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Un camino monástico en la ciudad. Libro de vida: Fraternidades Monásticas de Jerusalén
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Un camino monástico en la ciudad. Libro de vida: Fraternidades Monásticas de Jerusalén
Libro electrónico259 páginas2 horas

Un camino monástico en la ciudad. Libro de vida: Fraternidades Monásticas de Jerusalén

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Este Libro de vida se escribió pensando en los monjes y monjas de las Fraternidades monásticas de Jerusalén, aunque muy pronto despertó el interés de los laicos y de la vida consagrada. La frescura de un carisma nuevo, con un lenguaje sencillo, bíblico, patrístico y cimentado en la gran tradición monástica y contemplativa de la Iglesia, hace de este libro un tratado espiritual para todas las personas que buscan profundizar su relación con Dios y quieren vivir las exigencias evangélicas.

Se puede encontrar un estilo que encarna una nueva espiritualidad en la ciudad, que consiste en «despertar la imagen de Dios en el hombre y la mujer, así como su vocación al diálogo y a la comunión».

Volviendo a las fuentes de las primeras comunidades cristianas, nos recuerda cómo amar y por qué; cómo orar, trabajar y acoger sintiéndonos hermanos unos de otros y caminando en Iglesia, en comunión, hacia la nueva Jerusalén, figura de la ciudad celeste hacia la que todos caminamos.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento8 mar 2024
ISBN9788427727281
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    Un camino monástico en la ciudad. Libro de vida - Hno. Pierre-Marie Delfieux

    FRATERNIDADES

    1

    AMOR

    1

    Ama

    Acoge con todo tu ser el amor de Dios. Él te ha amado primero. Permanece siempre anclado en esta certeza, la única capaz de dar sentido, fuerza y gozo a tu vida: Su amor jamás se alejará de ti, Él nunca romperá Su alianza de paz contigo. Los dones de Dios y Su llamada son irrevocables. Él ha grabado tu nombre en la palma de Su mano.

    1 Jn 4,19

    Is 54,10

    Rom 11,29

    Is 49,16

    Que tu alma, día y noche, esté llena de la presencia del Señor que te ama, y vivirás. Fortalecido por el gozo de esta inhabitación divina en ti y por el poder de este amor, nunca flaquearás.

    Sal 118,55.57

    Is 26,9

    Si conservas fielmente, como María, este recuerdo en tu corazón, Dios, paso a paso, te invadirá, te construirá y te unificará. La acogida permanente de Su amor es tu primer deber de consagrado.

    Lc 2,19

    2

    Seguro de este amor gratuito, ama también al Señor que te ha creado a su imagen y semejanza. Ámalo con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas, con todo tu ser, en una palabra, con toda tu persona y toda tu vida. En este amor absoluto y sin división consiste tu vocación monástica.

    Gén 1,27

    Lc 10,27

    Teniendo la certeza de que Él te ha amado entregándote Su vida, no puedes responder a este amor sino entregándole también la tuya. Dios te ha amado tanto al entregarte a Su Hijo único que tú has elegido responderle libremente entregándole toda tu vida. Esta ofrenda de todo tu ser al Amor por amor, te lleva a aceptar perderlo todo con tal de ganar a Cristo; así llegarás a comprender que todo es nada y que nada es todo¹, ya que si todo es tuyo, tú eres de Cristo y Cristo es de Dios.

    Jn 3,16

    Flp 3,8

    1 Cor 3,23

    Serás monje o monja si tu mirada es solamente para Dios, si tu deseo lo es únicamente de Dios, tu dedicación solo a Dios, no queriendo servir sino a Dios solo; en paz con Dios, llegarás a ser causa de paz para los otros².

    3

    Si toda tu vida es una acogida libre y gozosa de Su amor y una búsqueda laboriosa y paciente de Su rostro, solo con el Solo, entonces serás como un verdadero hijo en Su presencia y, en tu corazón, el Espíritu de Su Hijo único clamará: ¡Abbá, Padre!.

    Gál 4,6

    Ahora que has conocido a Dios o, más bien, que Él te ha conocido a ti, si le amas, guarda Su palabra y el Padre te amará y el Dios Trinidad morará en ti.

    Gál 4,9

    Jn 16,27

    Jn 14,23

    Entonces podrás decir que ya no eres tú quien vive sino que es Cristo quien vive en ti y serás un sagrario vivo donde Dios mora. Realmente consagrado a Dios, porque ese templo es sagrado y ese templo eres tú.

    Gál 2,20

    1 Cor 3,17

    Todo lo que tendrás que hacer en la vida monástica es para llevarte a esta realidad. Dios, que es un fuego devorador, quiere consumirte totalmente en Su amor. Que estas palabras que el Señor te dicta hoy permanezcan en tu corazón. Haz eso y vivirás.

    Heb 12,29

    Dt 6,6

    Lc 10,28

    4

    Ama a tus hermanos y a tus hermanas

    Sigue el camino del amor según el ejemplo de Cristo. No puedes pretender amar a Dios, a quien no ves, si no amas al hermano o a la hermana que vive junto a ti.

