Descubre millones de libros electrónicos, audiolibros y mucho más con una prueba gratuita

Solo $11.99/mes después de la prueba. Puedes cancelar en cualquier momento.

El viaje
El viaje
El viaje
Libro electrónico207 páginas3 horas

El viaje

Calificación: 0 de 5 estrellas

()

Leer la vista previa

Información de este libro electrónico

En esta historia conoceremos el drama de un adolescente que, por circunstancias casuales, cae en el mundo de las drogas. Esa bestia casi invencible que, poco a poco se va apoderando de sus víctimas. 
Nadie se escapa, desde el más insignificante hasta el más poderoso en esos grupos de adictos terminan sucumbiendo a la voluntad de esa bestia. 


Paso a paso el autor nos va guiando por el oscuro camino de la drogadicción, desde los primeros pasos en los que el entorno social juega un papel decisivo al marginar a quien, por alguna razón, cae en situaciones o lugares poco deseables para una sociedad que no perdona los tropiezos y va orillando a las personas más vulnerables a buscar opciones, espacios donde se sientan aceptados. Ese es solo el primer paso, luego viene el placer, la felicidad efímera que genera una dosis y, por último: la muerte.


Un drama muy explícito desde la primera dosis que el protagonista prueba para soportar las palizas de su verdugo en prisión, hasta la última dosis que un médico le aplica para ayudarlo a sobrevivir y retrasar una muerte que está por demás esperándolo.


 

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento23 jul 2021
ISBN9798201959654
El viaje

Relacionado con El viaje

Libros electrónicos relacionados

Adicción para usted

Ver más

Artículos relacionados

Categorías relacionadas

Comentarios para El viaje

Calificación: 0 de 5 estrellas
0 calificaciones

0 clasificaciones0 comentarios

¿Qué te pareció?

Toca para calificar

Los comentarios deben tener al menos 10 palabras

    Vista previa del libro

    El viaje - Gustavo Campos

    CAPÍTULO 1

    Tus ojos brillan y se mueven como gatos asustados en la opaca luz que los envuelve. Las sirenas de patrullas que rodean la tienda la han convertido en el centro de atención de vecinos y algunos curiosos que vagan somnolientos esa madrugada. Hay un tiempo muerto antes que los oficiales intenten acercarse al establecimiento, y entonces piensas, te preguntas, ¿cómo llegaste hasta ese momento? sí solo era una fiesta, una como tantas con tus amigos de siempre; excepto uno, el del tatuaje en el hombro; pero, ¿con quién llegó?, nadie lo conocía, tú mismo no reparaste en su presencia hasta ese momento. ¿Quién lo invitó? ¿Cómo fue que se mescló con ustedes? Eso ya no importa, solo sabes que fue él quien amago al tendero con esa arma para robarle el dinero y convertirlos a todos ustedes en cómplices de su crimen. Si el tendero hubiera accedido, si no se hubiera resistido nada de eso hubiera pasado; pero ya es demasiado tarde, todo sucedió en un instante y en ese instante la vida que conocías, tu vida, cambio para siempre.

    Todo lo que habías hecho, lo que pensabas hacer con tu vida, la educación de tu padre, los valores inculcados, todo se fue por la borda, y tu integridad quedó reducida a la vergonzosa situación de un acto vandálico. Sonríes irónico pensando, tal vez, en el momento justo en que decidiste fugarte de tu casa para asistir a esa fiesta. Ya antes lo habías hecho sin mayor consecuencia que un regaño de tu padre cuando te descubría, pero después de eso la vida seguía como si nada. En cambio, ahora todo se ha vuelto un caos alrededor tuyo por la estupidez de un extraño que sin conocerlo te ha convertido en un criminal.

    No sabes qué hacer, miras tu entorno y piensas en el drama de ese momento; jamás habías visto de cerca un arma y en un instante viste hasta lo que es capaz de hacer: un sórdido disparo, un grito agonizante y un chorro de sangre que salpicó en todas direcciones y después rodó por el piso envolviendo la tienda con un silencio sepulcral. Nadie dijo nada, tan solo una pausa y después todos huyen, todos excepto tú, el miedo se apoderó de ti antes de pensar en escapar. Miras fijamente el cadáver y sientes como si ese muerto se levantara para reclamarte por el crimen. El miedo te lleva hasta un rincón, que desde siempre ha sido la salida más segura a tus temores. Te desplomas traicionado por tus piernas que deciden no apoyarte más y no tienes otra opción que esperar.

