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Aprenda a aprender ante la adversidad
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Aprenda a aprender ante la adversidad
Libro electrónico401 páginas4 horas

Aprenda a aprender ante la adversidad

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Información de este libro electrónico

Dedicamos parte de nuestra vida a la búsqueda de la felicidad, pero que preocupa al ser humano realmente?.

Este es un libro divulgativo, sin más pretensiones.Select
IdiomaEspañol
EditorialSelect
Fecha de lanzamiento16 ago 2021
ISBN9791220837347
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    Aprenda a aprender ante la adversidad - Sálvame Botella

    Capítulo 0: Conviene ser cultos

    Capítulo1: La escuela de la adversidad: obesidad infantil

    Capítulo 2: Tics nerviosos

    Capítulo 3: Sectas y grupos destructores de la personalidad

    Capítulo 4: Las manías

    Capítulo 5: La emancipación de los padres

    Capítulo 6: Habilidades sociales

    Capítulo 7: Vida en pareja

    Capítulo 8: La amistad

    Capítulo 9: Los celos

    Capítulo 10: Maltrato infantil

    Capítulo 11: Miedo al cambio

    Capítulo 12: La muerte también existe

    Capítulo 13: Síndrome de Burnout

    Capítulo 14: Ludopatía

    Capítulo 15: Convertirse en abuelo o abuela

    DESARROLLO

    Capítulo 0: Conviene ser cultos

    Compartir tiempo con los demás, ocuparse de otros, no solo da felicidad, sino que es bueno para la salud. Muchas investigaciones relacionan altruismo con efectos beneficiosos sobre la salud. Hay una fuerte correlación entre bienestar, felicidad, salud y longevidad. Ayudar a los demás tiene recompensa.

    Los estudios confirman que, tanto si tenemos más bienes materiales, como si nuestras experiencias son más vivenciales, el subidón de felicidad que sentimos es muy alto. La diferencia es que, tras una experiencia material, regresamos antes al nivel inicial de felicidad, mientras que tras una experiencia emocional, el nivel de felicidad sigue más alto durante más tiempo. Las personas que colaboran con ONG priman las relaciones frente a la acumulación de bienes.

    Si las personas no tienen cubiertas sus necesidades básicas, el dinero influye mucho en la felicidad. En una escala de la felicidad, la gente sin hogar de Calculta alcanza un 2,9 sobre 7, mientras que un multimillonario norteamericano llega a un 5,8. Pero un inuit de Groenlandia y un masai de África son tan felices como los ciudadanos acomodados de Estados Unidos. Una vez que la persona no está en modo supervivencia, el dinero influye mucho menos que el amor en su escala de felicidad. De hecho, nuestros ingresos se han incrementado vertiginosamente en los países desarrollados, pero los niveles de felicidad se parecen todavía mucho a los anteriores a la Segunda Guerra Mundial.

    Una de cada tres personas se sienten orgullosas cuando ayudan y solo un 14% se siente igual al hacerlo, que si no lo hace. Pero la naturaleza, en general, no fomenta ningún comportamiento sin recompensa.

    Las ONG pretenden explicar el valor de la solidaridad, recordar el poder constructivo de cada persona y lo que pueden hacer para incrementar su bienestar individual y social. Esta es una campaña de educación y reconocimiento social. Los estudios confirman que el reconocimiento es un aliciente para ayudar a los demás. Somos seres muy sociales y nos importa que nos reconozcan el esfuerzo. Donar tiempo y dinero implica una pérdida de comodidad y las personas aprecian la gratitud. Por ello, las ONG querían mostrar ese sentimiento a sus donantes.

    Hay estudios que demuestran hasta qué punto el agradecimiento es uno de los caminos más directos para el bienestar emocional y un factor que mide si una vida es satisfactoria. En cambio, estar centrados en nosotros es un gesto que denota miedo, pone en marcha la parte del cerebro que busca la supervivencia y nos vuelve poco generosos.