    Ef 5,2

    1 Jn 4,20

    Siendo la caridad la plenitud de la ley, la exigencia del amor fraterno viene a ser el resumen de toda tu vida monástica, como la caridad es el resumen de la ley y los profetas. En cada instante pregúntate sobre el amor porque a la tarde de la vida te examinarán en el amor³.

    Gál 5,14

    Rom 13,10

    Porque en el cielo lo único que haremos será amar en plenitud y por toda la eternidad, el monje quiere anticipar el reino; porque Dios es amor tal como Jesús nos lo ha demostrado y porque el monje busca imitar a Cristo; porque el primer mandamiento es amar y porque el monje obedece a Dios haciendo únicamente su voluntad, ama sin cesar, sin fisuras ni murmuraciones. Que el Señor te haga crecer y abundar en el amor con todos.

    1 Jn 4,16

    Rom 5,8; Jn 15,12-13

    Mc 12,29

    1 Tes 3,12

    De una vez por todas se te ha dado este breve precepto:

    Ama y haz lo que quieras.

    Si te callas, cállate por amor.

    Si hablas, habla por amor.

    Si corriges, corrige por amor.

    Si perdonas, perdona por amor.

    Mantén en el fondo de tu corazón la raíz del amor.

    De esta raíz no puede nacer más que el bien⁴.

    5

    Acepta y reconoce que tu espontaneidad no siempre es buena. Con lucidez, date cuenta de que tu ser profundo es egocéntrico, individualista, envidioso, agresivo y posesivo; y el diablo está ahí, acusando a tus hermanos, buscando siempre a quién devorar y sembrando la cizaña por la noche.

    Rom 7,18-20

    Ap 12,10

    1 Pe 5,8

    Mt 13,25

    Para abrirte al amor, deberás constantemente arrancarte del desamor. Sin este paso previo de humildad y de conversión, nunca sabrás amar.

    Amarás tanto mejor a tus hermanos y hermanas cuanto más sepas amarte a ti mismo.

    Lv 19,18

    Si estás unificado, serás unificador; si estás en paz contigo mismo, serás pacificador. Ámate sencilla y audazmente con el mismo amor con el que Dios te ama y con este mismo amor, ama a tu prójimo como a ti mismo. Este es el segundo paso para amar al prójimo.

    Lc 10,27

    Ámate hasta el olvido de ti mismo.

    Lc 9,23-27

    Hay un amor que recibe, un amor que comparte, un amor que da y un amor que se entrega a sí mismo; finalmente, hay un amor que se inmola. Monje o monja, Dios espera de ti este último amor. Si un día puedes llegar a decir que ya no te buscas más a ti mismo, vivirás la vida más feliz que pueda conocerse⁵, y el amor de Dios se hará visible a través de ti. Este es el tercer paso en el amor a los otros.

    Jn 15,13

    6

    Pídele a Dios, todos los días, que derrame en tu corazón el amor por tus hermanos y que ponga en sus corazones el amor por ti. Dios no puede negarle nada a una comunidad que ora así, porque esa es Su voluntad, que nos amemos los unos a los otros como Él nos ha amado.

    Rom 12,5.10

    Mt 18,19-20

    Jn 15,12.17

    Allí donde no hay amor, pon amor y recogerás amor⁶. La susceptibilidad es el peor enemigo de la caridad; la humildad, su mejor compañera. En los conflictos, sé suficientemente inteligente y santo para ceder el primero y no pierdas nunca la unión profunda con tus hermanos por discusiones sobre pequeñeces. Tienes el derecho de airarte, pero no el de dejar que la puesta del sol te sorprenda en tu enojo. Toma el compromiso firme de orar todos los días por tus hermanos. Ora para amar y ama orando, y la gracia de Su amor podrá circular libremente.

    Flp 2,2-3

    Ef 4,26

    1 Tes 3,12-13

    Recibe la llamada al amor fraterno como la apertura a un gran misterio, porque es por el amor como entrarás en el mismo ser de Dios. Donde hay amor, allí está Dios. Así pues, con tus hermanos, das cuerpo a Dios, traduces Su presencia y eres signo de Su acción. Que tu comunidad, por este amor, llegue a ser teofanía de Su Amor.

    1 Jn 4,7-8

    1 Jn 4,16

    Jn 13,35

    7

    Para traducir concretamente y en verdad este amor, vivirás el compartir. Comparte el tiempo, la mesa, el techo, el salario y los bienes. No guardes nada solo para ti y, como Cristo, un día serás rico con todo lo que hayas dado. Que puedas decirle a cada uno de tus hermanos y hermanas de la comunidad: todo lo mío es tuyo.

    1 Jn 3,18

    2 Cor 8,9

    Lc 15,31

    Tu seguimiento de Cristo no es una aventura solitaria, sino comunitaria. Este compromiso comunitario te invita a la mutua escucha, al estímulo recíproco y a la conversión fraterna, siendo solidario con los demás en la entrega mutua.

