusseau

    Segunda residencia de Peter

    Brusseau

    Residencia de Susana

    Brusseau

    Residencia de Marian

    Brusseau

    Residencia de Susana

    Brusseau

    Finca de la residencia de Eric

    Brusseau

    Residencia de Susana

    Brusseau

    Oficina de Correos. Merc Hospital.Laboratorio externo

    Brusseau

    Merc Hospital. BAER

    Brusseau

    Residencia de Susana

    Brusseau

    Sede de BAER

    Brusseau

    Residencia de Susana

    Brusseau

    Comisaría de PolicíaAl día siguiente

    Brusseau

    Sede de la Agencia de Medicamentos yProductos Sanitarios

    Brusseau

    Comisaría de PolicíaUna semana más tarde

    2Brusseau

    Club de Golf Green Valley

    Brusseau

    Residencia de Ralph

    Brusseau

    Oficina de la Brigada de Homicidios y Desaparecidos. Merc Hospital

    Brusseau

    Una semana después de la sentencia.

    Brusseau

    Sun BeachLa mañana siguiente

    Notas finales

    Bibliografía

    Gracias a todos los lectores por comprar mis obras.

    Steven Terrors

    Dosis fatal

    Steven Terrors

    Dosis fatal 

    Copyright, textos y maquetación: Steven Terrors

    Diseños interiores y de portada: Steven Terrors

    Corrección de estilo y ortotipográfica: Steven Terrors

    Impreso por: GRAFIEXPRESS, Álvarez de Lugo, 52, 38004. Santa Cruz de Tenerife.

    ISBN: 

    Esta obra está protegida por los derechos de autor, con lo cual, corresponde al autor el ejercicio exclusivo de los derechos de explotación de su obra, en cualquier forma, y en especial los derechos de reproducción, distribución, comunicación pública y transformación, que no podrán ser realizadas sin su autorización, salvos en los casos previstos en la Ley de Propiedad Intelectual, RD Legislativo 1/1996, de 12 de abril, por el que se aprueba el Texto Redifundido de la Ley de Propiedad. Si usted distribuye esta obra sin autorización expresa de su autor, estará incurriendo en un delito perseguido por la ley.

    Esta obra es de ficción. Los hechos narrados no ocurrieron en la realidad en ningún lugar conocido, no obstante, se dan a conocer situaciones y argumentos relacionados con la realidad y que pueden ser consultados en la bibliografía relacionada al final del manuscrito. Brusseau, BAER y Merc, son sólo nombres surgidos de la imaginación del autor. Cualquier coincidencia con la realidad, de estos o cualesquiera de los lugares descritos, son fruto del azar.

    Dosis fatal

    Documento1pagina001

    Steven Terrors

    A mi hijo

    Si los poderosos y gobernantes,

    utilizan los diferentes medios

    para mentirnos y manipularnos,

    ¿Podrían anular nuestra voluntad?

    Steven Terrors

    Brusseau

    Septiembre 2016 

    Tuvo que retroceder diez años para evocar un otoño como el que estaba viviendo. Las lluvias aparecieron demasiado deprisa, anticipándose en casi cuatro meses, y en lo que llevaban de semana no habían cesado, originando el descenso de las temperaturas. Aunque siendo justos, habría que matizar que en realidad, el frío no se estimaba como tal. Los veinte grados centígrados, y los diecinueve de sensación térmica, no significaban motivo de queja, al menos para él que lo resistía con un fino jersey habituado a tiempos más severos como el peninsular –donde en esa época solían estar a la mitad–, pero para los habitantes de la isla donde la máxima caída de grados en el termómetro solía rondar los catorce, resultaba comprensible contemplar el auge en la ropa de abrigo en los pocos valientes transeúntes que se arriesgaban a caminar por el paseo marítimo. Donde el viento soplaba racheado, mientras las olas rompían con fuerza contra la arena de las diferentes playas y la lluvia arremetía contra los cuerpos y las carpas de los restaurantes construidos, a todo lo largo de la avenida. 

    En su adolescencia, antes de conocer a Marian, vivió en Madrid, la capital de España, donde las condiciones climáticas eran bastantes más extremas. Aún recordaba aquel dicho tan famoso: «Quien soporta el clima de Madrid, soporta cualquiera». Era cierto, el invierno se manifestaba crudo y el verano sofocante en demasía sin términos medios. Pero aquella urbe, aunque jamás le cautivó, tenía su embrujo y encanto y la echaba de menos. Admitiendo que no regresaría a residir de nuevo en la capital, entendía inaceptable no reconocer que en ocasiones, anhelaba transitar una vez más las calles del centro, visitar los sitios que con más asiduidad frecuentó o el reencuentro con conocidos o tal vez callejear por los barrios menos elegantes, aquellos olvidados, los de la periferia. Donde la clase media alta no aparecía. Aquellas localidades donde sus gentes aún mantenían esa idiosincrasia que tanto les diferenciaba de los más favorecidos, poseedores de una economía robusta, que contrastaba con sus empobrecidos valores humanos. 

