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Gran Cosa Peluda
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Libro electrónico264 páginas3 horas

Gran Cosa Peluda

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¿Qué pasa cuando Pie Grande, el Coyote embustero, el fantasma de Sam Steele y el espíritu de El Profeta, hermano del poderoso Tecumseh reincarnado en la forma de una enorme casa rodante Winnebago volador rosa, luchan contra las fuerzas oscuras sobrenaturales en una batalla en Canadá desde Cabo Bretón a Labrador y a Thunder Bay?

No dije que iba a ser bonito.

IdiomaEspañol
EditorialSteve Vernon
Fecha de lanzamiento4 ene 2021
ISBN9781071582640
Gran Cosa Peluda
Autor

Steve Vernon

Everybody always wants a peek at the man behind the curtain. They all want to see just exactly what makes an author tick.Which ticks me off just a little bit - but what good is a lifetime if you can't ride out the peeve and ill-feeling and grin through it all. Hi! I am Steve Vernon and I'd love to scare you. Along the way I'll try to entertain you and I guarantee a giggle as well.If you want to picture me just think of that old dude at the campfire spinning out ghost stories and weird adventures and the grand epic saga of how Thud the Second stepped out of his cave with nothing more than a rock in his fist and slew the mighty saber-toothed tiger.If I listed all of the books I've written I'd most likely bore you - and I am allergic to boring so I will not bore you any further. Go and read some of my books. I promise I sound a whole lot better in print than in real life. Heck, I'll even brush my teeth and comb my hair if you think that will help any.For more up-to-date info please follow my blog at:http://stevevernonstoryteller.wordpress.com/And follow me at Twitter:@StephenVernonyours in storytelling,Steve Vernon

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    Gran Cosa Peluda - Steve Vernon

    Capítulo Uno – El Oso, el Pie Grande y Yo

    Deja que te cuente una historia que es casi verdadera y completamente real- con la excepción de las partes que son REALMENTE importantes, ésas en su mayor parte las inventé.

    Mi nombre es Adam y yo tengo tres Papás.

    Uno de ellos está muerto.

    Uno de ellos no está muerto, pero tampoco está totalmente vivo.

    Y el tercero es principalmente de leyenda.

    Como ya había dicho, es una historia verídica y sucedió así.

    Sólo deja que te la cuente.

    En un momento estaba parado en las Tierras Altas de Cabo Bretón- y ¿por qué les llaman tierras altas? O sea, no se ven tan altas. Por todas partes veo rocas y árboles y colinas onduladas y parece más un terreno montañoso que una tierra alta.

    Debo saberlo.

    Mi Papá- mi VERDADERO Papá- ha visto las Montañas Rocosas y el Himalaya y de todas las historias que él no había tenido tiempo de contarme sobre todas esas VERDADERAS montañas pero que mi Mamá me contó de todas formas- supongo que las montañas que vio mi Papá eran muchísimo más altas de lo que Cabo Bretón podría aspirar a ser.

    Ésta es la parte de Cabo Bretón donde vive Pie Grande, Adam, me dijo Warren. Así que debes mantener tus ojos bien abiertos.

    El que habla es Warren Teller, el hombre que se casó con mi Mamá, Penelope.

    La conoció en la carretera. Al coche de mi Mamá se le ponchó una llanta y él detuvo su carro y ofreció ayudarla a cambiarla- lo que hubiera sido un acto muy lindo si él SUPIERA cambiarla. Resultó que Mamá tuvo que decirle cómo hacerlo y aun así metió la pata.

    Ese hombre era un tonto, en mi opinión.

    Lo peor era la forma en la cual Warren SIEMPRE trataba de contarme estas historias largas y tontas en las cuales nunca llegaba al grano, sobre objetos voladores no identificados misterios y monstruos submarinos de las profundidades del mar y más cuentos de fantasmas viejos de los que puedo recordar.