    Te llevas las manos al rostro para no ver más el cadáver, pero entonces comienzas a escucharlo. Inventas una voz, una voz que a gritos te reprocha y te condena. Sientes desmayarte, el miedo se vuelve incontrolable, quieres llorar, pero no puedes, intentas gritar, pero el muerto se ha robado tu voz; ahora sabes que no la inventaste, es tu voz la que usó para hablarte y ya no sabes si lo que estás viviendo es real o es una pesadilla. Tu mente se confunde, tu cabeza da vueltas y cuando estás a punto de desmayarte se abre la puerta de forma violenta, se rompen algunos vidrios y en un parpadeo la tienda queda totalmente iluminada facilitando el trabajo de los oficiales que entran en bloques asegurando el lugar. Tus ojos vuelven a moverse como gatos asustados y en un impulso presionas tu mochila contra tu pecho como si quisieras aferrarte a tu vida de siempre y al mismo tiempo trataras de borrar ese suceso.

    Los oficiales te levantan bruscamente para someterte. En el forcejeo, de ellos, porque tú no opones resistencia, tu mochila cae al piso dejando ver algunos cuadernos y plumas que ruedan descompuestas por el suelo; tratas de recogerlos, pero un golpe acompañado de una frase amenazadora te lo impiden. – Estás perdido cabrón – es lo único que viene a tu mente mientras eres ingresado a la patrulla.

    – Tienes derecho a una llamada – es lo que pudiste asimilar de todo el discurso que te dijo el oficial que leyó tus derechos. Sabes a quién debes llamar, lo que no sabes es lo que habrás de decirle, ¿Cómo le dirás a tu padre? ¿Cómo le explicarás que después de desobedecer sus órdenes para no ir a esa fiesta ahora te encuentras en prisión acusado de asesinato? Quisieras morir, quisieras no haber nacido, pero ya todo es inútil, debes enfrentar los hechos y lo primero es hablar con tu padre.

    Ni una sola frase de consuelo, todo fue reproche, todo fue una felicitación irónica de tu padre por tu gran hazaña. Tú no dices nada solo escuchas y esperas que después del regaño te ofrezca su irremediable ayuda. Hubieras preferido no molestarlo, pero el pánico que sentías por llegar a prisión te obligó a tragarte tu orgullo y pedirle, casi suplicarle su ayuda.

    Tan cerca y tan lejos estas de tu familia, es apenas una reja la que los separa; y, sin embargo, sientes como si fuera un abismo inmenso que los va alejando y los coloca en extremos opuestos de una misma realidad. Jamás imaginaste que en algún momento de tu vida sentirías la necesidad protectora de tu padre; es extraño, pero en ese momento quisieras que la relación con él fuera de otra manera, más estrecha porque nunca lo ha sido y ahora necesitas mucho apoyo no la frialdad con que tu padre te trata.

    Desde que tu madre murió se convirtió en un ser solitario y aislado de todo el mundo, le afectó demasiado la perdida, no supo cómo enfrentar realmente aquel suceso y la tristeza lo fue consumiendo hasta casi secarlo. Todos los sentimientos que alguna vez vivieron en él se fueron muriendo junto con el recuerdo de tu madre. Decidió refugiarse en su soledad olvidándose que también ustedes habían perdido algo. Su dolor les causó otra perdida pues desde ese momento dejaron de contar con él, se limitó solo a proveer lo necesario para la subsistencia del resto de la familia pero se olvidó de lo más importante, el afecto, un afecto que de haber existido habría resuelto más problemas que muchas despensas juntas, pero a él se le olvidó cómo demostrar ese afecto, a pesar de que nunca dejó de sentirlo pues en más de una ocasión lo viste llorar a escondidas de impotencia por algo que nunca dijo, no tenía que hacerlo, era obvio que su desesperación tenía que ver con su proceder, el de no saber si educarlos y alimentarlos era suficiente ocultando para ustedes el dolor, su dolor; tal vez nunca supo que al ocultar esos sentimientos les robaba sin querer una parte fundamental de su vida, algo que les permitiría conocer la sensibilidad y le daría, paradójicamente, más fuerza a su carácter, pero él se negó a hacerlo.

    Aun lo recuerdas escondido en algún rincón de la casa hablando con un recuerdo y reprochándole su ausencia. No sabías lo que le pasaba, la muerte no era precisamente un suceso cotidiano y la de tu madre te llegó por sorpresa, sabías de su ausencia, pero no comprendías por completo la razón de ella. La casa de pronto se puso de cabeza, nadie te despertaba para la escuela, no había desayuno en la mesa, la ropa sucia mezclada con lo que quedaba de ropa limpia y un caos total rigiendo los días posteriores a su muerte.