    Richard abandonó la clínica. 

    El día anterior lo pasó en gran parte cuestionando si acudir y someterse de nuevo a inocularse la vacuna. Era el tercer año consecutivo que se inyectaba como prevención ante una eventual epidemia de la gripe A, aunque seguía manteniendo las dudas acerca de su proceder. 

    El año anterior, a pesar de la inmunización, enfermó. Su convicción acerca de las vacunaciones masivas se hallaba harto menoscabada, sobre todo, después de verificar que antaño, cuando nunca se inyectó, jamás contrajo un proceso gripal que si se presentó desde el instante en que comenzó a hacerlo acuciado por su esposa y su sobrino. Albert, poco amigo de los medicamentos, no cesaba en insistir que era mejor la prevención que tener que curar, sobre todo en él incluido en uno de los grupos de riesgo por superar en uno los sesenta y cinco años. 

    Su sobrino quien gracias a su esposa Marian llevaba dos años ejerciendo como visitador médico, bien informado, no cesaba en comentar que la gripe seguía siendo uno de los principales problemas de salud pública en el mundo. «La trascendencia –aclaró– derivaba de la variación antigénica del virus, su elevada transmisibilidad, su alta morbilidad, mortalidad y sus consecuencias económicas directas e indirectas». Se estimaba que entre el cinco y el veinte por ciento de la población contraía la gripe cada año y la cifra superaba el treinta en caso de pandemia. Se consideraba que el veinticinco por ciento de los procesos respiratorios febriles, acaecidos durante la temporada gripal, se debían al virus influenza. Aunque la incidencia es mayor en niños en edad escolar y adultos jóvenes, la frecuencia de agravamientos y su mortandad se concentran en los ancianos. El noventa por ciento de los fallecimientos por complicaciones se produce en personas mayores de sesenta y cuatro años y personas con trastornos crónicos. Así a la muerte directa causada por la gripe se suma la sobre aniquilación por padecimientos metabólicos, cardiopulmonares e inmunitarios, exacerbados por la infección gripal. Sin embargo, sólo uno de cada diez decesos asociados está debidamente certificado. 

    Lo peor lo constituía que, además de no lograr paliar los inconvenientes de la indisposición que acrecentaba sus dolores óseos y musculares, también comenzaba a padecer, en los días posteriores a la inyección, la merma a pasos agigantados de su auto estima y su voluntad, mientras la ansiedad crecía impidiéndole reconocerse en los últimos años. 

    Se esforzaba por discernir su repentino cambio de actitud para con la vida y las cosas. Apenas tres años antes su vitalidad permanecía en cotas máximas y, sus ganas de emprender, luchar, protestar, se hallaban en los límites más altos –o como gustaba decir–, en la cresta de la ola, pero sin saber cómo ni por qué, sin ser consciente del momento exacto en que se produjo, todo aquello estaba cambiando. Ya no discutía por nada y, aunque seguía incomodándose con las injusticias con las que convivía a diario, no era como en el pasado. No luchaba. Las acataba aludiendo la misma excusa que la mayoría: nada podría hacer.

    Albert era un hombre de aproximados ciento ochenta y tres centímetros que contrastaba con sus sesenta y siete kilogramos de peso. Conservados desde hacía ya más de veintisiete años, con una fluctuación que solía rondar kilogramo arriba o abajo. 

    En su redondeada y pequeña cabeza se distinguían unos pequeños ojos color miel –bajo los cuales persistían perennes sendas bolsas oscuras–, que le conferían siempre al rostro un aspecto de cansancio. El resto una nariz común, tal vez más ancha de lo valorado como normal, y una pequeña boca de labios gruesos y carnosos. 

    Llevaba el pelo corto cubierto de canas de color gris que colonizaron el cabello a raíz de la ruptura con su anterior pareja –con la que mantuvo una relación que se extendió por doce años–, aunque de momento las disimulaba lo suficientemente bien a causa de la pigmentación rubia de su cabellera. 

    A sus cuarenta y cinco años permanecía soltero, no por carecer de pretendientes. Hacía apenas dos años su relación fracasó –dejándolo psicológicamente maltrecho–, sembrando en su mente el temor a nuevas uniones sentimentales. Desde aquel preciso momento eligió vivir sólo para el trabajo y olvidar las relaciones amorosas, restringidas a citas esporádicas para dar rienda suelta a sus deseos sexuales. 