    Yo creo que Warren de alguna forma substituyó una olla llena de espárragos hervidos por su cerebro en algún momento. De hecho, estoy seguro de que se cayó de cabeza al nacer. De hecho, estoy CIEN POR CIENTO seguro que después de que el doctor levantara al bebé Warren del piso de la sala de parto, se le había caído a su mamá dos o tres veces más para asegurar que rebotaba.

    En sí, Warren es mi padrastro- que es otra forma de decir que es un total zopenco.

    Bastaba con verlo. Es tan flaco como una caña verde y tiene una manzana de Adán que sale de su cuello flaco y sube y baja como si estuviera constantemente intentando tragar una rana viva que pateaba dentro de su garganta.

    Ese hombre se veía absolutamente cien por ciento como un zoquete.

    No había otra palabra que lo describiera mejor.

    De hecho, si buscas la palabra zoquete en cualquier diccionario, te apuesto diez botellas de refresco de naranja bien frío que verías una foto de Warren, con todo y su cuello flaco, aún tragando esa rana.

    Pero Adam, mi Mamá siempre me decía. Él es tu padrastro, después de todo. Tendrás que aprender a llevarte bien con él.

    No tengo que llevarme bien con él si no quiero.

    Bueno, Mamá siempre me decía después de que yo dijera eso. Si no puedes llevarte bien con él, por lo menos debes aprender a escucharlo.

    Lo que siempre me hacía enojar.

    ¡Yo no tengo a escuchar a NADIE!, es cómo estas discusiones solían terminar, junto con una puerta azotada.

    Era inevitable.

    Yo sabía lo que realmente pensaba Warren de mí- aunque no lo sabía él conscientemente. Yo era el hijo de otro hombre. Yo estorbaba. Yo era algo que él tenía que aguantar. Desde mi punto de vista, Warren quería tener a mi Mamá para él solito, y yo era un detalle innecesario que él hubiera querido barrer debajo de la alfombra junto con las migajas de la pizza que pedimos hace un mes.

    No me importaba que él dijera lo contrario.

    Por lo que a mí respecta, el hecho de que Warren fuera mi padrastro sólo significaba que se había casado con mi madre unos seis meses después de que mataron a mi Papá verdadero por accidente con una carriola inesperada.

    Lo cual apestaba.

    Mataron a mi Papá verdadero hace unos seis meses en las afueras de un pueblo en Afganistán que tiene un nombre que suena a que la persona quien lo nombró tenía la boca llena de comida cuando lo hizo.

    ¿Quieres que te diga exactamente qué fue lo que mató a mi Papá verdadero?

    El periódico lo llamó un D.E.I.- un dispositivo explosivo improvisado- y no te puedo decir cuántas veces me he preguntado cuantas otras palabras puedes deletrear con esas tres letritas.

    D.E.I.

    ¿Y qué se supone que significaba?

    ¿Por qué no lo llaman lo que realmente fue?

    Fue una carriola robada que contenía cuatro latas de aceite llenas de un explosivo de alta potencia y una caja de clavos largos.

    Así que eso es exactamente lo que yo lo llamaría.

    Yo lo llamaría un C.LL.D.C.L.D.A.LL.D.E.A.P.

    Con una caja de clavos largos.

    ¿Quién haría algo así?

    ¿A quién se le ocurriría tal idea?

    O sea, ¿qué hizo esa mañana? ¿Se levantó, comió un sándwich de crema de maní con plátano y miel y luego dijo- oye, hoy creo que voy a construir una bomba utilizando una carriola y tal vez volar al papá de alguien?

    Ésa es una pregunta que te hará pensar.

    Y ahora habla y habla del bendito Pie Grande.

    No existe tal cosa como el Pie Grande de Cabo Bretón, le respondí a Warren, sólo escuchando a medias lo que trataba de decirme. Son totalmente inventados y de leyenda.

    Ese soy yo- Adam Sawyer- usando la mochila de Batman que mi mamá me compró en un Walmart en Halifax, colgada tan alto en mis hombros que parecía joroba y que alguien debería haberme llamado Cuasimodo.

    Es una historia real, dijo Warren. La leí en un libro.

    No me molestaban las historias.

