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A la Orilla del Río
A la Orilla del Río
A la Orilla del Río
Libro electrónico306 páginas4 horas

A la Orilla del Río

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A la Orilla del Río es la secuela de Pozo Azul. Han pasado 50 años y ahora Dub (antes 12) y Tommy (antes 15) ya son abuelos y llevan a sus nietos al lugar donde ocurrieron los asesinatos en 1949, la última vez que ellos estuvieron allí. Ellos se convierten en una familia detectivesca de casos sin resolver.

Después de escribir Pozo Azul y ver tantas excelentes críticas, me di cuenta que algunas personas estaban decepcionadas porque no resolví los crímenes que presenciaron los hermanos Dub (12) y Tommy (15). Eso me inspiró a escribir la secuela, “A la Orilla del Río” y darle un giro bizarro. Ahora han pasado 50 años y los hermanos son dos abuelos que llevan a sus nietos al Pozo Azul, allí donde ocurrieron los crímenes la última vez que ellos acamparon allí en 1949. Se convirtieron en una familia de detectives intentando descubrir un caso sin resolver. No es fácil resolver un crimen que ocurrió hace 50 años, pero ellos están listos para la tarea.

Tanto Pozo Azul como A la Orilla de Río están ambientadas en un área remota de las Montañas Ozark, en el Río Jacks Fork. Un río alimentado por agua de manantial, señalado por la revista Life como el escenario fluvial más pintoresco del mundo. (Mi serie de historias sobre las Montañas Ozark es una gran forma de experimentar una aventura rural sin tener que ir allí)

IdiomaEspañol
EditorialBadPress
Fecha de lanzamiento16 abr 2021
ISBN9798201493011
A la Orilla del Río

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    A la Orilla del Río - Rolland Love

    A la Orilla del Río

    ––––––––

    Por

    Rolland Love

    A la Orilla del Río

    Por Rolland Love

    Todos los derechos reservados. Copyright © 2020

    Esta novela está basada en la experiencia de Rolland Love, quien creció en las Montañas Ozark; sin embargo, es una obra de ficción. Los nombres, personajes, lugares, marcas, medios e incidentes son producto de la imaginación del autor o son usados de forma ficticia. El autor reconoce las marcas registradas y el derecho de propiedad de los diversos productos a los que hace referencia en esta obra.

    Diseño de portada por Paul Middleton

    Shadow Dancer Images

    Reviews

    ––––––––

    Para entender al escritor de Overland Park, Rolland Love, piensa en Mark Twain. Las historias de Love son disfrutadas por todas las edades Nick Kowalczyk, The Kansas City Star

    Introducción

    Pozo Azul y su secuela, A la Orilla del Río, son dos novelas de suspenso y misterio ambientadas en las montañas Ozark. Estas historias de aventuras son divertidas para todas las edades.

    La historia de A la orilla del Río es el relato de un viaje de campamento con mis nietos, Nick y Jake, y mi hermano Dub.

    La ubicación es el Pozo Azul, en un arroyo de la montaña Ozark, donde las tortugas mordedoras negro-grisáceas toman el sol sobre montones de madera flotante, donde las serpientes mocasines de agua de boca de algodón se deslizan por la superficie del río y los pescadores acechan a la ilusoria lubina de boca chica. Los buitres vuelan en las termales sobre imponentes acantilados de piedra caliza y, el agua fría de manantial con olor a tierra antigua se derrama desde la boca de las cuevas.

    En este idílico entorno, nunca imaginé que reviviríamos el horror de un asesinato cometido en el Pozo Azul la última vez que Dub y yo estuvimos allí en 1949, o que me enfrentaría a rencores enterrados entre parientes en el profundo y fresco río alimentado por un manantial, de mi juventud.

    Capítulo Uno

    El viaje comienza como una llamada celestial desde un manantial alimentado por un río. El poder del agua me trajo a casa. Todo lo que tenía que hacer era arreglar una rencilla de larga data con mi hermano, dejar de pensar en asesinatos y no dedicarle ni un pensamiento más al viejo misterioso que apareció detrás de nuestra carpa a medianoche aquella última vez que acampamos en el Pozo Azul. Estaba tan cerca de pasar los tres mejores días de mi vida.

