Guerra de los Mil Días en el departamento del Magdalena 31 de diciembre de 1901 al 9 de julio de 1902
Por Ignacio Foliaco
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El estruendoso fracaso del Ejército del gobierno conservador en el departamento del Magdalena durante la guerra de los mil días, fue ocultado por el autoritario régimen de Marroquín e intencionalmente se dejó en el olvido, sin que posteriormente se hubiera analizado esta errónea campaña militar.
El testimonio del general Ignacio Foliaco, escrito a comienzos del siglo XX y olvidado en los anaqueles de los documentos de nuestra historia, pone de manifiesto errores políticos, estratégicos y tácticos de la fuerza militar oficial, frente al ejército liberal revolucionario. Documento para reflexionar y ahondar en la irresponsabilidad y la incapacidad crónica de la clase política dirigente colombiana.
Es claro, es lógico, lo más respetable que la causa primordial, mejor dicho, única y exclusivamente, de mi desgraciado incidente militar, fue la desatención de mis superiores en Barranquilla, para quienes mis súplicas fueron palabras que se llevara el viento.
No había carta, me recuerda que fuese, en que yo no pintara, con la lealtad del soldado que comprende sus deberes, la terrible situación que atravesaba, lo urgente que era el inmediato envío de tropas de recursos de todo género, hasta indicando en cada caso particular las vías por las cuales debían enviarse los respectivos convoyes, pero es lo cierto que los acontecimientos posteriores vinieron a comprobar dolorosamente, la ninguna atención que se prestó a mis súplicas, a las súplicas de mi Ejército, sufrido, que merece las consideraciones del gobierno.
No se ocultaba la comandancia en Jefe del Ejército del Atlántico cuál era en realidad la situación de mi campaña, previos los avisos anticipados, comprobados que tema de un lado, el número de fuerzas del enemigo, los elementos con que contaba, los abundantes recursos que diariamente recibió de Venezuela, los recientes fracasos de la expedición del general Ortiz y las causas que los produjeron y de otro, mi inferioridad numérica de tropas y elementos, y hasta hostilidad manifiesta de la misma naturaleza bravía, por encima de toda ponderación.
Todo fue inútil: No recibí un solo auxilio. Se me abandonó por completo. Si no reconociera yo las notables condiciones morales y militares del señor comandante en jefe del Ejército del Atlántico, que lo respaldan de cualquier mala inteligencia, francamente afirmaría que mi abandono absoluto, fue premeditado, pero, a fuer de hombre honrado, no puedo entrar en el campo de las inquisiciones.
Apunto el hecho trascendental para mí, de que no se me mandaron los recursos que jamás me cansé de solicitar.
Deseo que la presente publicación, hasta donde me sea posible, sea la explicación más clara, más precisa, de la campaña con sus antecedentes, para ilustrar así el conocimiento de los hechos; por ello, por mi propia cuenta, seguro como estoy de que la justicia que me asiste, me apresuro a absolver algunas posiciones que pudiesen hacerme.
Es muy probable, por ejemplo, que se me interroguen los motivos que tuve de no haber tomado yo, al salir de Riohacha, la vía expedita. De la Guajira, que en un cerrar de ojos, sin inconvenientes de ninguna clase, hubiera penetrado en el corazón de la Provincia de Padilla y Valledupar.
Ignacio Foliaco
Ignacio Foliaco, general conservador de la guerra de los mil días. Un más de los irresponsables dirigentes políticos y militares con encumbrados grados, que osaban de estrategas y estadistas, durante las absurdas contiendas civiles, y que sumieron a Colombia en el provincialismo, la ausencia de mentalidad industrial, la confrontación permanente, la violencia crónica, las pugnas por el poder, el analfabetismo, el abandono del campo y la urbanización de la hasta hoy persistente pobreza.
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Guerra de los Mil Días en el departamento del Magdalena 31 de diciembre de 1901 al 9 de julio de 1902 - Ignacio Foliaco
Guerra de los Mil Días en el departamento del Magdalena
31 de diciembre de 1901 al 9 de julio de 1902
© General Ignacio Foliaco
Primera edición 1905
Reimpresión agosto de 2021
© Ediciones LAVP
www.luisvillamarin.com
ISBN9781005276546
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Todos los derechos reservados. Ninguna persona natural o jurídica podrá reproducir esta obra por ninguno de los métodos vigentes en el comercio literario, sin permiso escrito del editor. Hecho el depósito de ley.
Guerra de los Mil Días en el departamento del Magdalena
I
Parte de combates
II
Parte detallado
III
República de Colombia
A la nación
Exposición de los hechos militares consumados en el departamento del Magdalena desde el 31 de diciembre de 1901 hasta el 9 de julio de 1902
Me encontraba yo en Colón, departamento de Panamá, adonde acudí con fuerzas a mi mando en momentos de graves peligros para el Istmo.
