Polvo de Estrellas
Por Hannah Howe
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Polvo de Estrellas es el décimo libro en la serie de Sam Smith. La historia combina un misterio psicológico con humor y romance. Este libro se ubica en Amsterdam.
Hannah Howe
Hannah Howe is the bestselling author of the Sam Smith Mystery Series (Sam's Song, book one in the series, has reached number one on the amazon.com private detective chart on seven separate occasions and the number one position in Australia). Hannah lives in the picturesque county of Glamorgan with her partner and their two children. She has a university degree and a background in psychology, which she uses as a basis for her novels.Hannah began her writing career at school when her teacher asked her to write the school play. She has been writing ever since. When not writing or researching Hannah enjoys reading, genealogy, music, chess and classic black and white movies. She has a deep knowledge of nineteenth and twentieth century popular culture and is a keen student of the private detective novel and its history.Hannah's books are available in print, as audio books and eBooks from all major retailers: Amazon, Barnes and Noble, Google Play, Kobo, iBooks, etc. For more details please visit https://hannah-howe.comThe Sam Smith Mystery Series in book order:Sam's SongLove and BulletsThe Big ChillRipperThe Hermit of HisaryaSecrets and LiesFamily HonourSins of the FatherSmoke and MirrorsStardustMind GamesDigging in the DirtA Parcel of RoguesBostonThe Devil and Ms DevlinSnow in AugustLooking for Rosanna MeeStormy WeatherDamagedEve’s War: Heroines of SOEOperation ZigzagOperation LocksmithOperation BroadswordOperation TreasureOperation SherlockOperation CameoOperation RoseOperation WatchmakerOperation OverlordOperation Jedburgh (to follow)Operation Butterfly (to follow)Operation Liberty (to follow)The Golden Age of HollywoodTula: A 1920s Novel (to follow)The Olive Tree: A Spanish Civil War SagaRootsBranchesLeavesFruitFlowersThe Ann's War Mystery Series in book order:BetrayalInvasionBlackmailEscapeVictoryStandalone NovelsSaving Grace: A Victorian MysteryColette: A Schoolteacher’s War (to follow)What readers have been saying about the Sam Smith Mystery Series and Hannah Howe..."Hannah Howe is a very talented writer.""A gem of a read.""Sam Smith is the most interesting female sleuth in detective fiction. She leaves all the others standing.""Hannah Howe's writing style reminds you of the Grandmasters of private detective fiction - Dashiell Hammett, Raymond Chandler and Robert B. Parker.""Sam is an endearing character. Her assessments of some of the people she encounters will make you laugh at her wicked mind. At other times, you'll cry at the pain she's suffered.""Sam is the kind of non-assuming heroine that I couldn't help but love.""Sam's Song was a wonderful find and a thoroughly engaging read. The first book in the Sam Smith mystery series, this book starts off as a winner!""Sam is an interesting and very believable character.""Gripping and believable at the same time, very well written.""Sam is a great heroine who challenges stereotypes.""Hannah Howe is a fabulous writer.""I can't wait to read the next in the series!""The Big Chill is light reading, but packs powerful messages.""This series just gets better and better.""What makes this book stand well above the rest of detective thrillers is the attention to the little details that makes everything so real.""Sam is a rounded and very real character.""Howe is an author to watch, able to change the tone from light hearted to more thoughtful, making this an easy and yet very rewarding read. Cracking!""Fabulous book by a fabulous author-I highly recommended this series!""Howe writes her characters with depth and makes them very engaging.""I loved the easy conversational style the author used throughout. Some of the colourful ways that the main character expressed herself actually made me laugh!""I loved Hannah Howe's writing style -- poignant one moment, terrifying the next, funny the next moment. I would be on the edge of my seat praying Sam wouldn't get hurt, and then she'd say a one-liner or think something funny, and I'd chuckle and catch my breath. Love it!""Sam's Song is no lightweight suspense book. Howe deals with drugs, spousal abuse, child abuse, and more. While the topics she writes about are heavy, Howe does a fantastic job of giving the reader the brutal truth while showing us there is still good in life and hope for better days to come."
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Polvo de Estrellas - Hannah Howe
POLVO DE ESTRELLAS
Para mi familia, con amor.