    Era su segundo año en el desempeño de las funciones en su puesto como visitador médico, al que accedió, a través de su tía, empleada varios años atrás ostentando un cargo de importancia en la Agencia de Medicamentos y Productos Sanitarios (AMPS). 

    Tenía toda la satisfacción que precisaba. Le proveía de los ingresos necesarios, para vivir una vida desahogada, y le posibilitaba conocer bellas y esculturales mujeres sin la exigencia de frecuentar las discotecas que juzgaba aburridas. El imprescindible e insufrible refugio de aquellos y aquellas que –según su opinión– se precipitaban en la búsqueda de la presa que les facultara no volver a pasar otra noche a solas. 

    Aún disponía de tiempo para preparar toda la documentación antes de la reunión concertada con Eric From, uno de los médicos del Merc Hospital, a quien mostraría el nuevo medicamento lanzado por la farmacéutica para la que prestaba sus servicios, BAER, la más prestigiosa, influyente y poderosa de las tres radicadas en la isla. 

    El SEDOL17, una benzodiacepina sobre la que se habían realizado algunas manipulaciones sobre la molécula original, se anunciaba como el más revolucionario fármaco para el tratamiento de trastornos mentales, ansiedad, insomnio, nerviosismo, dificultad para vivir, sin efectos secundarios, sin peligros, sin dependencias. Además el motivo más interesante para él: una suculenta comisión difícil de igualar por ningún otro de los remedios que representaba. Lo mejor: la inverosímil promoción que lo respaldaba transformándolo en irremplazable para el personal médico. 

    Irrumpió en la cafetería y pidió una caña a una de las jóvenes que atendía detrás de la barra. Se aficionó a alternar en aquel local, animado por las simpatías del personal, sobre todo por las camareras. Reconocía que una de ellas le seducía, y le habría agradado que ocupara el espacio vacío de su vida habitando con él, como su compañera sentimental. Tal vez porque el tiempo transcurrido en soledad se le antojaba exagerado, o quizá porque precisaba deshacerse de sus recelos. Empezaba a añorar esos instantes en los que al llegar a casa hallaba alguien con quien dialogar, sin embargo en aquel caso su única posibilidad, era ser consciente que lo único que podía hacer, era desplazarse para conversar y deleitarse con su presencia durante un corto intervalo de tiempo. 

    Con sus veintinueve años era demasiado joven para él a punto de cumplir los cuarenta y seis. 

    Charló con ella el breve tiempo que empleó en beber su café. Luego se marchó. 

    Restaba mucho por hacer y urgía dejar dispuesto el dossier y ensayar la exposición próxima. En todo el proceso invertiría bastante tiempo, con seguridad varias horas, y no pretendía acostarse demasiado tarde.

    Brusseau

    Residencia del presidente del gobierno

    Septiembre 2015

    El día podría haber sido como otro cualquiera, sin embargo no era así. Se había despertado más temprano que de costumbre y, después de beber un café expreso bien cargado, se había encerrado en el despacho. 

    Ojeó una vez más las encuestas encargadas e hizo una mueca. No estaba funcionando como debía y se hacía preciso poner remedio a aquella situación que podía desencadenar en su expulsión del gobierno. Por eso había llamado a Peter, el ministro de sanidad, con quien tenía una cordial relación desde hacía varios años que había conllevado una sincera relación de amistad. 

    Salió del despacho y se metió debajo de la ducha.

    De no haber sido por lo temprano de la hora no le habría resultado inquietante la llamada del presidente del gobierno. Si a tan temprana hora ya estaba en el despacho desde luego sólo podía significar que existía algo de gran envergadura, que le robaba el sueño y, que debía ser solucionado a la mayor brevedad posible. 

    Arrancó el motor de su Volvo estacionado en el garaje de su chalet, erigido en las afueras de Brusseau, en primera línea de playa en la elitista urbanización donde sólo residían altas personalidades del gobierno, custodiadas con fuertes medidas de seguridad, y recorrió la distancia que separaba su vivienda de la garita de los vigilantes. Entregó su documentación que fue pasada por un escáner dejando registrada la hora de salida y una imagen de su identificación. Después subió la ventanilla y giró hacia la derecha en dirección a la residencia del presidente del gobierno. 

    —Lamento que tuvieras que venir con tanta prontitud. Era necesario. –interpeló su anfitrión cuando media hora más tarde lo condujo al despacho–. ¿Un café? 

    —Gracias. –aceptó sin dejar de seguirlo por el corredor, de la planta baja, hasta la última habitación a la derecha, su destino final. 

    No era la primera vez que visitaba la residencia presidencial y tenía la certeza que tampoco sería la última que lo hiciera. A pesar de ello seguía maravillándose ante la magnitud de la edificación y su imponente corredor de casi treinta metros de longitud y techos altos de más de cinco metros, de impolutas paredes blancas, donde a ambos lados y enfrentadas se situaban seis puertas dobles correderas. 

