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¿Tienen alma los animales? (traducido)
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¿Tienen alma los animales? (traducido)
Libro electrónico312 páginas9 horas

¿Tienen alma los animales? (traducido)

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- Esta edición es única;
- La traducción es completamente original y se realizó para el Ale. Mar. SAS;
- Todos los derechos reservados.

Table of Contents
Introduction
Category I - Telepathic hallucinations in which an animal is the agent
Category II - Telepathic hallucinations in which an animal is the percipient
Category III - Telepathic hallucinations perceived collectively by animals and humans
Category IV - Visions, no longer telepathic, of human ghosts perceived collectively by animals and humans
Category V - Cases in which only animals gave signs of perceiving paranormal manifestations
Category VI - Animals and haunting phenomena
Category VII - Apparitions of identified animal ghosts
Category VIII - Post-mortem manifestations of animals with unusual modes of manifestation
Category IX - Animals and premonitions
Category X - Materializations of animals
Conclusions
IdiomaEspañol
EditorialAnna Ruggieri
Fecha de lanzamiento21 jun 2021
ISBN9788892864320
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    ¿Tienen alma los animales? (traducido) - Ernesto Bozzano

    INTRODUCCIÓN

    Lo que se ha afirmado con respecto a las manifestaciones paranormales en las que el hombre es el agente o percipiente, a saber, que tales manifestaciones han sido observadas en todos los tiempos y por todos los pueblos, debe afirmarse también para la rama complementaria de las mismas manifestaciones, en las que los animales son agentes o percipientes. Naturalmente, las manifestaciones paranormales de las que son protagonistas los animales se circunscriben a unos límites de extrinsicidad más modestos que los de los seres humanos, límites que se corresponden con las capacidades intelectuales de la especie animal en la que se manifiestan; pero, en cualquier caso, son más notables de lo que cabría suponer en un principio. Hay, en efecto, episodios telepáticos en los que los animales actúan no sólo como perceptores, sino también como agentes; hay también episodios en los que los animales perciben, colectivamente con el hombre, fantasmas u otras manifestaciones supernormales ocurridas al margen de cualquier coincidencia telepática; y hay también episodios en los que los animales perciben, colectivamente con el hombre, las manifestaciones que tienen lugar en localidades encantadas. Además, hay episodios de orden premonitorio, episodios de materialización de fantasmas animales identificados; esta última circunstancia es teóricamente muy importante, ya que tendería a validar la hipótesis de la supervivencia de la psique animal. La investigación de esta rama de las disciplinas metapsíquicas fue completamente olvidada hasta el día de hoy, aunque en las revistas metapsíquicas, y especialmente en las colecciones de los Proceedings y el Journal de la benemérita Society for Psychical Research de Londres, existen numerosos casos de la naturaleza indicada; los cuales, sin embargo, nunca fueron recogidos, clasificados y analizados por nadie, ya que se escribió y discutió muy poco sobre ellos. Queda, por tanto, muy poco por resumir en cuanto a las teorías formuladas sobre el tema. Sólo señalaré que en los comentarios sobre algunos casos individuales pertenecientes a la clase más numerosa de fenómenos considerados, que es aquella en la que los animales perciben colectivamente manifestaciones de orden telepático y embrujador para el hombre, se