    La ayuda no es un lujo, sino una necesidad mental y física

    Hay tres grandes razones. Primero, para que se active la capacidad de sentir por los demás, tenemos que prestar atención, pero la sociedad se dedica a distraernos con todo y la falta de tiempo es un enorme impedimento. En segundo lugar, la denominada difusión de la responsabilidad dificulta nuestra capacidad de conectar al pensar que otro lo hará por mí. Una tercera razón clásica argumenta que la inmensa mayoría de las personas amamos y ayudamos, pero solo dentro del clan, es decir, tendemos a ayudar a aquellos que percibimos como similares.

    Cada persona sabe hasta qué punto puede colaborar, ¿pero acaso el dinero es lo único que cuenta? Yo creo que no. Empecemos a ver la ayuda de una forma mucho más amplia. La ayuda no es solo dar un poco de dinero todos los años, sino dar a los demás lo que necesitan, desde una actitud constructiva hasta fomentar un proyecto específico o donar tiempo. Esta es una oportunidad de crecer, de cambiar la forma de ayudar. Es una ocasión maravillosa para que la gente que no puede donar dinero se pregunte qué otras cosas puede donar. A mí se me ocurren mil. Es muy importante recordar que, en tiempos de crisis, en los que estamos viendo que los gobiernos no son la panacea, es fundamental despertar la capacidad de las personas para ayudar de forma activa. Nos necesitamos y cada día nos vamos a necesitar más porque somos muchos.

    La ayuda no es un lujo, sino una necesidad mental y física. Vivir de espaldas a lo que somos nos hace infelices,

    cuanto menos ayudamos a los demás, más importancia damos al dinero.

    Es un mecanismo compensatorio porque los humanos necesitamos acumular muchas cosas materiales para mantener el nivel de satisfacción. Necesitamos motivarnos y buscamos una fuente de felicidad u otra. Pero es importante recordar que no hay una sola fuente de felicidad, sino muchas, y la única a la que no podemos renunciar es la capacidad de empatía y altruismo.

    Cine sin barreras. La capacidad de creatividad que antaño se negaba a las personas con discapacidad, hoy se les presenta como una gran oportunidad. Arte , danza y teatro ya han sucumbido. Era lógico que le tocara a la gran pantalla. Las personas discapacitadas dejan vacíos los asientos de los espectadores para subirse al escenario. Ellos son los actores, productores o directores. Escuelas, talleres, concursos y festivales en los que se presentan películas producidas o protagonizadas por discapacitados son sólo algunas muestras de este avance. Las personas con discapacidad se quieren representar a sí mismas para acabar con los prejuicios que les rodean y contar su verdad en primera persona. El séptimo arte les reclama. Las personas con discapacidad protagonizan cortometrajes y películas. Son actores, directores, realizadores... y quieren que así les reconozca el público. Han conseguido tantos logros en estos últimos años, que a finales de julio el campus de la Universidad de Salamanca organizó unas jornadas sobre el tema, Discapacidad: una mirada a través del cine. En ellas, se destacó el valor del cine como instrumento para ayudar a reflexionar a los espectadores, pero también para educar. Un aspecto destacado es la imagen que la gran pantalla ha transmitido de los discapacitados. A menudo les ha retratado como personas dependientes, marginales o con dificultades para adaptarse al entorno. Otras veces les ha mostrado como ejemplos de superación, con alabanza exagerada de las habilidades y superación de los protagonistas .

    Pero la realidad ha cambiado y el cine ha abierto sus puertas a la discapacidad. Se ha hecho todo lo posible por acabar con los prejuicios. Los actores evitan recrear papeles en los que sólo representen su propia vida y la temática de los filmes o el nudo central elude también los tópicos.

    Grabar un cortometraje es habitual. Pero los largometrajes protagonizados y realizados por personas con discapacidad también empiezan a serlo. Los festivales relacionados con la discapacidad acumulan un buen número de seguidores.

    La Concha de Plata del Festival Internacional de Cine de San Sebastián premió la interpretación de Pablo Pineda en la película Yo, también . La noticia cobró relevancia porque Pablo es un actor con síndrome de Down, pero coincide con la apuesta por el arte como medio para eliminar barreras. Este objetivo ha ganado intensidad en la última década. Se ha potenciado la igualdad a través de la música , la danza y el teatro , la escultura y, sobre todo, el cine.

