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Michelín no es una gata cualquiera
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Libro electrónico91 páginas44 minutos

Michelín no es una gata cualquiera

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Los empleados de la redacción de un periódico descubren oculta en el parqueadero a una pequeña gatita. Algunos se enamoran de ella, mientras otros la ven como un estorbo. Con el paso de los días comienzan a verse las actuaciones de diversas personas: la bondad de Lala y Omega, la falta de corazón de la vecina y las actitudes despiadadas de otros. Esta es una novela infantil que despierta la sensibilidad hacia los animales, y el respeto y la responsabilidad frente a la tenencia de una mascota. En medio de situaciones divertidas unas veces y un poco trágicas otras, los lectores descubrirán también cómo funcionan las oficinas de un periódico y en qué consiste el oficio del periodista.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento24 ene 2022
ISBN9789583064838
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    Michelín no es una gata cualquiera - Gustavo Tatis

    michelin_gata_cualquiera_tapa.jpg

    Primera edición febrero de 2021

    © 2020 Gustavo Tatis Guerra

    © 2020 Panamericana Editorial Ltda.

    Calle 12 No. 34-30, Tel.: (57 1) 3649000

    www.panamericanaeditorial.com

    Tienda virtual: www.panamericana.com.co

    Bogotá D. C., Colombia

    Editor

    Panamericana Editorial Ltda.

    Ilustraciones

    Daniel Fajardo

    Diagramación

    Jairo Toro Rubio

    ISBN 978-958-30-6483-8

    Impreso por Panamericana Formas e Impresos S. A.

    Calle 65 No. 95-28, Tels.: (57 1) 4302110 - 4300355. Fax: (57 1) 2763008

    Bogotá D. C., Colombia

    Quien solo actúa como impresor.

    Impreso en Colombia - Printed in Colombia

    A la memoria de Germán Mendoza Diago.

    A Eulalia Pinedo y a Omega, que vivieron esta historia.

    1

    A mí también me gustan los gatos.

    Pero a mi tía Lala, ¡ni se diga! Ella se vuelve loca con los animales.

    Le gustan más que a mí.

    No puede ver a un gato abandonado en la calle, porque, ¡ay! se va en lágrimas y se lo lleva para la casa. Y cada vez que llega con un nuevo gato, la abuela Mayo pone el grito en el cielo, y la cantaletea:

    —¡Esto se está volviendo un zoológico! ¡No hay patio para tanto gato y tanto perro! ¡Ya lo que falta es que metas un gato más debajo de mi cama!

    Bajo los palos de mango hay una casona de perros y otra de gatos que encontró en la calle. Tía Lala es como la mamá de esos perros y gatos: los cuida, les da de comer, los lleva donde el médico veterinario y les pone su propio apellido.

    La abuela Mayo puso el grito en el cielo cuando vio al primer perro que alguien había dejado tirado en la bahía y las dos discutieron hasta las lágrimas, pero la tía no dio su brazo a torcer y se negó a que la chantajearan con un viaje o un regalo, a cambio de sacar los animales de la casa.

    Tía Lala se puso tan triste por esa pelea que perdió el año, porque la mamá no quería un gato más, pero al final, le dejó hacer, en el patio, una casa para perros y gatos de la calle. La abuela decía que estaba compitiendo con una señora que tenía veinte perros y veinte gatos y dormía junto a ellos, en unos cartones enormes, a lo largo de dos aceras, en una calle del centro amurallado de Santos de Piedra.

    La abuela creyó que, después de que ella terminara su bachillerato, se iba a olvidar de la idea de seguir recogiendo animales, pero han pasado los años y tía Lala vuelve a ser la niña que se pone a llorar si ve a un gato abandonado en la calle. A la bisabuela Delicia no le gustaban mucho los animales y a mi abuela Mayo tampoco, pero se fue acostumbrando y acabó por quererlos. Las dos terminaron siendo alcahuetas de un zoológico que empezó a crecer en el patio de la casa.

    Mi abuela se convirtió en una alegre madrina de gatos y perros. Cuando llega el día del parto de las perras o las gatas, regalamos algunas de las criaturas a amigos, pero la tía está pendiente de las vacunas y de que se sientan bien tratados, como hijos o hijas, en las manos de quienes los adopten.

    La abuela se puso enferma y mi tía dejó de llevar animales a casa en los últimos años. Ya no había cama para tanto gato. Luego de estudiar periodismo vivió fuera de Santos de Piedra, y yo, que era una niñita, me quedé cuidando a los

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