Capítulo Uno
De acuerdo con los medios, Jeremy Loudon era un multimillonario que vivía cerca de Llanmaes en el Valle de Glamorgan. Por petición de Loudon en una mañana extremadamente fría de enero, manejé hasta Llanmaes, cruzando pueblos y campos verdes que me dirigieron a una mansión desmadejada.
Loudon era dueño de la mansión, una gran construcción de piedra de cuatrocientos años de antigüedad. El edificio contenía tres chimeneas, un techo gris y poroso y paredes color rosa pastel y, aunque no estaba decorada con vitrales, el tamaño y la forma de las ventanas me recordaban a una iglesia; mientras que el aguilón al fondo, decorado con sus delicadas piedras despintadas, hablaba mucho sobre los albañiles.
Estacioné mi Mini en un apartado afuera de unas imponentes puertas de acero negro reforzado; una garita con paneles de cristal se encontraba detras de mi a la izquierda, un mampostero la había construido con las piedras remanentes de otro edificio, agregando los paneles de cristal sobre la mitad superior. A través de los cristales alcancé a diferenciar a dos porteros con mirada tan seria, que ni las cosquillas de una pluma provocarían risa alguna.
Uno de los porteros dejó la garita y se acercó a la puerta. La sonreí y después me presenté.
―Hola, mi nombre es Sam Smith, vine a ver al Sr. Loudon.
El portero pasó mi mensaje a su compañero quien tomó un teléfono y habló con quien asumí autorizaría mi entrada a la casa principal. Con el mensaje recibido y entendido, el portero me escoltó hasta la casa.
Una vez dentro de la mansión, me quedé parado junto a unas amplias las escaleras de piedras ya gastadas tras siglos de uso. Adyacente a las escaleras se encontraba una gran puerta negra cubierta con brillantes remaches plateados y fijada por tres bisagras reforzadas. Aquella puerta se encontraba entre-abierta, revelando una segunda escalera que se dirigía a quien-sabe-donde; probablemente a una guarida secreta como en las que los ministros crisitianos del siglo XVII realizaban misas secretas para evitar los conflictos religiosos de la época.
El portero me condujo hasta la sala y después desapareció a pasos callados, casi como un fantasma que se desvanece a través de los muros.
En la sala se encontraba una joven. Una mujer en sus treintas de cabello rubio con raíces oscuras que caía hasta sus hombros y ojos azul-claro, que se encontraban rojos y cansados. Su cara era muy bonita, con hoyuelos en las mejillas y labial rojo que acentuaba la sensualidad de su boca. Desplegando sensualidad, su cuerpo cubría un elegante diván, un fino artículo de mueblería dentro de un elegante cuarto.
La mujer vestía una bata de seda a la rodilla y botas de piel. ¿Bata de seda y botas de piel? A veces es mejor no preguntar.
Le sonreí a la mujer, pero su mirada me pasó de largo y se fijó en un punto a la distancia. Estaba por presentarse cuando un hombre entró a la sala. A la mitad de sus cuarenta años, aquel hombre emanaba la sensualidad de un Sr. Darcy moderno con una pizca de arrogancia en el tono de su voz mientras hablaba por teléfono.
―Mueve los fondos de Dalrymple a la cuenta en el extranjero. Invierte en ATG, nos apegaremos a nuestro plan de construir un portafolio fuerte. Desecha la oferta de adquisición a Northesatern; son una mala inversión. Especialmente con este fiasco político en Europa.
Jeremy Loudon hizo una pausa. Lo pude reconocer por sus perfiles en redes sociales. Me frunció el ceño y después dijo al teléfono: ―Son unos perdedores; no queremos tener nada que ver con ellos.
Después dibujó una sonrisa provocada por algo en la conversación. ―Claro, Seb, seguro. ¿Eso nos da un millón cada semana?― dijo con una sonrisa ampliada―. ¿Un millón neto o bruto?― se rió a carcajadas ―. Recuérdame poner algo extra en tu bolsillo― pasada la última risita, terminó la conversación―. Ciao, Seb, ciao. Tenemos que vernos pronto.
De nuevo con el ceño fruncido Loudon me preguntó. ―¿Puedo ayudarla?― presionó un botón mientras devolvía el celular a su bolsillo―. ¿Has venido por la vacante como sirvienta?
―Soy Sam, la agente investigadora― le dije. Metí los dedos en mi bolsa buscando mi tarjeta de presentación.