    En este ámbito, la discapacidad era el tema más habitual en las pantallas, pero la temática se ha ampliado. Se ruedan películas y cortometrajes relacionados con la inmigración, la exclusión social, la explotación infantil o cuestiones de género. El volumen de producción ha aumentado tanto, que en estos años han surgido diversos festivales de cine social.

    Los festivales representan una oportunidad para promocionar otras formas artísticas.

    De manera paralela, se organizan actividades que complementan los actos oficiales.

    El cine empezó siendo puro entretenimiento, luego la gente se lo empezó a tomar en serio y se convirtió en el Séptimo Arte. Pero no todas las películas son arte, son intentos de hacer arte. Lo que ocurre es que hay otras películas que sólo tienen como meta entretener. A mí me parece que el cine debería entretener, pero también inquietar, hacer pensar… Pero hoy mucho público joven acude sólo a reírse, a pasar miedo… y en cuanto salen del cine ya se les ha olvidado la película. No hay un solo minuto de debate en la calle, de qué ha pasado. Yo tengo un hijo de 18 años que ha visto mucho cine y le gusta, pero no participa de esos debates que teníamos nosotros después de ver una pelicula. La razón es que en muchos lugares, y para muchos, el cine ha dejado de ser primero un acto social y segundo un acto cultural. Es sólo un acto de entretenimiento y debería ser algo más.

    La educación debe partir de educadores, de los colegios, que creen forum, cine clubes, que utilicen las películas para aprender, para debatir… Pero claro, si en los colegios jamás escuchan hablar de cine, si nunca oyen a un profesor opinar sobre una película, si nunca en su casa ven a sus padres ir a las salas de cine, ni consumir cine… todo eso lo absorben los chavales.

    Si partimos exclusivamente de que Internet es un escaparate para nuevos creadores y que estos lo usan para dar un salto cualitativo hacia la televisión (o al revés, que la tele usa la Red sólo para mover sus contenidos), aceptamos una visión un poco sesgada del asunto. Creo que lo más importante es que Internet permite una competición en términos de igualdad cualitativa con las grandes cadenas, donde el potencial publicitario de las mismas se enfrenta a la cooperación y la libertad que proporcionan lo barato de los soportes ajenos al mundo de la televisión.

    Streaming . Un anglicismo del que todo el mundo habla. Una tecnología que permite la distribución digital de contenido audiovisual, de manera que el usuario utiliza el producto a la vez que se descarga. Inmediatez. Consumo. Todo es streaming . Se emplea para los más diversos servicios en Internet, de las videollamadas a YouTube, los vídeos que podemos ver en las redes sociales y toda la serie de plataformas de series, películas y televisión online que se identifican como OTT ( Over-The-Top ) .

    Netflix, HBO o Amazon Prime Video son servicios OTT, también conocidos como SVOD ( Streaming Video on Demand ) o de libre transmisión . Esto quiere decir que, a cambio de una suscripción, estas plataformas distribuyen audio, vídeo y otros contenidos a través de Internet para cualquier usuario que tenga un dispositivo conectado. Por su parte, los operadores de telefonía que ofrecen contenidos audiovisuales, lo hacen a través de un decodificador, con el que podemos ver los diferentes canales que tienen a su disposición, siempre que seamos sus clientes y paguemos por ellos.

    En apenas un lustro, los servicios de streaming de series y películas –además de los de música, que también se pueden considerar OTT– han causado una auténtica revolución, incluso en los hábitos de uno de los países más piratas de Europa .

    Antes de la llegada de estas plataformas, para ver contenidos audiovisuales diferentes a los de la televisión convencional se requería un contrato y permanencias de uno o dos años con una operadora de telefonía. Ahora, servicios como Netflix o HBO se ofrecen a un precio muy asequible –apenas 10 euros al mes de media–, que podemos compartir con nuestros familiares y consumir desde cualquier dispositivo, sin límites al catálogo y sin compromisos de permanencia.

