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La boda Chipriota
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Libro electrónico310 páginas4 horas

La boda Chipriota

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Información de este libro electrónico

Cuando una llamada perdida cambia la vida de Bella, hace lo que cualquier Irlandés en sus veintitantos haría: Huir a una isla en busca de calor, un paraíso mediterráneo en Chipre.

Ahí, descubrirá no solo lo que significa ser libre, sino el ser verdaderamente una mujer. Cuando un pastelero chipriota lucha por su afecto, deberá decidir si aceptar para ganárselo, o si simplemente lo usará como una distracción para huir de los fantasmas del pasado.

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento31 dic 2020
ISBN9781071582312
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    Vista previa del libro

    La boda Chipriota - Jake Farrell

    TABLA DE CONTENIDO

    Prólogo

    Capítulo 1

    Capítulo 2

    Capítulo 3

    Capítulo 4

    Capítulo 5

    Capítulo 6

    Capítulo 7

    Capítulo 8

    Capítulo 9

    Capítulo 10

    Capítulo 11

    Capítulo 12

    Capítulo 13

    Capítulo 14

    Capítulo 15

    Capítulo 16

    Capítulo 17

    Capítulo 18

    Capítulo 19

    Capítulo 20

    Capítulo 21

    Capítulo 22

    Capítulo 23

    Capítulo 24

    Capítulo 25

    Capítulo 26

    Capítulo 27

    Capítulo 28

    Epílogo

    Prólogo

    3 de Junio del 2019. Dublín, Irlanda.

    Bella regresó exhausta de un largo día de trabajo y recados. Bajó las compras y comenzó a guardarlas, pero una luz roja intermitente atrapó su mirada.

    La contestadora era una reliquia, pero Mason no soportaría la idea de separarse de ella. Cruzó la habitación y pulsó play, sin saber cómo ese momento cambiaría su vida para siempre.

    La voz de una joven mujer hizo eco por todo el apartamento mientras ella permanecía en silencio. ¡Hola, Mason! Solo quería que supieras que me divertí anoche, y fue genial verte de nuevo. Espero que pronto podamos hacer algo juntos de nuevo. Como sea, ¡Llámame cuando escuches mi mensaje!

    El mensaje terminó, y Bella se congeló. La voz le sonaba familiar, pero aún no podía ponerle un rostro.

    Había escuchado tantas historias como esa en revistas y en shows de televisión, pero nunca habría imaginado que su Mason, el hombre con el que se había sentido a salvo, podría ser capaz de engañarla.

    Miles de preguntas vinieron a su mente. ¿Era su culpa? ¿Alguna vez ella lo empujó a dormir con otra mujer? ¿Era su vida sexual tan aburrida que él había terminado por buscar consuelo en otra mujer?

    Los dedos de Bella encontraron su anillo de compromiso, y pensó cuidadosamente en el siguiente paso a dar. ¿Debería confrontar a Mason sobre ese asunto? ¿O en todo caso relajarse, no dejar ver que sabe la verdad y solo ver cuánto tiempo le tomará a él confesarlo?

    Bajó la mirada a la contestadora, sollozando. Bella siempre se había enorgullecido de su habilidad para decir cuándo las parejas estaban teniendo problemas maritales, y aun así no había visto ninguna de las señales en su propia relación.

    Su boda era en una semana. Se sintió enferma, y se encontró a ella misma preguntándose si podría siquiera seguir adelante con eso.

    Había estado con Mason por ocho años. Ahora, a la edad de veintiséis, su mundo entero se había derrumbado a su alrededor en cuestión de un minuto.

    Lo que realmente la enfermaba era que ella había esperado pacientemente, por ocho años, a que Mason se sienta lo suficientemente cómodo para proponérselo. A menudo, él decía que no quería casarse hasta que sea mayor.

    Había veces en que ella se preguntaba si sucedería alguna vez. Entonces, un día de la nada, sucedió.