planteó la hipótesis de que las percepciones psíquicas de esta naturaleza tienen su origen en un fenómeno alucinatorio originado en los centros de ideación de un agente humano, y que luego se transmite inconscientemente a los centros homólogos del animal presente y percipiente. Como se verá, esta hipótesis se contradice con los hechos, que demuestran que en numerosos episodios de esta naturaleza los animales perciben las manifestaciones supernormales antes que el hombre, circunstancia que anula de golpe la hipótesis en cuestión. Para otra clase de la fenomenología considerada, y más precisamente para la de las apariciones de fantasmas animales, se supuso un fenómeno de alucinación pura y simple por parte del individuo perceptor. Esta hipótesis es insostenible sobre la base de un análisis comparativo de los hechos, que muestran que los fantasmas de animales son a menudo percibidos colectiva o sucesivamente por varias personas; y, lo que es más importante, se identifican con animales que vivieron y murieron en la misma localidad, y todo esto mientras los percipientes no sabían que los animales mostrados existían. Sobre la base de estos resultados, hay que concluir que, en general, las dos hipótesis expuestas anteriormente deben considerarse insuficientes para dar cuenta de los hechos; conclusión que es de gran importancia, ya que equivale a admitir la existencia de una subconsciencia animal depositaria de las mismas facultades sobrenormales existentes en la subconsciencia humana; así como, equivale a reconocer la posibilidad de la existencia de apariciones verídicas de fantasmas animales. Dicho esto, es evidente todo el valor científico y filosófico de esta nueva rama de la investigación metapsíquica, con respecto a la cual ya es lícito predecir que no estará lejos el día en que se la reconozca como indispensable para establecer sobre bases firmes la nueva Ciencia del Alma, que aparecería incompleta, hasta el punto de resultar inexplicable, sin el complemento necesario que le aportan la investigación analítica y las condiciones sintéticas relativas al psiquismo animal; lo que me reservo el derecho de demostrar a su debido tiempo. Ya se puede entender que con la presente clasificación -que es la primera de su tipo- estoy lejos de presumir de haber explorado a fondo un tema tan vasto y de tanta importancia metapsíquica, científica y filosófica. Sólo me halaga haber hecho una primera contribución efectiva a las nuevas investigaciones, y con ello haber despertado el interés de los estudiosos del tema, favoreciendo así la ulterior acumulación de materia prima y de hechos, que parece indispensable para completar las investigaciones sobre esta joven rama de las disciplinas metapsíquicas. Por último, si queremos fijar la fecha en la que las manifestaciones paranormales en relación con los animales empezaron a tomarse en serio, debemos indicar la fecha de un famoso incidente de telepatía canina en el que participó el conocido novelista inglés Rider Haggard, un accidente telepático que se produjo en circunstancias que no pueden ponerse en duda, pero que, debido a una de esas condiciones providenciales de tiempo, lugar y entorno, como las que suelen darse en la historia temprana de las nuevas ramas del conocimiento, despertó en Inglaterra un interés inesperado y casi exagerado; Así que los periódicos políticos, las revistas de variedades y las metapsíquicas lo discutieron ampliamente, determinando el ambiente favorable para las investigaciones de este tipo. Por lo tanto, es apropiado comenzar la clasificación de las manifestaciones metapsíquicas en animales con el caso telepático en el que participó el novelista Rider Haggard. E. B.

