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Habilidades sociales y profesionales para empresarios: Empresario: la fantasía moderna
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Libro electrónico693 páginas8 horas

Habilidades sociales y profesionales para empresarios: Empresario: la fantasía moderna

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Ajustarse a un horario estricto de entrada a la oficina cada mañana y pasar casi diez horas -salvo una o dos para comer- en el trabajo es el panorama laboral del español medio. Aunque dada la tasa de paro nadie rechaza un empleo, lo cierto es que hay otras modalidades de trabajo que permiten gestionar con mayor libertad el tiempo. Una de ellas es emprender un proyecto productivo propio -desde el desarrollo de una profesión por cuenta propia hasta un negocio-, una oportunidad para pasar de ser empleado a convertirse en empresario.
IdiomaEspañol
EditorialSelect
Fecha de lanzamiento13 ago 2021
ISBN9791220835503
Habilidades sociales y profesionales para empresarios: Empresario: la fantasía moderna

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    Habilidades sociales y profesionales para empresarios - Trainera Abel Castro

    Empresario: la fantasía moderna

    INDICE

    Introducción

    Capítulo 1: E quilibrio y felicidad

    Capítulo 2: E sfuerzo y disciplina

    Capítulo 3: A guantar al jefe

    Capítulo 4: N osotros mismos

    Capítulo 5: No

    Capítulo 6: Q ueman

    Capítulo 7: N o los demás

    Capítulo 8: I ntimidad

    Capítulo 9: M otores de cambio

    Capítulo 10: P roblemas

    Capítulo 11: I neficaces

    Capítulo 12: S ituaciones adversas

    Capítulo 13: A yudarnos

    Capítulo 14: P ersuasivos

    Capítulo 15: O xígeno

    Capítulo 16: Hablar en público

    DESARROLLO

    Introducción

    Ajustarse a un horario estricto de entrada a la oficina cada mañana y pasar casi diez horas -salvo una o dos para comer- en el trabajo es el panorama laboral del español medio. Aunque dada la tasa de paro nadie rechaza un empleo, lo cierto es que hay otras modalidades de trabajo que permiten gestionar con mayor libertad el tiempo. Una de ellas es emprender un proyecto productivo propio -desde el desarrollo de una profesión por cuenta propia hasta un negocio-, una oportunidad para pasar de ser empleado a convertirse en empresario.

    Un trabajador por cuenta propia puede registrarse como persona física (en el régimen de autónomos) o crear una empresa (una sociedad anónima o limitada) cumpliendo en cada caso diferentes requisitos. Si se trata de sociedades, las condiciones se alejan de la mano del pequeño emprendedor, ya que incluyen desde una aportación de capital inicial muy elevado hasta una diferencia en el pago de impuestos, bajo la figura del Impuesto de Sociedades. El régimen de sociedades, por otra parte, diferencia también entre el patrimonio de la sociedad y el de los socios, así como su responsabilidad frente a terceros. En cambio, la responsabilidad es ilimitada para las personas físicas que dirigen su empresa y asumen el riesgo directamente. Al dejar la relación contractual por cuenta ajena para convertirse en empresario y timón del propio negocio, cabe pensar que se pierden derechos laborales y seguridad. No obstante, trabajando de manera independiente hay múltiples figuras legales que garantizan beneficios laborales a corto y largo plazo. Además, se cuenta con el apoyo institucional de los gobiernos central y autonómicos, que disponen de ayudas y vías de asesoramiento para las personas que toman esta decisión, y planes para los emprendedores que comienzan a transitar el camino que lleva de empleado a empresario. El régimen de autónomos es una vía que brinda múltiples posibilidades en este sentido.

    Un autónomo es quien realiza una actividad comercial o profesional en su propio nombre. Constituirse como tal en el Régimen Especial de Trabajadores Autónomos ( RETA ) es la forma de ofrecer bienes o servicios en el mercado facturando los mismos y cumpliendo con las obligaciones tributarias o fiscales. Así, pueden formar parte del RETA desde periodistas a constructores, albañiles o comerciantes pasando por un largo etcétera de profesionales mayores de 18 años con aptitudes para llevar a cabo su actividad, o menores de edad emancipados o que cuenten con un representante legal que los respalde.

    Los trámites para darse de alta como trabajador autónomo incluyen:

    Alta censal y opción del régimen fiscal: se formaliza en la Agencia Tributaria para optar por el régimen fiscal correspondiente e indicar la actividad que se va a realizar, y los datos de la empresa.

    Inscripción/afiliación en el Régimen Especial de Autónomos de la Seguridad Social: se realiza en Tesorería General de la Seguridad Social (TGSS). Desde el alta censal, se dispone de un periodo de 30 días naturales para realizar la inscripción con el formulario del Alta Censal, el DNI y el modelo TA521/1 de alta en el Régimen Especial de Trabajadores Autónomos, que puede cumplimentarse en la misma oficina de la TGSS.

    Licencia de Apertura y Licencia de Actividades e Instalaciones: se formaliza en el Ayuntamiento correspondiente. Es obligatoria para registrar una empresa y debe ir acompañada de un proyecto de instalación, aunque no todas las actividades requieren una licencia. Por ejemplo, un albañil o un fontanero que realiza tareas de manera independiente para particulares o empresas no está obligado a tramitarla.

    Alta en el impuesto de actividades económicas (IAE): es una tasa que grava el ejercicio de las diferentes actividades empresariales y profesionales según una clasificación a través de un código que se llama epígrafe de la actividad. Se realiza en la Agencia Tributaria (AT).

