Nuestras lágrimas: Un lenguaje olvidado
Por David Runcorn
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Los capítulos de la primera parte cubren una amplia gama de experiencias y de descubrimientos personales acerca de las lágrimas. Las otras dos partes son reflexiones sobre las lágrimas o el llanto en diferentes libros de la Biblia.
En la tradición espiritual cristiana, las lágrimas tienen un lugar venerable y han sido consideradas como un don capaz de revelar la implicación de Dios en la vida de una persona, a la vez que un signo de devoción y de vida mística.
Este fascinante y original libro busca recuperar el don, el misterio y el significado de las lágrimas humanas. En él se entrelazan biología, cultura, historia, química, religión, espiritualidad, temperamento, emoción y literatura para explorar la riqueza perdida que es el lenguaje de las lágrimas.
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Nuestras lágrimas - David Runcorn
EDICIONES
Cita
Jesús dijo:
"Quien crea en mí…
de su entraña manarán
ríos de agua viva"
(Jn 7,38).
Dedicatoria
Con cariño y agradecimiento a Andrew, Ian, Pauline y
a todos los del equipo de Misión y Ministerio
de la Diócesis de Gloucester.
Agradecimientos
Muchas personas han hecho posible la aparición de este libro. Doy especialmente las gracias a Sheila Appleton, al obispo Robert Atwell, Catherine Benbow, Ian Bussell, Andrew Braddock, Hilary Egerton, al obispo David Gillett, Paula Gooder, Anna Griffiths, Mat Ineson, Tash Kent, Anne Long, Philip Seddon, al P. Silvano, a los Hermanos Stuart y Philip Swan por sus regalos de tiempo, perspicacia, lágrimas, sabiduría y permiso para usar sus historias.
Gracias también a los que han participado en tantos talleres, encuentros de formación y grupos de discusión, cuya visión y experiencia compartidas han enriquecido estas páginas.
Un agradecimiento muy especial a Simon Kingston, que una vez más ha sido un colaborador encantador y un guía incansable a lo largo de todo el libro.
Finalmente, quiero dar las gracias a mi querida esposa Jackie, y a Josh y Leona, Simeon y Kate por aguantar a un escritor durante el parto de su obra. Han sido distracciones deliciosas, generosamente curiosas y un maravilloso apoyo en todo momento.
Índice
Cita
Dedicatoria
Agradecimientos
I. El lenguaje de las lágrimas
‘Háblame de tus lágrimas’
Viviendo en el agua
Recógelas
Para los que no tienen lágrimas
Nuestra órbita emocional
Las lágrimas de un sacerdote
Hombres, mujeres y lágrimas
El lenguaje de la vida
Compañeros de la creación
Signo y síntoma
Arroyos en el desierto
Lágrimas resilientes
Regar la tierra
Estar disponible
Las lágrimas de Dios
La plenitud de Dios
Protesta
II. Junto a los canales de Babilonia. El Salmo 137
Cita
Nos sentamos
Acordándonos
Preguntando
Ira
III. Los que sembraban con lágrimas, cosechan entre cantares
Pena
El pan de lágrimas
El valle de Baca
Fuego y agua
Hasta que tengamos rostro
Encontrar compasión
Lamento
El agua en vino
Apéndice
Nuestra relación con las lágrimas
Nombres que ponemos a nuestras lágrimas
Revisando nuestro lenguaje para las lágrimas
A la luz de esta reflexión:
Escuchando nuestras lágrimas
Colección Espiritualidad
Créditos
I
El lenguaje de las lágrimas
‘
Háblame
de tus lágrimas
’
Estaba sentado charlando con mi acompañante. Ahora no recuerdo exactamente qué le estaba contando, pero en cierto momento, las lágrimas brotaron inesperadamente e inundaron mis intentos de continuar hablando. Ofrecí la disculpa avergonzada que parece que debemos ofrecer en esos momentos. Pero mi acompañante, sencillamente, se sentó a mi lado en silencio, mirando cómo fluían mis lágrimas. Una caja de pañuelos apareció junto a mi codo.
Cuando por fin las aguas empezaron a calmarse y me serené, esas fueron las primeras palabras que pronunció: ‘Háblame de tus lágrimas’.
