Oráculos de Talía
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Gertrudis Gómez de Avellaneda
Poeta, escritora e historiadora cubana, famosa por sus escritos en el siglo XIX
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Oráculos de Talía - Gertrudis Gómez de Avellaneda
Saga
Oráculos de Talía
Copyright © 1855, 2021 SAGA Egmont
All rights reserved
ISBN: 9788726679694
1st ebook edition
Format: EPUB 3.0
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This work is republished as a historical document. It contains contemporary use of language.
www.sagaegmont.com
Saga Egmont - a part of Egmont, www.egmont.com
A la Señora
Doña Casta Barreda de Leon,
En cortu nuestra de grande afecto,
Su constante anuga.
La Autora.
PRÓLOGO.
Faltaria á una deuda de gratitud si al dar á la prensa esta comedia, que tan señaladas muestras de aprobacion ha recibido del público., no comenzase por rendir gracias á este por su constante benevolencia conmigo. Se las debo igualmente é los distinguidos artistas, que han contribuido, no poco, con la perfeccion del desempeño, al brillante éxito que está obteniendo todavia al escribirse estas líneas, en cada una de las noches en que se repite su representacion.
Grande ha sido sin duda la buena voluntad y la decision del público al aplaudir con perseverante y creciente entusiasmo una produccion, respecto á la cual se ha procurado inspirarle, por diferentes medios, desfavorables prevenciones. Grande tambien el triunfo de los actores que, luchando contra el espíritu, prosáico de la época y contra las otras circunstancias que se reuneu para producir la actual decadencia de nuestro teatro, han logrado atraer la atencion pública hácia una obra que, segun la afirmacion de ciertos críticos, no tiene interés, ni caractéres, ni pensamiento filosófico, ni fin moral, ni invencion, ni nada en resumidas cuentas que justifique la lisonjera acogida que ha merecido del público. Reciba este, por tanto, nuestras mas expresivas gracias por su gran bondad para con esta defectuosísima composicion, y crea que anhelosos de corresponder á aquella hubieramos trabajado para corregir en lo posible los Oráculos de Talia, antes de dar el manuscrito á la prensa, si nos cupiese la dicha de alcanzar á comprender la enseñanza que hemos buscado en la severa crítica.
Pero ¿qué podremos hacer, que valga mas que el seguir nuestro propio juicio sancionado por la aprobacion de ese mismo público, cuando (por el capricho de la naturaleza, que se ha complacido en ostentar tan infinita variedad en sus obras) nos vemos, desgraciadamente para nosotros, en la absoluta imposibilidad de poner de acuerdo á nuestros ilustrados censores para aprovechar sus lecciones? Terrible ha sido la confusion de nuestro ánimo al encontrarnos con que mientras uno nos acusa de que no hay caractéres en nuestra comedia, otro nos reconviene por haber prestado al protagonista cualidades que no tuvo, y pintado á la reina doña Mariana no muy en consonancia con la historia. Aqui se nos fulminan cargos porque hemos hecho la apoteosis de Valenzuela; allá nos dicen que lo habernos convertido en un bobalicon. Quién nos echa en cara el que descuidamos la correccion; quién, indica que merced á ella y á los buenos versos ha podido únicamente agradar nuestra obra. Cuando intentamos refundir los dos primeros actos, porque hay quien los declara malos, lánguidos, embrollados, etc., nos sale otro diciendo que son los mejores de la comedia. En fin, hasta nos hallamos, para mayor turbacion de nuestro pobre, espiritu, con que han causado risa los versos en que dice Valentin:
El togado manda en guerra
y el literato en marina
y el militar en hacienda.
Un concienzudo crítico ( ¹ ) nos hace saber que todo esto era lengua babilónica para las gentes del siglo XVII; que tales lindezas son impropias de aquellos tiempos, que nos empeñamos los poetas en pintar con los colores del nuestro. ¡Cuál no debió ser, por tanto, nuestra angustia al vernos cogidos en tan grave falta, solo por habérsele antojado á un satírico del mencionado siglo XVII el escribir en esa lengua babilónica que no entendian sus contemporáneos, y caer nosotros en la inocentada de copiar casi literalmente sus versos, creyendo en nuestra ignorancia que pintaban abusos de entonces, y desaciertos de entonces, en lenguaje de entonces; porque entonces y ahora podian existir en nuestro pais los mismos males y ser expresados con las mismas palabras!...
Otro disgusto grave nos ha causado tambien el haber incurrido en la equivocacion de pensar que al escribir nuestra humilde comedia teniamos esta idea:=Valenzuela, hombre de talento incuestionable, poeta, activo, ambicioso, hubiera podido acaso ser gloria de su patria, si no se le hubiese arrancado de su esfera, para convertirle en mal ministro. Si la miseria, el abandono completo que es dote del ingenio literario en España, no le llevasen á renegar de su vocacion primera, buscando por la intriga y el favor lo que se negaba al mérito.=Tal era la idea que me pareció tener cuando, ocupándome del favorito de doña Mariana de Austria, bosquejaba su desgracia como poeta, y su rápida y escandalosa fortuna como palaciego. Cuando le hacia decir á él mismo:
No soy genio universal:
ábranme campo en mi esfera
y útil seré; seré grande
quizá; pero no me tuerzan
el camino á que me llama
la Divina Providencia;
pues no sé, lanzado en otro,
si útil ó dañoso fuera.
Cuando al tocar á la cúspide de su privanza le hago volver los ojos con ternura á su triste pasado de poeta, y preguntarse con dolor:
¿Qué serás en aquel puesto
á que el cielo no te llama?
Lo que será, tambien él mismo lo dice mas adelante:
Uno de tantos validos!
Pero todo eso no quiere decir nada/por lo que vemos, ni encierra idea ninguna.
Algunos de nuestros críticos han tenido la bondad de declararnos que damos por leccion que se debe enamorar á una linda camarista y tener por vecina á una bordadora de la reina para llegar á ser grande hombre. Verdad es que bien merecido nos tenemos toda esa donosa burla, por no haber aspirado, como debimos hacerlo en concepto de otro maestro, á enseñarle muchas cosas al pueblo: é ese pueblo que tiene derecho para exigir que lo instruyan... los autores de comedias. Pero ¿qué le dejariamos que hacer á los hombres políticos, si nosotros nos tomabamos á ese buen pueblo á nuestro cargo?
Advertimos de pronto que se va haciendo muy largo este prólogo, que estan esperando los cajistas, y le ponemos fin agradeciendo las alabanzas que algunos periódicos nos han dispensado, y agradeciendo no menos las censuras de otros. ¿Qué mayor prueba del vivo interés que les inspiramos y del afan con que anhelan nuestros adelantos, que esa severidad en la critica, usada por los que son comunmente tan pródigos de alabanzas con otros? Seriamos muy ingratos si no confesasemos su buena voluntad para con nosotros; y únicamente les rogamos, á ellos, y á todos los Aristarcos que en lo sucesivo se dignen ocuparse de nuestros pobres ensayos literarios, que para que podamos sacar de sus críticas el fruto que desean, se sirvau