    Sólo odiaba que la gente me las contara todo el tiempo. O sea, si yo quisiera escuchar una historia, podría encender la televisión o buscar en YouTube o hasta leer un buen libro. Sólo odiaba tener que escuchar a alguien hablar y hablar de algo que probablemente no sucedió como ellos lo cuentan.

    Por esa misma razón odiaba la clase de inglés.

    No creas todo lo que lees, le dije a Warren.

    Y lo dejé así.

    Mi mochila de Batman era DEMASIADA zopenca para un joven de diecisiete años como yo, pero mi Mamá me la había comprado, así que no podía ponerme tan difícil con ella y la usaba cuando pensé que los demás no se darían cuenta.

    No me hacía el difícil estos días, a menos que se tratara de Warren.

    Yo no tenía NADA de paciencia con ese hombre.

    Es cierto, repitió Warren. Durante el siglo pasado ha habido muchos avistamientos reportados sobre un humanoide gigante lanudo con el pelaje largo merodeando por los bosques de las Tierras Altas de Cabo Bretón.

    Santo zoquete al cuadrado al infinito y más allá.

    ¿Qué me trataba de decir este sonso?

    Warren me lo estaba diciendo como si lo recitara de un pizarrón de gis pintado en los colores más aburridos que estaban en la parte más aburrida de la corteza cerebral de la parte más aburrida de la izquierda de su cerebro.

    Claro, le dije. Y hay el mismo número de avistamientos reportados sobre niños disfrutando un examen sorpresa de matemáticas, pero eso no significa que sea cierto.

    Es verdad, dijo Warren por tercera vez – como si decirlo tres veces lo hiciera más cierto. La gente local lo llaman el Pie Grande de Cabo Bretón. Los primeros habitantes describieron una bestia como un simio de más de dos metros de alto con el pelaje sucio y enredado y unas orejas salidas como las puertas abiertas de un coche y lo que la mayoría de la gente describía como unos grandes ojos cafés que reflejan más sentimiento del que pudieras imaginar.

    ¡Alerta de nerd! ¡Alerta de nerd!

    ¿En serio?, le pregunté. ¿A poco los primeros habitantes de Cabo Bretón lo describieron con orejas como las puertas abiertas de un coche?

    Fue una metáfora, dijo Warren. Sólo quería agregar un poco de color a la historia.

    Si quieres agregar color, le dije, deberías bañarte en pintura roja y verde a cuadros. Puedes comprar una lata en la tienda llamada ‘Qué Tan Tonto Puedes Ser’.

    Ja, ja, dijo Warren. Es una historia verídica, te guste o no.

    Sólo volteé los ojos con sarcasmo.

    Me parece que esa historia ya ha pasado su fecha de caducidad, le informé. Y eso en mi opinión la hace un jamón baboso con hongos verdes.

    Ni sé por qué Warren se enojaba tanto por lo que le decía. Yo sólo trataba de corregirlo. Total, no le decía mentiroso, tarado o bobo, ¿o sí?

    La historia es verídica, repitió Warren. Tan verídica como puede ser una historia.

    ¿Y dónde la escuchaste?, le pregunté.

    Las historias están por todas partes, dijo Warren. Vaya, estas Colinas están LLENAS de historias que se mueren por ser contadas.

    Qué risa me dio.

    Claro, le dije sarcásticamente. Apuesto que hay cuevas repletas de historias. Apuesto que hay cuevas vomitando historias como un niño que comió demasiado pastel de cumpleaños.

    Apuesto que sí, dijo Warren. Si mantienes los ojos abiertos, puedes llegar a verlo.

    ¡Apuesto que no!, le respondí. Es una tontería y no creo tus tontas historias.

    Decir tanto ‘tonto’ parece haber herido los sentimientos de Warren.

    Eso hirió mis sentimientos, confirmó Warren. ¿No crees en nada? ¿Ni siquiera crees en los monstruos?

    Pensé en lo que me preguntó Warren.