Era una invitación, no una pregunta. Y eso lo cambió todo. Preguntas como ‘¿te pasa algo?’ o ‘¿por qué lloras?’ exigen una respuesta, sin embargo, puede ser que no esté pasando nada. ¿Acaso las lágrimas sirven solo para detectar problemas que hay que solucionar, como si fueran una fuga de aceite debajo del motor de un automóvil?
Su invitación abrió mi relación con las lágrimas ese día. Si ella hubiera dicho: ‘Cuéntame sobre tu familia’ o ‘cuéntame cosas de tu vida’, le habría ofrecido un paseo por las diversas características del paisaje que conforman mi mundo personal. Pero lo que me dijo fue: ‘Háblame de tus lágrimas’. Nunca había pensado en las lágrimas de esta manera y realmente no sabía cómo empezar. Me invitaban a reflexionar sobre una relación, no a especular sobre razones particulares o la causa de mis lágrimas.
Si tenía que hablarle a alguien sobre mis lágrimas, primero necesitaba conocerlas mejor. Eso significaba considerarlas como algo más que un reflejo físico en presencia del dolor o de la perplejidad. En ese momento me di cuenta de que era un extraño para mis lágrimas. ¿Qué podría significar pasar tiempo con ellas, escucharlas? ¿Quizás me estaban hablando o incluso podía estar yo hablando a través de ellas de alguna manera? Después de todo, en mis comienzos más vulnerables, fueron el primer y único idioma que tenía disponible.
Las lágrimas nos conectan con la parte más profunda de nosotros mismos y, por lo tanto, ofrecen expresión a lo que está más allá de nuestras palabras e incluso de nuestros pensamientos.
En las páginas que siguen te cuento algunas de mis lágrimas. No porque sean excepcionales. No lo son. Tampoco entiendo todo lo que fluye. El sentimiento es parecido al que se tiene al tratar de aprender un idioma. Las lágrimas van incluidas en el hecho de ser una criatura que se pregunta, que anhela y que siente cosas. Así que las encuentro en momentos de alegría, de dolor, de desconcierto, de asombro, de pérdida y en muchos más. En algunas situaciones son predecibles. Pero también pueden ser inesperadas y misteriosas, o extrañamente ausentes.
Mis lágrimas revelan algo de mi carácter, temperamento e historias de vida. Aquí encontrarás pistas sobre mi madurez emocional o falta de ella. Hablo de las lágrimas como un lenguaje, y no simplemente como un reflejo emocional, para invitar a un compromiso más rico con nuestras respuestas al asunto de estar vivo y a las formas en que lo experimentamos, entendemos y expresamos. Así que aquí se mezclan la biología, la cultura, la historia, el género, la química, la religión, el temperamento, la espiritualidad, la emoción, la literatura y los sentimientos.
También escribo como alguien para quien las lágrimas han llegado a tener un lugar significativo en su fe, donde encuentran expresión muy frecuentemente. A veces, en la historia cristiana, las lágrimas han ocupado un lugar central en la tarea de discernir, orar y revelar el deseo y las formas de Dios. En los primeros siglos, los manuales sobre la vida cristiana prestaban especial atención a las lágrimas y sospechaban si no aparecían. Esta idea la plasmó vívidamente Isaac de Stella (c. 1100):
Te voy a decir algo de lo que no debes reírte, porque te estoy diciendo la verdad. A pesar de que debes colgarte de tus párpados ante Dios, no imagines que has alcanzado algo en tu regla de vida hasta que encuentres lágrimas; porque hasta entonces tu ser oculto está todavía al servicio del mundo¹.
También formuló lo siguiente:
Cuando la gracia ha comenzado a abrir los ojos, comenzarán a derramar lágrimas hasta que se laven las mejillas por su propia abundancia. Si alguien te enseña lo contrario, no le creas. No puedes pedir a tu cuerpo nada más aparte de las lágrimas como un signo externo de la realidad².
Esta percepción se ha perdido en gran medida en nuestros tiempos; espero que personas de diferentes credos o de ninguno se sientan bienvenidas y hagan sus propias reflexiones.