    El pasillo excepto una mesa redonda –situada justo a la mitad del recorrido–, adornada con caras, elegantes y originales figuras de cristal, y encima de esta, colgando del techo, una gigantesca y elegante lámpara de araña, estaba diáfano. Culminaba en una escalera central que lo cubría a todo lo ancho y se separaba, a izquierda y derecha, para conducir a un balcón desde el que se apreciaba todo el corredor. 

    Ricard tenía buena cara y estaba elegantemente vestido con uno de sus trajes Armani. Aquel era de color azul oscuro. La expresión de su rostro, aunque tranquila, no podía evitar que se trasluciera cierta intranquilidad. 

    Se sentaron en una cómoda Chaise-longue con sendas tazas de café en las manos y esperó sin atreverse a romper el silencio. 

    —Supongo que estás al corriente de los últimos datos sobre trastornos mentales. –se decidió a hablar Ricard, mientras se inclinaba hacia adelante para apoyar el platillo con su contenido en la lujosa mesa de grueso cristal. 

    —Anoche a última hora, antes de marcharme, eché un somero vistazo. –admitió. 

    —Los datos no son todo lo buenos que deberían ser. –Peter permaneció en silencio–. Eso no es bueno. 

    —Existe un porcentaje del veinticinco por ciento de la población con trastornos mentales.–se atrevió a afirmar –. Y eso sólo son los diagnosticados. 

    —¿Y el resto? 

    —Es difícil tener una apreciación exacta, pero estimamos que rondaremos el cuarenta por ciento entre los unos y los otros. 

    —Eso no es bueno. El crecimiento ha sido muy pobre. Precisamos más población dócil y preocupada por su dosis de ansiolíticos y menos por lo que ocurre en el país. 

    —Hay procesos que requieren su tiempo. 

    —Tenemos que acortarlo. 

    —No me habrías llamado tan temprano si no hubieras pensado en algo. 

    —Quiero que hables con nuestro amigo George. 

    —¿George? 

    —Ven te lo explicaré. 

    Lo cogió del brazo y salieron al jardín por la puerta cristalera, por la que empezaban a colarse los primeros rayos del sol del amanecer de un nuevo día caluroso y con escasa velocidad del viento, que permitía contemplar, unos pocos cientos de metros más adelante, un mar en calma de inalterada superficie y que se asemejaba más a un cuadro que a una realidad. 

    Se abstrajo en sus pensamientos mientras recorrían en silencio el cuidado jardín. Sólo los cantos de los pájaros y el sonido de los guijarros, aplastados a su paso, interrumpían el creciente mutismo que los rodeaba. 

    No sabía con exactitud en que había pensado Ricard, pero con el transcurrir de los años había logrado conocerlo lo suficiente, como para tener la certeza que para él cualquier medio estaba justificado si con ello se conseguían los objetivos. Que en su caso particular siempre tenían relación directa con su mantenimiento en el poder y su enriquecimiento personal. Su tercer mandato consecutivo estaba ligado a la manipulación de las masas, de los medios de comunicación masiva y a la inapreciable labor de BAER, la farmacéutica más poderosa del país. 

    Ricard era un comunicador nato, con mucho carisma y una verborrea fuera de lo común. Capaz de convencer a los medios y a la opinión pública de la magnanimidad de su gobierno y la toxicidad de la oposición. Sabía decir lo que la mayoría quería escuchar e incumplía lo prometido, después de conseguir la reelección, con la mejor de sus sonrisas e inusual elegancia haciendo parecer responsables a sus opositores. 

    Pero el abuso de aquel tipo de táctica estaba teniendo sus consecuencias funestas. Aunque los medios de comunicación masiva, en su mayoría, seguían controlados por el gobierno, unos pocos, más independientes, comenzaban a alzar la voz en contra del presidente y sus aseveraciones. La equivocada política de Ricard de permisibilidad con la inmigración ilegal, a la que prometía regularizaciones y subsidios sin haber trabajado o cotizado, consiguieron indignar y hacer reaccionar a una parte de la población hasta aquel entonces dormida. Votante asidua de su partido, que había desertado y, que se había aliado con la fuerza menos representativa y más opuesta. La ultra derecha. 

    —A pesar del bombardeo televisivo, de la medicalización de los sentimientos y de nuestra continua manipulación no estamos obteniendo los resultados esperados en el tiempo programado. 

    —¿Y George? 

    —Es nuestra mejor opción. –se calló por un breve intervalo antes de añadir–. Tiene las herramientas que necesitamos. 

    —Es el propietario de una industria farmacéutica. –afirmó temiendo que sus peores pesadillas se convirtieran en realidad. 

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