    Mason no era exactamente del tipo romántico. Nunca sostuvo su mano, la besó, o quiso hacer algo juntos el día de San Valentín.

    Otros novios habían comprado flores a sus parejas y las trataban en la forma en que merecían. Ella nunca había recibido más que una tarjeta de San Valentín.

    Muchos de sus amigos le habían preguntado por qué seguía con él, y su respuesta era siempre la misma. Era porque él era confiable. No tenía que preocuparse sobre él haciendo algo espontáneo que la dejaría preguntándose cuánto dinero había gastado.

    Sinceramente, era el factor seguro que los mantenía juntos, aunque nunca había sido capaz de decirle eso a Mason a la cara. Se había preocupado por él, una vez, pero su vida amorosa era casi inexistente en ese punto de su relación.

    En ese momento, Bella supo lo que debía hacer. La decisión que tomó cambiaría su vida para siempre.

    Capítulo 1

    17 de Junio del 2019. Dublín, Irlanda.

    Bella se sentó en el borde de la cama, teléfono en mano. Quería decirle a sus amigas sobre qué había pasado entre ella y Mason, pero no podía envolver a más personas en el lío en que su vida se había convertido.

    La boda era mañana. Sin duda, sus amigas le harían una gran despedida de soltera, pero no quería nada de eso. Todo lo que Bella quería era un nuevo comienzo. Su anillo de compromiso reposaba en la mesa de noche. Quitárselo había sido más difícil de lo que estaba preparada, y sus mejillas estaban empapadas en lágrimas.

    Había pasado la noche empacando todo lo que podría necesitar, pero no estaba segura de si debía seguir con su loco plan. Quizá todo lo que ella y Mason necesitaban para pasar todo eso era un poco de asesoramiento.

    Bella echó un vistazo a una foto enmarcada de ella y su abuela, situada tras su anillo abandonado. Sonrió con tristeza, recordando los buenos tiempos que habían pasado juntas antes de su fallecimiento.

    ¡Bien! Bella alzó sus manos al aire. Esto es loco. ¡Yo estoy loca! ¡Pero sé que tú me animarías a ir, abue!.

    Mientras cerraba su maleta, se detuvo y miró la foto por un largo tiempo, luego la recogió y la echó encima de su ropa. Eso estaba destinado a ser un nuevo comienzo para Bella, pero aún podía llevar algunas memorias con ella. Solo las que no involucraban a Mason.

    Una sonrisa maliciosa apareció en su rostro. El apartamento que habían compartido juntos estaba a nombre de Mason. Bella sabía que él no sería capaz de costearlo una vez que ella se fuera. Mejor aún, no tendría que preocuparse por ninguna repercusión. Nunca quiso vivir ahí en primer lugar.

    Con su maleta estilo dálmata rodando tras ella, Bella llegó a la puerta principal del edificio. Se detuvo y miró alrededor, dudando sobre la situación.

    Desesperadamente quería creer que si se quedaba, podría haber una forma en que ellos superaran esa situación. Quizá reavivar el romance incipiente que se había esfumado hace ya mucho tiempo, dejando solo el aburrimiento y la tolerancia en su lugar.

    ¿Dónde comenzó a ir todo mal? Bella se preguntó. Él solía ser el hombre con quien podía imaginarme construyendo un futuro, ¿Y ahora lo estoy dejando? Si esto es una clase de broma enfermiza, me gustaría llegar al final ya.

    Estaba agradecida que no haya nadie alrededor para escuchar su charla consigo misma, o la internarían. Bella tomó una respiración profunda y con la imagen de su abuela en mente, salió por la puerta principal y bajó por la calle para tomar el bus al aeropuerto, con la puerta de su antigua vida cerrándose tras ella.

    Capítulo 2

    17 de Junio del 2019. Aeropuerto de Larnaca, Chipre.

    Bella abrió sus ojos cansados, despertada por las turbulencias del avión.

    No había dormido bien en los últimos días. Justo ahora, todo lo que Bella quería era cerrar los ojos y volver a caer en el sueño profundo que deseaba. Sin embargo, se detuvo cuando notó el borde del teléfono en su bolsillo.