    Toda una revolución, incluso en el rito de ver la tele: hay servicios OTT como Disney+ que permiten hasta cuatro aparatos simultáneos incluso en domicilios distintos, si bien otros, como FlixOlé, solo dejan ver los clásicos del cine español, su especialidad, desde la tele principal. La personalización de los perfiles (hasta seis en Amazon Prime Video y siete en Disney+), es decir, la posibilidad de crear distintos usuarios con la misma cuenta para guardar gustos y preferencias, proporciona el visionado selectivo.

    Y, de momento, su avance está lejos de frenar: : "El número de hogares con alguna suscripción a servicios de streaming crece año a año, aunque todavía existe un amplio mercado potencial de hogares, especialmente de mayores, que siguen sin ningún servicio contratado. Además, entre los que ya tienen encontramos muchos con más de uno. Eso da una idea de que el mercado aún puede crecer". La competencia libra una batalla incluso en los días de prueba gratis que se ofrece al suscriptor. Por ejemplo, mientras StarzPlay solo da margen de una semana, otros como Rakuten TV, Amazon Prime Video o Movistar+ regalan un mes.

    Operadoras de telefonía y OTT son dos caras de una misma moneda. Mientras para las operadoras (Movistar, Orange, Vodafone…) el negocio está realmente en las telecomunicaciones y no en la oferta de contenidos –esto último es la excusa para vender lo primero–, los proveedores de contenido en streaming son cautivos de su propio éxito: un catálogo que los usuarios devoran rápidamente a precios populares. La realidad es que no pueden existir los servicios de contenidos online sin las redes de telecomunicaciones, y los usuarios no estarían dispuestos a pagar por mejores conexiones , con mejor latencia (tiempo que se tarda en recibir los datos) y mayor ancho de banda, si no existieran servicios que justifican este coste.

    Los operadores de telefonía se han visto obligados a pactar con aquellos que les han quitado buena parte del negocio que atraía clientes a sus tarifas convergentes más caras, esas que unían conexión a Internet para la casa, telefonía móvil y televisión. El experto de Kantar, en este sentido, afirma que los acuerdos o alianzas responden a intereses muy particulares. Las grandes compañías de servicios de telecomunicaciones tienen otros intereses además de las ofertas de servicios de streaming . Mientras estas alianzas les sirvan para consolidar sus servicios y ganar o fidelizar clientes, seguirá habiendo estos acuerdos. Y si la competencia los ofrece, obliga a tomar decisiones en esa línea.

    Mientras las plataformas de televisión, por cable o TDT, están sujetas a informes públicos de audiencias, estos servicios se cuidan mucho de revelar cuántas personas han visto sus series y películas . La tecnología en streaming permite conocer la audiencia a nivel censal, es decir, se puede conocer la audiencia en números absolutos y reales (como las visitas de una página web), y no de manera estadística, como se hace con los audímetros, de los que se extrapola una muestra, supuestamente, significativa, puntualiza Nafría. Mientras su modelo de negocio no requiera la necesidad de compartir los datos, no los van a compartir. La información es poder, y no hay ninguna necesidad de hacerla pública.

    La publicidad es el sustento de las plataformas de televisión; los nuevos contendientes, en cambio, viven de las suscripciones. ¿De dónde sacan el dinero para financiar todas esas películas y series que tanto nos gustan, si no tienen publicidad? La respuesta es simple: de nuestros datos. Netflix, HBO y otras plataformas son una fuente inagotable de datos en tiempo real sobre nuestros intereses, gustos y hábitos. Cualquier dato que sirva para monetizar ese contenido es relevante. Esto quiere decir que quizás no estemos viendo publicidad directamente, pero, de manera indirecta, nos están utilizando para segmentar y afinar mucho mejor las campañas que luego vemos en otros medios: qué tipo de series vemos más (comedia, drama, documental…), qué personajes nos han gustado (porque vemos más películas y series de esa temática), cuándo las vemos, en qué dispositivo, durante cuánto tiempo, qué capítulos han interesado más, cuáles menos…