    CATEGORÍA I - ALUCINACIONES TELEPÁTICAS CUYO AGENTE ES UN ANIMAL

    CASO 1 - Se trata del caso Haggard, que en aras de la brevedad sólo relataré tal y como fue fielmente resumido en el número de agosto de 1904 del Journal of Psychical Studies, remitiendo para más detalles al número de octubre de 1904 del Journal of the Society for Psychical Research. El señor Rider Haggard cuenta que se había acostado tranquilamente hacia la una de la madrugada del 10 de julio de 1904. Una hora más tarde, la señora Haggard, que dormía en otra cama de la misma habitación, se despertó sobresaltada al oír a su marido gemir y emitir sonidos inarticulados similares a los gemidos de una bestia herida. Ella le llamó asustada; su marido oyó su voz como en un sueño, pero no pudo liberarse de inmediato de la pesadilla que le oprimía. Cuando se despertó del todo, le contó a su mujer que había soñado con Bob, el viejo perro Bracco de su primogénito, y que lo había visto debatiéndose en una terrible lucha como si estuviera a punto de morir. El sueño había tenido dos partes distintas. Del primero el novelista sólo recordaba que tuvo una sensación de opresión sin aliento, como si estuviera en peligro de ahogarse; pero entre el momento en que oyó la voz de su esposa y aquel en que recuperó la plena conciencia de sí mismo, el sueño se hizo mucho más vívido. Pude ver, dijo, al bueno de Bob tumbado de lado entre los juncos de un estanque. Me pareció que mi propia personalidad salía misteriosamente del cuerpo del perro, que levantaba la cabeza extrañamente hacia mi cara. Bob intentaba hablarme y, al no poder hacerse entender por el sonido, me transmitió de alguna otra forma indefinible la noción de que se estaba muriendo. La pareja volvió a dormir, y el novelista ya no fue molestado en su sueño. Por la mañana, durante el desayuno, le contó a su hija lo que había soñado, y se rió con ella por el miedo que había sentido su madre: atribuyó la pesadilla a una mala digestión. En cuanto a Bob, nadie se preocupó por él, pues la noche anterior se le había visto con los otros numerosos perros de la villa, y había dado la habitual fiesta a su ama. Pero la hora de la comida diaria pasó sin que Bob apareciera. El ama se preocupó y el novelista empezó a sospechar que el sueño había sido cierto. Se inició una búsqueda activa que duró cuatro días; finalmente, el propio novelista encontró al pobre perro flotando en un estanque, a dos kilómetros de la villa, con el cráneo destrozado y las patas rotas. Un primer examen del veterinario hizo suponer que la bestia había sido atrapada en una trampa; pero luego se encontraron indicios indiscutibles de que el perro había sido atropellado por un tren en un puente que cruzaba el estanque, y arrojado por el impacto entre los juncos del agua. En la mañana del 10 de julio, un trabajador del ferrocarril había encontrado el collar ensangrentado de Bob en el puente, por lo que no había duda de que el perro había muerto en la noche del sueño. Por casualidad, un tren extraordinario había pasado esa noche justo antes de la medianoche y tuvo que llevar a cabo la fechoría. Todas las circunstancias anteriores son probadas por el novelista con una serie de documentos testimoniales. Según el veterinario, la muerte debió ser casi instantánea, por lo que habría precedido al sueño de Haggard en un par de horas o más. Tal es, en resumen, el caso del escritor inglés, en el que se dan muchas circunstancias que contribuyen a excluir categóricamente cualquier otra explicación que no sea la de la transmisión telepática directa entre el animal y el hombre. No pudo ser el resultado de un impulso telepático originado en la mente de una persona presente, ya que nadie había presenciado el drama ni había sido informado de él, como se desprende de la investigación realizada por el propio Haggard, y como era fácil de suponer, teniendo en cuenta la hora tardía en que se produjo el suceso. No podía tratarse de una forma común de pesadilla alucinatoria con una coincidencia fortuita, pues había demasiadas circunstancias verídicas en la visión, además del hecho mismo de la coincidencia entre el sueño y la muerte del animal. No puede tratarse de un caso de teleestesia en virtud del cual el espíritu del novelista tuviera una percepción remota del drama, ya que en tal caso el perceptor tendría que haber permanecido como espectador pasivo, lo que no era el caso. Él -como hemos visto- tuvo que someterse a un notable fenómeno de identificación, o de incipiente posesión. Este fenómeno -como bien observa el editor del Journal of the S.P.R.- presenta un interesante paralelismo con las inmeditaciones y dramatizaciones tan frecuentes en los psíquicos o médiums durante el estado de trance. Por último, no pudo tratarse de un sueño premonitorio por el que Haggard se enteró, no del suceso en el momento en que tuvo lugar, sino de la circunstancia del descubrimiento del cadáver en el estanque, que iba a tener lugar unos días después, y ello porque tal solución no da razón de nada: ni del hecho de la coincidencia verídica entre el sueño y el acontecimiento, ni del fenómeno de la dramatización igualmente verídica del propio acontecimiento, ni del caso muy notable de identificación o posesión. Estas son las principales consideraciones que concurren a demostrar de manera incontestable la realidad del fenómeno de la transmisión telepática directa entre el animal y el hombre. He creído necesario formularlas para responder a ciertas objeciones tímidamente planteadas por diversas partes después de que la Sociedad de Investigación Psíquica aceptara y comentara el caso en cuestión. Al mismo tiempo, las mismas consideraciones pueden servir de norma a los lectores para juzgar la fiabilidad o no de la hipótesis telepática en relación con los casos que siguen.