    Hch 4,32.34

    1 Cor 13,7

    Llevad las cargas los unos de los otros y así cumpliréis la ley de Cristo. Con toda humildad, mansedumbre y paciencia, soportaos unos a otros con amor.

    Gál 6,2

    Ef 4,2

    Sé atento con las hermanas y los hermanos enfermos, de salud frágil o avanzados en edad. Ellos tienen necesidad, particularmente, de tu afección fraterna y de tu oración. Estas hermanas y hermanos son una riqueza para las Fraternidades porque, de manera especial, son la imagen de Cristo: Estuve enfermo y me visitasteis.

    Mt 25,26

    Entras por tanto en la Fraternidad para compartir desde el más pequeño detalle hasta el compromiso más fundamental y formar, con tus hermanos o hermanas, el Cuerpo vivo del Hijo único de Dios. De esta manera, aunque somos muchos, formamos un solo cuerpo en Cristo; siendo, cada uno por su parte, miembros los unos de los otros. Si quieres esto y lo vives, el gozo del compartir hará desaparecer totalmente de ti el recuerdo de todos los sacrificios.

    Hch 2,44-45

    Rom 12,5

    Jn 16,21-23

    8

    Con tus hermanos y hermanas, dotados de dones diferentes según la gracia que les ha sido dada, anhela construir la unidad respetando la diversidad. Pero no olvides nunca que la subida a la unidad es laboriosa y fácil la pendiente hacia la división. Solamente a partir de una fuerte unidad llegarás a descubrir la unidad en la verdadera diversidad.

    Rom 12,6

    1 Cor 12

    Ef 4,3-13

    Para que la unidad no sea una amalgama sin forma o una conformidad disciplinaria, y para que la diversidad no sea un individualismo egoísta o una imaginación irreal, pídele a Dios Trinidad que te revele el secreto de Su unidad en la pluralidad.

    Jn 17,21

    Que la unidad de tu fraternidad sea la expresión de un amor compartido.

    Jn 17,23

    Que la personalidad afirmada de cada uno de tus hermanos y hermanas exprese la unidad asumida desde la libertad. Si rezas, estudias o trabajas, alégrate de que el otro trabaje, estudie o rece por ti⁷. Todo ello lo realiza el mismo y único Espíritu, distribuyendo sus dones a cada uno en particular, como Él quiere.

    1 Cor 12,11

    9

    Para llegar a amar, sé transparente

    Déjate conocer y trata de conocer. El conocimiento predispone necesariamente al amor. Mediante la apertura de tu corazón, de tus actos y de tus pensamientos, aprenderás a coincidir mejor con tus hermanos y a no escuchar las trampas del Maligno. No te dejes engañar por Satanás. No ignores sus engaños. El que obra conforme a la verdad, se acerca a la luz.

    Jn 10,14-15

    2 Cor 2,11

    Jn 3,21

    Sé lo suficientemente humilde para dejarte mirar en tu realidad y lo suficientemente misericordioso para ver sin condenar. Como paga de este doble esfuerzo llegarás a descubrir la dulzura y la delicia de vivir los hermanos unidos.

    Gál 6,1-10

    Sal 132,1

    Excluye para siempre de tu boca y de tu corazón la maledicencia, la murmuración y la envidia. Huye de las pequeñas controversias entre hermanos; nada divide tanto como las continuas discusiones por todo y por nada. Aprende a cortarlas a tiempo. No te permitas escuchar insinuaciones sobre tal o cual hermano. Sé fermento de unidad⁸. Al que en secreto difama a su prójimo, lo haré callar… No habitará en mi casa quien diga mentiras.

    Sant 3,2-10

    Sal 100,5-7

    Nunca hables ni escuches nada de un hermano ausente si tú no se lo has dicho antes a él, o no estás dispuesto a decírselo con toda claridad.

    Pide a Dios que tu fraternidad monástica irradie la presencia del Verbo, como un hogar de luz, icono viviente de la Trinidad.

    Ef 5,8-9

    Flp 2,5

    10

    No te canses nunca de perdonar, a fin de no darle ocasión al diablo. Desde el fondo de tu corazón, de manera natural, sé misericordioso y compasivo. El Señor te ha perdonado a lo largo de la jornada; en el silencio de tu alma, haz tú lo mismo, incansablemente, de todo corazón.

    Col 3,13; Ef 4,27-32

    Lc 6,36

    Mt 6,12

    Lc 17,3; Mt 18,35

    Si tienes alguna queja contra alguno de tus hermanos, ve sin tardar a reconciliarte con él mediante el perdón mutuo, los dos a solas; si esto no basta, confíaselo a los priores, que verán contigo cómo actuar para reconciliarte con ese hermano. Si esto no es suficiente, habla con él en presencia de algunos hermanos; después, se lo dices a la comunidad y todos juntos confiaros a la misericordia de Dios y al juicio del Espíritu Santo.

    Col 3,13

    Mt 18,15-18

    Si alguien no quiere amar profundamente y perdonar, que no entre o no siga en la vida monástica.

    Mt 5,46-48

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