    Todos estos datos de comportamiento constituyen el verdadero negocio de las plataformas de streaming . Pueden ser utilizados por las marcas para diseñar sus campañas, estrategias de publicidad y anuncios, que podemos ver luego en televisión, Internet o, simplemente, en un cartel en una parada de autobús. Una gran parte del público estaría dispuesta a aceptar publicidad a cambio de una rebaja en el precio, según nuestro estudio. También se observa que esta aceptación de publicidad es mayor en función de la edad, probablemente al ser gente más acostumbrada al modelo tradicional de la televisión gratuita en abierto.

    Cliffhanger es otra palabra mágica: se refiere a la habilidad narrativa que busca conseguir que los usuarios consuman, uno detrás de otro, capítulos de la serie de moda y se enganchen a otra sin parar. En este sentido, cuenta el directivo de Kantar, el reto de todas estas empresas es mantenernos enganchados continuamente a sus servicios: A medida que la oferta se amplía y que los propios usuarios se abonan a más de un servicio de streaming , es importante conseguir que el usuario haga uso de ese servicio. Si no, tarde o temprano se va a cuestionar su continuidad.

    De ahí la importancia de mantenerlo enganchado, para que no llegue nunca a plantearse la baja. Contar con catálogos de oferta actualizados y renovados, tener buenos sistemas de recomendación de contenido que te sugieran no solo títulos que ya sueles consumir sino otro tipo de contenido que te haga explorar la oferta es importante para conseguir ese tan deseado enganche.

    En el último año la oferta de contenidos audiovisuales de pago accesibles desde la Red se ha multiplicado con numerosos servicios. Poco a poco se han sumado nuevas propuestas a las ya existentes, hasta completar un panorama donde hay más oferta que demanda por parte de los usuarios y la variación de precios de un servicio a otro puede llegar a los tres euros. Además, se añade el problema de que no todos los usuarios saben cómo llevar estos contenidos al televisor para ver las películas y series con más comodidad.

    Con un ordenador portátil conectado a Internet vía wifi, una conexión de banda ancha superior a tres megas y un televisor que tenga entrada de señal multimedia HDMI , bastaría para acceder a la mayoría de los servicios, ya que desde el navegador del ordenador se entra en la página web del videoclub deseado, se contrata la película y se envía la señal al televisor por un cable HDMI. El control del servicio deberá entonces hacerse desde el portátil con el ratón táctil y es muy posible que se necesite un adaptador desde el puerto del ordenador (lo más seguro USB) a HDMI, pero se puede comprar en tiendas especializadas.

    Una solución más elaborada consiste en contratar un servicio de gestor multimedia del tipo set-top box . Estos aparatos con conectividad wifi y mando a distancia incorporado se conectan por HDMI al televisor y permiten navegar por la Red y, a la vez, ver el contenido en la pantalla de este.

    TiVo y Apple Tv pueden facilitar el acceso a Internet y los videoclubes on line desde el televisor.El problema de Apple Tv es que por sí solo este aparato únicamente da acceso al videoclub on line de Apple y al fondo de películas que el usuario guarde en su ordenador, vía iTunes. Sin embargo, si Apple Tv se combina con un iPad o un iPhone, gracias al sistema AirPlay , se pueden usar estos aparatos para navegar por la Red y pasar la señal a Apple Tv para que la reproduzca en el televisor. Entonces se puede acceder a la mayoría de servicios de alquiler de películas y series y contratar los contenidos en sus distintas modalidades.

    Una tercera alternativa es emplear la videoconsola PlayStation como set-top box, aunque carece de sentido, dado su precio (300 euros), comprarla para destinarla solo a este uso.