    Una de las mayores complicaciones para quien decide constituirse en empresario son las obligaciones fiscales, el pago de impuestos y la gestión contable de su actividad. Si bien la mayoría de los profesionales cuentan con contables y gestores que realizan esta tarea, éste es un aspecto importante a la hora de evaluar la viabilidad económica y financiera de un negocio.

    Las cotizaciones a la Seguridad Social, el IRPF (Impuesto a la Renta de las Personas Físicas) y el IVA (Impuesto sobre el Valor Añadido) constituyen las principales obligaciones de los trabajadores independientes. En el primer caso, los pagos mensuales se realizan no en función del volumen de ingresos sino según la base de cotización elegida en el momento de la inscripción, con un mínimo de 800 euros y un máximo de 3.000 euros, sobre los que habrá que pagar alrededor de un 30%. Este concepto otorga el derecho a percibir una prestación por incapacidad, por baja maternal y jubilación, y por enfermedad, supuesto que era voluntario con el régimen anterior hasta la última modificación del estatuto.

    Las cotizaciones a la Seguridad Social, el IRPF y el IVA constituyen las principales obligaciones de los trabajadores independientes

    En cuanto al IRPF y el IVA, el pago es trimestral. El primero es la vía por la que se declaran las rentas o beneficios obtenidos por la actividad y puede calcularse por módulos de renta, por el cual se estima un rendimiento periódico estándar (el módulo) sobre el que se paga el IRPF correspondiente. En este caso, no se consideran ingresos y gastos reales, sino estimativos para determinadas actividades. El sistema de estimación directa, en cambio, permite al pequeño empresario pagar el impuesto sobre sus beneficios reales: se restan a los ingresos todos los gastos (alquiler del lugar donde se realiza la actividad, materiales, provisiones y equipos, servicios como luz, agua y gas, intereses de créditos…).

    El IVA es un impuesto que recae sobre el consumo y grava las ventas de bienes y prestaciones de servicios efectuadas por empresarios y profesionales, así como las adquisiciones intracomunitarias o las importaciones de bienes. También hay en el régimen de autónomos un IVA simplificado que se paga por módulos.

    El cálculo de estos impuestos se realiza sobre la facturación de la actividad. En este sentido, para trabajar de manera independiente es importante conservar estas facturas, ya que las retenciones del IRPF pueden sufrir descuentos en determinadas actividades o por periodos iniciales; por ejemplo, en el primer año de vida de un negocio. Del mismo modo hay actividades productivas, como las colaboraciones periodísticas, o las efectuadas por escritores y músicos, que están exentas del pago de IVA.

    Una panadería, un restaurante o un estudio de arquitectura o de traducción. Antes de poner en pie cualquiera de estas empresas hay que tener en cuenta algo esencial: la fórmula jurídica que se va a adoptar. La variedad es grande: autónomo, sociedad civil, limitada, anónima… ¿Cuándo interesa figurar en la Hacienda Pública como empresario individual? ¿En qué momento es más oportuno constituirse como sociedad mercantil? Lo que es conveniente para unos casos, puede ser perjudicial en otro tipo de empresa. La creación de una Sociedad Civil, Limitada, Comunidad de Bienes… supone cumplir una serie de requisitos iniciales no siempre posibles, como la aportación de capital inicial o contar con un número determinado de socios. Por ello, es fundamental conocer todas las fórmulas y asesorarse sobre los requisitos, ventajas e inconvenientes de cada una de ellas.

    Elegir la mejor fórmula

    Antes de decantarse por un tipo de sociedad u otro hay que valorar la situación personal de cada trabajador. Estos son los aspectos para tener en cuenta:

    Tipo de actividad que se va a ejercer:

    La actividad que vaya a desarrollar la empresa puede condicionar la elección de la forma jurídica, ya que hay casos en que en la normativa aplicable establece una forma concreta.

    Número de promotores:

    El número de personas que intervengan en la actividad puede también condicionar la elección. Así, cuando sean varios promotores, lo más aconsejable será constituir una sociedad.

    Responsabilidad:

    La responsabilidad puede estar limitada al capital aportado (sociedades anónimas, limitadas…) o ser ilimitada, afectando tanto al patrimonio empresarial como al personal (autónomo, sociedad civil y comunidad de bienes).

    Necesidades económicas del proyecto:

    En principio, las sociedades civiles son las más baratas en su constitución ya que no es necesaria su inscripción en el Registro Mercantil y por lo tanto no requieren de la participación de un notario. Además, no se exige capital inicial mínimo. Por contra, la sociedad limitada, la anónima, las sociedades laborales y las cooperativas de trabajo sí exigen escritura notarial y un capital mínimo. Una opción que debe valorarse, ya que el desembolso inicial puede compensar si lo que se pretende es limitar la responsabilidad futura respecto a ese capital y proteger el patrimonio personal.

    Aspectos fiscales:

    La diferencia fundamental entre unas sociedades y otras se encuentra en la tributación a través del Impuesto de la Renta sobre las Personas Físicas (IRPF) en el caso de autónomos, sociedades civiles y comunidades de bienes, o bien a través del Impuesto de Sociedades en el resto de sociedades. En el IRPF se aplica un tipo impositivo progresivo que va elevándose a medida que se incrementen los beneficios. En el Impuesto de Sociedades se aplica un tipo fijo que será del 30% o 35% según los beneficios obtenidos.