    CASO 2 - Lo saco del Journal of the S.P.R. , vol. II, p. 22. Sr. E.W. Phibbs relata: El primer lunes de agosto de 1883 (feriado comercial), estuve en Ilfracombe. A eso de las 10 de la tarde me fui a la cama, y pronto me quedé dormido. Me despertó a eso de las diez y media mi mujer, que entró en la habitación, y le conté que en ese momento había tenido un sueño en el que veía a mi perro Fox herido y moribundo al pie de un muro. No tenía una idea exacta de la localidad, pero observé por casualidad que se trataba de uno de los habituales muros de piedra seca propios de la provincia de Gloucester. De ello deduje que el perro debía de haberse caído desde lo alto del muro, ya que tenía la costumbre de trepar por él. Al día siguiente, martes, recibí una carta del criado en la que me informaba de que hacía dos días que no se veía a Fox. Le contesté inmediatamente, ordenándole que hiciera las más mínimas averiguaciones. Me respondieron el sábado con una carta que recibí al día siguiente, domingo. Me informaron de que el perro había sido atacado y muerto por dos bull-dogs en la tarde del lunes anterior. Cuando volví a casa quince días después, inicié inmediatamente una rigurosa investigación, mediante la cual pude comprobar que hacia las cinco de la tarde del lunes en cuestión, una señora había visto a los dos bull-dogs atacar con saña y despedazar a mi perro. Otra mujer, que vivía en el barrio, me informó de que, hacia las nueve de la tarde del mismo día, había visto a mi perro agonizando al pie de un muro, que me señaló, y que vi por primera vez. A la mañana siguiente, el perro ya no estaba allí. Me enteré después de que el dueño de los bull-dogs, en cuanto se enteró del hecho, y temiendo las consecuencias, había dispuesto que lo enterraran a eso de las diez y media de la noche. El momento del evento coincide con la visión de mi sueño". (La Sra. Jessie Phibbs, esposa de dicho orador, confirma la narración de su marido). Este caso fue citado repetidamente por el profesor Richet en su Traité de Métapsychique, con la intención de demostrar que podía ser explicado por la criptesticidad, sin necesidad de suponer un fenómeno de telepatía en el que el animal fuera el agente y su amo el percipiente. Observa a este respecto: Sería más racional suponer que fue la naturaleza del hecho lo que afectó a la mentalidad del señor Phibbs, y no que el espíritu del perro hizo vibrar los centros cerebrales del amo (p. 330). Por la naturaleza del hecho se refiere a su propia hipótesis de la criptesis, según la cual las cosas existentes, y la realización de todas las acciones en el mundo animado e inanimado, emiten vibraciones sui generis perceptibles para los sentidos, que son así teóricamente capaces de darse cuenta de todo lo que ocurre, ha ocurrido y ocurrirá en el mundo entero. Respondí con un largo artículo en la Revue Spirite (1922, p. 256), que pretendía poner en tela de juicio esta supuesta omnisciencia de las facultades subconscientes, mostrando sobre la base de los hechos que las facultades en cuestión estaban, en cambio, condicionadas -y por lo tanto limitadas- por la necesidad ineludible de la relación psíquica; es decir, que si no existieran lazos afectivos previos, o incluso, en circunstancias muy raras, relaciones de simple conocimiento, entre el agente y el receptor, las manifestaciones telepáticas no podrían tener lugar. Luego, refiriéndome al caso que nos ocupa, continué: Si excluimos la posibilidad de que el pensamiento del perro, dirigido con ansiosa intensidad hacia su lejano protector, fuera el agente determinante del fenómeno telepático, o, en otras palabras, si excluimos la posibilidad de que pudiera haberse producido en virtud de la existencia de una relación afectiva entre el perro y su amo, entonces se plantea la cuestión: ¿por qué el Sr. Phibbs vio en esa noche a su propio perro agonizando, y no a todos los demás animales que en esa misma noche estaban ciertamente agonizando un poco 'en todas partes? Esta pregunta no puede responderse si no es reconociendo que el Sr. Phibbs no vio a los animales moribundos en el matadero ni en ningún otro lugar, porque no había relaciones psíquicas de ningún tipo entre ellos y él, y que, en cambio, vio la agonía de su propio perro porque había vínculos afectivos entre él y él, y porque en ese momento el animal moribundo pensaba intensamente en su lejano protector; Esta última circunstancia no es en absoluto improbable y, de hecho, es lógicamente presumible en un pobre animal en agonía y, por tanto, con necesidad urgente de ser rescatado. Y me parece que no se puede dudar de tales conclusiones. En cualquier caso, los lectores encontrarán en la presente clasificación numerosos ejemplos de diversa índole que confirman exuberantemente este punto de vista, mientras que contradicen inexorablemente la hipótesis de una cripta omnisciente.