    Sin pensarlo lo tocó, preguntándose si debería revisarlo, pero finalmente decidió no hacerlo.

    No, quiero que este sea un nuevo comienzo. No tiene sentido abrir viejas heridas. Murmuró Bella para sí misma mientras echaba un vistazo por la ventana a las enormes nubes esponjosas.

    Bella frotó sus ojos, cuando notó que una de las aeromozas iba hacia su lugar. Tomó el menú y decidió tomar un rollo de jamón y queso halloumi para ayudar a calmar su estómago, el cual gruñía ferozmente ante la idea de comida.

    Revisó su reloj. Cinco en punto. Aun faltaba una hora más en su vuelo de cinco horas. Cerrando sus ojos, se dejó llevar por un muy apreciado sueño.

    Mientras esperaba que el sueño la reclamara, Bella visualizó el sol en su rostro y el olor del océano. Pronto pensó en la clase de comida que comería y los lugares que vería. Esta sería una buena experiencia para ella. Lo necesitaba, se dijo a sí misma.

    La semana pasada no había hecho más que llorar, y no quería que lo que había dejado atrás la siguiera. Esa fue la razón por la que había dejado Irlanda en primer lugar. No quería el constante juicio indeseado de la gente quienes no sabían la historia completa, y ciertamente no quería enfrentar lo que su madre le habría dicho en cuanto encontrara la oportunidad.

    No más llanto susurró, luego se quedó dormida.

    Bella despertó con las personas bajando del avión. Se levantó, tomó su equipaje de mano y rápidamente siguió a la multitud, golpeando su hombro en uno de los asientos. Reprimió un gemido de dolor mientras bajaba por las escaleras de metal hacia el asfalto.

    Sentiré eso en la mañana. Se dijo a sí misma, sobando su hombro.

    Eran las seis de la tarde, y el sol aun estaba abrasador e implacable. Mientras Bella se adentraba en el aeropuerto, podía sentir que ya comenzaba a sudar. Era como si hubiese entrado a un horno, y ahora su blanca piel lechosa estaba pagando el precio.

    Hizo una nota mental de comprar un amplio suministro de agua en cuanto tenga oportunidad. Por ahora, se conformaba con una pequeña y sobrevaluada botella que compró en la tienda del aeropuerto y tomó unos cuantos sorbos para refrescarse.

    Bella se sentó en una banca afuera y esperó por un taxi después de realizar satisfactoriamente su camino por el aeropuerto. Palmeó su bolsillo, asegurándose que tenía la llave de su nuevo lugar.

    Había una fría, refrescante brisa, y se tomó un momento para disfrutarla. Un taxi se estacionó frente a ella.

    El conductor abrió la puerta para ella y Bella dio un paso hacia el vehículo. Entonces, una pareja mayor la empujó al pasar, causando que ella casi tropezara.

    ¡Vamos, Charles! ¡Llegaremos tarde si no te apresuras! bramó la mujer regordeta.

    ¡Oh, cállate, tú vieja murciélago!

    ¡Soy tu esposa! ¡No te atrevas a hablarme así, tú berzotas! La mujer fue tan ruidosa que Bella se sorprendió que más cabezas no hayan girado en su dirección.

    Sus fuertes acentos Cockney resonaron ruidosamente en sus oídos, mientras estaba parada en estado de shock con el taxi acelerando por la carretera.

    ¿Eso acababa de pasar? Bella salió de su trance y volvió a sentarse. Estaba más enojada que el conductor la haya visto dirigirse en su dirección , y haya dejado que ese par robara su viaje. Bella se encontró a sí misma maldiciéndolos a todos en voz baja.

    Se sentó en el borde de su asiento, lista para ponerse en pie en el momento en que otro taxi llegara. No iba a dejar que una situación similar suceda de nuevo. Estaría condenada si tuviera que esperar más de lo que ya lo había hecho en ese calor abrasador.