    Pensé en un hombre en Afganistán sin nombre, sentado en esa aldea con un nombre que no puedo pronunciar, masticando su sándwich de crema de maní y plátano y miel mientras soñaba con bombas disfrazadas en carriolas.

    Pensé en ese mismo hombre sentado ahí, riéndose mientras ponía la caja de clavos largos en el carricoche lleno de explosivos de alta potencia.

    Así que, sí, creo en los monstruos.

    Sólo que eso no se lo dije a Warren.

    Sólo me quedé ahí y veía como parecía que tragaba otra rana gigante en su larga garganta flaca.

    No, Warren, le dije. No creo en los monstruos y no creo en Santa Claus y no creo en el Ratón de los Dientes y no creo en el Pie Grande de Cabo Bretón. No hay nada merodeando en este bosque con la excepción de unos cuantos osos pardos perdidos.

    Crucé mis brazos frente a mi pecho para mostrarle que hablaba en serio.

    No encontrarás a los osos pardos tan al este como se encuentra Cabo Bretón, dijo Warren, sacudiendo la cabeza y viéndome con la mirada que siempre me decía, Santo Dios, qué tan tonto puede ser este niño. Lo peor que podríamos encontrar tal vez sería un oso negro malhumorado o un coyote- y ambos son muy tímidos cuando se trata de los humanos.

    Resulta que Warren tenía más razón de lo que sabía.

    De hecho, tenía toda la razón sobre los osos pardos y que no se encontraban en Cabo Bretón y yo lo sabía porque lo había buscado en Google antes de ir a excursión, por si acaso, pero no se lo iba a decir.

    Según Google, la Isla de Cabo Bretón era una isla al extremo noreste de Nueva Escocia que media como diez mil kilómetros cuadrados en total- lo que la hace la 77ª isla más grande en el mundo, o la 18ª más grande de Canadá, pero ¿a poco es algo como para presumir?

    ¡Somos el número dieciocho! ¡Celebremos!

    ¡Gran cosa peluda!

    Las tierras altas de hecho eran el final de los montes Apalaches de América del Norte y, según algunos geólogos, Cabo Bretón originalmente fue conectado físicamente a lo que hoy es Escocia y solo los separó unos cuantos millones de años de deriva continental.

    Es verdad.

    Lo busqué en el Internet – y si Internet lo dice, es verdad.

    Estaremos perfectamente seguros, concluyó Warren. Nada de osos pardos, ni de gatos monteses, ni siquiera un dinosaurio. No señor, nada aquí con la excepción de la posibilidad de un avistamiento inesperado, poco común y al azar de Pie Grande.

    Yo sé que sólo trataba de hacerme pasar algo que parece a un buen rato, pero no se lo iba a hacer tan fácil.

    Como sea, le dije, sacando los audífonos de mi I-pod y metiéndolos lo más profundo que pude a mis oídos.

    Warren movió la cabeza como si yo hubiera dicho algo patético y triste.

    Luego empezó a cantar en voz muy bajita.

    En un bosque de Cabo Bretón el Pie Grande se perdió.

    No estoy diciendo que era bueno para cantar.

    ¡De hecho, era patético y triste y baboso al máximo!

    Este hombre no podía seguir una melodía ni con un mapa.

    Y como andaba yo perdido, cantó Warren, super desafinado. Nos encontramooooos looos doooos.

    Sabía lo que intentaba hacer. Intentaba hacerme reír y olvidar de mi mal humor, pero yo no iba a caer en su truco.

    Seguí frunciendo el ceño como si fuera una armadura anti-Pie Grande.

    De ninguna forma iba a dejar que me viera sonreír.

    Metí mis audífonos más a mis orejas.

    Presioné el botón.

    Desde la profundidad de mi I-pod de dos años, mi banda favorita – The Squealing Sacred Sea Monkeys – empezó a gritar mi canción favorita de todos los tiempos – Mal entendido No. 23.

    Estoy hablando de quince minutos de guitarras eléctricas, rotomartillos, gaitas y tres hombres gritando

    MAL ENTENDIDO NÚMERO VEINTITRÉS, MAL ENTENDIDO NÚMERO VEINTITRÉS, MAL ENTENDIDO NÚMERO VEINTITRÉS.