    De todas las profesiones que intervienen en una película, la función del productor es tal vez la más desconocida, o mejor dicho, la peor conocida. Al productor le persigue una imagen de hombre obeso, pegado a un puro, que viaja en un coche grande y maneja mucho dinero, cuando en realidad es un profesional que ejerce un oficio dentro del engranaje de la industria del cine. El productor es la persona que tiene una idea, surgida de la lectura de una novela, del visionado de un corto o sencillamente inspirada en una noticia. La quiere llevar al cine y para ello encarga a un guionista la escritura del relato cinematográfico y busca un director, que será quien se responsabilizará del rodaje, con todo lo que ello implica: no sólo dirigir, también hacer la selección final de los actores, de los equipos, de los exteriores, del montaje… Este primer proceso puede estar financiado por el productor y a partir de ahí, si el proyecto sigue adelante, tratará de obtener los créditos bancarios y las colaboraciones de las empresas que quieran participar en la película. Al cine no hay que financiarlo porque sea una expresión artística, sino porque es una industria cultural deficitaria.

    El cine es una industria, y muy importante, que mueve mucho dinero y da trabajo a miles de personas. Hay un cine que es arte, de hecho es el movimiento artístico por excelencia del siglo XX. Jugando a imaginar, podríamos asegurar que Goya, de haber vivido en el pasado siglo, hubiera sido cineasta. Pero no todo cine es arte, aunque sí todo el cine tiene una identidad cultural. Películas malas, regulares o buenas son una representación simbólica que nace de una interpretación particular del mundo. Por poner un ejemplo: películas horrendas de los años 60 nos ayudan a revisar toda una época, es decir, son un testimonio de lo que sucedía, desde cómo vestían las personas, cómo se relacionaban, qué creían, qué no creían.

    En taquilla funciona el gran espectáculo, la comedia gamberra y la de zombis. Son los géneros que gustan a la gente que va al cine. Hay excepciones, películas más profundas que triunfan pero tampoco nos puede llevar a engaño. Por poner un ejemplo, Solas fue una película que levantó voces pidiendo más producciones de este tipo, cuando en realidad, al cabo del año se hacen 50 filmes del tipo de Solas, lo único que no todas consiguen ese aquel que las hace mágicas y les permite alcanzar al gran público.

    El gran público va al cine a entretenerse, a consumir un producto de ocio. Otro público minoritario quiere enriquecerse con aquello que ve. Este último, en ocasiones, ve una película de grandes almacenes, mientras que los primeros nunca ven una obra artística. Pero esto sucede en todos los órdenes. Está quien compra una revista del corazón y el que escoge una de ciencia. Está quien va al cine a divertirse, y el que va a disfrutar pensando. Dos posturas igual de respetables.

    El género fantástico ha experimentado una evolución con el tiempo. En sus orígenes, salvo excepciones notables, tenía naturaleza de serie B, pero en los años 70, coincidiendo con La Guerra de las Galaxias y Tiburón, se convirtió en un género con mayúsculas. Hay que entender que lo fantástico abarca territorios no limitados a los vampiros ni a asesinos en serie. Hablamos de ciencia ficción, de terror, de expresionismo surrealista, de películas muy diversas que tienen en común la presentación del subjetivismo, de aquello que la mente humana no alcanza a entender pero que le atrae.

    El cine es ya de por sí algo mágico, algo a lo que damos crédito sabiendo que lo que sucede en la pantalla es ficción. Si, además, se trata de maravillarse con lo irreal, con lo oculto, la fantasía se convierte en algo cautivador. Este género despierta cinefilia y arrastra fans que no tienen por qué ser personas raras, sólo están fascinadas por otra realidad.

    Los festivales son un encuentro entre tres estamentos: el público, la crítica y la industria. Su propósito es promocionar películas y ofrecer la oportunidad de visionar cintas que de otra manera no llegan a las salas comerciales. Al mismo tiempo, la gente del cine se encuentra, habla, hace negocios. Es un espacio temporal y físico en el que todo gira alrededor de la gran pantalla. Aunque cada vez haya más, son necesarios, porque además de dinamizar la industria, el público puede digerir mejor aquello que se le presenta, empaquetado bajo un lenguaje similar. En nuestro caso, mucho cine de género espera a octubre para presentarse.

    La primera vez que ves cine oriental acusas el choque cultural, que es tremendo. El tiempo narrativo es diferente, la manera de contar

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