―Señora Smith― dijo Loudon. Estudió mi tarjeta; las arrugas de la frente se hicieron más profundas―. La estaba esperan...― se detuvo y después sacudió la cabeza como despejandola―. Olvídelo, tome asiento. ¿Algo de beber?
―No, gracias― respondí.
―¿Y tú, Annabel?
Annabel cerró sus ojos y puso su mano derecha sobre su frente. ―Tal vez después― expresó con un gemido.
―Ella es mi socia, Annabel Fisher― Loudon caminó hacia el diván y miró a Annabel poniéndole la mano sobre su hombro―. Annabel es una famosa diseñadora de interiores; seguro has oído sobre ella, ¿no?
Me senté en una silla bordada suave, sonreí y dije: ―Lo siento, pero no se nada de diseño de interiores más allá de las etiquetas en las latas de pintura.
―Claro― dijo, serio.
A pesar de que nos comunicábamos con el mismo lenguaje, algo me decía que la química con mi colegas estaba fuera de lugar. La brecha entre nuestros estatus sociales era como un torniquete alrededor de nuestra palabras, estrangulando cualquier oportunidad de una conversación relajada.
―Annabel diseñó este cuarto― Loudon miró alrededor observando los retratos, pinturas de paisajes, los muebles antiguos y las cortinas de terciopelo―. ¿Cuándo nos conocimos?― dijo apretando su hombro desinteresadamente―. ¿Realmente fue hace doce años?― sonrió ante el recuerdo y después explicó: ―Invité a Annabel a mi casa y ha estado a mi lado desde entonces. En verdad no se que haría sin ella. Realmente es el amor de mi vida.
Loudon le ofreció a Annabel una mirada afectiva. Sin embargo, la diseñadora seguía contemplando su interior, sus ojos cerrados y su mano derecha tiesa en su frente.
―¿Tiene alguien a quien amar, Sra. Smith?― preguntó Loudon.
―A mi esposo― respondí.
―Que bueno― me respondió con tono casual, desdeñoso.
―¿Probablemente se pregunta por qué la invité aquí?
Asentí con la cabeza. —Ese pensamiento ha cruzado por mi mente.
―Me gustaría contratarla.
―¿Para pintar sus paredes?― sonreí irónicamente.
―Para encontrar algo muy querido para mí― respondió serio.
―Cobro...
―Y yo tengo para pagarle― dijo Loudon con tono estridente que cortó mis palabras―. Y cualquier gasto que llegase a surgir. Su tarea es encontrar mi portafolios.
―¿Lo perdió?― pregunté.
―Fue robado de mi sala de juegos. ¿Le gustaría ver mi sala de juegos?
―Seguro― dije.
Seguí a Loudon por un arco abierto hacia otra estancia en la parte posterior de la casa. Una vez dentro, distinguí la atracción principal: una mesa elíptica verde con detalles dorados y rodeada de diez sillas de piel. Las sillas eran de respaldo, similar a tronos color cereza.
―¿Alguna idea de quién pudo robar su portafolios?― pregunté.
―Tengo dos sospechosos― dijo Loudon―. Primero nuestra sirvienta. Bueno, ahorita es una sustituta, pues nuestra sirvienta de cabecera se encuentra de licencia por maternidad; algo desconsiderado, pero así son las cosas. Igualmente pensamos en reemplazarla, pues no estamos satisfechos con ella― Loudon se acercó a una cómoda de nogal. Sacó un folder envuelto en piel de topo―. Aquí está su foto y CV, proporcionados por mi gente de recursos humanos. Su nombre es Velvet.
Acepté un fajo de papeles del archivo y estudié la foto de Velvet. ―Atractiva― dije.
Loudon tensó los labios y asintió bruscamente. Si le gustase el aspecto mulato.
Eché un vistazo al CV de Velvet y noté que ganaba dinero extra cantando y bailando en el club nocturno The Stag. El club era propiedad de un mafioso local, Rudy Valentine, y era administrado por su cómplice Slick Stephens.
―Velvet se ha fugado― dijo Loudon―. No se reportó a trabajar esta mañana y mi gente no ha podido contactarla.
―¿Se fugó con su portafolios?
―Es una teoría.
―¿Tiene alguna otra teoría?