Apenas se disiparon un poco los serios temores, en vista de llamamiento urgente de la Comandancia en Jefe del Atlántico, volví a Barranquilla a ponerme al frente de la expedición que debía abrir operaciones en la Provincia de Padilla, Departamento del Magdalena. que por motivos conocidos de todos tenía supremamente preocupado al gobierno.
No hacía muchos días había fracasado la tercera expedición comandada por el valiente General Daniel Ortiz. lo que naturalmente produjo vacilaciones y fundados temores entre los sostenedores de la causa conservadora,
Así se encontraban las cosas cuando, en compañía del Sr. General Juan D. Tobar, comandante en jefe del Atlántico, tomé camino de Riohacha, adonde llegamos el 31 de diciembre de 1901.
Angustiosa era la situación de aquella ciudad. Daba grima ver los restos del Ejército del general Ortiz, diezmado, de un lado por las penalidades indescriptibles de la campaña en el interior de la Provincia de Padilla, y de otro, por la epidemia más espantosa, nunca vista en esas regiones, y que no respetaba ni siquiera a las mismas personas nacidas allí y a quienes se debía suponer aclimatadas, y por lo tanto inmunes.
Gasté todo el mes de enero en la reorganización del Ejército, que acababa de sufrir tremendo fracaso, que trajo por consecuencia inmenso desaliento. Aún no había dado cima a la reorganización, cuando por avisos venidos de La Guajira, mandados por el cacique José Dolores, vine en conocimiento que los revolucionarios habían pasado a Maracaibo en número no menor de 300 hombres, al mando del general Socarrás, en busca de parque (munición).
Previo acuerdo con el general Juan B. Tobar, present0, todavía en la ciudad de Riohacha, pensé ejecutar un movimiento hacia La Guajira, con el fin. de interceptar las vías respectivas que conducen al centro de la Provincia de Padilla, donde se hallaba el foco principal de la revolución.
Como en la población no hubiese las fuerzas suficientes para ejecutar el plan, se convino en enviar el vapor de guerra Próspero Pinzón, surto en el puerto, a Santamarta, en consecución de tropas, pero desobedeciendo las órdenes del caso, de manera inesperada, levantó anclas el referido vapor, quedando nosotros en completa imposibilidad de traer fuerzas de Santa Marta. Inmediatamente el general Tobar, en el buque de vela de nombre Guardacosta marchó a Santa Marta, y fue a los cuatro días cuando nuevamente apareció el Pinzón.
Viendo yo la urgente necesidad de abrir operaciones, sin los refuerzos aguardados, marché, únicamente con dos batallones, a la Guajira, pero ya se había verificado el paso del parque al centro de la provincia. Con este motivo los revolucionarios cobraron nuevos alientos: el general Sabas Socarrás les había entregado 12o cajas de municiones.
Bien pronto se vieron los reclutados del recibo del parque, como que simultáneamente la revolución se movió hacia Riohacha y sobre las riberas del río Magdalena y fue entonces cuando sucedieron l0s terribles incidentes en El Peñón, de la toma del vapor Magdalena.
La desobediencia inexplicable del vapor Pinzón fue la causa principal del desarrollo extraordinario de la revolución en la Provincia de Padilla.
El 14 de marzo de 1902 se completó la reorganización del Ejército, que ascendió a 800 hombres, y el cual quedó dividido en las Divisiones de a 400 hombres cada una así: Una al mando del general Rafael Rodríguez R. y la otra al mando del general Gregorio Garzón; y fue reconocido el Sr. Antonio María Rodríguez como Jefe de Estado Mayor del Ejército nombrado por la Comandancia en Jefe del Atlántico.
Graves tropiezos tuve que vencer en la reorganización. Primero, el pánico de los desastres recientes; después de los horrores de la epidemia que no daba instantes de tregua y lo que era peor el espíritu de rebeldía de alguno de los batallones. Por ello, para evitar que corrientes de insubordinación cundieron en el Ejército, me vi precisado a disolver el Batallón Sinú, compuesto en su mayoría de reclutas liberales.
El mismo día 14 de marzo de 1902, formado el Ejercito en la Plaza de Riohacha, juró bandera con la solemnidad requerida. Al día siguiente, 15 de marzo, abrí campaña sobre Camarones, avanzando hacia el mismo pueblo 4oo hombres, comandados por el general Antonio M. Rodríguez.
Aquí empezó lo recio de la campaña; los últimos quince días del mes se emplearon en movimientos estratégicos continuos en una vasta región, conocida palmo a palmo por el enemigo, en su generalidad nacido y criado en esas montañas.
Poco es lo que se diga sobre el particular; y como lo he dicho en una de mis comunicaciones a la Comandancia en Jefe del Atlántico, todo nos era adverso, hasta los mismos