    Modalidades jurídicas

    Una de las principales dudas que surgen ante la creación de una empresa es a qué modalidad empresarial acogerse. El desconocimiento hace que se multipliquen la incertidumbre sobre la conveniencia de constituirse como empresario individual o si, por el contrario, la fórmula de sociedad colectiva es la más acertada. Lo primero que hay que hacer ante esta tesitura es definir la empresa, qué actividad va a realizar y cuántos socios la van constituir. A partir de este momento, es necesario sopesar los pros y los contras que tiene cada modalidad jurídica.

    Empresario individual

    Es la persona física que realiza en nombre propio y por medio de una empresa una actividad comercial, industrial o profesional. No tiene una regulación legal específica y está sometido en su actividad empresarial a las disposiciones generales del Código de Comercio en materia mercantil, y a lo dispuesto en el Código Civil en materia de derechos y obligaciones. La personalidad jurídica de la empresa es la misma que la de su titular, quien responde personalmente de todas las obligaciones que contraiga la empresa. No precisa de un proceso previo de constitución. Los trámites se inician al comienzo de la actividad empresarial y la aportación de capital a la empresa no tiene más límite que la voluntad del titular.

    Es una forma empresarial idónea para el funcionamiento de empresas de muy reducido tamaño. Es la forma que menos gestiones y trámites necesita para la realización de su actividad, puesto que no hay ningún trámite de adquisición de la personalidad jurídica. Puede resultar más económico, dado que no crea persona jurídica distinta del propio empresario.

    – Inconvenientes:

    Responde con su patrimonio personal de las deudas generadas en su actividad.

    Si el empresario está casado, puede dar lugar a que sus actividades alcancen al otro cónyuge según la clase de bienes. Los bienes propios de los cónyuges responden a los resultados de la actividad empresarial, mientras que con los gananciales se puede llegar a un acuerdo según los intereses de ambos.

    Sociedad civil

    Es un contrato por el cual dos o más personas ponen en común dinero, bienes o industria, con ánimo de repartirse las ganancias. El capital está formado por las aportaciones de los socios y no se contempla la existencia de un capital mínimo legal para su constitución. El número mínimo de socios será de dos y la responsabilidad de los socios es ilimitada.

    – Ventajas:

    Es una de las fórmulas más sencillas y la que presenta la tramitación más ágil.

    No necesita de desembolso alguno por parte de los socios.

    Se paga según las ganancias obtenidas.

    – Inconvenientes:

    Se responde con el patrimonio del negocio y con el propio.

    Comunidad de bienes

    Es un contrato por el cual la propiedad de una cosa o de un derecho pertenece en comunidad a varias personas en común sin división entre ellas. Para ejercer la actividad se requiere la existencia de un contrato privado en el que se detalle la naturaleza de las aportaciones y el porcentaje de participación que cada uno tiene en las pérdidas y ganancias de la Comunidad de Bienes. No se exige aportación mínima, pero sí un mínimo de dos socios y la responsabilidad frente a terceros es ilimitada.

    – Ventajas:

    Es de fácil constitución y relativa rapidez. Precisa una inversión mínima menor que en la constitución de una sociedad.

    Cuenta con ventajas fiscales, ya que la comunidad en sí no tributará ni por IRPF ni por Impuesto de Sociedades (a diferencia de otras sociedades como pueden ser las S.A. o S.L.), sino que tributarán sólo cada uno de los socios en su IRPF por la parte de renta que les corresponda del resultado de la comunidad de bienes.

    – Inconvenientes:

    La responsabilidad de los comuneros es solidaria, subsidiaria e ilimitada, lo que quiere decir que cada uno respondería con todos sus bienes de las deudas y obligaciones de la comunidad, cosa que con otras sociedades con forma jurídica no ocurre, salvo colectivas.

    Sociedad colectiva

    Es un tipo de sociedad de carácter personal en la que todos los socios, en nombre colectivo y bajo una razón social, se comprometen a participar -en la proporción que se establezca- de los mismos derechos y obligaciones, respondiendo subsidiaria, personal y solidariamente de las deudas sociales. Tiene un mínimo de dos socios y todos participan en la sociedad en plano de igualdad. Posee autonomía patrimonial y responde de sus deudas con su propio patrimonio, aunque los socios también responden de las deudas sociales subsidiaria, ilimitada y solidariamente. No existe un mínimo legal para el capital social.

    – Ventajas:

    Es la forma más sencilla de constituirse como sociedad mercantil, tanto en lo que se refiere a su constitución como a la administración y contabilidad.

    Aunque el mínimo es de dos socios, no hay un máximo de ellos establecido, lo que puede beneficiar al desarrollo de la empresa.

    – Inconvenientes:

    El tipo de responsabilidad que asumen los socios: ilimitada ya que es una sociedad en la que los socios adquieren ciertos derechos pero también obligaciones.

    Sociedad de responsabilidad limitada

    Es una sociedad de carácter mercantil en la que el capital social, que estará dividido en participaciones sociales, indivisibles y acumulables, se integrará por las aportaciones de todos los socios, quienes no responderán personalmente de las deudas sociales. El capital social, constituido por las aportaciones de los socios, no podrá ser inferior a 3.005 euros. Además, deberá estar íntegramente suscrito y desembolsado en el momento de la constitución de la sociedad.

    – Ventajas:

    Los socios no están obligados a responder personalmente de las deudas sociales.