―Sí― dijo Loudon― pero primero déjeme mostrarle una foto de mi portafolios.
―¿Tiene una foto de su portafolio?― pregunté, algo sorprendida.
Loudon echó un vistazo alrededor del cuarto de juegos admirando todos los retratos de Annabel Fisher. ―Tengo fotografías de todo lo que amo.
De un segundo archivo de piel de topo, Loudon produjo varias fotografías de su portafolios. Hecho de piel con un distinguido panel de tartán en el interior y dos iniciales doradas, JL, posicionadas en la cerradura.
―¿Cuándo desapareció su portafolio?― pregunté.
―Ayer por la noche.
―¿De este cuarto?
―Sí.
―¿A qué hora?
―Alrededor de las 2 a.m.
―¿Su personal trabaja hasta esa hora?
Loudon sonrió condescendientemente y dijo: ―Mi personal trabaja 24/7.
―Y después del turno nocturno, ¿se les exige redoblar esfuerzos durante el turno de día?
―No diariamente. De vez en cuando les permito tener tiempo libre.
Loudon se dirigió a la mesa de juegos y se sentó en una de las elegantes sillas. Ahí juntó los dedos y los posó en el hoyuelo de su barbilla.
―Mi portafolio fue robado durante el juego de póker. ¿Usted juega póker?― preguntó.
―Juego ajedrez― dije.
―¿Ajedrez?― dijo condescendiente.
―¡Claro! Es un juego de habilidad pura, libre de todo asar.
―Suena algo seco para mi gusto― dijo de manera burlona.
Dejando de lado los juegos de cartas y el ajedrez, dije: ―¿Qué contiene su portafolios?
―Una cantidad considerable de ganancias.
―¿Qué tan considerable?
―Alrededor de cien mil libras.
―Entonces es bueno en el póker― le dije.
Con una mueca y una mirada soberbia dijo: ―Soy bueno en todo.
―Cien mil libras― dije, ignorando su mirada y sus intenciones― es mucho dinero. ¿Por qué no informó a la policía?
―No quería generar ninguna controversia o problema alguno.
―Pero, ¿no le importa que yo cause alguna controversia o problema alguno?
Loudon se recargó en el respaldo de la silla; se balanceaba sutilmente de lado a lado. Las puntas de los dedos aún descansaban en el hoyuelo de su barbilla mientras su mirada quemaba con una determinación abrasadora.
―Preferiría su absoluta discreción durante la búsqueda de mi portafolios. Sin embargo, de surgir cualquier contratiempo, cuento con los recursos para facilitar su tarea.
Asentí con la cabeza y respondí.
―Mencionó que tenía otra teoría; un segundo sospechoso.
―Así es. Otro participante en nuestro juego― Loudon se puso de pie dirigiéndose de nuevo al buró color nuez y trajo otro archivo en un folder de piel de topo. Sus referencias eran impecables, pero había algo acerca de él, algo sospechoso.
―¿Tiene alguna fotografía?― pregunté.
―Tengo un expediente de fotografías de todos los que se unen a mi juego.
De un folder, Loudon sacó una brillosa fotografía A4 y me la dio.
―Su nombre es Tony Michaels― dijo Loudon.
―No, no lo es― dije, ―su nombre es Mickey Anthony.
Loudon tomó la fotografía de mis dedos. Observó la fotografía y después a mí. Por un segundo aquel velo de arrogancia se desvaneció mientras me miraba incrédulo. ―¿Conoce a este hombre?
―Así es― contesté.
―¿Puede entonces recuperar mi portafolio?
Sonreí de manera enigmática.
Capítulo Dos
Jeremy Loudon no era un cliente típico y tal vez yo no era la persona indicada para ayudarlo. Sin embargo, después que un piromaniaco atacase mi oficina necesitaba todos los clientes posibles, pues necesitaba los fondos para reconstruir mi agencia. Además, el involucramiento de Mickey Anthony me intrigó. Con el patronaje de Loudon o no, yo interrogaría a Mickey Anthony.
Desde la lujosa casa de Loudon, manejé quince millas al este hasta llegar al centro de Cardiff. Bajo el nombre de Anthony y Asociados, Mickey rentaba una oficina en el centro, en una locación de primera, misma locación que rechacé por falta de fondos.
La carrera de Mickey Anthony como investigador privado se asemeja a un juego de