    Salí de Kansas City al amanecer con mis nietos Jake y Nick, y al mediodía llegamos a Lewiston, un pequeño pueblo fluvial adormecido en lo profundo de las Montañas Ozark. Detuve el auto en el puente de madera que mi abuelo ayudó a construir, a principios de 1900 y saqué mi cabeza por la ventana. Miré hacia abajo, hacía una pila de madera flotante, desecada por el sol, que estaba amontonada contra los pilares de soporte de concreto y piedras. Asoleándose bajo lo último del sol mañanero, sobre un tronco cerca del agua, estaba una tortuga mordedora negra-grisácea. Al notar nuestra presencia, la tortuga estiró su cuello y levantó la cabeza.

    —¡Guao, esa es una mordedora muy grande! —Dije—. Jake (de nueve años de edad) abrió la puerta trasera y saltó para ver. —Las tortugas son prehistóricas, ¿sabías?

    —Sip —dijo Nick (de doce años de edad), al momento de salir del auto para ver por sí mismo— Ellas han estado por aquí casi 200 millones de años.

    —¿Cómo lo sabes? —Preguntó Jake.

    —Lo vi en la TV. Lo leí en Internet. —Nick agarró la mano de Jake y la levantó en el aire—. Tienen poderosas mandíbulas capaces de despegar un dedo, además.

    Jake liberó su mano y le dio un empujón a Nick. —¿Eso es verdad Papá? —preguntó.

    —Es verdad. Ellas son muy fuertes, malas y rápidas. Si te metes con ellas te morderán.

    —Esa es del tamaño de un volante  — Dijo Jake. —¿Qué tanto pueden pesar?

    —Veinte kilos o más —dije.

    Jake pasó sus dedos por su sedoso cabello negro y lo apartó de su frente. —Esa es más grande que yo. Espero que ninguna se acerque a nuestro campamento esta noche.

    Nick y yo nos reímos y la tortuga se deslizó del tronco hacia el agua, desapareciendo bajo la pila de madera seca.

    Yo entrecerré mis ojos para protegerlos del sol y di un vistazo río arriba, a lo que parecían flecos de oro bailando en la ondulante superficie del agua. Suspire y sonreí. Había olvidado lo dulce y fresco que se sentía el aire en un río de manantial en los Ozark. Levanté la mirada y observé media docena de buitres volando en círculos en el ancho cielo azul, grandes pájaros negros que los lugareños de los Ozark llamaban gallinazos.

    —Mis amigos y yo solíamos zambullirnos desde este puente —dije.

    Nick ladeó su cabeza y me observó con sus inquisidores ojos marrones. —Eso no me parece suficientemente profundo.

    Giré mi cabeza a la derecha y así, tan claro como el agua, me vi a mi mismo de niño, como de la edad de Nick, parado en la barandilla del puente, saludando a mis amigos que esperaban abajo en el agua a que yo diera el salto. Yo tenía ese bronceado dorado de un verano de diversión al aire libre; mi cabello rubio iluminado por el sol ondeaba en el aire. Había olvidado cuanto se parecía Nick a mí cuando tenía su edad.

    —¿Qué dijiste? —Pregunté cuando volteé y vi a Nick mirándome fijamente.

    —Dije que el agua no me parece suficientemente profunda. ¿Qué estabas mirando, Papá? — Me preguntó Nick mientras se inclinaba por encima de la barandilla y observaba el agua abajo.

    —Estaba pensando en algo, eso es todo. El agua era suficientemente profunda en esos días. La Madre Naturaleza llenó el agujero con piedras. ¡¿Tuvieron suerte?! —le grité a un par de muchachos que estaban debajo del puente, donde un álamo desarraigado que había sido arrastrado contra la orilla creaba un refugio para peces.

    —¡Sacamos unos cuantos ojos-de-anteojos! —gritó el más alto de los dos muchachos, que llevaba puesto un sombrero de paja.

    —¡Yo mismo atrapé una bonita lubina boca chica! —gritó el muchacho que llevaba puesto un overol sin camisa, a la vez que levantaba un sarta con media docena de pececitos moviendo sus colas de un lado a otro.

    —¡Buena pesca! —Le dije a los jóvenes pescadores. Nos despedimos con las palmas y subimos al auto.

    —¿Podemos pescar algunos peces como esos, Papá? —preguntó Jake.

    —Claro, solo que los nuestros serán más grandes.

    Me detuve al final del puente y observé la lista de nombres cincelados en la roca caliza.

