Descubre este podcast y mucho más

Los podcasts se pueden disfrutar de forma gratuita sin necesidad de una suscripción. También ofrecemos libros electrónicos, audiolibros y mucho más por solo $11.99 al mes.

Decime (Robin Myers, en voces de la autora y Claudia Masín)

Decime (Robin Myers, en voces de la autora y Claudia Masín)

DeOrden de traslado


Decime (Robin Myers, en voces de la autora y Claudia Masín)

DeOrden de traslado

valoraciones:
Longitud:
7 minutos
Publicado:
7 abr 2020
Formato:
Episodio de podcast

Descripción

Si hay algo que logré entender, desde el principio y sin que nadie me explicara,
entre las muchas cosas que se me escaparon, es que las palabras son peligrosas. Quizá
no siempre entrañen un peligro semejante al de subirse a la vuelta al mundo sin bajar la barra
de seguridad, o bajar a buscar una carta a las vías del tren, o tragar vidrio, aunque podrían:
no, el riesgo de las palabras era para mí como el de comer huevo crudo en la preparación
de la torta, contra lo cual me previnieron desde la infancia; la amenaza de enfermarse,
verdadera, documentada, incuestionablemente desagradable, pero infrecuente, y poca cosa
comparada con la alegría de meter el dedo en algo sin terminar.
Pensaba las palabras no en términos de lo que podían hacer, sino más bien en el sentido
de que esa posibilidad era su ser: la cachetada que nunca recibí ni di,
la boca de alguien en un punto impreciso sobre el esternón antes de ser provocada
o autorizada, el hecho de que el dolor siempre me haya dado infinitamente más miedo
que la muerte. Quería que las palabras fueran no la descripción del mar en su tormento
o en su calma, la idéntica acritud de las espinas de la zarzamora y su jugo, el llanto de mamá
al escuchar a Bach, sino el anuncio de su presencia, un testimonio, la única
manera de participar en lo que se ve. Y tenía tal necesidad de las palabras
que me enojaba, creo, hacía brotar y florecer mis ansias, con dieciocho años
y en otro país y con un hombre cuyo idioma no era el mío,
no por completo, no en absoluto; un idioma en cuya parte baja de la espalda sólo podía
apoyar la mano como él apoyaba la suya en la mía. Cuando me frustraba, cuando me llevaba
las manos, en un revoloteo, a la cara, y encontraba mi pelo y mi cara con mis propias palabras
y decía, usando otras, Hay tantas cosas que no sé decir,
él me decía, Decímelo en tu idioma, entonces, y yo entendía que él entendía las palabras igual que yo.
Le hablaba con las luces apagadas. Le hablaba a esa luz que estaba apagada,
le hablaba al oído y a su hombro y a sus ojos, al bulto en la oscuridad
de esa persona que no entendía nada de lo que había dicho y por eso lo aceptaba por completo.
Y cuando yo dejaba de hablar, él asentía: un movimiento cuidadoso, casi solemne, que mandaba una corriente aún más poderosa de gratitud y angustia por mis capilares que si él
hubiera dicho algo, si hubiera intentado dar cuenta de cualquier otra manera
de lo que significa tratar de zanjar una distancia no menos enorme porque la hubiéramos
inventado y mantenido nosotros, palabra por palabra y minuto a minuto; querer tocar
lo que no podemos ver, con tacto verdadero y confianza verdadera, con las manos fuertes
y calientes de lo que decimos.
Publicado:
7 abr 2020
Formato:
Episodio de podcast

Títulos en esta serie (100)

Poemas en voz alta.