    – Inconvenientes:

    El capital debe desembolsarse íntegramente en el momento de la constitución.

    No tener relación contractual entre la persona trabajadora y la empresa para realizar una actividad profesional es ilegal. Eso sí, es legal, según el Estatuto de los Trabajadores, trabajar con un contrato verbal.En concreto, según el artículo 8 del Estatuto de los Trabajadores, en España se presume existente la relación laboral entre todo el que que presta un servicio (trabajador) por cuenta y dentro del ámbito de organización y dirección de otro (empresario), siendo éste quien recibe los frutos a cambio de una retribución al empleado. Por lo tanto, existe y opera una presunción de laboralidad en aquellas relaciones en las que no medie un contrato.

    En cualquier caso, el trabajador tendrá derecho a exigir que el contrato se celebre por escrito en cualquier momento de la relación laboral. Realizar un trabajo a cambio de una retribución presupone la existencia de relación laboral, pero el contrato por escrito tiene suma importancia , pues ofrece garantías a ambas partes al quedar registradas las condiciones, lo que no sucede con el verbal. Carecer de contrato tiene consecuencias para el empleado y el empresario.

    ¿Qué supone para el trabajador?

    El mayor inconveniente para el trabajador es la inseguridad jurídica que la falta de contrato laboral puede provocar, "por ejemplo, en cuanto a salario, jornada, horario o vacaciones", explica Gómez.

    No firmar un contrato de trabajo supone que se considerará indefinido y, además, no tendrá periodo de prueba impuesto por la empresa (sí se discutirá la obligación de preaviso).

    Trabajar y no estar dado de alta en la Seguridad Social es un fraude, y podría suponer para el trabajador ser penalizado con una sanción económica (por ejemplo, si está cobrando el paro y al mismo tiempo trabaja sin contrato para una empresa).

    ¿Qué supone para el empresario?

    La ausencia de un contrato podría derivar en un incumplimiento por parte del empresario de realizar las oportunas cotizaciones a la Seguridad Social. Porque trabajar sin estar dado de alta en la Seguridad Social es un fraude, y es una situación que se da en muchas ocasiones cuando no se tiene firmado contrato.

    Podría enfrentarse a una sanción económica derivada del citado fraude.

    ¿Qué pasa si el contrato es verbal?

    Un contrato verbal es legal pero, además de crear más inseguridad jurídica a trabajador y empleador que uno escrito, no es válido en todos los casos . Según señalan ambos expertos, solo tiene validez:

    Para los contratos indefinidos a jornada completa.

    Para los contratos temporales no superiores a cuatro semanas, siempre que sean igualmente a jornada completa. En este supuesto, en caso de que surjan problemas entre empleado y empresario, podría haber dificultades para el empresario. Cabría por parte de la compañía defender que esa relación es temporal de cuatro semanas, pero es muy difícil demostrarlo (el contrato por escrito justifica la causalidad y el verbal no).

    En el resto de supuestos, si se inicia una relación laboral y no se firma contrato de trabajo, se presumirá que ésta es por tiempo indefinido y a jornada completa ,

    En el trabajo , es habitual y lógico que se cometan errores. Pero hay fallos inevitables que no tienen una gran repercusión porque son corregibles, e incluso sirven para aprender, y errores que, por su gravedad, suponen un gran perjuicio para la empresa o para el propio prestigio profesional .

    Fallos comunes

    Según los expertos, los errores más habituales que pueden llevar al fracaso en la carrera profesional son los siguientes:

    1. El exceso de perfeccionismo: aunque a algunos puede parecerles una virtud, el perfeccionismo mal entendido puede acarrear muchos problemas en el trabajo. ¿Cuáles son los hábitos del empleado perfeccionista? Es un profesional fanático de las normas, lo que hace que en muchos casos sea lento y no cumpla las fechas de entrega. Detallista y ordenado en exceso, es capaz de no dar por concluida nunca una tarea. No aprecia la libertad en el trabajo y, por miedo a cometer errores, provoca cuellos de botella en su departamento.

    2. Hablar más de la cuenta: en muchas empresas, la prudencia, la formalidad y el respeto a las personas siguen siendo las grandes virtudes de su cultura corporativa. Esto hace que no encajen ese tipo de personas a las que les encantan los cotilleos de pasillo, propagar rumores o destruir la reputación de sus compañeros. A este perfil de empleado no le preocupa exagerar o mentir. En algunos casos, suelen simular lealtad hacia la empresa, los jefes y los compañeros, pero lo cierto es que buscan ventajas para usarlas en beneficio propio. Y, tarde o temprano, terminan por ser rechazados.

    3. La excesiva sumisión: la antigua cultura empresarial del ordeno y mando ha pasado a la historia. Las empresas modernas buscan contratar a empleados creativos, innovadores y con iniciativa. Personas que, si no están de acuerdo con las opiniones y directrices de sus superiores, sean capaces de cuestionarlas y plantear críticas constructivas. Estas nuevas tendencias hacen que el antiguo empleado sumiso y obediente se quede cada vez más fuera de juego.

    4. La falta de eficacia: en una pequeña o mediana empresa resulta más difícil escurrir el bulto de los trabajos en equipo. Sin embargo, en las organizaciones de mayor tamaño, las tareas y las responsabilidades se diluyen y es aquí donde la figura del vago suele darse con más frecuencia. Holgazanea todo el día, sin centrarse en el trabajo. Esto provoca frecuentes problemas con sus compañeros, que tienen que asumir su trabajo.