    —¿Qué estas mirando ahora? —Quería saber Nick.

    —Tu bisabuelo ayudó a construir este puente. —Yo señalé hacia la piedra angular— Allí está su nombre en el tope de la lista de hombres que trabajaron en el proyecto. Tom Benson.

    —Parece que ha estado aquí desde siempre —dijo Jack— A duras penas puedo leer algunos de los nombres.

    —Desde siempre es casi correcto. Yo solía cruzar el puente con el abuelo Tom en una carreta de heno tirada por dos caballos Belgas negros.

    —¿Qué edad tenías? —preguntó Nick.

    —No más que Jake. Probablemente siete.

    Mientras conducía por la calle principal de Lewiston, noté que había un lote vacío en donde una vez estuvo la iglesia. Todo lo que quedaba eran los cimientos del cobertizo del sepulturero a la entrada del cementerio.

    Me acordé de esa noche de Halloween cuando caminé por el sendero arbolado que ondeaba hacia las tumbas. Los arboles de sicomoro que se movían de un lado a otro bajo la luz de la luna llena parecían una congregación de fantasmas. A medio camino escuché un ruido que parecía como cuando alguien raspa la hoja de un cuchillo a lo largo de una piedra de amolar, para cortar algo en serio. Corrí tan rápido que me caí en el sendero de piedra y me corté el tobillo. Cuando llegué al portón, donde me esperaban los amigos que me retaron a realizar el espeluznante paseo, me temblaba todo el cuerpo. No me molestaba que se rieran y se rieran; yo sabía que algún día me vengaría, y eventualmente lo hice.

    Ahora, detuve mi Lincoln negro en frente de la casa de mi hermano menor, Dwayne, y apagué el motor. Desde que él tenía nueve años, todo el que lo conocía lo llamaba Dub. Él y su esposa, Molly, salieron al porche del frente de su impresionante casa de dos pisos y saludaron.

    Aunque él aún parecía fuerte y saludable, los rizos rubios de Dub se habían vuelto blancos desde la última vez que lo vi. Molly aún tenía la elegante figura de una adolescente. Ella llevaba un largo vestido de algodón azul, como el color del cielo. Ellos saludaron nuevamente y sonrieron mientras bajaban las escaleras. En vez de saludarlos de vuelta, yo bajé la mirada hacia un paquete que estaba en el piso. Yo lo había recogido el día anterior en la oficina postal. Tenía la dirección de remitente de mi hermano menor en él, así que lo dejé en el auto, sin abrirlo. Dado que yo no había hablado con él más que unas cuantas veces en los últimos treinta años, solo podía imaginar que el contenido serían malas noticias.

    —¿Vas a bajar, Papá? —preguntó Jake. Él abrió la puerta trasera y acarició a un perro Coonhound, negro y canela, que había metido su cabeza flacucha dentro del carro.

    —Claro. —Se me formó un nudo en el estómago al ver a Dub y a Molly atravesando el patio. Ellos sonreían entre sí y se reían, como si todo estuviera bien entre Dub y yo.

    —Bajen. Quédense un rato —dijo Molly— Tenemos limonada casera para los sedientos viajeros. Me alegra que vinieran. Ha pasado tanto tiempo.

    Salí del auto y me paré a un lado del guardabarros delantero. Dub caminó hacia mí y yo estreché su mano. La última vez que yo vi sus pálidos ojos azules, nos dijimos palabras muy duras. —¿Cómo te va, Tommy?

    —Estoy bien, —dije con toda la confianza que pude reunir

    —Estoy feliz. Muy feliz.

    Mi mente se inundó con recuerdos al escuchar la voz del Dub. Era difícil de creer, con todo los buenos momentos que pasamos cuando chicos, que algo malo haya pasado entre nosotros. En todo el camino yo venía pensando que le diría cuando lo tuviera frente a frente. Tenía un par de cosas en mente que me parecían lo correcto, pero las sanadoras palabras nunca salieron de mis labios. Las únicas veces que Dub y yo nos habíamos visto durante estos últimos cincuenta años se centraban en la muerte: el funeral de nuestros padres y abuelos. Hablamos por teléfono cuando vendimos la granja familiar y la casa del abuelo. Las conversaciones eran principalmente sobre negocios. Tristemente, sabíamos muy poco sobre la vida del otro o de sus familias.