    CASO 3 - Lo saco del libro de Camillus Flammarion: L'Inconnu (página 413). Madame R. Lacassagne, nacida en Durant, escribe a Flammarion: Todavía puedo citarle un caso personal que me impactó mucho cuando me ocurrió; sin embargo, como esta vez se trata de un perro, tal vez me equivoque al abusar de su tiempo: me excusaré preguntando dónde se detienen los problemas a resolver. Yo era entonces una jovencita, y me ocurría a menudo tener en mis sueños una lucidez sorprendente. Teníamos una perra de inteligencia superior, que me tenía un cariño especial, aunque yo la cuidaba muy poco. Una noche soñé con nuestra perra moribunda, y la vi mirándome con ojos humanos. En cuanto me desperté, le dije a mi hermana: Lionne ha muerto; lo he soñado. La cosa es cierta. Mi hermana se rió, y no se lo creyó en absoluto. Se tocó la campana, y rogaron a la criada que entró que mandara llamar a la perra. La llamaron, pero no respondió; la buscaron por todas partes, y finalmente la encontraron muerta en un rincón. Ahora bien, como el día anterior no estaba enferma en absoluto, es evidente que en mí no había causas predisponentes para tal sueño". (Firmado: Mad. R. Lacassagne, de soltera Durant, Castres). También en el caso descrito, la hipótesis más probable es que el animal agonizante haya volcado sus pensamientos hacia su ama, determinando así la impresión telepática que ésta tuvo que sufrir en su sueño. El episodio, sin embargo, resulta ser teóricamente mucho menos demostrativo en este sentido que el anterior; tanto más cuanto que esta vez no hay detalles capaces de eliminar la otra hipótesis de un presumible fenómeno de clarividencia en el sueño.