    En el segundo en que lo vio venir por el camino en su dirección, ya estaba de pie, casi corriendo. Se paró en la puerta del vehículo cuando este se detuvo, bloqueando a cualquiera de tomar ese.

    Cuando el conductor salió y abrió la puerta para ella, finalmente bajó la guardia y subió a la parte trasera del taxi. El conductor puso su maleta en la maletera.

    Bella le dio al conductor un pedazo de papel con la dirección de su destino. No le dijo una palabra, escogiendo envés de eso, ver el mundo a su alrededor mientras el auto aceleraba. Era árido, casi un desierto, con la extraña planta de sandía o plátano cuanto más se acercaba a su destino.

    El carro finalmente se detuvo. Tomó su maleta de la maletera y pagó al conductor. Este aceleró en el camino de tierra, presumiblemente de regreso en dirección al aeropuerto una vez más.

    Ella se dirigió por el camino hacia la vieja granja. No había ahorrado mucho dinero, pero consiguió un trato fantástico en ese lugar.

    Mientras se acercaba a la puerta principal, su celular vibró. Había un mensaje de un número desconocido.

    ¿Dónde estás? leyó en voz alta.

    Bella tragó fuerte y puso el celular de vuelta en su bolsillo. Se sintió entumecida. Respirando hondo, se apresuró en dirección a la casa y abrió la puerta azul con la llave que recibió por correo antes que dejara Irlanda. Se abrió crujiendo y ella entró.

    Estaba un poco sorprendida de ver que los muebles estaban en buen estado. Por el precio que había pagado, esperaba que estuviera en ruinas por dentro. No había sido capaz de ver el interior de la casa cuando vio la propiedad en línea. La única razón por la que había comprado la propiedad fue que era la más barata que podía permitirse.

    Se preguntaba qué es lo que podría estar mal con el lugar. ¿Quizá había un problema de mohos? ¿O quizá los cimientos necesitaban reparación? Debía haber una razón por la que había conseguido la casa tan barata.

    Aparte de las figuras y pinturas cristianas que decoraban el hogar, era pintoresco y tenía una extraña, calmante energía en ello. Hizo a un lado el pensamiento que tenía en el fondo de su mente. Bella tenía curiosidad por ver cómo eran las otras partes de su nuevo hogar y dejó su maleta en la puerta principal. Podría desempacar luego.

    Recorrió el camino pasando por la sala de estar y la cocina, la cual parecía que no había tenido ningún cuidado por años. Armarios blancos con manchas de comida en ellos. Un fregadero cubierto de tierra. Polvo por todas partes.

    Después de menos de una rápida sesión de limpieza, fue a revisar su habitación.

    Se sintió aliviada al no ver pinturas de la Virgen María por ningún lado y colapsó en la cama. No era la cama más cómoda que había sentido nunca, pero era soportable.

    Decidió ir de compras a conseguir algunas cosas esenciales. Decidió caminar, diciéndose a sí misma que podría disfrutar de la vista mientras lo hacía. Pronto se arrepintió. La tienda más cercana estaba a treinta minutos caminando.

    Bella pagó los comestibles, tomó un rápido sorbo del agua que había comprado y comenzó su travesía de vuelta a casa. Apartó un mechón de su largo cabello color caramelo de la cara, solo para que volviera a caer en la misma posición un momento después.

    Necesito un corte de cabello urgente. se dijo a sí misma. Siguió adelante en el calor abrasador, tomando frecuentes sorbos de su agua.

    Cuando regresó a casa, metió el pote del medio-derretido helado en la hielera, y luego comenzó a desempacar todo lo demás.

    Después de eso, se sentó en el sofá de la sala de estar y miró al ventilador mientras este giraba sobre ella, disfrutando la brisa en su rostro.

    ¡Estaba en un país completamente diferente! Nadie en Irlanda sabía dónde estaba. Bella esbozó una sonrisa, ese realmente era un nuevo comienzo para ella. Podía ser alguien completamente diferente a la tímida y de voz suave chica que había huido de su casa en menos de un día.

