LOS OTROS SERES SINTIENTES
Querámoslo o no, los humanos difícilmente podemos evitar ciertos sesgos cuando observamos el mundo natural. Tal como ocurre en las películas de Walt Disney, tendemos a humanizar a los animales; pero lo curioso es que sólo acostumbramos dotar de sentimientos a algunos de ellos, en especial a los que presentan características que nos recuerdan de algún modo a nuestros bebés. Es el llamado efecto Bambi. Así, nos producen pensamientos cálidos aquellos seres irracionales dotados de pelo o plumas, pero no los escamosos o pegajosos; nos conmueve la muerte de un corderito, pero no la de un sapo. Del mismo modo, en las campañas publicitarias de las organizaciones de defensa de los animales, los mamíferos suelen ser los más favorecidos, con las aves en un punto intermedio. ¿Acaso no tienen derechos las arañas, los escarabajos o las moscas? “Los niños revelan lo generosos que somos en nuestro amor natural a los animales”, solía comentar el filósofo estadounidense Tom Regan. Un amor que, resulta evidente, no se dirige hacia los arácnidos o las cucarachas.
Aún más, al humanizar a los animales somos más propensos a ver en ellos comportamientos emocionales. Un ejemplo lo tenemos en los comentarios del activista vegano Mark Hawthorne. En su libro Striking at the Roots: A Practical Guide to Animal Activism, cuenta la particular iluminación que tuvo en Ladakh, el pequeño Tíbet, en la región india de Cachemira: “Un día entró una vaca en el jardín y se puso a comer las plantas. Me quedé allí y la miré a los ojos, y ella miró a los míos. Nunca había estado tan cerca de una vaca antes. Era tan sensible...”. Pero lo más llamativo no está en lo que Hawthorne cuenta, sino en lo que no. Como cualquiera de nosotros, no aprecia que las plantas que está engullendo la vaca –¿podría decirse matando?– sean también seres sensibles.
Nivel de respeto: cero
De hecho, somos tan indiferentes con el devenir del mundo vegetal que hablamos de matar animales para comer, pero no se nos ocurriría decir lo mismo cuando arrancamos una zanahoria del huerto, por ejemplo. “Nadie respeta las plantas. Sabemos
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