    Solo tu hermano mayor quien tenía más conciencia de lo que estaba pasando, trataba de ayudar con el orden; aunque poco podía hacer, lo recuerdas sacudiendo los uniformes sucios para volvérselos a poner e ir a la escuela, lo recuerdas también tratando de partir un pan duro para que ambos pudieran desayunar, y al regreso de la escuela, era común pasar a casa de doña Lola para que les diera algo de comida; no siempre había suerte, a veces no estaba, otras veces salía su marido enojado y los corría. Tú lo recuerdas con gracia porque no tenías conciencia de lo que estaba pasando, de echo te divertía cuando salían huyendo porque entonces pasaban por el huerto de don Hugo Porras a robarse los duraznos o las peras verdes, ese fue su alimento en muchas ocasiones, y esa fue quizás la etapa más cercana que viviste con tu hermano.

    Vagos recuerdos te quedan de aquellos días en que sufriste sin saber que sufrías, hasta que tu padre poco a poco fue recobrando la cordura y comenzó a voltear hacia ustedes. Eso fue mucho más reciente, algo que recuerdas con detalles cercanos y de lo que resalta sin duda el carácter fuerte y seco de tu padre. Él no era así, recuerdas como un flashazo de tu memoria que llega a tu presente, ahora comprendes muchas cosas, todo lo que lo hizo cambiar y le llevó a convertirse en el hombre que es desde los últimos años. Ha sufrido mucho – piensas – y ahora tú le causas otra pena.

    A pesar de sus reproches, sabes que es él quien se culpa por lo sucedido, su papel de padre no le permite culparte a ti, ¿de qué modo condenar las acciones de un hijo? Antes se impondrá el sentimiento de paternidad que protege instintivamente a los hijos aún si son culpables. Tú no lo eres, pero eso no sirve de mucho en una situación de duda y desconfianza provocada por ti y alimentada con la saña encarnizada con que la policía intenta resolver el caso; tal pareciera que intentan condenarte a toda costa. Tu padre hará lo que sea para ayudarte, eso lo sabes. Por difícil que sea la situación él te sacará de ahí.

    Después de setenta y dos horas de angustiosa espera, confías en que todo se haya aclarado, que la policía haya localizado al sujeto que disparó el arma y lo tengan ya tras las rejas. Estas casi convencido que tu padre conseguirá tu libertad.

    – Es inútil, el esfuerzo de los abogados no fue suficiente y serás llevado a juicio.

    Eso comenta tu padre después de múltiples intentos por sacarte de prisión. Ni el dinero ni las súplicas fueron suficientes para convencer al ministerio público. No hay rastro del sujeto que disparó el arma y ninguno de tus amigos quiso declarar. Sus padres no quisieron comprometerlos para que no corran con la misma suerte que tú; a uno de ellos se lo llevaron de la ciudad y los otros dos se han negado, sus padres les han protegido, los cubrieron diciendo que estuvieron en casa aquella noche.

    No puedes creer lo que tu padre acaba de decirte, tus compañeros, tus amigos, esos a quienes considerabas parte de tu familia te han dado la espalda; a nadie le importa la suerte que corras en prisión, todos te han abandonado.

    – ¿Y qué hay de los otros clientes que se encontraban en la tienda? No éramos los únicos, había más personas en ese momento. Habrá que localizarlos, tal vez ellos puedan ayudarme, búscalos papá, tienes que encontrarlos, ellos son mi última esperanza, búscalos por favor, has que vengan a declarar.

    Nadie quiere estar involucrado en un homicidio, ninguno de los clientes que presenciaron el homicidio se ha hecho presente, no hay forma de localizarlos pues todos eran extraños. La única opción es hablar de nuevo con los abogados para que revisen una vez más el caso, lo reestructuren y puedan preparar una nueva defensa. Por el momento no hay nada más que hacer, a los ojos del ministerio público tu culpabilidad es inminente y han decidido trasladarte al reclusorio.

    – No desesperes – dice tu padre – haremos todo lo que sea necesario para demostrar tu inocencia. Tal vez podamos demostrar que fuiste una especie de cómplice accidental, alguien que estuvo en el lugar equivocado en el momento equivocado. No será fácil, de cualquier modo, lo intentaremos. Veras que tu estancia en el reclusorio no será por mucho tiempo.

    Sientes que la vida se hunde y se lleva lo mejor de ti mismo, como sucedió con tu padre cuando tu madre murió; no deseas verlo, aunque él quiere despedirse la vergüenza que sientes no te permite verlo a la cara, sabes que lo has defraudado y no tienes derecho de mirarlo a los ojos. Él no insiste, tal vez porque entiende tu dolor o quizás porque prefiere adoptar su papel de padre indignado y frío como siempre ha sido.