    5. Desmotivación indisimulada: no todo el mundo tiene por qué estar satisfecho con su trabajo o empresa. Pero según los expertos en recursos humanos, lo cierto es que la falta de motivación es una actitud que no pasa desapercibida. Además, limita una carrera profesional en muchos aspectos: para conseguir un aumento salarial, un ascenso, mejoras en las condiciones de trabajo, etc., los empleados desmotivados se convierten en quisquillosos y amargados, se quejan ante el más pequeño contratiempo y creen que los demás la tienen tomada con ellos o que sus jefes les encomiendan las peores tareas. En definitiva, se ponen en el centro de la diana, de cara a futuros despidos.

    6. La ambición sin límites: los expertos califican a las personas como reactivas (no tienen iniciativa) o proactivas (aportan continuamente ideas nuevas). Lo ideal es el punto medio. El exceso de protagonismo, querer acumular todos los méritos del equipo y pretender escalar posiciones en la empresa a costa de los demás son actitudes que muy pronto harán que, tanto superiores como compañeros, vean como trepa a este trabajador. Las personas que actúan de esta manera suelen encontrarse con el tiempo aisladas y sin ningún apoyo dentro de la organización.

    7. El trabajador individualista: según los especialistas, hay empleados a los que, por su comportamiento frente al trabajo, se les suele colocar la etiqueta de lobos solitarios. Sus principales pautas de comportamiento son mostrarse seguros de sí mismos, hacer las cosas a su manera y expresarse de forma libre y desinhibida, ser muy críticos, desafiar continuamente la autoridad y trabajar mal en equipo. Aunque se trata de un perfil de trabajadores que también acostumbran a poseer importantes virtudes (les gustan los retos, son inteligentes, sinceros y muy exigentes consigo mismos), lo cierto es que no encajan muy bien en los grupos de trabajo, algo que muchas veces es un obstáculo insalvable para que su carrera profesional tenga un desarrollo positivo.

    8. Amores de oficina: es cierto que los sentimientos son imposibles de controlar, lo que hace que las relaciones afectivas con compañeros de trabajo sean, si bien no generalizadas, sí bastante frecuentes. En principio, estas situaciones no deben ser ningún obstáculo para la carrera profesional, aunque hay casos concretos en los que sí pueden plantear problemas.

    9. Hoy no voy a trabajar... ni mañana tampoco: hay empleados muy hábiles para buscar excusas y no ir a trabajar. Quien practica el absentismo reiterado puede pensar que con ello obtiene una ventaja (uno o dos días sin pasar por la oficina), pero a largo plazo, esto supone su tumba profesional; hay empresas que incluso han recurrido a los servicios de detectives privados para acumular pruebas que justifiquen el despido objetivo del empleado.

    Errores de la dirección

    Desde un puesto ejecutivo de jefe también se debe ser precavido para no cometer errores que puedan frenar en seco la trayectoria profesional:

    Exceso de autoritarismo: hay personas que, en cuanto cambian de estatus, modifican repentinamente su forma de ser y se convierten en jefes autoritarios. ¿Sus pautas de actuación? Son arrogantes, engreídos y se consideran a sí mismos los únicos con capacidad para hacer bien las cosas. Su ejercicio del poder intimida, lo que hace que el equipo les dé la espalda y no colabore con ellos. El grave error aquí estriba en que ignoran que, para que un equipo triunfe, se necesita que todos den lo mejor de sí.

    Falta de creatividad: en el argot empresarial son conocidos como jefes androides. Obedientes y descuidados, son personas inseguras que dependen de la buena voluntad de los demás trabajadores. Están constantemente angustiados con todo, con su trabajo y con su vida. Son sumisos, carecen de imaginación y, sobre todo, tienen una pobre opinión de sus propias capacidades. Como jefes, les cuesta mucho motivar a sus colaboradores, delegar responsabilidades o tomar sus propias decisiones sobre sus proyectos. Esto hace que suelan ahogar la creatividad de los empleados a su cargo.

    Hipersensibilidad: frente al modelo anterior del jefe androide (extremadamente frío y distante con su equipo), en el extremo opuesto está el modelo de jefe hipersensible. Es altruista por naturaleza y tiene una gran capacidad de sacrificio, lo que les lleva incluso a pasar por alto la falta de rendimiento de sus subordinados. Tienden a creerse los responsables de desarrollar relaciones armoniosas entre sus subordinados y a pasar por alto comportamientos que requerirían una respuesta disciplinaria.

    Seis de cada diez jóvenes españoles quieren ingresar en la Administración Pública. La estabilidad, los horarios fijos y las pagas extras son los 'ganchos' que justifican esa elección . La estabilidad laboral, la garantía de un sueldo digno y los horarios de oficina ocupan los primeros puestos en la lista de aspiraciones vitales de millones de españoles. Para ellos, estas condiciones se asocian a un fin, calidad de vida, y a un medio, trabajar en la Administración Pública. Las estadísticas así lo indican: seis de cada diez jóvenes de hasta 30 años prefieren -con el mismo sueldo y estabilidad-, trabajar en el sector público antes que en una empresa privada. Pero no todo es un paraíso, también este tipo de empleo tiene sus desventajas. La idea de que trabajar en la Administración Pública se basa en desempeñar una labor 'fácil y cómoda' está muy extendida.