    Naturalmente, extrañaría a todos los que había dejado atrás en casa, pero sabía que esto era lo mejor. No podía regresar, no era lo suficientemente fuerte como para enfrentar los rostros decepcionados de todos los que la habían apoyado.

    Cuando escuchó el timbre de la puerta, se levantó del sofá. Por supuesto, Bella no esperaba a nadie.

    Abrió la puerta principal, sorprendida de ver a una anciana de pie frente a ella, sosteniendo una tarta.

    La mujer tenía una piel arrugada aceitunada, mechones blancos rizados, labios rosa desteñidos y los más maravillosos ojos azul marino que Bella haya visto jamás, lo que le daba un contraste directo con sus otras características.

    No tengo muchos vecinos, así que pensé que debería darte la bienvenida al vecindario, querida. La anciana le dirigió una sonrisa desdentada en su dirección.

    Sin estar segura de qué decir, le agradeció a la mujer. Bella estaba confundida– no había visto ninguna otra casa cuando llegó, ni parecía que hubiera alguna cerca cuando vio la propiedad antes de comprarla.

    Gracias por la tarta, ¿Y usted es? Preguntó Bella a la anciana, intrigada.

    ¿Dónde están mis modales? Mi nombre es Eleana Portkali, pero puedes llamarme Eleana.

    Mi nombre es Bella, es un placer conocerla. Invitó a la anciana a pasar, y tomaron asiento en la sala de estar.

    He vivido en la zona durante muchos años, pero la mayoría de la gente que compra esta casa, ¡Usualmente terminan poniéndola de vuelta en el mercado en como máximo un año! Eleana alzó un dedo huesudo en el aire. Pero hay algo diferente sobre ti, puedo sentirlo.

    Cuando le preguntó por qué era eso, Eleana le dijo que probablemente era porque ellos no imaginaban el costo de vivir en un país diferente. La mayoría de la gente que ha vivido en la casa eran de Inglaterra y tenían niños pequeños, así que quizá se dieron cuenta lo difícil que sería para sus hijos el aprender el idioma en la escuela.

    O quizá es a causa del fantasma, Mencionó Eleana con indiferencia.

    Bella sacudió su cabeza y contuvo una risa. ¿Un fantasma hizo que las personas corrieran? Se preguntó si Eleana tampoco lo creía realmente. Una vez que vio a Bella pensando seriamente sobre ello, la anciana extendió la mano, rió y golpeó amistosamente su hombro.

    Relájate, es solo un viejo cuento. Rió entre dientes.

    Ambas charlaron por un rato más antes que Eleana se levantara y dijera a la joven que era mejor que volviera a casa.

    Cuando Bella finalmente preguntó dónde vivía la anciana, se sorprendió de saber que vivía a quince minutos bajando la carretera, en una villa. Había visto al taxi dirigirse en dirección a la granja así que pensó que podría pasarse a saludar.

    Adiós, Eleana. ¡Siéntete libre de pasar por aquí cuando quieras! Le dijo a la anciana mientras la despedía con la mano.

    ¡Gracias, querida! ¡Hazme saber si te gusta la Spanakopita! ¡Es mi propia receta especial! gritó, apuntando con una sonrisa a la tarta que descansaba en el mostrador mientras se escabullía por la puerta principal.

    En cuanto la puerta se cerró tras ella, Bella sonrió con tristeza. Podía decir que Eleana estaba sola y que tal vez la mayoría de la gente la viera como una molestia, pero ella estaba feliz de poder entretenerla. Se veía como una persona de buen corazón, y justo ahora Bella necesitaba esa clase de persona en su vida.

    Mientras pensaba en cómo arreglaría la granja y hacerla suya, escuchó un profundo meow detrás de ella. Era el más profundo maullido que había escuchado de un gato, y se dio la vuelta para ver a uno gordito, color jengibre con manchas blancas esparcidas desigualmente por todo su pelaje.