    Lo que era absolutamente perfecto para bloquear el canto desafinado de un padrastro.

    Luego, saqué un chicle y lo empecé a masticar lo más fuerte y ruidoso posible.

    Warren odiaba que hiciera ruido al masticar. Se quejaba en cada comida, diciéndome que cerrara mi boca porque sonaba como un animal. Y luego yo decía que yo tenía que mantener mi boca abierta para respirar mientras masticaba y Warren se mostraba exasperado y luego Mamá me decía que le hiciera caso a mi papá y luego escuchaba a mi mamá y fingía un rato más hacerle caso a Warren, quien no era mi papá verdadero.

    Con o sin la carriola.

    Y por eso estábamos de excursión en las tierras altas de Cabo Bretón.

    Estábamos aquí porque Mamá tuvo que asistir a una tonta convención y Warren había decidido que debíamos pasar un tiempo para establecer lazos afectivos. Ésa fue la expresión que utilizó. No lazos como los vaqueros, sin lazos como como de sentimientos.

    Esa palabra lazo siempre me daba risa. Me imaginaba a Warren y yo, amarrados en un poste para darnos tiempo a aprender a llevarnos bien. ¡Ya sólo faltaba la hoguera!

    Me desespera tanto.

    Warren dijo que él y yo teníamos que ir de excursión juntos y que podríamos formar lazos como un padrastro y un hijastro deberían- una idea tan tonta que si la idea fuera a la escuela le pondrían el gorrito con orejas de burro.

    O sea, yo podría estar sentado en un cine en Toronto con una bolsa gigante llena de palomitas y comiendo un hot dog con bastante catsup.

    Rayos, podría estar viendo una película en un cine en Halifax- lo que era tan equivalente a estar en Toronto como un pequeño chicharro que se llamara un campo de chicharros de cuarenta acres- pero quisiera estar ahí y no donde ahora me encontraba- o sea, aquí.

    Con Warren.

    Ahuyentaba un mosquito- lo cual era como sacar un gotero lleno de agua del Océano Atlántico. Había tantos bichos aquí que podrían comer vivo a un niño. Odiaba estar aquí en las tierras altas de Cabo Bretón. Para mí, estaban demasiado cerca a las nubes. Sentía que el cielo se iba a abrir y tragar lo que quedaba de mí después de que los bichos terminaran de comerme.

    Extrañaba la televisión.

    Extrañaba el cine.

    Extrañaba las dulcerías.

    Y extrañaba a Papá.

    Pero por ahora, todo lo que podía hacer era ver hacia adelante y hacer mi mayor esfuerzo por no hacer caso a su canto desafinado de Warren.

    En un bosque de la China, Pie Grande se perdió...

    Tenía que admitir que ese hombre no se rendía fácilmente.

    Seguimos caminando.

    Había un abedul unos seis metros adelante- con la corteza blanca como la tienen los abedules, cayendo del tronco del árbol como papel atascado en la impresora.

    Me enfoqué en ese abedul.

    Me dije a mi mismo que mientras siguiera caminando hacia ese abedul, todo iba a estar bien.

    Luego pasó algo raro.

    La corteza del árbol empezó a ponerse borrosa y ondear y girar. La corteza se empezó a ponerse peluda y el árbol se volvió un oso.

    Entiendo que sueno volado.

    Sé que el oso debió haberse escondido atrás del árbol, sólo que no se veía así para mí. Pareció que hubiera una puerta escondida en el árbol- una puerta de la cual salió el oso.

    Y ese oso se veía malditamente malo.

    ¿Sabes cómo siempre ves a los osos en las películas y se ven lindos o torpes?

    Bueno, este oso no era ni lindo ni torpe. Aquí había un oso pardo del tamaño de Godzilla- y como mil libras de peste y garra y diente y hambre- que nos iba a matar y comer y se ve que no le importaba cuál lograba primero.

    Warren tenía

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