    El hecho de que al 65% de los jóvenes españoles les seduzca la idea de ser funcionario no es una tendencia nueva, pero sí sorprende que este fenómeno -que se sigue analizando desde hace una década- se acentúe cada vez entre las nuevas generaciones. En una convocatoria pública en la que se ofertan 200 plazas, pueden llegar a presentarse miles de candidatos. Lo que buscan no es ninguna excentricidad: un trabajo adecuado al nivel de formación, con un horario fijo, a tiempo completo, en su localidad de residencia y de funcionario. En un mundo gobernado por la incertidumbre, los jóvenes valoran y aspiran a alcanzar una estabilidad, pero esto se contrapone a la típica postal de riesgo y espíritu indomable asociada a la juventud.

    En España, uno de cada ocho trabajadores es funcionario. Pero hay comunidades autónomas, donde esta proporción es de uno de cada cuatro. Basta con observar el propio entorno personal para comprobar la existencia de este fenómeno. Si muchos jóvenes muestran tal predilección por ser funcionarios, es porque no tienen unas grandes aspiraciones. No les importa que el puesto no sea muy interesante o que las tareas sean repetitivas. Lo que intentan evitar es una situación donde haya que asumir responsabilidades y donde el mantenimiento del puesto de trabajo dependa del rendimiento. Un deseo, por otro lado, más que justificado, ya que el miedo al despido arbitrario es un fantasma recurrente en el mundo de la empresa privada. Sin embargo, la precariedad también afecta al sector público, donde el 31,6% de los trabajadores tiene un contrato temporal, frente a la que registra el sector privado, donde un 34,4% de los empleados se hallan en esa situación. Una diferencia apenas perceptible.

    Comodidad, vocación de servicio público y un buen salario, son otras de las razones que los jóvenes esgrimen para explicar sus deseos de ser funcionario. Los sueldos se diferencian en función de la categoría: de los 900 euros de un administrativo a los 2.500 euros de un técnico superior, aunque los números también dependan del tipo de Administración, ya sea estatal, autonómica o local. Ya en el mundo de la Administración Pública y una vez que se consigue ser funcionario, la realidad no es la soñada. . Todos cobran más o menos lo mismo, independientemente de que hagan una labor mejor o peor o que su productividad sea mayor. Esta situación representa una clara injusticia frente al resto de los trabajadores que tiene que responder con su trabajo todos los días.

    Para tener en cuenta

    Los puestos en la Administración Pública, a diferencia de la empresa privada, ofrecen, en general, mayor estabilidad laboral, seguros médicos, salarios ‘dignos’ y pagas extras.

    La Administración Pública ofrece trabajos según el nivel de formación del aspirante, con un horario fijo a tiempo completo.

    La precariedad también ha llegado al sector público, donde el 31,6% de los trabajadores tiene un contrato temporal.

    El camino para acceder a un puesto de este tipo es difícil: hay miles de candidatos que se presentan a las oposiciones para cubrir las pocas plazas que se suelen ofertar. Por otro lado, son muchos años de estudio que se requieren para aprenderse todo el programa, ya sea mediante academias especializadas o con profesores particulares, con la inversión económica que esto representa.

    Hay cinco formas de perder una plaza: por renuncia, por pérdida de la nacionalidad, por jubilación, por sanciones administrativas o por condena. En este último caso, la sentencia debe marcar la inhabilitación, ya sea absoluta (para cualquier puesto) o especial (para un sector o profesión concreta). Esta última es habitual, por ejemplo, cuando se veta que alguien vuelva a trabajar con menores tras ser condenado por abusos.

    El comportamiento impulsivo acarrea más perjuicios que ventajas, por lo que la reflexión es una alternativa aconsejable. Nos hallamos en medio de un inmenso atasco con interminables colas y retrasos. Desde nuestro automóvil observamos a los demás conductores y vemos que algunos lo afrontan con tranquilidad. Otros, en cambio, expresan con aspavientos su tensión, maldicen voz en grito, tocan el claxon de forma compulsiva o cambian de carril una y otra vez en un vano intento de salir del atolladero. ¿Qué determina que unos esperen y los otros se desesperen? La impulsividad.

    Las personas impulsivas sufren una alta tensión emocional ante situaciones cotidianas como la descrita y su umbral de tolerancia es menor respecto al resto de la población. En lugar de reflexionar, pasan de forma inmediata a la acción, incluso cuando son capaces de prever algún perjuicio contra sí mismos o contra los demás. Por ello se dice que alguien se comporta de manera impulsiva cuando responde o actúa sin reflexión ni prudencia, dejándose llevar por la impresión del momento.

    La cólera

    Este comportamiento es aún más exagerado cuando la situación se vive como una provocación. La emoción que emerge entonces es la cólera y el sujeto impulsivo tiende a actuar con agresividad. Aunque puede obtener beneficios a muy corto plazo (un cambio de la situación, cierta sensación de control y la disminución de la tensión fisiológica tras el arrebato), esta inadecuada expresión de sentimientos negativos se materializa en consecuencias muy dañinas a medio y largo plazo: sentimiento de culpa por los daños causados, baja autoestima por no haber sido capaz de autocontrolarse, pérdida de confianza del entorno (con la etiqueta de ‘agresivo y problemático’ para siempre) y potenciales problemas legales.

    Según el psicólogo Raymond W. Novaco hay cuatro clases esenciales de provocación que pueden desencadenar nuestra indignación y propiciar una reacción impulsiva. Todas ellas se pueden ilustrar con un sinfín de ejemplos:

    La frustración. Por ejemplo, tras obtener un suspenso o después de un plantón.