    Había llamado a Dub unos días antes, después de cinco años de silencio. Estaba llevando a mis dos nietos a acampar en el Pozo Azul. Él me dijo que el camino hacia el río era rústico y rocoso, entonces se ofreció a prestarme su jeep. Lo tomé como una señal de que él quería arreglar las cosas entre nosotros.

    Me acerqué a Molly mientras nos dirigíamos hacia la casa y Dub iba detrás, hablando con Nick y Jake. Los muchachos al final se escaparon y corrieron a través del patio, saltaron y se colgaron de las ramas bajas de un árbol de arce. Ellos se reían mientras se columpiaban de un lado a otro como un par de monos. Recordé lo que significaba estar siempre en movimiento, trepando arboles, pescando y nadando en el río. Me sentí culpable por no haber hecho ningún esfuerzo en poner un alto a la triste situación. Nos había robado, a Dub y a mí, tantos buenos momentos.

    Miré hacia el techo embovedado al entrar a la sala de estar. Seis vigas de soporte talladas a mano, del tamaño de un travesaño de ferrocarril, se extendían por el espacio abierto, de pared a pared. Me quedé mirando la cabeza de ciervo que estaba por encima de una gran chimenea de rocas. Recordé el día en que Dub y yo le atinamos al pote de diez puntos con una Winchester de palanca 30-30 que pertenecía a nuestro abuelo. Sobre quién debería quedarse con el rifle después de la muerte de nuestro abuelo era una de las cosas en que nosotros no estábamos de acuerdo. «Que estupidez» pensé. «¿Por qué debería impórtame quien se quede con esa maldita cosa?» La vez que tuvimos esa acalorada discusión, yo vivía en la ciudad y ni siquiera cazaba. Miré intencionalmente a los oscuros ojos de cristal y recordé los animales muertos que colgaban en las paredes de la cabaña del río del abuelo Tom.

    —¿Qué le pasó a la Iglesia? —Pregunté— Lo único que queda es la cabaña del sepulturero.

    —Buena pregunta, —dijo Dub— Una noche, simplemente se quemó hasta los cimientos. La gente habla, sabes. Algunos dicen que la impactó un rayo. Otros piensan que fue obra del Demonio. Todo lo que sé es que no había ni una sola nube en el cielo la noche que ocurrió eso. Anótalo como otro misterio sin resolver que ocurre durante la luna llena.

    —¿Qué tipo de misterio sin resolver? —Preguntó Nick— ¿Alguien fue asesinado o algo así?

    Cuando Dub me miró y frunció el ceño, yo cambié de tema. —Te contaré sobre eso más tarde, —le dije a Nick.

    —Qué lugar pá bonito tienen aquí, Molly. —Y me descubrí a mi mismo regresando a esa forma de hablar lenta y hogareña. Mis raíces Ozark, que aún siguen arraigadas, habían sido enterradas por las cosas citadinas por tantos años y ahora estaban echando ramas.

    —Gracias, —Dijo Dub—. La construimos nosotros mismos, cortamos los troncos del sitio donde estaba la granja del abuelo Tom. Te vi mirado esa cabeza de ciervo. ¿Recuerdas el día que le disparé y lo sacamos del bosque?

    —Como si fuera ayer. Los cuernos más grandes que cualquiera en los alrededores había visto hasta entonces.

    —O hasta ahora, —Añadió Dub con una sonrisa.

    Los chicos se pararon debajo de la cabeza de ciervo y observaron hacia arriba, a través de la cornamenta, hacia los tablones de cedro rojo que cubrían el techo. Un tragaluz en el medio de la habitación dejaba ver hasta el cielo.

    —¿Aún cazas ciervos, tío Dub? —preguntó Nick.

    —Dub caza y pesca todo el tiempo, —dijo Molly—. Nosotros comemos mucho de la caza silvestre. De hecho todavía tengo cecina del último ciervo que cazó. ¿A ustedes, chicos, les gusta la cecina?

    Nick miró a Jake y sonrió. —Siii, claro. Me gusta la cecina. ¿A ti no, Jake?

    Jake arrugó su nariz y no hizo ningún comentario, ni en un sentido ni en otro.

    —Les llenaré una bolsa. Pueden llevárselo a su viaje de campamento. —Molly dio la vuelta y fue hacia la cocina.

    —¿Aún sigues con eso de las computadores? —preguntó Dub.