    Bella siempre había querido un gato cuando era joven, pero su madre había estado en contra de esa idea ya que detestaba a los felinos. Sus padres eran separados, y Bella había ido a vivir con su madre mientras que su padre comenzó una nueva vida con otra familia. Se había dado por vencida de pedir uno, sabiendo que nunca ganaría la batalla contra su madre.

    Aunque Bella amaba los gatos, había algo extraño en ese. Por un momento, permaneció congelada. Tuvo miedo del gato por alguna razón y no podía explicar por qué. Sintió como si el felino la estuviera evaluando y decidiendo si atacarla o no.

    De pronto, una extraña calma pareció dominar todo su ser y la sensación de miedo parecía disiparse hasta desaparecer. Bella observó al gato por un largo rato, viéndolo estirarse y bostezar mientras se recostaba en su sofá.

    Se encontró a sí misma incapaz de alejarse de los intensos ojos esmeralda del gato, como si estuviera en un trance hipnótico.

    Después de unos diez minutos, finalmente fue capaz de alejar sus ojos del felino. Para Bella, se sintió más que diez minutos. Sintió que había estado mirándolo por horas.

    Sacudió la cabeza y se dijo a si misma que era solo un gato ordinario. Un pensamiento cruzó su mente– Bella se preguntó si el gato pertenecía a Eleana. Pero nunca notó al gato mientras Eleana estaba cerca, y rápidamente descartó esa posibilidad.

    Mientras Bella se sentaba en el sofá comiendo del pote de helado al lado del gato, se encontró a si misma sumida en un inesperado sueño.

    En cuanto sus ojos se cerraron, Bella se dio cuenta que el gato se las había arreglado para acostarse en su pecho sin que ella lo notara. Con cada roce de su pelaje, Bella se encontró deslizándose más profundamente en la tierra de los sueños.

    Capítulo 3

    26 de Junio del 2019. Liopetri, Chipre.

    Bella se sentó junto a la piscina leyendo la novela Jane Austen que había comprado online. Era su única fuente de entretenimiento desde que casi todos los canales estaban en griego, y no quería desperdiciar tiempo navegando por los canales hasta encontrar alguno que pudiera entender.

    Luego que Bella tuvo tiempo de establecerse en su nuevo lugar, se dio cuenta qué tan lejos estaba su casa del resto de Liopetri.

    Se sorprendió cuando descubrió que la casa más cercana estaba a unas dos millas de distancia, aunque a Bella no le importaba. Disfrutaba de la paz y tranquilidad.

    Se sentó a leer en el sillón, dándose cuenta de lo caliente que estaba. El calor parecía volverse más insoportable cuanto más tiempo se sentara afuera. Afortunadamente, dejó una botella de agua en la sombra, así podía tener una bebida fría cuando la necesitara.

    Estaba tan metida en su lectura que apenas oyó lo que sonaba como un auto entrando por la entrada. Dejó el libro y cedió a su curiosidad.

    Corrió hacia sus sandalias– El piso estaba tan caliente como para cocinar sus pies.

    Recogió su botella de agua y tomó un sorbo rápido para ayudarla a aclarar su garganta seca, y se preguntó quién en el mundo vendría a su casa. Pensó que quizá otro vecino, pero rápidamente descartó esa posibilidad.

    Al abrir la puerta principal, se sorprendió de ver a Eleana de pie frente a ella, sonriendo alegremente mientras sus ojos se encontraban.

    Desde la entrada, podía ver el auto que seguramente pertenecía a la anciana. Se veía similar en apariencia a la vieja camioneta Chevrolet Task Force de su padre que Bella recordaba con cariño de su infancia.

    Por favor, pasa. Sonrió, mientras la anciana cruzaba el umbral hacia su casa.

    Bella se disculpó por solo vestir su bikini celeste, diciéndole a Eleana que acababa de volver de un paseo por la piscina.

    La anciana solo se rió de ella, pero no era la clase de risa que habría avergonzado

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