En mi búsqueda he encontrado historias de lágrimas en los lugares más inesperados. El empresario Duncan Bannatyne es un ejemplo. Habla de sus lágrimas mientras hacía un voluntariado entre los pobres en Rumanía.
Las lágrimas llegaron alrededor de las diez de la noche. Salí y encontré un lugar tranquilo al lado de la casa. No pude contenerlas, mi cara estaba húmeda y mi nariz comenzó a gotear. No tuve más remedio que dejarlas correr; y siguieron saliendo y no se detuvieron. Después de muchos minutos comencé a tener la sensación de que no estaba solo. En ese momento Dios me saludó. Sentí que esa presencia me había cubierto completamente y me había agarrado. Era inconfundible: sabía quién había venido y también sabía por qué. No era algo espiritual, era algo cristiano, y sentí que me decían: Has llegado, acoge la fe, sé cristiano, eso es todo
. Fue profundo, y me quedé allí, aturdido, considerando la oferta y pensando en lo que significaría. Sabía que quería seguir con mis negocios y ganando dinero, y también sabía que quería seguir haciendo todas las cosas de las que no estaba orgulloso. Sabía que nunca iba a ser uno de esos buenos chicos que va a la iglesia los domingos. Así que dije: No, no estoy listo
. Y Dios dijo: Bien
, y desapareció³.
También veremos cómo fluyen las lágrimas de muchos otros a lo largo de las páginas este libro. Son personas muy diferentes y con experiencias distintas. Las lágrimas no son solo para cierto tipo de personas, también quienes no lloren fácilmente encontrarán sus historias aquí. Estoy agradecido por lo que han compartido y por haberme dado permiso para contar sus historias. En algunas ocasiones he hecho pequeños cambios en los detalles para proteger la confidencialidad.
Soy consciente de que las lágrimas tocan nuestras partes más sensibles. Es peligrosamente fácil ser torpe con los sentimientos y las heridas de los demás. Si alguno queda magullado por lo que he escrito, lo siento: en ningún caso era esa mi intención.
Al final del libro ofrezco tres recursos prácticos para explorar lágrimas: Nuestra relación con las lágrimas, Nombres que ponemos a nuestras lágrimas y Escuchando nuestras lágrimas.
Cerca de donde trabajo hay una antigua catedral que tiene una capilla en la que me encanta orar. Un día, tenía el corazón agobiado y sabía que necesitaba lágrimas para expresarlo, y me dirigí hacia allí, esperando estar solo. Pero llegué justo cuando un equipo de niños y su entrenador estaban entrando. Mi corazón se hundió, porque sabía que habría poca privacidad mientras los niños estuvieran allí. Caminé hacia la capilla y las lágrimas brotaron con fuerza. Podía escuchar el inconfundible sonido de los niños acercándose, así que opté por arrodillarme en el suelo detrás del altar. Enterré mi cara en un cojín y continué orando en silencio.
Comencé a notar que estaba inesperadamente tranquilo. Miré a mi alrededor y vi que había un niño pequeño arrodillado a mi lado, copiándome en silencio. Detrás de él sus amigos habían formado una pequeña cola, y esperaban su turno.
Lo que vieron o entendieron de mis lágrimas ese día, nunca lo sabré. Pero conservo lo que viví como un tesoro en la memoria y espero que este libro ofrezca un estímulo similar para acercarse, explorar y comenzar a aprender el lenguaje de nuestras lágrimas. Son parte de nuestra relación con nosotros mismos y con nuestro mundo. Revelan nuestro paisaje y nuestra historia personal, como lo hacen los ríos, los manantiales y los lagos en el mundo natural. Las lágrimas son más un lenguaje que un sentimiento: son un lenguaje, pero un lenguaje que probablemente no nos hayamos parado antes a escuchar.
¹ Maggie
Ross
, The fountain and the furnace: The way of tears and fire, Wipf and Stock, Eugene (OR) 2014, p. 138.
² Ibid, p. 38.
³ Duncan
Bannatyne
, Anyone can do it, Orion Books, London 2006, pp. 230-231.
Viviendo
en el agua
Todo comienza en el agua.
En el relato de la creación, en las primeras páginas de la Biblia, el agua cubre las profundidades en el vacío oscuro y sin forma (Gén 1,1-3). La vida en la