    Me sorprendió que lo recordara. Yo solo lo había mencionado, brevemente, hace muchos años. —De hecho, vendí mi compañía el año pasado. —dije.

    —Papá solía viajar por todo el mundo, —dijo Nick—. Incluso fue a China.

    —Viajé bastante en el pasado, pero le he bajado el ritmo, —dije.

    Dub me observó y cruzó sus brazos. —Parece que has tenido una vida emocionante.

    —La he pasado bien, pero he pagado el precio. Así que ¿Qué has estado haciendo tú? —pregunté. Intenté no sonar súper amable. No quería que pareciera que estaba tratando de construir en pocos minutos lo que se había perdido hace tantos años.

    Dub bajó su cabeza y me observó a través de sus tupidas cejas blancas. —Trabajar un poco en la granja. Cortar heno y cosechar algo de maíz. Tengo un pequeño rebaño de ganado Black Angus. Cazar y pescar lo que me corresponde. Predicar un poco, ahora también. Tengo una iglesia pequeña en el campo, cerca de la desviación de Buck Holler. Soy pastor desde hace cinco años.

    Dub me miró fijamente a los ojos y espero mi reacción. Era obvio que la parte de ser un sacerdote me había tomado por sorpresa. Cuando joven él había sido el chico más inquieto del pueblo. Si de alguien se pensaba que terminaría como buscapleitos, ese sería Dub.

    Molly rompió el silencio cuando entró a la habitación. —Dub es bueno para captar el oído de los pecadores. Vengan a escucharlo el domingo. De repente diga algo que valga la pena pensar en su regreso a Kansas City.

    La miré sorprendido. Sonreí y estuve de acuerdo en escuchar a Dub antes de regresar a casa. Me imaginé que yo podría soportar cualquier cosa que él tuviera que decir siempre y cuando no hablara de arrepentimiento y golpeara su pecho, allí en el pulpito, mientras me miraba.

    —Dub siempre hacia que la gente hiciera cualquier cosa. —Dije— lástima que no haya más como él para entregar el mensaje.

    —No te preocupes, no intentaré convencerte de que te bautices en el río este domingo, Tommy. Yo no soy de los que presionan la voluntad del Señor en las personas. El pueblo viene en su debido momento, de una forma u otra.

    Me reí nerviosamente y me alegré de qué Jake cambiara de tema.

    —¿Qué le pasó a tu pie? —preguntó Jake. Todos miramos hacia abajo, para ver un vendaje enrollado alrededor del tobillo y el pie de Dub.

    Dub me observó y se rió delicadamente. —No lo vas a creer, Tommy, me mordió una serpiente.

    —¡Diosito! ¿Cómo pasó eso? —pregunté

    —Estaba oscuro. Estaba persiguiendo ranas. Salí del bote hacia la barrera de piedra. Un mocasín de cabeza de algodón me mordió en el tobillo.

    —¿Te dolió mucho? —Preguntó Nick mientras se agachaba para ver mejor— ¿Casi te mueres?

    —Realmente duele mucho, me enfermé horrible. Pensé que moriría. Pero aún sigo aquí.

    —Eso es horrible, —dije, pensando que al menos ya teníamos algo en común. Lástima que fuera una mordida de serpiente.

    —Pensé en ti después de que la serpiente me atacó, Tommy. Supuse que si tú saliste bien de eso, yo también podría.

    —¿Puedo ver la mordida, tío Dub? —preguntó Jake.

    —Claro. —Dub se agachó y se quitó el vendaje. —Estuvo todo hinchado por un tiempo, negro y azul. Ahora está bastante curado.

    A excepción de dos pequeños agujeritos que parecían como si Dub se hubiese pinchado con un lápiz de plomo, su pie parecía estar bien. Recordé el día que yo fui mordido. El gran mocasín de boca de algodón enterró sus colmillos en mi carne y se aferró a mi pie, bombeando su veneno, hasta que yo por fin pude sacudírmela. Me estremecí y volteé hacia otro lado.

    —Creó que Dub se dejó el vendaje más tiempo solo para llamar la atención. —Dijo Molly— Pero la compasión está a punto de desaparecer.

    Todos, menos Dub, nos reímos.

    Dub miró hacia abajo y sacudió sus dedos del pie. —Ey, no te pasa esto a menudo. Hay que aprovechar al máximo cuando pasa.