    CASO 4 - Lo saco de Light (1921, p. 187). El orador es F.W. Percival, que escribe: El Sr. Everard Calthrop, un gran criador de caballos de pura sangre", en su libro titulado: El caballo como camarada y amigo, cuenta cómo hace años poseía una hermosa yegua, llamada Windemers, a la que estaba profundamente apegado, y por la que fue correspondido con un transporte tan afectuoso, para hacer el caso aún más conmovedor. El destino quiso que la pobre yegua se ahogara en un estanque cercano a la granja del Sr. Calthrop; y él cuenta en estos términos las impresiones que sintió en ese momento: A las 3.20 de la madrugada del 18 de marzo de 1913, me desperté sobresaltado de un profundo sueño, y no por algún ruido o relincho, sino por una llamada de auxilio que me transmitió -no sé cómo- mi yegua Windemers. Escuché, y no pude percibir el menor ruido en la tranquila noche; pero cuando estuve completamente despierto, sentí que la desesperada llamada de mi yegua vibraba en mi cerebro y en mis nervios, y supe que estaba en el mayor peligro, y pedí ayuda urgentemente. Me puse un abrigo, me calcé las botas, abrí la puerta y eché a correr por el parque. No había gemidos ni quejidos, pero de una manera incomprensible y prodigiosa supe dónde estaba recibiendo esa señal de telégrafo inalámbrico; aunque se estaba debilitando rápidamente. Corrí y corrí, pero sentí que las ondas vibratorias de la telegrafía inalámbrica" se hacían cada vez más débiles en mi cerebro; y cuando llegué a la orilla del estanque, habían cesado. Al mirar hacia el agua, vi que la superficie seguía ondulando con pequeñas olas concéntricas que llegaban a la orilla, y en el centro del estanque vi una masa negra que se destacaba ominosamente en el amanecer. Supe enseguida que se trataba del cuerpo de mi pobre yegua y que, por desgracia, había llegado tarde a su llamada; estaba muerta. Este es el hecho. Sr. F.W. Percival, que informó de ello en Light (1921, p. 187), observa: Es cierto que en casos como el descrito anteriormente, carecemos del testimonio del agente; pero esto no impide que las tres reglas de Myers, diseñadas para filtrar los sucesos telepáticos de los que no lo son, sean igualmente aplicables a nuestro caso. Estas reglas son: 1°, que el agente se haya encontrado en una situación excepcional (y aquí el agente estaba luchando con la muerte) - 2°, que el percipiente haya experimentado algo psíquicamente excepcional, incluyendo una impresión reveladora del agente (y aquí la impresión reveladora del agente es evidente) - 3°, que los dos acontecimientos coincidan en el tiempo (y esta tercera regla también se cumple). Además de los argumentos del señor Percival, quizá sería útil insistir en el hecho de que el impulso telepático fue tan preciso y enérgico como para despertar al receptor de un profundo sueño, para que fuera inmediatamente consciente de que se trataba de una petición de ayuda de su yegua, y para que dirigiera sus pasos sin vacilar hacia el teatro del drama. Siendo así, no parece lógicamente permisible cuestionar el origen genuinamente telepático del evento.

    CASO 5 - Lo he sacado del Journal of the S.P.R. (vol. XII, p. 21). Lady Carbery, esposa de Lord Carbery, envía desde el castillo de Freke, en el condado de Cork, el 23 de julio de 1904, el siguiente informe: En una calurosa tarde de domingo del verano de 1900, fui después del desayuno a hacer la habitual visita a los establos, para distribuir azúcar y zanahorias a los caballos, entre los que se encontraba una yegua favorita mía, sombría y nerviosa, llamada Kitty. Entre nosotros existía una gran y poco común afición. La montaba todas las mañanas, antes del desayuno, y con cualquier tiempo. Eran excursiones tranquilas y solitarias por las colinas sobre el mar, y siempre me pareció que Kitty se regocijaba tanto como la dueña de estos paseos matutinos, en la frescura de la hora. La tarde en cuestión, al salir de los establos, salí solo al parque, caminando unos 400 metros, y me senté a la sombra de un árbol con un libro interesante para leer, con la intención de permanecer allí un par de horas. Al cabo de unos veinte minutos, una repentina afluencia de sensaciones dolorosas vino a interponerse entre mi lectura y yo, y al mismo tiempo tuve la certeza de que a mi yegua Kitty le había ocurrido algo doloroso. Intenté ahuyentar esa inoportuna impresión continuando mi lectura, pero la impresión creció tanto que me vi obligado a desistir y apresurarme a ir a los establos. Cuando llegué allí, me dirigí sin falta al puesto de Kitty y la encontré tirada en el suelo, sufriendo y necesitando ayuda urgente. Inmediatamente fui en busca de los mozos de cuadra, que se encontraban en otra sección alejada de los establos, quienes se apresuraron a ofrecer la ayuda que el caso requería. La sorpresa de los mozos de cuadra fue mayúscula cuando me vieron aparecer en los establos por segunda vez, algo muy poco habitual. (Firmado: Lady Carbery). El cochero que asistió a tales contingencias, lo confirma en estos términos: En aquella época yo era cochero en el castillo de Freke, y su señoría vino a los establos por la tarde para distribuir, como de costumbre, azúcar y zanahorias a los caballos. Kitty estaba libre en su establo, y en excelente estado de salud. Poco después volví a mi apartamento sobre los establos, y los mozos de cuadra subieron a sus habitaciones. Al cabo de media hora, o tres cuartos de hora, me sorprendió ver que su señoría regresaba y se apresuraba a llamarme a mí y a los mozos de cuadra para que asistiéramos a Kitty, que estaba tendida en el suelo por una repentina enfermedad. En el intervalo, ninguno de nosotros había entrado en los establos. (Firmado: Edward Nobbs). Este segundo caso es menos emotivo que el primero, y la impresión que experimentó Lady Carbery fue también menos detallada y más vaga; pero, no obstante, siempre fue lo suficientemente fuerte como para infundir en la receptora la convicción de que las sensaciones que sentía indicaban que Kitty necesitaba ayuda urgentemente, y para determinarla a acudir al lugar sin demora. Tales circunstancias, de orden excepcional y de significación precisa y sugestiva, son suficientes para concluir que se trata de una auténtica telepatía.