    Sucesos irritantes, como extraviar un documento importante, no poder dormir a causa del ruido o estar atrapado en una retención de tráfico.

    Sentirse provocado por un comentario irónico de un compañero de trabajo o por un coche que nos adelanta por la derecha en la autopista.

    La falta de corrección de la pareja que relata un aspecto privado de la relación en una cena de amigos o la supuesta injusticia de una multa.

    La angustia

    Muy diferente a la reacción impulsiva de las personas coléricas es la de la mayoría de niños, adolescentes y adultos con Trastorno por Déficit de Atención con o sin Hiperactividad (TDA-H). Cuando se enfrentan a un problema ante el que han fracasado antes, la dolorosa emoción que aparece es la angustia. Ante su conciencia de ser ‘incapaces’ de abordar el problema con éxito, intentan reducir el tiempo de incertidumbre y se precipitan en su propuesta de solución. Es la impaciencia la que retroalimenta el problema: si no hay reflexión, la posibilidad de errar aumenta y, con ella, la conciencia de incapacidad que dispara la angustia y le lleva a responder de manera impulsiva. Las consecuencias negativas de su impulsividad se centran en la continua pérdida de autoestima y en la injusta imagen social que genera: a pesar de ser individuos con capacidades en general superiores a la media, su dificultad para estructurar la información, aplicar métodos de resolución y darse tiempo para todo ello, les lleva a parecer menos capaces que los demás.

    Impulsividad funcional

    Un tercer grupo de sujetos ‘impulsivos’ lo componen aquellos que manifiestan una impulsividad funcional. Su característica principal es que sólo toman decisiones rápidas y no meditadas en aquellos casos en que hacerlo de esta manera les aporta algún tipo de beneficio. Es característico en personas creativas (dedicadas al arte, al deporte o a los negocios) y seguras de sí mismas, que asumen cierto nivel de riesgo y con un alto nivel de actividad y de audacia.

    Por último, y en el extremo opuesto, están aquellos sujetos en los que la impulsividad agresiva se ha convertido en una reacción incontrolable, cuyos factores estresantes no justifican la intensidad de su violencia o de los daños que pueden causar a terceros. A estos sujetos, incapaces de distinguir las situaciones donde la impulsividad es contraproducente, se les diagnostica un Trastorno Explosivo Intermitente.

    Actuar o no actuar

    Frente a las personas reflexivas, las impulsivas muestran menos ansiedad por cometer errores (porque no se dan tiempo para analizar y prever) y todas sus acciones están orientadas hacia el éxito rápido más que a evitar el fracaso. Es evidente que su rendimiento es bajo y muestran menor motivación por tareas que implican un aprendizaje. El hecho de que ante situaciones similares reaccionen con el mismo patrón de respuesta sugiere que han automatizado sus reacciones, lo que impide el desarrollo de tres pasos básicos en el proceso de toma de decisiones, en especial cuando se enfrentan a situaciones percibidas como peligrosas y se acelera el factor tiempo:

    La determinación de objetivos razonables a la situación, las necesidades y capacidades del sujeto.

    La creación de estrategias y acciones para resolver los problemas.

    La autoobservación de su propia conducta y de los resultados para la mejora en próximas ocasiones.

    Identificar para prevenir

    Según E.D. Copeland y V.L. Love (1995) hay que atender a los siguientes indicadores para determinar que un sujeto puede tener problemas en el control de sus impulsos -siempre que experimenten más de cuatro- cuando:

    Busca experiencias excitantes y arriesgadas.

    Muestra una baja tolerancia a la frustración y al aburrimiento.

    Actúa antes de pensar con independencia de la situación-problema.

    Es desorganizado y casi nunca planifica actividades.

    Es muy olvidadizo y/o llega tarde por falta de previsión.

    Cambia de una actividad a otra con mucha frecuencia.

    Se muestra incapaz de guardar su turno para hablar en aquellas situaciones grupales en las que se necesita paciencia.

    Requiere de mucha supervisión para evitar problemas.

    Tiene problemas por actuar de forma inapropiada.

    Es muy creativo, aunque muchas de sus propuestas son esbozos que necesitan ser pulidos.

    Las personas, como seres sociales, se ven obligadas a establecer relaciones con sus semejantes, ya sea en el entorno familiar, educativo, laboral o de ocio. Sin embargo, no siempre es fácil desenvolverse en un determinado contexto social. Y no es debido a la falta de capacidades, sino porque no se han adquirido las habilidades necesarias para hacerlo. Dentro del ámbito de la salud, se ha demostrado que enseñar a desarrollar estas habilidades es la forma más eficaz para establecer comportamientos saludables, tanto de manera individual como colectiva.

    Definiciones que ilustren el significado de habilidades hay muchas. Algunos autores se refieren a ellas como las destrezas para conducirse por la vida de manera hábil y competente , dentro de las posibilidades sociales y culturales de cada uno: actúan como enlace entre los factores que motivan el conocimiento , las actitudes y los valores ; promueven que se generen factores de protección frente a problemas psicosociales derivados del entorno; y ayudan a saber cómo enfrentarse a las exigencias y desafíos que la vida pone delante.

    En general, se identifican tres clases de habilidades: las sociales o interpersonales (como la comunicación asertiva o la empatía), las cognitivas (como la toma de decisiones o el pensamiento crítico) y las habilidades para el manejo de las emociones (como el estrés).