    En cada paso, en cada reja que se abre para llevarte a lo más profundo de la prisión, se van desvaneciendo tus sueños como rayos de luz que se pierden en lo infinito del universo.... escritor... alguna vez soñaste con ser escritor, siempre tuviste admiración por la mente de esos hombres que guardaban dentro de sí historias fantásticas que hacen soñar al mundo entero. Tenías especial admiración por la sutileza en las palabras de aquellos genios que con gran simplicidad resolvían los complicados enredos de la vida. ¿Qué frase podría describir lo que en ese momento estás viviendo?, tal vez una como: no hay nada más fácil que complicar nuestra propia existencia. Sí, esa es la mejor frase, hace apenas unos días eras un estudiante de preparatoria, normal como cualquier otro, con todas las posibilidades de realizar tus sueños; y en un parpadeo te convertiste en un delincuente a punto de ser procesado por homicidio. ¡Qué rabia sientes de ti mismo! Acabaste no solo con tus sueños también lo hiciste con los sueños de tu familia. Eso es imperdonable.

    Te desplomas en un rincón de tu celda llorando de impotencia, has pensado en suicidarte, pero una leve luz de esperanza te mantiene con vida; es posible que no te condenen, al menos no por homicidio, tal vez el juez considere tu condición de solo cómplice y entonces podrías salir en poco tiempo. Mientras eso ocurre, tendrás que pasar algún tiempo en aquel deprimente lugar, dormir en una celda oscura y fría en medio de tantos delincuentes. Lo más preocupante, sin embargo, es lo que ocurrirá afuera, tus amigos, tu familia, todos hablarán de ti. Una nota como esa no pasará desapercibida. Son tantas cosas las que saturan tu mente que finalmente se rinde. Más que un pesado sueño es una perdida temporal del conocimiento que te evitará sentir el frío de tu primera noche en prisión.

    Fueron varias horas de sueño que pasaron como un parpadeo. Tus problemas y el frío de la madrugada parecen conspirar en contra tuya para torturarte y hacerte despertar en medio de aquel deprimente lugar. Te miras abandonado a tu suerte, abofeteado por el intenso frío y una sensación de soledad que jamás habías sentido. Todo está en silencio, y es el silencio el que hace más fría tu celda y más angustiosa tu soledad. Pensar tal vez en una oscuridad eterna que evite tu encuentro con la realidad es una opción remota, pero un consuelo oportuno para ese instante. De cualquier modo, las cosas no pueden ponerse peor, salvo por el frío que se hace más intenso acompañado por los primeros rayos de luz que poco a poco van iluminando cada rincón de aquella cárcel evidenciando tu realidad.

    Con el frío de la madrugada se va despertando la vida descubriéndose ante ti con los primeros rayos del sol, los primeros murmullos de los reos que al igual que tú pasaron mala noche. El reproche de tu espalda que reclama la comodidad de su cama se hace sentir con un dolor intenso consolable apenas con el alivio de ponerte de pie. No sabes la hora, pero la voz del custodio que da la orden para levantarse y dar inicio con las labores del día te da una idea aproximada, tal vez las cinco o las seis. Probablemente tengan un horario, un rol de actividades; no lo sabes, te enterarás cuando el custodio les de la segunda indicación pues la primera ha sido formarse en el patio para el pase de lista.

    Pase de lista y lectura del reglamento para los nuevos internos son las primeras actividades del día, podrás ocuparte en alguna actividad productiva si lo deseas, pero no tienes la mínima intención de hacerlo. Asumiendo que tu estancia ahí dentro no será prolongada, decides ocupar tu tiempo en vagar por los alrededores del patio en espera de que el tiempo pase rápido – Ignoras que esas serán las horas más lentas de tu vida. Algunos minutos después escuchas el aviso de un custodio para pasar al comedor, tomas ese aviso como una orden por cumplir y te diriges hacia el comedor cuanto antes, no quisieras tener un roce con los custodios por desobediencia. Te aproximas temeroso por tu charola de comida y buscas un lugar donde sentarte. Recorres lentamente con la mirada el comedor, no sabes dónde sentarte, todos te dan miedo, todos son criminales – como si tú no lo fueras – reprocha tu conciencia enfurecida. Escoges un lugar que en apariencia se veía seguro, sí, parecía el más seguro. Un hombre te observa con mirada de intruso, pero no dice nada, tú tratas de ignorar el gesto de ese hombre y procuras concentrarte en lo tuyo, solo quieres comer, a nadie debe molestarle eso.

    Transcurren sólo unos segundos, apenas intentabas probar tu comida, cuando de pronto un gemido al lado tuyo te sacude como un terremoto anunciando más problemas, alguien cae herido de muerte con un objeto clavado en el pecho, otro sujeto enfrente te mira y sonríe complacido. Parece ser el líder, si es que las prisiones de verdad son como las de las películas porque solo así las conocías. Los reos se apartan y los custodios entran aprisa asegurando el lugar. Un suspiro de miedo te hace pensar en un problema más. Uno de los custodios se dirige a ti

    ¿Disfrutas la vista previa?
    Página 1 de 1