    CASO 6 - Lo saco de Light (1915, p. 168). El Sr. Mildred Duke, conocido psíquico y autor de profundos artículos sobre el tema de la metapsíquica, relata el siguiente incidente que le ocurrió a él mismo: Una noche estaba escribiendo hasta tarde, y estaba totalmente absorto en el tema, cuando me invadió literalmente la idea de que mi gatito me necesitaba. Tuve que levantarme e ir en su busca. Después de dar vueltas por la casa en vano, salí al jardín, y como la oscuridad me impedía ver, me puse a llamarla. Por fin oí un débil maullido a lo lejos, y cada vez que repetía la llamada, se repetía el débil maullido, pero el gato no venía. Así que volví a buscar una linterna, y luego crucé el jardín y me dirigí a un campo, de donde parecían venir los maullidos, y tras una breve búsqueda encontré a mi gato en un seto, atrapado en un cepo hecho para conejos, con un nudo corredizo alrededor del cuello. Si hubiera intentado zafarse, sin duda se habría estrangulado, pero afortunadamente tuvo la inteligencia de no moverse más y de enviar a su amo un mensaje de ayuda. Se trata de una gatita a la que estoy profundamente unido, y no es la primera vez que se establece una relación telepática entre ella y yo. Hace unos días parecía estar perdida, porque no aparecía por ninguna parte, y sus familiares se afanaban en llamarla desde todos los rincones del jardín. De repente, en una especie de fotografía mental, la vi como prisionera en una habitación vacía del ático, que casi siempre estaba cerrada. Y la visión resultó ser cierta: nadie sabía cómo había sido encerrada allí. ¿Me envió un mensaje telepático para advertirme de su encarcelamiento? Incluso en este tercer caso, en el que el fenómeno telepático se expresa en forma de impresiones y nada más, no es posible plantear dudas sobre la génesis telepática de las impresiones sensoriales a las que se sometió el hablante. Los lectores habrán observado que en los tres casos en cuestión -como en muchos otros que siguen- los protagonistas son unánimes en hacer la misma observación, a saber, que entre ellos y los animales con los que entraron en relación telepática existían relaciones afectivas de orden excepcional; y esta circunstancia es digna de mención, ya que es idéntica en las comunicaciones telepáticas entre seres humanos; de modo que puede afirmarse que una condición de afectividad mutua excepcional es el punto de apoyo de toda relación telepática. En otras palabras, es siempre la gran ley de afinidad" la que rige toda la gama de comunicaciones telepáticas, ya sea entre personas

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