    Las habilidades han sido adoptadas como estrategia de promoción de la salud , sobre todo en países de América Latina y Caribe, como línea de trabajo de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y de la Organización Panamericana de la Salud (OPS) , que en la década de los años 90 -y solo centrado en destrezas psicosociales- comenzó a difundir materiales pedagógicos diseñados en promover estas habilidades en los centros educativos.

    A partir de entonces, la evidencia científica ha ido señalando que la enseñanza y el aprendizaje de estas habilidades son herramientas más eficaces para prevenir comportamientos dañinos , que las intervenciones aisladas dirigidas a problemas específicos. De hecho, la OMS reporta que los programas diseñados con el objetivo de que los adolescentes adquieran habilidades para una vida saludable, además de evitar el tabaquismo, mejoran las relaciones con los profesores y el rendimiento académico y disminuyen las faltas de asistencia al centro educativo. Incluso, han demostrado ser mediadoras en las conductas problemáticas.

    Así, dentro del enfoque de promoción de salud , las habilidades para la vida inciden en los determinantes de salud -circunstancias en que las personas nacen, crecen, viven, trabajan y envejecen, incluido el sistema de salud, las políticas, la repartición del poder y los recursos- y favorecen que las personas sean capaces de elegir modos de vida saludables y un óptimo bienestar físico, social y psicológico. Por ejemplo, contribuyen a mejorar el entorno, a interactuar con los semejantes y a adquirir buenas prácticas de alimentación y actividad física, entre otras.

    Según la OMS, las habilidades para la vida diaria son las siguientes:

    1. Autoconocimiento . Capacidad de conocerse, de saber las propias fortalezas, debilidades, actitudes, valores y recursos personales y sociales con que uno cuenta para la vida y para enfrentarse a la adversidad. Es descubrir aquello que se quiere y aquello que no.

    2. Manejo de emociones y sentimientos . La habilidad para explorar las propias emociones y saber cómo gestionarlas influye en el comportamiento de las personas. Las de más difícil manejo, como la ira y la violencia, pueden tener resultados nocivos para la salud, sobre todo, en los más jóvenes.

    3. Manejo de la tensión y el estrés . Es la habilidad de reconocer las circunstancias de la vida que causan estrés para afrontarlas de manera constructiva y eliminarlas o reducirlas de forma saludable.

    4. Comunicación asertiva . Capacidad de expresar con claridad lo que se piensa, siente o necesita, autoafirmando los propios derechos, sin dejarse manipular ni manipular a los demás. Es la forma de comunicación más eficiente.

    5. Empatía . La habilidad para imaginar cómo es la vida de otra persona y qué siente y ponerse en su lugar para comprender mejor sus reacciones, emociones y opiniones. Tener empatía ayuda a aceptar la diversidad y mejora las relaciones interpersonales. Ser empático también involucra las emociones propias: si se siente lo que sienten los demás es porque se comparten sentimientos.

    6. Relaciones interpersonales . Capacidad de establecer y mantener relaciones interpersonales para interactuar de modo positivo con las personas de su entorno, sobre todo familiar, y, a la vez, terminar con las relaciones que sean tóxicas, esto es, que bloqueen el propio crecimiento personal.

    7. Manejo de conflictos . Aceptando que el conflicto es parte de la condición humana, el reto está en desarrollar estrategias constructivas, es decir, que ayuden a manejarlos de manera que sean un estímulo para el desarrollo y favorezca el cambio y el crecimiento personal. Esta habilidad, en los jóvenes, ayuda a reducir la ansiedad.

    8. Toma de decisiones . La habilidad de escoger ayuda a evaluar las posibilidades y a tener en cuenta las consecuencias asociadas a elecciones, tanto sobre uno mismo como en las personas del entorno.

    9. Pensamiento creativo . Para tomar decisiones y solucionar conflictos es necesario explorar todas las alternativas y consecuencias, más allá de la propia experiencia personal.

    10. Pensamiento crítico . Es la habilidad que permite analizar de manera objetiva la información disponible junto con la experiencia para llegar a conclusiones propias. Esto ayuda a los más jóvenes a reconocer qué factores influyen en su comportamiento, como los medios de comunicación o su grupo de iguales.

    La empatía es la capacidad de una persona de vivenciar la manera en que siente otra persona y de compartir sus sentimientos. La habilidad para entender las necesidades, sentimientos y problemas de los demás, poniéndose en su lugar y responder correctamente a sus reacciones emocionales, se conoce como empatía. Las habilidades sociales no exigen simpatía, pero sí empatía. Un investigador francés y una investigadora suiza averiguan cómo el cerebro nos hace más sociales y mejor adaptados a la relación con los demás. Somos animales sociales, lo confirman tanto los etólogos (investigadores del comportamiento animal) como los neurocientíficos que desentrañan las claves del cerebro humano. Frederique de Vignemont (Bron, Francia) y Tania Singer (Zurich) se han servido de técnicas de espectrometría para medir el impacto de las emociones en el cerebro y cómo las emociones expresadas por un individuo que habla afectan al de quien le escucha. De este modo han podido medir, asimismo, lo que hasta hace poco era casi sólo una sensación de validez social: la empatía.

    Vignemont y Singer han ido más allá y han postulado incluso algunos factores que pudieran modular tanto las emisiones como las recepciones de empatía desde la base cerebral. Los científicos aseguran que estos factores desempeñan una labor fundamentalmente epistemológica, procurando información orientativa sobre lo que el contertuliano

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