    —Tienes un par de nietos bien guapos, —dijo Molly.

    —Gracias, —dije mientras miraba la cabaña de madera y me preguntaba si mis viajes y todo ese duro trabajo para ganarme al todopoderoso dólar habrían valido la pena. Sin duda extrañaba los tiempos de antaño una vez que me mudé de Lewiston a la ciudad. Muchas veces sufría al recordar la serenidad del río Ozark, frío y alimentado por un manantial.

    —Así que se dirigen al Pozo Azul, su lugar favorito para acampar. —Dijo Molly— Son bienvenidos a pasar la noche acá. Freiré algo de jamón y huevos para el desayuno. Pueden levantarse temprano y comenzar con un estómago lleno.

    —No creo —Dije, demasiado rápido y alto, más de lo que debería. Suavicé las palabras— Gracias por la invitación, Molly. Como le comenté a Dub ayer por teléfono, los chicos y yo estaremos acampando dos noches en el Pozo Azul. Estaremos de regreso aquí el sábado para recorrer el pueblo. Nos levantamos temprano el domingo y vamos a la iglesia con ustedes. Y regresaremos a Kansas City a eso del mediodía.

    Dub me miró y sonrió. —Yo puedo acompañarlos si tu quieres. No estás familiarizado con esos caminos. La colina de Buck Holler es rústica y empinada. Puede ser peligrosa.

    Yo meneé mi cabeza. Yo estaba segurísimo de que él haría lo que sea para ir con nosotros. Pero supuse que lo plantearía de una manera más sutil.

    —Bueno, no sé. Yo... Yo ya he conducido por la empinada colina antes sin problema. Dudo que haya cambiando mucho. —Titubeé, deseando ya estar en camino. Me sentí mal rechazando la propuesta de Dub, pero no tanto como para decirle que nos acompañara— Los chicos y yo hemos estado planeando este viaje por mucho tiempo. De hecho, ya estará oscureciendo para cuando montemos la carpa. Así que mejor agarramos camino.

    Miré a Jake y a Nick, me preguntaba cuál de ellos preguntaría por qué el tío Dub no podía ir con nosotros a acampar en el Pozo Azul. Ninguno de los dos dijo ni media palabra. Ojalá lo hubiesen hecho. Como en otras  incontables temporadas que se nos habían pasado desde que Dub y yo fuimos mejores amigos, cuando niños, otra oportunidad para remediar nuestra querella nos pasaba de largo. Parecía que estábamos destinados a pasar el resto de nuestros días como dos almas paradas a la orilla del río, viendo el agua correr hasta que el tiempo se acabe. El hermano que quede en pie, se sumiría en la tristeza y se preguntaría porque había sido así de tonto.

    Capítulo Dos

    Los chicos y yo sacamos nuestro equipaje de la maletera de mi Lincoln negro y las subimos al Jeep rojo de Dub, esos de los que tienen la capota abierta y con una barrera metálica antivuelco. Nos dirigimos al sur del pueblo, unos dieciséis kilómetros sobre un rústico camino de piedras. Estábamos en el trayecto final de nuestro viaje a uno de los mejores sitios para acampar y nadar del país, por lo menos así solía ser. No había estado aquí en cincuenta años y mi anhelo de regresar al Pozo Azul había ido creciendo por algún tiempo. Era divertido manejar el Jeep de Dub por el camino de pueblo en un caluroso día de agosto. El aire estaba lleno del aroma de las madreselvas, flores de color púrpura y amarillo que crecían en las zanjas ondeando en la brisa. Observé a los chicos y sonreí. Me sentía bendecido de estar vivo.

    —¿Cuánto falta para que lleguemos al río? —preguntó Jake.

    —No mucho, —dije, preguntándome que estarían pensado él y Nick sobre porque yo no quise que Dub nos acompañara. Debería contarles sobre la situación entre Dub y yo cuando considere que es el momento. Era difícil de explicar algo que ni uno mismo entiende. Nuestro desacuerdo se ha basado en cosas tontas, como quien debería quedarse con el rifle de palanca 30-30 del abuelo y cuanto deberíamos pedir por la venta de la casa de nuestros padres. Yo, por supuesto, quería pedir más de lo que Dub quería. Al final resultó que  lo que él tenía en mente en primer lugar fue un precio justo.

    —¿Es aquí? —preguntó Nick apenas detuve el Jeep en la cima

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